2000–2009
Creemos todo lo que Dios ha revelado
Octubre 2003


Creemos todo lo que Dios ha revelado

Dios continúa revelando Su voluntad al género humano, como lo ha hecho en todas las etapas cuando Él ha tenido siervos autorizados sobre la tierra.

“Creemos todo lo que Dios ha revelado, todo lo que actualmente revela, y creemos que aún revelará muchos grandes e importantes asuntos pertenecientes al reino de Dios”1.

Declaramos al mundo que los cielos no se han cerrado. Dios continúa revelando Su voluntad al género humano, como lo ha hecho en todas las etapas cuando Él ha tenido siervos autorizados sobre la tierra. Este hecho debiera ser familiar a todos los hijos de nuestro Padre Celestial, puesto que las Escrituras dan abundante evidencia de él.

A veces, definimos la comunicación de la voluntad de Dios como revelación. A veces, aludimos a tal comunicación como inspiración. Sin embargo, la revelación es un término de significado mucho más amplio. Si bien la inspiración se puede considerar debidamente como revelación, la revelación también puede comprender visiones, sueños, la palabra hablada y otras manifestaciones espirituales. El élder Talmage explicó:

Revelación significa dar a conocer la verdad divina por medio de comunicación con los cielos…

“La interpretación que a veces se le da a la palabra inspiración, y la que tiene la palabra revelación, son casi idénticas, aunque aquélla por su origen y uso primitivo tuvo un significado particular. Inspirar significa literalmente animar con el espíritu; un hombre está inspirado cuando se halla bajo la influencia de una fuerza aparte de la suya. Se puede decir que la inspiración divina es una operación menor de la influencia espiritual en el hombre, una manifestación no tan directamente intensa como la… revelación. De modo que la diferencia consiste más bien en el grado que en la clase”2.

Hay orden en la forma en la que el Señor revela Su voluntad al género humano. Todos tenemos el derecho de pedir al Señor inspiración por medio de Su Espíritu y de recibirla dentro de la esfera de nuestra propia mayordomía. Los padres pueden recibir revelación con respecto a su propia familia, un obispo, con respecto a su designada congregación y, así, hasta la Primera Presidencia con respecto a toda la Iglesia. Sin embargo, no podemos recibir revelación tocante a la mayordomía de otra persona. El profeta José Smith indicó:

“Es contrario al sistema de Dios que un miembro de la Iglesia, o cualquier otro, reciba instrucciones para los que poseen una autoridad mayor que la de ellos”3.

“Las revelaciones de la disposición y voluntad de Dios para la Iglesia deben venir por medio de la Presidencia. Tal es el orden celestial, así como el poder y privilegio de este sacerdocio. Cualquiera de los oficiales de esta Iglesia tiene el privilegio de recibir revelaciones, en lo que respecta a su particular llamamiento y deber en la Iglesia”4.

Cuanto más nos conservemos en armonía con las instrucciones que el Señor nos ha dado para guiar nuestras vidas, tanto más estaremos en armonía con Su Espíritu. La persona que pide orientación al Señor debe ser digna de recibirla. Su vida debe estar en armonía con las normas que el Señor ha prescrito para Sus hijos. Su vida debe ser recta ante Dios y ante el pueblo de Dios; debe estar en armonía con las enseñanzas de las Escrituras, de los profetas y del orden de la Iglesia.

Una persona podría decir que ha recibido revelación para ser deshonesta a fin de mejorar su situación económica. O una persona podría decir que ha recibido instrucciones de que la Iglesia siga un rumbo diferente del indicado por el profeta. Sabríamos de inmediato que tal alegación no sería de Dios.

Hay gran fortaleza y poder en el hecho de que millones de personas de todo el mundo tienen el mismo testimonio de Dios, del Salvador y del llamamiento del profeta José Smith. Nunca se nos ha instado a ser ciegamente obedientes; una obediencia inteligente es la que nos caracteriza como miembros de la Iglesia.

Se dice que Brigham Young expresó que su mayor temor era que los miembros de la Iglesia tomasen lo que él decía como la disposición y la voluntad de Dios sin orar primero y recibir un testimonio de ello por sí mismos5.

Al establecer Su reino sobre la tierra, el Señor expuso los principios y las leyes fundamentales para gobernar a Sus hijos aquí. La obediencia a esas leyes y esos principios redunda en las bendiciones que Él ha prometido otorgarles y la desobediencia a ellos trae consigo Sus juicios.

Un examen de la historia de la humanidad revela ejemplos de que la obediencia trae consigo bendiciones y de que la desobediencia trae consigo pesar y destrucción. El camino que debemos seguir es revelado por conducto de los santos profetas de Dios, que nos indican ser obedientes a las instrucciones del Señor.

Un ejemplo lo constituyen las instrucciones de Jehová a los hijos de Israel cuando éstos viajaban por el desierto. A fin de que tuviesen un lugar central de adoración y actividad, Jehová mandó a Moisés construir un tabernáculo. El tabernáculo fue el precursor del templo; se hizo portátil, para que lo transportaran adonde fueran.

“…porque habló Jehová a Moisés, diciendo:

“…pondrás a los levitas en el tabernáculo del testimonio, y sobre todos sus utensilios, y sobre todas las cosas que le pertenecen; ellos llevarán el tabernáculo y todos sus enseres, y ellos servirán en él, y acamparán alrededor del tabernáculo.

“Y cuando el tabernáculo haya de trasladarse, los levitas lo desarmarán, y cuando el tabernáculo haya de detenerse, los levitas lo armarán; y el extraño que se acercare morirá.

“Los hijos de Israel acamparán cada uno en su campamento, y cada uno junto a su bandera, por sus ejércitos;

“pero los levitas acamparán alrededor del tabernáculo del testimonio, para que no haya ira sobre la congregación de los hijos de Israel; y los levitas tendrán la guarda del tabernáculo del testimonio”6.

De ese modo, el tabernáculo llegó a ser el centro de su campamento mientras viajaban a la tierra prometida. En él podían efectuarse servicios sagrados. El día que se terminó el tabernáculo, una nube lo cubrió. La nube se alzaba del tabernáculo cuando debían proseguir el viaje. Cuando la nube cubría el tabernáculo, no debían viajar.

Jehová los dirigió en su viaje hasta acampar a los pies del monte de Sinaí. Allí se mandó a Moisés subir al monte a comunicarse con Jehová. Entonces Moisés recibió instrucciones sobre el modo como los hijos de Israel se gobernarían en el desierto. A Moisés también se le dieron “dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas con el dedo de Dios”7.

Moisés estuvo alejado del pueblo durante un largo tiempo. “Viendo el pueblo que Moisés tardaba en descender del monte, se acercaron entonces a Aarón, y le dijeron: Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido”8.

Aarón sucumbió a la voluntad de los del pueblo y les dijo que juntasen todo el oro y la plata y los objetos preciosos para fundirlos y hacer un becerro de oro, un ídolo para adorar y transportar mientras viajaban. Mientras tanto, Moisés recibía las dos tablas del testimonio que contenían los mandamientos de Dios a Su pueblo. Llevando las tablas en su mano, Moisés descendió del monte.

“Y aconteció que cuando él llegó al campamento, y vio el becerro y las danzas, ardió la ira de Moisés, y arrojó las tablas de sus manos, y las quebró al pie del monte”9.

Por motivo de la desobediencia de los hijos de Israel, “Moisés tomó el tabernáculo [de en medio de ellos], y lo levantó lejos, fuera del campamento”10.

Entonces, su lugar central, el tabernáculo, quedó lejos de ellos y ya no podían ser guiados ni protegidos por su presencia. Desde entonces, sólo a los fieles se les permitía llegar hasta el tabernáculo. Una cosa que Jehová no toleraba era la adoración de otros dioses. Debido a los muchos años de cautiverio que pasaron en Egipto, esto constituía una dificultad para los hijos de Israel.

Después de un tiempo en el que suplicó el perdón de Jehová, se le mandó a Moisés: “Alísate dos tablas de piedra como las primeras”11 y sube al monte. Moisés estuvo cuarenta días y cuarenta noches en la cumbre del monte de Sinaí, sin pan ni agua, y Jehová le mandó:

“Escribe tú estas palabras; porque conforme a estas palabras he hecho pacto contigo y con Israel.

“…y escribió en tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos”12.

Y así, se dieron al género humano los Diez Mandamientos para que los obedecieran y utilizaran a lo largo de su vida. La obediencia por fin llevó la ley de Jehová a los hijos de Israel. La desobediencia sólo retrasó el avance de los hijos de Israel hacia su tierra prometida. Tenían que ser dignos de recibir la ley de Jehová.

Observen que Jehová entregó Su palabra a Moisés, Su profeta. El Señor sabe lo que bendecirá a Sus hijos y, por esa razón, Él entrega las leyes, por medio de Su profeta, a los del pueblo. Si las obedecemos, esas leyes nos llevarán de nuevo a Dios. No decidimos nosotros mismos lo que esas leyes son; éstas son dadas por Dios al hombre.

El Salvador cumplió la Ley de Moisés13, e instrucciones divinas semejantes fueron reveladas en nuestra época por medio del profeta José Smith, las que se hacen constar en la sección 59 de Doctrina y Convenios. El Señor mandó:

“Por tanto, les doy un mandamiento que dice así: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, alma, mente y fuerza; y en el nombre de Jesucristo lo servirás.

“Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hurtarás; no cometerás adulterio; no matarás, ni harás ninguna cosa semejante.

“Darás las gracias al Señor tu Dios en todas las cosas.

“Ofrecerás un sacrificio al Señor tu Dios en rectitud, sí, el de un corazón quebrantado y un espíritu contrito.

“Y para que más íntegramente te conserves sin mancha del mundo, irás a la casa de oración y ofrecerás tus sacramentos en mi día santo;

“porque, en verdad, éste es un día que se te ha señalado para descansar de tus obras y rendir tus devociones al Altísimo;

“sin embargo, tus votos se ofrecerán en rectitud todos los días y a todo tiempo;

“pero recuerda que en éste, el día del Señor, ofrecerás tus ofrendas y tus sacramentos al Altísimo, confesando tus pecados a tus hermanos, y ante el Señor.

“Y en este día no harás ninguna otra cosa sino preparar tus alimentos con sencillez de corazón, a fin de que tus ayunos sean perfectos, o en otras palabras, que tu gozo sea cabal”14.

Fíjense en que el conducto de comunicación viene del Señor a nosotros. Tantas veces en la historia del mundo, en nuestra autojustificación, los seres humanos hemos intentado invertir los extremos de ese conducto y cambiar las leyes de Dios. No hallamos registro alguno de que eso haya resultado bien nunca.

Pero sí hallamos constancia de que siempre que los hijos de Dios han actuado al contrario de las leyes de Dios, se han interrumpido la armonía y el orden divinos con la desobediencia y la destrucción. El sistema del Señor tiene resultados satisfactorios. La obediencia a Sus leyes y mandamientos siempre traerán consigo Sus bendiciones prometidas.

Nefi recibió el mandamiento del Señor de obtener las planchas de bronce a fin de llevarlas al viajar por el desierto. Labán opuso resistencia a todos los intentos que ellos hicieron por obtener el registro. Entonces el Señor entregó a Labán en mano de Nefi. Con respecto a la muerte de Labán, a Nefi se le enseñó: “Es preferible que muera un hombre a dejar que una nación degenere y perezca en la incredulidad”15.

Esa revelación hizo recordar a Nefi algo que el Señor le había prometido anteriormente en el desierto: “En tanto que tus descendientes guarden mis mandamientos, prosperarán en la tierra de promisión”16.

Entonces, Nefi concluyó:

“Sí, y también consideré que no podrían guardar los mandamientos del Señor según la ley de Moisés, a menos que tuvieran esa ley. Y también sabía que la ley estaba grabada sobre las planchas de bronce”17.

Las Escrituras indican reiteradamente que el Señor da Sus mandamientos a los hijos de los hombres por conducto de profetas vivientes. Ningún comité, ni asamblea ni ninguna otra autoridad tiene el derecho de imponer a Dios doctrina que sea contraria a Su ley. Las bendiciones eternas de Dios dependen de nuestra obediencia y adherencia a la palabra del Señor que es revelada para nosotros por conducto de Sus santos profetas.

Dios nos conceda tener siempre la voluntad y la valentía de ser obedientes a Él, que es nuestro Padre Eterno, y a Su Hijo escogido, nuestro Señor y Salvador, para que disfrutemos de Sus bendiciones tanto aquí como en las eternidades venideras. En el nombre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Amén.

  1. Artículos de Fe 1:9.

  2. James E. Talmage, Artículos de Fe, pág. 329.

  3. José Smith, Enseñanzas del Profeta José Smith, págs. 18–19.

  4. Enseñanzas, pág.130.

  5. Véase Deseret News, 9 de diciembre de 1857, pág. 317; 12 de febrero de 1862, pág. 257.

  6. Números 1:48, 50–53.

  7. Éxodo 31:18.

  8. Éxodo 32:1.

  9. Éxodo 32:19.

  10. Éxodo 33:7.

  11. Éxodo 34:1.

  12. Éxodo 34: 27–28.

  13. Véase 3 Nefi 15:5.

  14. D. y C. 59:5–13.

  15. 1 Nefi 4:13.

  16. 1 Nefi 4:14.

  17. 1 Nefi 4:15–16.