2000–2009
Los misioneros mayores y el Evangelio
Octubre 2004


Los misioneros mayores y el Evangelio

Expreso gratitud por nuestros misioneros mayores. Ellos son jóvenes de espíritu, prudentes y tienen el deseo de trabajar.

Con gratitud damos la bienvenida al élder Dieter F. Uchtdorf y al élder David A. Bednar al Quórum de los Doce Apóstoles. Con devoción y unidos serviremos al Señor Jesucristo.

Las asignaciones de este año me han llevado a muchas naciones de la tierra. En algunos de esos países, la Iglesia es relativamente nueva. No importa a dónde vaya, me encuentro con nuestros misioneros. Ellos son extraordinariamente fuertes y siempre eficaces, y brindan evidencia visible y tangible de que la Iglesia de Jesucristo ha sido restaurada en su plenitud. Él fue quien dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”1. Este mandamiento late en el corazón de todo misionero que testifica de Jesucristo y enseña Su mensaje.

Al pensar en los misioneros, por lo general nos imaginamos a jovencitos con camisa y corbata y a jovencitas vestidas modestamente, pero junto a ellos hay maravillosos misioneros mayores que han respondido a las súplicas de profetas y de apóstoles de tener más matrimonios misioneros2.

Expreso gratitud por nuestros misioneros mayores. Ellos son jóvenes de espíritu, prudentes y tienen el deseo de trabajar, y que incluso toleran comentarios de sus hijos bromistas que podrían cambiar la súplica del presidente Spencer W. Kimball: “Alarguemos el paso” y decir “Arrastremos el paso”3. Estos queridos miembros están dispuestos a servir y a fortalecer la vida de los demás4. A pesar de que estas personas mayores no sepan el idioma de la localidad, sus logros son valiosos y su espíritu de sacrificio es admirable5.

Ejemplos de servicio de los misioneros mayores

Por ejemplo, pienso en el élder Lloyd Poelman y su esposa, la hermana Catherine Poelman, quienes tienen 9 hijos adultos y 20 nietos, y que actualmente sirven en una pequeña rama de una región remota de Chile. Ellos visitan con frecuencia a los miembros menos activos y a las familias de los nuevos conversos. Esas visitas les brindan a los Poelman la oportunidad de leer con esas familias y de testificar de las bendiciones del templo. En las ramas de la misión, han enseñado también a personas a dirigir música y a tocar versiones simplificadas de los himnos en teclados electrónicos. El élder y la hermana Poelman escribieron hace poco: “El bautismo es sólo el primer paso en la conversión. Cuando se pasa el júbilo inicial y los nuevos conversos siguen enfrentando la necesidad de trabajar largas horas para ganarse la vida, necesitan la ayuda de otras personas para compartir el gozo del Evangelio. Ésa es nuestra especialidad. Parte de nuestro trabajo es preventivo: permanecer cerca de los nuevos conversos; no obstante, otros que raras veces asisten a las reuniones no han perdido su convicción, y reciben agradecidos nuestro mensaje. Al ver los cambios en la vida de las personas a las que visitamos, nos sentimos bendecidos de recibir la guía y la ayuda constantes del Señor en esta obra y, al mismo tiempo, saber que nuestros familiares en casa están recibiendo esas bendiciones especiales que derivan de nuestro llamamiento”6.

Esos maravillosos matrimonios están comprometidos en la obra de rescatar almas que previamente hicieron convenios de tomar sobre sí el nombre de Jesucristo.

Otros matrimonios misioneros prestan servicio en templos sagrados de la Iglesia. El élder Kenneth Willits y su esposa, la hermana Barbara Willits, por ejemplo, sirven en el Templo de Accra, Ghana, donde adquirieron un amor especial por la gente de Ghana al trabajar allí como misioneros hace más de dos décadas. Son conversos llenos de energía y entusiasmo de hace 50 años, con 3 hijos, 16 nietos y 12 bisnietos. Ellos realizan las ordenanzas exaltadoras del templo; el hermano Willits es sellador. En varias ocasiones, se han quedado gratamente sorprendidos al encontrarse con miembros a quienes conocieron durante su primera misión. Hace poco, el élder Willits efectuó el sellamiento de una pareja a la que habían enseñado en 1982, y a quienes les fueron sellados cuatro de sus hijos fallecidos. El élder y la hermana Willits escriben: “El estar dispuestos a dejar a nuestra familia y nuestro hogar se debe a los convenios del templo que hemos hecho, y nuestro más grande deseo es llegar a ser una familia eterna. Contamos con el apoyo total de nuestra familia, y ellos comparten las muchas bendiciones que hemos recibido. Estamos humildemente agradecidos por el privilegio de ayudar a otras personas a recibir sus bendiciones del templo”7.

Los matrimonios valientes y caritativos como el élder y la hermana Willits hacen posible y enriquecen la obra que se lleva a cabo en muchos de nuestros templos en la tierra. Algunos de ellos, como el Templo de Accra, Ghana, están ubicados donde la mayoría de los miembros locales previamente no habían tenido la oportunidad de asistir a un templo. En las ordenanzas de esos miembros se cuenta ahora con la experiencia de los matrimonios que sirven como misioneros de templo. A ellos expresamos también nuestra sincera gratitud.

A principios de este año, el élder Douglas L. Callister y yo nos encontrábamos en Kiev, capital de Ucrania. Estábamos allí para crear la primera estaca en la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Nos dio gusto ver que el Distrito Kiev, Ucrania, se encontraba bien preparado para ser estaca, totalmente organizado y listo para ocupar su lugar entre las estacas de Sión. Allí nos reunimos también con los misioneros, entre los cuales había varios fieles matrimonios mayores, a quienes escuchamos con atención.

Recordamos el relato del élder Rudi Hegewald y de su esposa, la hermana Eva Hegewald, que se criaron en lo que entonces era Alemania Oriental. Con un leve y dulce acento alemán, hablaron de los difíciles días de la Segunda Guerra Mundial y la posterior ocupación soviética, y de sus muchas privaciones. El encontrar la verdadera Iglesia del Señor y emigrar a América fueron para ellos valiosas bendiciones. Los años subsiguientes les trajeron cinco hijos saludables así como prosperidad espiritual y financiera. Ellos pensaron que el servir en una misión sería un modo de demostrarle gratitud al Señor, y expresaron el profundo deseo de servir en Europa Oriental. Su llamado fue para servir en la Misión Ucrania Kiev. Los hermanos Hegewald escriben lo siguiente: “Ahora, al acercarse el final de nuestra misión en la tierra de nuestros antiguos enemigos, estamos agradecidos por la oportunidad de enseñar y amar a la gente ucraniana. Al servir al Señor, nuestras almas han sido sanadas y nuestra familia se ha unido más; hemos tenido una experiencia verdaderamente extraordinaria y satisfactoria, y hemos visto muchos pequeños milagros”8.

Observen cómo los tres matrimonios escribieron en cuanto a sus bendiciones. Otro cuenta de las bendiciones que provienen del servicio misional, al escribir: “Personas buenas nos reemplazaron en nuestra función de padres y lo hicieron mejor que nosotros… Si un problema familiar no se ha resuelto con ayuno y oración, sería bueno considerar ir en una misión”9.

Para ningún misionero mayor es conveniente ir en una misión. Tampoco lo fue para José, ni Brigham, ni John, ni Wilford. Ellos también tenían hijos y nietos; tenían el mismo amor por sus familias, pero también amaban al Señor y deseaban servirle. Algún día nos encontraremos con esos hombres fieles que ayudaron a establecer esta dispensación; entonces nos alegraremos de que no tratamos de escondernos cuando llegó del profeta un llamamiento para el servicio misional, aún en el ocaso de nuestra vida.

En la conferencia general de octubre de 1925, el presidente Heber J. Grant emitió un llamado para que “hombres de madurez y buen criterio, que hayan tenido experiencia en la predicación del Evangelio… salgan a trabajar en el campo misional”10.

Esa necesidad aún existe. En la reciente transmisión de capacitación para líderes del sacerdocio de todo el mundo, el presidente Gordon B. Hinckley extendió un llamado similar: “Hay una constante necesidad de matrimonios misioneros”, dijo, “porque realizan un maravilloso servicio en todo el mundo y [los líderes] no tienen que esperar a que se presenten como voluntarios. Los sacrificios relacionados con el servicio al Señor a tiempo completo bendecirán abundantemente a los matrimonios, a sus familias y a la gente a la que sirvan”11.

Los requisitos para la obra

Los obispos también deber prestar atención a ese llamado profético, y preguntar a esos miembros si pudiesen servir. Las oportunidades para los misioneros mayores son diversas e ilimitadas12. Sus llamamientos para servir se hacen oficialmente después de considerar, con oración, sus antecedentes de trabajo, experiencia con otros idiomas, y aptitudes13. De todos los requisitos para servir, el deseo de servir tal vez sea el más importante. El Señor ha declarado:

“Por tanto, oh vosotros que os embarcáis en el servicio de Dios, mirad que le sirváis con todo vuestro corazón, alma, mente y fuerza, para que aparezcáis sin culpa ante Dios en el último día.

“De modo que, si tenéis deseos de servir a Dios, sois llamados a la obra”14.

Muchos humildes Santos de los Últimos Días temen que no califican para realizar las labores misionales, pero a ese futuro misionero, el Señor ha dado esta seguridad: “…fe, esperanza, caridad y amor, con la mira puesta únicamente en la gloria de Dios, lo califican para la obra”15.

Las limitaciones que imponen la edad y la salud

Al encomiar la obra de los misioneros mayores, me doy cuenta de que hay muchos más a quienes les gustaría servir, pero que no pueden hacerlo. Las limitaciones que imponen la edad o la mala salud merecen seria evaluación, así como las necesidades importantes de la familia. Cuando hay un fuerte deseo de servir, no obstante que esas limitaciones existen, se puede prestar el servicio por medio de otras personas, quienes pueden ser sus brazos y piernas mientras que ustedes proporcionan los fondos necesarios. Otros podrían contribuir su tiempo y talentos en calidad de misioneros que residan en su propia casa16. Cada clase de servicio será agradable ante el Señor, y cada uno será alabado por Él.

El Evangelio

Todos podemos predicar el Evangelio mediante el precepto y el ejemplo. La palabra Evangelio significa “buenas nuevas”. Las buenas nuevas son el Señor Jesucristo y Su mensaje de salvación17. Jesús consideraba que el Evangelio incluía tanto Su misión como Su ministerio en la tierra. Al declarar Su misión, Jesús dijo:

“He aquí, os he dado mi evangelio, y éste es el evangelio que os he dado: que vine al mundo a cumplir la voluntad de mi padre, porque mi Padre me envió.

“Y mi Padre me envió para que fuese levantado sobre la cruz”18.

A la misión terrenal del Salvador la conocemos como la Expiación.

El ministerio terrenal del Salvador incluye todo lo demás que Él hizo: Sus enseñanzas, expresiones de amor, atención a las ordenanzas, modelos de la oración, perseverancia y más. Él vivió para ser nuestro Ejemplo, lo cual también incorporó en el Evangelio al decir en cuanto a Su ministerio: “…éste es mi evangelio”, dijo, “…porque aquello que me habéis visto hacer, eso haréis vosotros”19. Por tanto, fe, arrepentimiento, bautismo por agua, fuego y el Espíritu Santo, el recogimiento de sus elegidos y perseverar hasta el fin, son todo parte del Evangelio20. Todos podemos emular el ejemplo del Señor, no importa la edad, el nivel social o el lugar donde vivamos.

Siendo uno entre los “testigos especiales del nombre de Cristo en todo el mundo”21, declaro que Él es el Hijo del Dios viviente, nuestro Salvador y Redentor que efectuó la Expiación. Ésta es Su Iglesia, restaurada en estos últimos días para cumplir su destino divino. Su profeta hoy día es el presidente Gordon B. Hinckley. De ello testifico, en el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. Marcos 16:15; véase también Mateo 28:19; Mormón 9:22; D. y C. 42:58; 68:8; 80:1; 84:62; 112:28.

  2. Por ejemplo, véase Gordon B. Hinckley, “Servicio Misional”, Liahona, marzo de 1988, págs. 2–6; véase también L. Tom Perry, “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones”, Liahona, julio de 1984, págs. 128–132; M. Russell Ballard, “Matrimonios misioneros”, Liahona, mayo de 1990, págs. 17–21; Robert D. Hales, “Matrimonios misioneros: Una época para servir”, Liahona, julio de 2001, págs. 28–31.

  3. Véase “Serving as Couple Missionaries”, Ensign, septiembre de 1997, pág. 15.

  4. Véase Lucas 22:32.

  5. Las preocupaciones relacionadas con una misión se pueden considerar en cuatro categorías: (1) Finanzas: Cualquier gasto que sobrepase a lo que se hubiera necesitado en casa puede ser costeado por los hijos, amigos, quórumes o por otros miembros de la familia. (2) Temor: Los misioneros maduros no tienen que temerle al proselitismo o al aprendizaje de un nuevo idioma. Se puede contribuir mucho con los talentos ya adquiridos. Los misioneros pueden incursionar en otra situación lingüística sabiendo que van a aprender lo que necesiten saber sin esperar de ellos la fluidez. Ellos van a aprender algo del idioma de su misión y encontrar gozo al usar cada nueva expresión. (3) Estado físico: Aunque no se garantiza un entorno libre de riesgos, ya sea en casa o en el campo misional, se pueden tomar las medidas apropiadas del caso para una dieta y ejercicios apropiados. Por lo general, las necesidades rutinarias del cuidado físico se pueden lograr en la misión. En caso de una emergencia, la evacuación, si es recomendable, es posible. (4) Familias: Los hijos y nietos de los misioneros mayores serán bendecidos debido a su servicio. El Señor brindó esta promesa a un misionero: “He aquí, te han sobrevenido muchas aflicciones a causa de tu familia; sin embargo, te bendeciré a ti y a tu familia, sí, a tus pequeñitos; y viene el día en que creerán y conocerán la verdad, y serán uno contigo en mi iglesia” (D. y C. 31:2). Cuando esos “pequeñitos” oran por sus padres misioneros, se acercarán al Señor así como a los padres o abuelos.

  6. Carta personal, fechada el 29 de junio de 2004.

  7. Carta personal, fechada el 28 de junio de 2004.

  8. Carta personal, fechada el 1 de julio de 2004.

  9. Carta dirigida al élder Dallin H. Oaks por el doctor Brent Petersen y su esposa Carol Petersen, fechada el 27 de junio de 2004.

  10. En Conference Report, octubre de 1925, pág. 10.

  11. “A los obispos de la Iglesia”, Reunión Mundial de Capacitación de Líderes, 19 de junio de 2004, págs. 24–28; véase también Gordon B. Hinckley, “Pasajes de discursos recientes del presidente Gordon B. Hinckley”, Ensign, abril de 1996, pág. 72.

  12. Las categorías incluyen la obra de liderazgo y con los miembros; la historia familiar y el servicio en el templo; los servicios médicos, humanitarios y de bienestar; el trabajar en los centros de visitantes, para los asuntos públicos o como el personal de oficina en un área o misión, con las finanzas y los registros, con propiedades, para el Sistema Educativo de la Iglesia, con el Fondo Perpetuo para la Educación o como apoyo para otros esfuerzos educativos. Están disponibles otras oportunidades donde encajan las aptitudes propias de los futuros misioneros. Véase Giles H. Florence, hijo, “So Many Kinds of Missions”, Ensign, febrero de 1990, págs. 6–11.

  13. Para los detalles con respecto a los requisitos y la preparación para los misioneros mayores, véase David B. Haight, “Los matrimonios misioneros—‘Un recurso maravilloso’”, Liahona, octubre de 1997, págs. 26–33; Vaughn J. Featherstone, “Couple Missionaries: ‘Too Wonderful for Me’”, Ensign, septiembre de 1998, págs. 14–17; “There Is Work for Us to Do”, Ensign, octubre de 1993, págs. 36–41; “The Impact of Couple Missionaries”, Ensign, abril de 2003, págs. 60–63; John L. Hart, “Working Miracles in Mission Field”, Church News, 22 de diciembre de 1990, págs. 3, 7.

  14. D. y C. 4:2–3; cursiva agregada.

  15. D. y C. 4:5.

  16. Se puede encontrar información adicional en el sitio web de la Iglesia (www.lds.org), bajo el título “Service Opportunities for Senior Missionaries” (haga clic en “Other Resources” en la portada y después en “Church Service Missionary Opportunities”).

  17. Véase la Guía para el Estudio de las Escrituras, “Evangelios”, págs. 70–75.

  18. 3 Nefi 27:13–14.

  19. 3 Nefi 27:21.

  20. Véase D. y C. 33:6–12; 39:6.

  21. D. y C. 107:23.