2000–2009
Hicimos esto por ustedes
Octubre 2004


Hicimos esto por ustedes

La obra del templo es la obra que se nos ha preparado para llevar a cabo. Es una obra para toda generación, incluida, y en especial, la juventud.

Hace poco más de un año, mi esposo y yo visitamos Nauvoo. Al caminar por el Antiguo Cementerio Pionero buscando la sepultura de una antepasada, Zina Baker Huntington, me conmovieron la serena soledad del lugar y el espíritu que sentí. Caminé entre los árboles y leí los nombres de las lápidas; muchos de ellos eran de niños y de familias. Sollocé al volverse mi corazón hacia nuestros antepasados, muchos de los cuales, tras haberse unido a la Iglesia, se fueron a Nauvoo. Mentalmente, me hice muchas preguntas: ¿Por qué dejaron sus cómodas casas y sus familias? ¿Por qué padecieron persecución, enfermedades e incluso la muerte? ¿Por qué sacrificaron todo lo que tenían para ir a ese lugar y edificar un templo? Apenas tenían donde guarecerse y, no obstante, ¡construían un templo! Y cuando el templo estaba casi terminado, ¿cómo pudieron dejarlo? Mientras me hallaba sentada en silencio, reflexionando en esa escena, la respuesta llegó a mi corazón con energía, pero con suavidad a la vez: “Hicimos esto por ustedes”.

Esas palabras: “Hicimos esto por ustedes”, me recordaron que nuestros antepasados, junto con muchos otros santos fieles, sacrificaron todo por motivo de su testimonio y de su fe en Jesucristo. Sabían que el Evangelio había sido restaurado en la tierra una vez más y que eran guiados por un profeta de Dios. Sabían que el Libro de Mormón es verdadero y comprendían su mensaje y su testimonio. Sabían que, por medio de la restauración de las llaves del sacerdocio, las familias podrían ser selladas unas a otras por la eternidad mediante las santas ordenanzas del sacerdocio, que sólo podrían efectuarse en un templo. Sabían que la obra del templo era la clave de la salvación y de la exaltación de la familia humana. Conocían la importancia de esta obra y estaban dispuestos a dar todo lo que tenían a fin de hacer posible la construcción de una casa aceptable para el Señor, donde esa santa obra pudiese llevarse a cabo. Sacrificaron todo a fin de que generaciones pasadas y futuras tuviesen acceso a las bendiciones eternas del templo.

Antes de llegar a Nauvoo, los santos hicieron grandes sacrificios para construir el primer templo de esta dispensación en Kirtland, Ohio. Allí, el Señor apareció a José Smith y a Oliver Cowdery. Otros tres mensajeros celestiales también aparecieron en ese lugar. Uno de ellos fue Elías el profeta quien restauró, por conducto del profeta José Smith, llaves que pertenecen a la restauración del sacerdocio y a la “gran obra que había de efectuarse en los templos del Señor”1. Eso sucedió de acuerdo con la promesa que se hace constar en Doctrina y Convenios, en la cual el Señor dice:

“He aquí, yo os revelaré el sacerdocio, por conducto de Elías el profeta…

“Y él plantará en el corazón de los hijos las promesas hechas a los padres, y el corazón de los hijos se volverá hacia sus padres.

“De no ser así, toda la tierra sería totalmente asolada a su venida”2.

Los primeros santos comprendieron el significado de esa Escritura, y aquella hermosa mañana en el Antiguo Cementerio de Nauvoo, yo también la comprendí.

¿Cómo se pueden plantar las promesas hechas a los padres en el corazón de los hijos? ¿Cómo puede volverse el corazón de los hijos hacia los padres? Eso sólo puede ocurrir si comprendemos quiénes somos y nuestra función en esta obra, y si permanecemos dignos y nos preparamos para entrar en el templo, y si actuamos en beneficio de los que nos han precedido.

Brigham Young dijo: “Tenemos una obra que realizar que es tan importante en su esfera como lo fue la obra del Salvador en su esfera… Ahora se nos ha llamado a llevar a cabo la nuestra, la cual ha de ser la obra más grande que el hombre haya efectuado sobre la tierra”3.

En la visión de la redención de los muertos que se manifestó al presidente Joseph F. Smith, él vio a muchos de los nobles y grandes profetas que habían estado en la tierra antes de la venida del Salvador. También vio al profeta José Smith, a Hyrum Smith, su padre, y a “otros espíritus selectos que fueron reservados para nacer en el cumplimiento de los tiempos, a fin de participar en la colocación de los cimientos de la gran obra de los últimos días”4. ¿Quiénes eran esos otros espíritus selectos? Los de nuestra generación se hallaban allí entre esos líderes “nobles y grandes”, ¡preparados en el mundo de los espíritus para estar en la tierra en esta época! Las Escrituras nos dicen: “Aun antes de nacer, ellos, con muchos otros, recibieron sus primeras lecciones en el mundo de los espíritus, y fueron preparados para venir en el debido tiempo del Señor a obrar en su viña en bien de la salvación de las almas de los hombres”5. La labor para la que se nos preparó y se nos reservó para llevar a cabo comprende “la construcción de templos y la efectuación en ellos de las ordenanzas para la redención de los muertos”6.

Brigham Young previó la época en la cual vivimos en la actualidad. Él dijo:

“Para llevar a cabo esta obra tendrá que haber no sólo un templo, sino miles de ellos, y miles de decenas de miles de hombres y mujeres irán a esos templos a oficiar por las personas que han vivido en tiempos tan remotos como los que el Señor revelará”7.

Cuando yo era joven, mi abuelo Martin me enseñó que, en los últimos días, habría templos literalmente por toda la tierra. Cuando el abuelo me expresó ese pensamiento, me resultó muy difícil imaginarlo; pero me crié con ese conocimiento y ese sentimiento en el corazón. Hace poco busqué en el sitio web de la Iglesia, bajo “Templos” y vi claramente que los templos, indicados con puntos rojos, están comenzando a expandirse por sobre gran parte de la tierra8.

Nuestro amado profeta, el presidente Gordon B. Hinckley, ha dicho: “Hemos tomado la resolución… de hacer llegar los templos a las personas y brindarles así todas las oportunidades de recibir las valiosísimas bendiciones que brinda la adoración en el templo”9. Nuestro profeta sabe que es difícil efectuar la obra del templo si no vivimos cerca de un templo. Ésta es nuestra época, y la obra del templo es la obra que se nos ha preparado para llevar a cabo. Es una obra para toda generación, incluida, y en especial, la juventud de la Iglesia.

A fin de efectuar esta gran obra, tenemos que ser dignos. No es de extrañar que nos rodeen por todos lados elementos que tienen por objeto desanimarnos, perturbarnos e inhabilitarnos. Debemos conservar claramente nuestra mira y recordar que el templo es la razón de todo lo que hacemos en la Iglesia.

Los programas para la juventud, como por ejemplo, El progreso personal y Cumplir nuestro deber a Dios animan a los jóvenes a ser dignos de ir al templo. Esos programas tienen por objeto ayudar a la gente joven a hacer y a guardar cometidos, lo cual los prepara para hacer y guardar convenios. Además, instan a los jóvenes a participar en la labor de escribir su diario personal, en la historia familiar y en la efectuación de bautismos por sus antepasados. En el folleto Para la fortaleza de la juventud, se enseñan la doctrina y los principios que, si se comprenden y se ponen en práctica, servirán a los jóvenes para ser dignos de asistir al templo. Esos programas son instrumentos poderosos para que los utilicen los jóvenes, los padres y los líderes. Ayudan a los jóvenes a prepararse para ser dignos de ir al templo. Y nuestros jóvenes no tienen que esperar hasta ir a una misión o llegar al matrimonio para visitar el templo, puesto que pueden tener experiencias en el templo comenzando a los doce años de edad al realizar bautismos y confirmaciones, lo cual pueden seguir efectuando durante la adolescencia y cuando sean adultos. Grandes bendiciones literalmente “se derramarán sobre la cabeza” de los que sean investidos en los templos, y una porción de esas bendiciones las recibirán nuestros jóvenes si viven dignamente para participar en la Casa del Señor10.

En el Templo de Salt Lake, el bautisterio es un lugar emocionante en el cual estar los sábados por la mañana. Estuve allí temprano una mañana para ser bautizada por algunas de mis antepasadas. Mientras esperaba sentada en un banco, en el recinto bautismal, advertí que la joven que estaba a mi izquierda leía su bendición patriarcal. La muchacha que estaba a mi derecha leía las Escrituras. Le pregunté si había ido con algún grupo, y me contestó: “No, vengo con mi amiga todos los sábados; hace más hermosa toda la semana”. Esas jóvenes, junto con muchos otros hombres jóvenes y mujeres jóvenes, conocen un gran secreto: el templo es una bendición no sólo para nuestras familias y para nuestros antepasados, sino también para nosotros mismos. Se nos ha prometido que los que sean investidos en el templo saldrán de esa santa casa “armados con tu poder, y que tu nombre esté sobre ellos, y los rodee tu gloria, y tus ángeles los guarden”11. Ésas son grandes bendiciones y promesas. ¿Qué persona joven no desea prepararse para recibir esas bendiciones a fin de vivir a salvo en el mundo de hoy que se vuelve cada vez más inicuo?

Cuando el presidente Faust habló a los jóvenes en la sesión del sacerdocio en octubre del año pasado, los amonestó a tomar la iniciativa de tomar parte en las obras del templo y de historia familiar. Les dijo: “…deseo instar[los] a que empiecen a descubrir quiénes son ustedes realmente, aprendiendo más de sus antepasados… Pueden acceder con gran facilidad a una vasta colección de registros de historia familiar con la conexión de Internet en su propia casa o desde el centro de historia familiar más próximo… La obra del templo es esencial… porque ‘sin [nuestros muertos] nosotros no podemos perfeccionarnos, ni ellos pueden perfeccionarse sin nosotros’”12.

Los jóvenes han sido preparados “para esta hora”13. Son inteligentes y geniales, son muy competentes en informática y en Internet. ¡Son un gran recurso humano no utilizado para el bien en el mundo! Han sido reservados para estos últimos días y tienen una gran obra que efectuar; y no sólo tienen una gran obra que efectuar allí, sino que el templo será también un refugio para ellos que los protegerá de las presiones y de las influencias mundanas.

Al reflexionar en las palabras del presidente Faust, visualizo un ejército de jóvenes preparados y dignos de asistir al templo. Veo familias selladas por la eternidad. Veo jóvenes que comprenden lo que significa ser “salvadores [en el] monte de Sion”14. Veo jóvenes cuyos corazones se vuelven hacia sus padres15. Y preveo a jóvenes que crecerán de tal manera que saldrán de los templos llenos de fortaleza para resistir las presiones del mundo16. Veo una generación de jóvenes que “permanece[rán] en lugares santos y no ser[án] movidos”17.

Zina Baker Huntington, junto con muchos otros santos fieles, sacrificaron todo a fin de que nosotros tuviésemos las bendiciones del Evangelio restaurado. Es mi oración que logremos comprender nuestra función en esta grandiosa obra y que permanezcamos dignos de entrar en los santos templos del Señor. Sé que si hacemos eso, llegará el día gozoso en que nos reencontremos una vez más con nuestros antepasados y podamos decirles: “Nosotros hicimos esto por ustedes”. En el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. D. y C. 138:48; véase también D. y C. 27:9; 110:14–16; 128:17; 138:47.

  2. D. y C. 2:1–3.

  3. Discourses of Brigham Young, sel. John A. Widtsoe, 1954, pág. 406.

  4. D. y C. 138:53, cursiva agregada.

  5. D. y C. 138: 55–56, cursiva agregada.

  6. D. y C. 138:54.

  7. Discourses of Brigham Young, pág. 394.

  8. Véase www.lds.org; véase también “Temples Throughout the World”, Friend, julio de 2002, pág. 36.

  9. “Pensamientos sobre los templos, la retención de conversos y el servicio misional”, Liahona, enero de 1998, pág. 58.

  10. Véase D. y C. 110:9–10.

  11. D. y C. 109:22.

  12. “El prodigio que son ustedes”, Liahona, noviembre de 2003, págs. 53–54; véase también D. y C. 128:18.

  13. Ester 4:14.

  14. Abdías 1:21.

  15. Véase D. y C. 2:1–3.

  16. Véase D. y C. 109:22.

  17. D. y C. 87:8.