2000–2009
La brújula del Señor
Octubre 2005


La brújula del Señor

Los profetas y los apóstoles, a lo largo de las épocas, constituyen la brújula del Señor para nosotros. La guía que Él nos da a través de ellos es sencilla.

Hermanos y hermanas, al estar aquí sentado, sentí un gran deseo de expresarles mi amor y de asegurar a todos los que me escuchan que nuestro Padre Celestial les ama. En nombre de las Autoridades Generales, les expreso nuestra gratitud por estar dispuestos a venir el día de hoy para ser nutridos por la buena palabra de Dios.

Disfruto de las caminatas por las montañas y, al andar por esos remotos lugares, a menudo utilizo una brújula, leo los mapas y los letreros para que me guíen a donde deseo llegar. Esas herramientas son muy útiles y de un valor incalculable al encontrarme con caminos y senderos desconocidos que van hacia todo rumbo.

La vida está llena de caminos y senderos que se cruzan. Existen tantos caminos que seguir y tantas voces que claman “¡He aquí!” o “He allí”1. Hay tanta variedad y cantidad de medios de comunicación que anegan nuestro espacio personal; la mayoría de ellos intentan guiarnos por el ancho sendero por el que viaja tanta gente.

Al meditar para saber cuál de esas voces hay que seguir o cuál de los caminos es el correcto, alguna vez se han hecho la pregunta, al igual que lo hizo José Smith: “¿Qué se puede hacer? ¿Cuál de todas esas [voces y sendas] tiene razón; o están todas en error? Si una de ellas es la correcta, ¿cuál es, y cómo podré saberlo?”2. Comparto con ustedes mi testimonio de que Jesucristo continúa mostrando el sendero, guiando el camino y señalando cada etapa de nuestro viaje. Su sendero es estrecho y angosto y nos guía hacia la luz, hacia la vida y hacia la eternidad3. Permítanme darles un ejemplo de las Escrituras.

Ante el mandato del Señor, Lehi y sus hijos salieron de Jerusalén y comenzaron un viaje heroico hacia la tierra de promisión. Después de haber acampado durante una temporada en un valle a la orilla de un río, el Señor le dijo a Lehi una noche que había llegado el momento de continuar su viaje por el desierto. Con tanto en qué pensar, al salir de su tienda a la mañana siguiente, para su gran asombro, encontró delante de él, en el suelo, un objeto que sólo la mano de Dios pudo haber colocado allí. Era una brújula, llamada Liahona en su idioma, y sus agujas se habían diseñado para guiarlos en su viaje, lo que les permitía seguir un rumbo hacia los parajes más fértiles de su ruta donde podrían prosperar y permanecer seguros. Pero eso no era todo; en la brújula aparecía una escritura que era sencilla y fácil de leer y cambiaba de cuando en cuando, para darle a la familia mayor conocimiento con respecto a las vías del Señor4.

Durante su viaje, esta Liahona o brújula fue de gran valor al ayudar a la familia de Lehi a prosperar y finalmente llegar a destino. Pero es importante señalar que Nefi observó que la brújula funcionaba sólo de acuerdo con la fe, con la diligencia y con la atención que le daban. Al referirse a esa maravillosa ayuda que los guió por el desierto, Nefi señaló: “Y así vemos que por pequeños medios el Señor puede realizar grandes cosas”5.

Después de 500 años, la conclusión a la que llegó Nefi nunca pasó inadvertida para Alma, quien le recordó a su propio hijo la importancia de la Liahona. Él le explicó a Helamán que el Señor preparó esa brújula para mostrarles a sus padres el camino que habían de seguir por el desierto, pero debido a que ese objeto milagroso funcionaba por medios pequeños, sus padres fueron perezosos y se olvidaron de ejercer su fe y diligencia. Como resultado, ese maravilloso objeto dejó de funcionar y ellos no progresaron en su viaje y no siguieron un rumbo directo, sino que se retardaron por el desierto y fueron afligidos por motivo de su negligencia6.

Oh hijo mío”, continuó diciendo Alma, “no seamos perezosos por la facilidad que presenta la senda; porque así sucedió con nuestros padres; pues así les fue dispuesto, para que viviesen si miraban; así también es con nosotros. La vía está preparada, y si queremos mirar, podremos vivir para siempre. Y ahora bien, hijo mío, asegúrate de cuidar estas cosas sagradas; sí, asegúrate de acudir a Dios para que vivas”7.

El Señor proporciona hoy en día la guía y dirección para las personas en forma individual y para las familias, así como lo hizo con Lehi. Esta conferencia general es en sí una Liahona moderna, el momento y el lugar para recibir la guía y dirección inspiradas que nos hacen prosperar y nos ayudan a seguir el sendero de Dios por los parajes más fértiles de la vida terrenal. Piensen en que estamos reunidos para oír el consejo de profetas y apóstoles, quienes han orado en forma poderosa y se han preparado con cuidado para saber qué es lo que el Señor desea que digan. Hemos orado por ellos y por nosotros mismos para que el Consolador nos muestre la intención y la voluntad de Dios. Sin duda, no hay mejor momento ni mejor lugar para que el Señor dirija a Su pueblo que en los de esta conferencia.

Las enseñanzas de esta conferencia son la brújula del Señor. En los próximos días, ustedes podrán, al igual que Lehi, salir a la puerta de entrada de su casa y encontrar una Liahona u otra publicación de la Iglesia en el buzón y allí encontrarán los mensajes de las reuniones de esta conferencia. Al igual que la Liahona de la antigüedad, esta nueva escritura será sencilla y fácil de leer y les proporcionará a ustedes y a sus familiares el conocimiento concerniente a los caminos y los senderos del Señor.

De la misma forma en que Nefi y Alma nos lo recuerdan, el Señor nos proporciona la guía para nuestro viaje de acuerdo con la fe, con la diligencia y con la atención que le demos a esa guía. Es probable que Él no nos revele nuevos senderos si no hemos seguido fielmente los senderos que Él nos ha señalado. Los que son diligentes en seguir consejos inspirados y hacen que éstos sean “parte de su vida” hasta que una vez más aparezca una nueva escritura para ayudarles a progresar en su viaje hacia la tierra prometida, reciben a lo largo del camino una prosperidad que proviene de Dios.

Mis hermanos y hermanas, los profetas y los apóstoles, a lo largo de las épocas, constituyen la brújula del Señor para nosotros. La guía que Él nos da a través de ellos es sencilla; el camino trazado por ellos es seguro. Su senda es fácil al igual que Su yugo es fácil; pero no se dejen engañar por la facilidad de Su senda, al suponer que es algo pequeño y sin importancia, sino que atiendan a estas cosas sagradas y acudan a Él para que puedan ser como Él y vivir con Él para siempre.

En calidad de testigo, doy fe de que las promesas de nuestro Padre se cumplirán todas; de que Él envió a Su Unigénito a la tierra para señalarnos el sendero y guiarnos por el camino; doy fe de que el Padre y el Hijo aparecieron a José Smith en la mañana de una día hermoso y despejado, a principios de la primavera de 1820, para restaurar, a partir de ese momento, todo lo que se requiere para finalizar satisfactoriamente el viaje terrenal del hombre; y doy fe de que hay un profeta hoy en día, el presidente Gordon B. Hinckley, quien señala el camino para aquellos que verán y vivirán para siempre. Es mi oración que ejerzamos nuestra fe y que prestemos atención diligentemente a la guía y a las agujas de las Liahonas de los últimos días, en el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. Véase José Smith—Historia 1:5.

  2. José Smith—Historia 1:10.

  3. “Jesús, en la corte celestial,” Himnos, Nº 116.

  4. Véase 1 Nefi 16:9–16.

  5. 1 Nefi 16:29.

  6. Véase Alma 37:38–41.

  7. Alma 37:46–47.