2000–2009
La búsqueda del hombre de la verdad divina
Octubre 2005


La búsqueda del hombre de la verdad divina

El seguir el modelo del Señor de oír y de prestar atención a la verdad divina los ayudará a cimentar un fundamento espiritual y personal, y a determinar qué llegarán a ser.

Entre esta vasta audiencia se encuentran esta noche tres invitados especiales, tres queridos amigos de mi época de estudiante. Ellos hicieron el largo viaje desde Bélgica, mi país natal, tanto para celebrar aquí el 50 aniversario de nuestra graduación de la escuela secundaria como para asistir a esta conferencia. A ellos, a ustedes, los poseedores del sacerdocio, y especialmente a ustedes, los hombres jóvenes que se están preparando para ser misioneros, les dedico este mensaje, que trata acerca de la búsqueda del hombre de la verdad divina. Al encontrarla, se debe aplicar a este mundo de confusión religiosa en aumento y de decadencia moral; y se debe convertir en el fundamento espiritual y personal que nos lleve a vivir de acuerdo con los principios de la rectitud. Como dijo el Señor: “En rectitud serás establecida” (3 Nefi 22:14).

¿Dónde se ha de encontrar esa verdad divina? Es “[oír] la voz del Señor… [oír] la voz de sus siervos… [y prestar] atención a las palabras de los profetas y apóstoles” (D. y C. 1:14). Oír y prestar atención. Oír es relativamente sencillo; pero el prestar atención a lo que hemos oído y aplicarlo constituye el desafío incesante de nuestra vida.

Primero, oigan la voz del Señor. La comunicación que se recibe del Señor acerca de la verdad divina y del conocimiento espiritual se halla en las Escrituras y se llama revelación, lo que literalmente quiere decir dar a conocer o descubrir lo ignorado; se nos ha dado “para que comprendáis y sepáis cómo adorar, y sepáis qué adoráis” (D. y C. 93:19). El élder Neal A. Maxwell dijo: “Sólo con la revelación podemos efectuar la obra del Señor de acuerdo con Su voluntad, a Su propia manera y en Su propio tiempo” (“La revelación”, Primera Reunión Mundial de Capacitación de Líderes, enero de 2003, pág. 5). “Sin revelación, todo sería conjeturas, tinieblas y confusión” (“Bible Dictionary”, pág. 762).

Segundo, oigan la voz de Sus siervos. La revelación o verdad divina se da, por medio de la voluntad del Señor, a Sus siervos en formas y tiempos diferentes, y ésta también se encuentra en las Escrituras. “Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas” (Amós 3:7).

Tercero, presten atención a las palabras de los profetas y apóstoles. Saber escuchar significa prestar atención especial; es prestar oídos a quienes han sido llamados por Dios para ser testigos especiales y vivientes de Jesucristo en nuestra época. Eso implica que se los reconoce en esa función que cumplen, que se responde a su invitación a recibir una confirmación espiritual personal de que las enseñanzas de ellos son verdaderas y de que se hará el compromiso de seguirlos.

En resumen, el Señor tiene un modelo para dar a conocer la verdad divina con profetas para guiarnos y bendecirnos a través de los desafíos y de las maldades de la vida: Oír y prestar atención. Nuestro fundamento personal y espiritual se debe cimentar en ese modelo si queremos disfrutar de las bendiciones del Señor. Por tanto, no es suficiente escudriñar las Escrituras para conocer la intención del Señor. A eso debe seguir un acto de fe, el aceptar hacer la voluntad del Señor mediante la obediencia a Sus mandamientos, antes de poder disfrutar de las bendiciones del Señor. La confirmación espiritual y personal de este proceso, al pedir y creer que recibiremos, se convierte entonces en la oración de nuestra vida.

En realidad, la comunicación o el oír acerca de la verdad divina se resume en tres palabras: revelación, mandamientos y bendiciones. Sin embargo, el primero oír y después prestar atención a la voz del Señor y de Sus siervos será un desafío de toda una vida. ¿Por qué? “Porque el hombre natural es enemigo de Dios… y lo será para siempre jamás, a menos que se someta al influjo del Santo Espíritu” (Mosíah 3:19). La preparación espiritual es un requisito esencial para recibir una convicción personal y espiritual. El resto del versículo dice que debemos hacernos “santo[s] por la expiación de Cristo el Señor” y también volvernos “como un niño: sumiso, manso, humilde, paciente, lleno de amor y dispuesto a someterse a” la voluntad del Señor; o sea, a Sus mandamientos. Después el Señor dice: “…cuando recibimos una bendición… es porque se obedece aquella ley sobre la cual se basa” (D. y C. 130:21).

Comprendamos ahora ese modelo por medio de un ejemplo reciente de oír y luego prestar atención a las palabras de los profetas y de los apóstoles de nuestra época. Hace poco, la Primera Presidencia hizo la invitación a todos los miembros de la Iglesia a leer el Libro de Mormón: Otro Testamento de Jesucristo antes de terminar el año. Esa exhortación finalizaba con una promesa: “Serán bendecidos con una porción mayor del Espíritu del Señor, se fortalecerá su resolución de obedecer Sus mandamientos y tendrán un testimonio más firme de la realidad viviente del Hijo de Dios” (véase “Un testimonio vibrante y verdadero”, Liahona, agosto de 2005, pág. 6).

¿Por qué debemos obtener un testimonio más firme de la realidad viviente del Hijo de Dios, tal como se encuentra en el Libro de Mormón? En la actualidad, existe una gran confusión en el mundo cristiano acerca de la doctrina de Cristo, no sólo acerca de Su naturaleza divina sino también acerca de Su expiación y de Su resurrección, de Su Evangelio y, en particular, de los mandamientos relacionados con ello. El resultado es una creencia en un Cristo hecho a gusto del hombre, un Cristo popular, un Cristo crucificado y silencioso. Las creencias religiosas erróneas llevan a los comportamientos religiosos incorrectos.

Un fundamento personal y espiritual puede y debe estar basado en la confirmación personal y espiritual del Espíritu Santo acerca de la realidad viviente de Jesucristo, de los profetas y de las Escrituras que contienen las revelaciones del Señor. Más específicamente, la realidad viviente de Cristo está asociada con la restauración de Su Evangelio y su mensaje de “que Jesucristo es el Salvador del mundo, que José Smith ha sido su revelador y profeta en estos últimos días, y que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es el reino del Señor que de nuevo se ha establecido sobre la tierra” (Libro de Mormón, Introducción).

Esa confirmación espiritual mediante el poder del Espíritu Santo la recibe, bajo las condiciones del Señor, todo aquel que esté dispuesto a pedir con fe, con la creencia de que recibirá la respuesta por medio de ese poder. Dicha confirmación comienza al escucharse la voz del Señor, de Sus siervos, de Sus profetas y apóstoles, y continúa al prestarse oídos a sus palabras. El conocimiento espiritual de la Restauración es un asunto de fe.

Quisiera contarles mi experiencia espiritual como converso, a modo de ejemplo de ese proceso espiritual. Cuando los misioneros llegaron a casa tuve el deseo de oír el mensaje de la restauración del Evangelio, motivado más que nada por la curiosidad. Al asistir a la Iglesia, oí más conocimiento espiritual nuevo. Era interesante y me gustaba, pero me faltaba lo esencial: prestar atención. Yo tenía que cimentar un fundamento personal y espiritual acerca de la realidad viviente de Cristo y de la confirmación de que José Smith era el profeta de la Restauración. Esa confirmación sólo la recibí cuando presté atención y puse a prueba mi naciente fe en el Libro de Mormón, la evidencia palpable de la revelación moderna.

Sin embargo, el adquirir ese conocimiento no fue suficiente; sino que tuvo que seguirlo el cometido de transformar mi fe en la certeza de que el Libro de Mormón es verdadero, así como también de la veracidad de José Smith en su calidad de profeta. Nunca tuve dudas de mi fe en Cristo. Confiaba en el Señor y en Su promesas. La paz en mi mente, la paz interior, fue la respuesta: ¡No más preguntas! El fundamento espiritual se estableció y entonces lo siguió el cometido en mi corazón de aceptar el convenio del bautismo. Después llegó el don del Espíritu Santo para guiarme y ayudarme a tomar las decisiones correctas con el fin de perseverar hasta el fin. Desde ese momento, supe qué hacer con mi futuro en esta vida terrenal.

Pongan a prueba la existencia de la revelación divina. Oigan la voz del Señor: Es real; es personal; es verdadera. El razonamiento no puede reemplazar a la revelación. Cito del presidente James E. Faust: “No permitan que sus dudas personales los aparten de la fuente divina de conocimiento” (“Señor, ‘Creo: ayuda mi incredulidad’ ”, Liahona, noviembre de 2003, pág. 22).

Pongan a prueba y sientan los efectos potentes de la palabra de Dios sobre la mente de ustedes, tal como se da mediante los siervos del Señor (véase Alma 31:5).

Pónganlas a prueba, pidan y reciban con fe, y después presten atención a las palabras de los profetas y apóstoles y “recibirán una corona de vida eterna” (D. y C. 20:14).

En conclusión, recuerden que el seguir el modelo del Señor de oír y de prestar atención a la verdad divina los ayudará a cimentar un fundamento espiritual y personal, y a determinar qué llegarán a ser en esta vida y en la vida venidera.

En el nombre de Jesucristo. Amén.