2000–2009
La ley del diezmo
Octubre 2006


La ley del diezmo

Les invito a que pongan su confianza en el Señor y, como Él mismo lo ha dicho: “Probadme ahora en esto”.

Deseo que mis palabras esta tarde sean una invitación para aquellos que aún no han obtenido un testimonio personal del pago de un diezmo íntegro. Se utilizan muchas razones para no pagar el diezmo, tales como emergencias médicas, deudas, reparaciones de la casa o el automóvil, gastos educativos y seguro. Éstas y otras razones son muy reales y las vivimos y afrontamos a diario muchos, si no todos nosotros. Estas cargas reducen nuestros limitados recursos económicos que, si no los cuidamos sabiamente, harán que nos sea imposible cumplir con nuestra obligación del pago del diezmo al Señor. El incumplimiento de esta ley eterna no debe tomarse a la ligera; ya que no sólo puede afectar nuestro crecimiento y desarrollo espiritual sino también limitar las bendiciones físicas y temporales que de lo contrario podríamos disfrutar.

Como dijo el presidente Spencer W. Kimball en una ocasión: “Aquí el Señor pone en claro que el diezmo es Su ley y que es un requisito para todos los que le siguen. El vivir esta ley de Dios es un honor y un privilegio, una seguridad, una promesa y una bendición para nosotros. El no cumplir completamente con esta obligación es negarnos a nosotros mismos las promesas y hacer caso omiso de un asunto que es de gran importancia. Es una transgresión, no un descuido sin consecuencias”1.

Entonces, ¿qué es el diezmo? El Señor nos ha dado Su definición: “Y esto será el principio del diezmo de mi pueblo. Y después de esto, todos aquellos que hayan entregado este diezmo pagarán la décima parte de todo su interés anualmente; y ésta les será por ley fija perpetuamente”2. Tengan a bien notar que el diezmo no es una simple ofrenda voluntaria, ni tampoco es la vigésima parte o cualquier otra fracción de nuestro interés o ingreso anual.

El presidente Howard W. Hunter declaró lo siguiente: “La ley dice claramente ‘la décima parte de todo su interés’. El interés significa ganancia, remuneración, utilidades. Es el sueldo de un empleado, la ganancia de la operación de un negocio, las utilidades que se reciben de lo que uno produce o la remuneración que recibe una persona de cualquier otra fuente de ingreso. El Señor dijo que es ‘perpetuamente’ una ley fija como lo ha sido en el pasado”3.

¿Cómo se utilizan los diezmos? Los fieles miembros de la Iglesia pagan el diezmo a un miembro de la presidencia de su rama o al obispado de su barrio. Bajo la dirección del profeta del Señor, estos fondos se recogen y se usan para financiar el crecimiento y el desarrollo de la Iglesia en todo el mundo. Algunos ejemplos del uso del fondo de los diezmos son la edificación de templos, el apoyo de la obra misional en todo el mundo, la construcción y el mantenimiento de los centros de reuniones y otros propósitos que lo ameriten.

¿Por qué requiere el Señor que Su pueblo pague el diezmo? El Señor es nuestro Padre y Él nos ama como tal. Puesto que Él nos ama, desea bendecirnos tanto temporal como espiritualmente. Escuchen lo que dicen algunas de Sus declaraciones tal como se registran en las Escrituras: “Escuchad y dad oído, oh pueblo mío, dice el Señor y vuestro Dios, vosotros que me oís, y a quienes me deleito en bendecir con la mayor de todas las bendiciones…”4. Y en otra: “Porque así dice el Señor: Yo, el Señor, soy misericordioso y benigno para con los que me temen, y me deleito en honrar a los que me sirven en rectitud y en verdad hasta el fin”5.

Con el fin de otorgar Sus bendiciones a Sus hijos de una manera justa e imparcial, el Señor ha instituido leyes que gobiernan las bendiciones que Él desea que todos nosotros disfrutemos. Él ha revelado este principio a Su profeta de la Restauración: “Hay una ley irrevocablemente decretada en el cielo antes de la fundación de este mundo, sobre la cual todas las bendiciones se basan; y cuando recibimos una bendición de Dios, es porque se obedece aquella ley sobre la cual se basa”6. Y de nuevo: “Yo, el Señor, estoy obligado cuando hacéis lo que os digo; mas cuando no hacéis lo que os digo, ninguna promesa tenéis”7.

El Señor sabía desde el principio que nosotros, Sus hijos, afrontaríamos adversidades temporales y espirituales durante esta vida terrenal. De hecho, estas adversidades son una parte fundamental de esta probación terrenal. Él sabía que necesitaríamos Sus bendiciones a lo largo de nuestra vida, no sólo con el fin de superar nuestras pruebas personales, sino también para disfrutar de cierto grado de comodidad y aun de prosperidad.

Por lo tanto, la ley del diezmo se instituyó desde el principio. Sabemos por las Escrituras que Abraham fue bendecido por su obediencia a esta ley y ahora tenemos esta misma ley tal y como se la reiteró el Salvador a los habitantes del continente americano durante Su visita, hace casi 2.000 años:

“Traed todos los diezmos al alfolí para que haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice el Señor de los Ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros una bendición tal que no haya donde contenerla”8.

¡Qué maravillosa ley! Él, quien tiene no sólo el poder y los medios para bendecir a Sus hijos, tanto temporal como espiritualmente, sino que también tiene el deseo de hacerlo, nos ha proporcionado la llave de las bendiciones que necesitamos y deseamos. Esa llave es la ley del diezmo. De hecho, como lo declaró el presidente James E. Faust: “Algunos tal vez piensen que no pueden pagar el diezmo, pero el Señor prometió que preparará un camino para que guardemos todos Sus mandamientos. Al principio, el pagar el diezmo requiere un esfuerzo extra de fe… Aprendemos acerca del diezmo al pagarlo; de hecho, creo que es posible salir de la pobreza si uno tiene la fe para devolverle al Señor parte de lo poco que tenemos”9. Hermanos y hermanas, sólo nos queda obedecer la ley.

Ahora la invitación: A aquellos que aún no pagan un diezmo íntegro, los invito a que comiencen desde hoy a pagarlo, por medio de su líder local del sacerdocio. Les invito a que paguen primero su diezmo al Señor antes de cumplir con cualquier otra obligación económica. Les invito a que pongan su confianza en el Señor y, como Él mismo lo ha dicho: “Probadme ahora en esto”10. Al hacerlo y al poner la obligación que tienen con el Señor como prioridad, antes que todas las otras obligaciones económicas, llegarán a ser testigos del poder incomparable del Señor, al “abrir las ventanas de los cielos” y derramar bendiciones hasta “que no haya donde contenerla”11. Entonces habrán obtenido su propio testimonio de esta ley sagrada del diezmo y, al seguir siendo obedientes a ella, los acercará más que nunca al Señor.

A quienes pagan el diezmo, los felicito por su fidelidad. Ustedes ya son testigos y tienen su testimonio personal sobre el cumplimiento de las promesas del Señor para todos aquellos que obedecen ese mandamiento y, cada vez que pagan su diezmo, su compromiso personal con el Señor aumenta.

Les doy mi testimonio personal de la ley del diezmo y de la realidad de las promesas que el Señor ha dado con respecto a esta ley. Sé por experiencia personal que las bendiciones en verdad se reciben, y por ello me siento muy agradecido. En el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. Véase “Probadme ahora en esto”, Liahona, octubre de 1981, pág. 3.

  2. Véase D. y C. 119:2–3

  3. En Conference Report, abril de 1964, pág. 35.

  4. D. y C. 41:1.

  5. D. y C. 76:5.

  6. D. y C. 130:20–21.

  7. D. y C. 82:10.

  8. 3 Nefi 24:10–12; véase también Malaquías 3:10–12.

  9. “Abrir las ventanas de los cielos”, Liahona, enero de 1999, págs. 67–68.

  10. 3 Nefi 24:10; véase también Malaquías 3:10.

  11. 3 Nefi 24:10; véase también Malaquías 3:10.