2000–2009
Hogares sagrados, templos sagrados
Abril 2009


Hogares sagrados, templos sagrados

El comprender la naturaleza eterna del templo los acercará a su familia, y el comprender la naturaleza eterna de la familia los acercará al templo.

¡Qué maravillosa conferencia hemos tenido! ¡Qué bendecidos somos por escuchar el consejo de la Primera Presidencia y del Quórum de los Doce a quienes sostenemos como profetas, videntes y reveladores!

Recuerdo una tibia y soleada tarde cuando la primavera intentaba abrirse paso en medio del largo invierno de Cache Valley, Utah. Mi padre, que los sábados siempre estaba ocupado con tareas para sus nietos, pasó por nuestra casa para invitarnos a “ir a dar una vuelta”. Siempre felices de pasear en la camioneta del abuelo, nuestros hijos de cuatro y seis años se apresuraron a subirse al asiento plegable de atrás y yo me senté con él al frente. Nuestro paseo nos llevó por las calles del centro de Logan que circundan el Templo, situado en un lugar prominente sobre un cerro con gran hermosura en el centro de la ciudad. Al alejarnos de la ciudad pasamos de las agitadas calles pavimentadas a caminos de tierra poco transitados donde cruzamos puentes viejos y serpenteamos a través de árboles hasta bien dentro del área rural; estábamos alejados del tránsito y completamente solos.

Al darse cuenta de que sus nietos estaban en un lugar donde nunca habían estado antes, mi padre detuvo la camioneta y les preguntó mientras ellos con los ojos muy abiertos miraban el valle por el parabrisas: “¿Creen que estamos perdidos?”. Luego de un momento de evaluación silenciosa vino la profunda respuesta de un niño pequeño: “Mira”, dijo señalando con el dedo, “Abuelo, nunca estás perdido si puedes ver el templo”. Nos dimos vuelta y nuestros ojos, enfocándose junto a los de él, vieron el sol reflejarse en las agujas del Templo de Logan, al otro lado del valle.

Nunca están perdidos si pueden ver el templo. El templo será una guía para ustedes y su familia en un mundo lleno de caos; es un poste indicador eterno que los ayudará a no perderse en el “vapor de tinieblas”1; es la “Casa del Señor”2, un lugar en donde se hacen convenios y se efectúan ordenanzas.

En el Libro de Mormón, el Rey Benjamín mandó a los santos de su época y lugar a que se reunieran “…cada hombre con la puerta de su tienda dando hacia el templo…”3. Como miembros de la Iglesia, acabamos de recibir consejo de los profetas de la era moderna, consejo que, si seguimos, volverá las puertas de nuestro hogar más completamente hacia el templo.

La Primera Presidencia ha invitado “a los miembros adultos a que tengan una recomendación vigente para entrar en el templo y a que asistan al templo con más frecuencia” cuando el tiempo y las circunstancias lo permitan, e instó a los miembros a que “reemplacen algunas actividades recreativas por el servicio en el templo”. Además animaron “a los nuevos miembros y a la juventud de la Iglesia, a partir de los 12 años de edad, a que vivan dignos de ayudar en esta gran obra al servir como representantes para los bautismos y las confirmaciones”4. Incluso se ha instado a los niños pequeños a visitar los terrenos del templo y a tocar el templo5. El presidente Thomas S. Monson aconsejó en una ocasión: “Al tocar nosotros el templo, el templo nos tocará a nosotros”6.

Tenemos la bendición de vivir en una dispensación de construcción de templos en la que se han dedicado o anunciado 146 templos7. En el Diccionario bíblico en inglés, bajo la definición de “Templo”, leemos lo siguiente: “Es el más sagrado de todos los lugares de adoración en la tierra”, a la que sigue esta reflexiva declaración: “Sólo el hogar se puede comparar al templo en cuanto a su santidad”8. Para mí, esto sugiere una relación sagrada entre el templo y el hogar; no sólo podemos volver las puertas de nuestros hogares hacia el templo o a la “Casa del Señor”, sino que podemos hacer de nuestro hogar una “casa del Señor”.

Hace poco, en una conferencia de estaca, la Autoridad que estaba visitando, el élder Glen Jenson, Setenta de Área, invitó a todos los presentes a que recorrieran en forma virtual cada uno de sus hogares utilizando los ojos espirituales; a mí me gustaría invitar a cada uno de ustedes a que hiciera lo mismo. Dondequiera que esté su casa y cualquiera sea su forma, la aplicación de los principios eternos del Evangelio dentro de sus paredes es universal. Comencemos; imaginen que abren la puerta del frente y entran en su casa. ¿Qué es lo que ven y cómo se sienten? ¿Es un lugar de amor, de paz y un refugio del mundo, como lo es el templo? ¿Está limpio y ordenado? Al recorrer los cuartos de su hogar, ¿ven imágenes edificantes que incluyan cuadros adecuados del templo y del Salvador? ¿Es su dormitorio o el área donde duermen un lugar para hacer la oración personal? ¿Es su cocina o lugar de reunión un lugar donde preparan y disfrutan de la comida juntos, facilitando tener conversaciones edificantes y un tiempo para la familia? ¿Se hallan las Escrituras en una habitación donde los miembros de la familia puedan estudiar, orar y aprender juntos? ¿Pueden encontrar su lugar privado para estudiar el Evangelio? La música que escuchan o las cosas que ven para entretenerse, ya sea en línea o de otra manera, ¿ofenden al Espíritu? ¿Es la conversación edificante y sin contención? Eso concluye nuestro recorrido. Quizás ustedes, como yo, hayan encontrado algunos aspectos que necesiten “pequeñas remodelaciones”, y esperemos que no se requiera una “reforma total”.

Ya sea que el lugar donde vivamos sea grande o pequeño, humilde o lujoso, hay un lugar para cada una de estas prioridades del Evangelio en el hogar de todos nosotros.

Para mantener al templo, y a quienes asistan, sagrados y dignos, el Señor ha establecido normas a través de Sus siervos, los profetas. Un buen consejo para nosotros es que consideremos juntos, en consejo familiar, las normas para que nuestro hogar se mantenga sagrado y que permitan que sea una “casa del Señor”. La admonición “…estableced una casa, sí, una casa de oración, una casa de ayuno, una casa de fe, una casa de instrucción, una casa de gloria, una casa de orden, una casa de Dios”9, nos da una percepción divina sobre la clase de hogar que el Señor desea que edifiquemos. El hacerlo comienza la edificación de una “mansión espiritual” en la que todos podamos vivir independientemente de nuestras circunstancias terrenales, un hogar lleno de tesoros donde “la polilla ni el moho corrompen”10.

Existe un vínculo de rectitud entre el templo y el hogar. El comprender la naturaleza eterna del templo los acercará a su familia, y el comprender la naturaleza eterna de la familia los acercará al templo. El presidente Howard W. Hunter declaró: “En las ordenanzas del templo se establecen los cimientos de la familia eterna”11.

El presidente Boyd K. Packer aconsejó: “Digan la palabra templo. Díganla en voz baja y con reverencia. Repítanla una y otra vez. Templo. Templo. Templo. Agreguen la palabra santo. Santo Templo. Díganla como si estuviera escrita en mayúsculas, no importa en qué parte de la oración esté.

“Templo. Para un Santo de los Últimos Días sólo otra palabra la iguala en importancia. Hogar. Pongan las palabras Santo Templo y Hogar juntas y ¡habrán descrito la Casa del Señor!”12.

El año pasado los niños de la Primaria, miles de ellos, se reunieron alrededor del mundo en cada uno de sus barrios y ramas para cantar a su familia y a los miembros del barrio como parte de la presentación de la Primaria en la reunión sacramental. Cantaron sobre el deseo, las promesas y la preparación; aquello sobre lo que cantaron comienza en hogares sagrados y continúa en templos sagrados. Creo que escucharán la melodía en su corazón mientras leo la letra:

Me encanta ver el templo;

un día ir podré.

Me enseñará el Espíritu

Santo y oraré.

Pues el Templo es Casa del Señor,

lugar tranquilo y bello.

Desde niño me prepararé;

es mi deber sagrado.

Me encanta ver el templo;

un día entraré,

y ser fiel a mi Padre,

allí prometeré.

Pues el templo es el lugar sagrado

donde la familia

puede ser llamada en unión

y ser familia eterna13.

El presidente Boyd K. Packer declaró: “El propósito supremo de todo lo que enseñamos es unir a padres e hijos con fe en el Señor Jesucristo, que sean felices en su casa, que estén sellados en un matrimonio eterno y ligados a sus generaciones; y que tengan la seguridad de la exaltación en la presencia de nuestro Padre Celestial”14.

Les testifico que el poner en práctica estos principios ayudará a volver las puertas de su hogar hacia el templo o “Casa del Señor” y permitirá más plenamente que hagan de su hogar una casa del Señor.

Concluyo como empecé, con las palabras de un inocente niño: “Nunca estás perdido si puedes ver el templo”, y agrego mi testimonio de la naturaleza sagrada de nuestro hogar y de los templos del Señor. Sé que Dios es nuestro amoroso Padre Celestial. Testifico de Jesucristo y de Su misión como nuestro Salvador y Redentor, y de los profetas vivientes autorizados para ejercitar todas las llaves del sacerdocio desde José Smith hasta Thomas S. Monson, y lo hago en el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.

  1. 1 Nefi 8:24.

  2. Véase Guía para el estudio de las Escrituras, “Templo, Casa del Señor”, págs. 199–200.

  3. Mosíah 2:6

  4. Véase la carta de la Primera Presidencia del 11 de marzo de 2003.

  5. Véase Thomas S. Monson, “La búsqueda de la paz”, Liahona, marzo de 2004, págs. 5–6.

  6. En JoAnn Jolley, “A Shining Beacon on a Hill”: Jordan River Temple is Dedicated”, Ensign, enero de 1982, pág. 77: “A principios de la semana, el élder Thomas S. Monson, del Quórum de los Doce, sugirió un significado espiritual profundo sobre la presencia física del templo. Él relató la historia del difunto élder Matthew Cowley sobre un abuelo que llevó a su pequeña nieta a los terrenos del Templo de Salt Lake en un paseo debido a su cumpleaños. Con el permiso del encargado de los terrenos, caminaron hacia las grandes puertas del templo. Él le sugirió que ella colocara su mano en la pared del templo y luego en la puerta, diciéndole con ternura: ‘Recuerda que este día tocaste el templo; un día entrarás por esta puerta’. El regalo especial para su nieta fue el aprecio por la Casa del Señor. De igual manera, aconsejó el élder Monson: ‘Al tocar nosotros el templo, el templo nos tocará a nosotros’”.

  7. Véase “Temples around the World”, http://temples.lds.org. Haga clic en Chronological.

  8. Bible Dictionary, “Temple”, pág. 781.

  9. D. y C. 88:119.

  10. Véase Mateo 6:19–20; 3 Nefi 13:19–20.

  11. Howard W. Hunter, “Un pueblo deseoso de asistir al templo”, Liahona, marzo de 2004, págs. 40–46.

  12. Boyd K. Packer, “El templo y el sacerdocio”, Liahona, julio de 1993, pág. 24.

  13. “Me encanta ver el templo”, Canciones de los niños, pág. 99.

  14. Véase Boyd K. Packer, “La armadura de la fe”, Liahona, julio de 1995, pág. 8.