2000–2009
Toda mujer necesita la Sociedad de Socorro
Octubre 2009


Toda mujer necesita la Sociedad de Socorro

Queremos que sean bendecidas personalmente y en su hogar con la influencia y el poder de la Sociedad de Socorro.

Qué alegría es estar reunidas en todo el mundo como hermanas en Sión. Agradezco esta oportunidad de compartir con ustedes mi testimonio del Salvador y de expresarles mi amor.

Mi tema de hoy trata de por qué toda mujer necesita la Sociedad de Socorro.

Poco después de organizar y establecer la Iglesia, el profeta José Smith también organizó la Sociedad de Socorro para la mujer y dijo: “La Iglesia nunca estuvo perfectamente organizada hasta que se organizó a las mujeres de esa manera”1. La Sociedad de Socorro es parte esencial de la Iglesia, y como presidencia, esperamos ayudarlas a entender por qué es esencial para ustedes.

Nuestro deseo más profundo es ayudar a toda mujer de la Iglesia a prepararse para recibir las bendiciones del templo, para honrar los convenios que haga y para participar en la causa de Sión. La Sociedad de Socorro inspira y enseña a las mujeres a fin de ayudarlas a aumentar su fe y rectitud, a fortalecer a la familia y a buscar a los necesitados y socorrerlos.

Al hablar de nuestros días, el presidente Spencer W. Kimball dijo:

“Gran parte del progreso y crecimiento que tendrá la Iglesia en estos últimos días se deberá a que habrá muchas mujeres buenas en el mundo que… se sentirán atraídas a la Iglesia. Pero esto sólo puede suceder al grado que las mujeres de la Iglesia reflejen rectitud y prudencia y hasta el punto en que las consideren diferentes —en forma positiva— de las mujeres del mundo.

“Entre aquellas que son verdaderas heroínas y que se unirán a la Iglesia están las mujeres a quienes les interesa más lograr la rectitud que satisfacer sus deseos egoístas. Éstas son las que tienen verdadera humildad, la cual hace que valoren más la integridad que el aspecto exterior…

“Las mujeres de la Iglesia que sean ejemplos de vida recta constituirán una influencia significativa en el desarrollo de la Iglesia, tanto desde el punto de vista numérico como del espiritual en los últimos días”2.

Yo creo que esas palabras proféticas se están cumpliendo. Gran cantidad de mujeres buenas del mundo están aceptando el Evangelio de Jesucristo en todas las naciones. Ustedes son las heroínas a las que él se refería. Nos hemos reunido con miles de ustedes al viajar por el mundo; hemos visto sus buenas obras, hemos escuchado sus testimonios sinceros, hemos sentido su espíritu. Hemos visto la luz del Evangelio reflejado en sus rostros. Su ejemplo e influencia para el bien son a la vez extraordinarios y asombrosos.

Pero también sabemos que hay muchas mujeres que son miembros que no están disfrutando plenamente de la bendición de ser activas en la Iglesia y en la Sociedad de Socorro. A las que ya asisten a la Sociedad de Socorro, les extendemos un llamado: les pedimos que visiten a las hermanas que no participan en la obra de la Sociedad de Socorro en sus barrios y ramas para enseñarles con amor lo que esta organización hará por ellas; testifíquenles que las bendecirá en su hogar y en su vida personal: ofrézcanles su amistad y hermandad; velen por ellas y fortalézcanlas. Ayúdennos a dar marcha atrás a la tendencia de la desintegración familiar. Ayuden a sus hermanas a confiar en el Señor y en Su plan de felicidad para Sus hijos; así ellas encontrarán guía, consuelo, paz, comprensión e inspiración. Sabrán que su Padre Celestial las ama y que se ocupa de ellas de modo inconmensurable.

¿Qué hace la Sociedad de Socorro por las mujeres que aceptan el don de ser activas en la organización, y cómo bendice a las familias y los hogares?

Mi madre era recién conversa a la Iglesia cuando la llamaron para ser presidenta de la Sociedad de Socorro en nuestra pequeña rama en San Salvador. Ella le dijo al presidente de la rama que no tenía experiencia ni preparación ni aptitud. Tenía poco más de treinta años y muy poca educación formal, y había dedicado su vida a atender a su esposo y a sus siete hijos. Pero el presidente la llamó de todas formas.

Yo la observé cumplir su llamamiento con gran diligencia. Mientras prestaba servicio, aprendió técnicas de liderazgo y cultivó nuevos dones para enseñar, para hablar en público y para planear y organizar reuniones, actividades y proyectos de servicio. Tuvo influencia en las mujeres de la rama; les prestó servicio y les enseñó a servirse las unas a las otras. Las hermanas la amaban y la respetaban. Contribuyó a que otras mujeres descubrieran, utilizaran y desarrollaran dones y talentos; las ayudó a ser edificadoras del reino y de familias fuertes y espirituales. Permaneció fiel a los convenios que hizo en el templo y, cuando murió, estaba en paz con su Creador.

Años después, una hermana que había sido su consejera en la Sociedad de Socorro me escribió esto: “Tu mamá fue la que me enseñó a ser la persona que ahora soy. De ella aprendí la caridad, la bondad, la honradez y la responsabilidad en los llamamientos. Ella fue mi mentora y mi ejemplo. Ahora tengo ochenta años, pero he permanecido fiel al Salvador y a Su evangelio. Cumplí una misión y el Señor me ha bendecido grandemente”3.

He sido testigo del mismo milagro en la vida de muchas mujeres de distintas partes del mundo; ellas aceptan el Evangelio, y la Sociedad de Socorro les fortalece la fe y las ayuda a progresar espiritualmente cuando les da oportunidades de ser líderes y de enseñar. Al prestar servicio, agregan una nueva dimensión a su vida. Mientras progresan espiritualmente, aumenta su sentido de no ser una extraña, su sentido de identidad y de autoestima. Se dan cuenta de que el objetivo del plan del Evangelio es brindarnos la oportunidad de alcanzar nuestro máximo potencial.

Con la labor de las hermanas de la Sociedad de Socorro ayudamos a edificar el reino y a fortalecer los hogares de Sión. Ninguna otra organización de la Iglesia puede brindar el servicio que brinda la Sociedad de Socorro. Miles de familias reciben el servicio que brindan amorosas maestras visitantes que ofrecen una mano de consuelo, un oído atento y una palabra de ánimo.

Al referirse a la bendición que la Sociedad de Socorro ha sido para ella, mi hija Norma comentó: “Cuando Darren y yo estábamos recién casados y esperábamos nuestro primer hijo, vivíamos en un pequeño pueblo donde ambos estudiábamos; teníamos muy pocos ingresos. El barrio más cercano quedaba a 48 kilómetros de distancia y el único medio de transporte era un viejo auto que casi nunca funcionaba. Cuando las hermanas del barrio se enteraron de nuestras circunstancias, se organizaron de inmediato para que alguien nos llevara a la iglesia y de regreso a casa los domingos, y a otras actividades. Algunas vivían en otros pueblos y tenían que manejar de 30 a 48 kilómetros sólo para recogernos. Además, muchas nos invitaban a comer en su casa después de los servicios. Jamás nos hicieron sentir que fuéramos una carga para ellas. Nunca olvidaré el verdadero amor y la caridad que nos demostraron las hermanas de la Sociedad de Socorro durante ese corto pero difícil período de nuestra vida”4.

Mi esposo es obispo, y dice que no podría hacer su trabajo sin la ayuda de la presidenta de la Sociedad de Socorro. En todo el mundo, esas presidentas trabajan hombro a hombro con los obispos y presidentes de rama para organizar a las hermanas en el mandato sagrado de buscar a los necesitados y socorrerlos. Esas devotas presidentas necesitan de su apoyo y de sus manos dispuestas a ayudar. Si asisten a las reuniones dominicales de la Sociedad de Socorro serán bendecidas, pero si participan en la labor de la Sociedad de Socorro, bendecirán a toda la Iglesia.

Sean jóvenes o ancianas, solteras o casadas, viudas o que vivan en familia, queremos que sean bendecidas personalmente y en su hogar con la influencia y el poder de la Sociedad de Socorro. Es preciso unir a las mujeres de la Iglesia para hacer avanzar la obra. Las invitamos a ministrar con su poderosa influencia para el bien, a fin de fortalecer a las familias, a la Iglesia y a las comunidades. Ustedes son una fuerza de amor, verdad y rectitud muy necesaria en este mundo. Necesitamos que velen por su familia, amigos y vecinos. Es por medio de ustedes que el amor perfecto de Dios se manifiesta por cada uno de Sus hijos.

Nuestra presidencia recibe con frecuencia cartas de hermanas que han sido bendecidas por la Sociedad de Socorro. La mayoría menciona lo que la organización ha hecho por ellas y por su familia. La lista contiene frases como éstas:

  • La Sociedad de Socorro me hace sentir que mi Padre Celestial me ama porque soy Su hija.

  • Me recuerda que mi Padre Celestial me ha bendecido con talento y dones.

  • Aprendo que los convenios del templo son esenciales para mí y para mi familia.

  • Aprendo a disfrutar de ser madre.

  • En las lecciones y actividades aprendo aptitudes para ser una buena madre.

  • Reconozco mi responsabilidad de influir para el bien en la nueva generación.

  • La Sociedad de Socorro me ayuda a ser mejor esposa y a honrar y a respetar a mi esposo.

  • Fomenta el aprendizaje y el desarrollo personal.

  • En las reuniones y actividades, aprendo los principios básicos de la autosuficiencia y los llevo a la práctica.

  • Siento gozo al servir como maestra visitante y al rendir servicio caritativo.

  • Descubro dones que no sabía que tenía.

  • La Sociedad de Socorro me da la oportunidad de usar mis talentos.

  • Aprendo que puedo inspirar y animar a los demás.

  • Aprendo que todos tenemos algo para compartir: amor, bondad, sonrisas, compasión, etc.

  • Aumenta mi sincero interés en los demás.

  • Aprendo a ser mejor vecina y a tratar con bondad a los demás.

  • Aprendo a ser ingeniosa y a tener un firme propósito.

  • Sé que recibiré todas las bendiciones del Padre si sigo fiel y leal a mis convenios.

Y la lista continúa, y estoy segura de que la mayoría de ustedes tendría algo para agregarle. La Sociedad de Socorro es vital para el bienestar de todo hogar y familia. Todo esposo y padre debe fomentar la participación en esta organización. Toda mujer debe asistir a la Sociedad de Socorro y enterarse de las oportunidades que ofrece. Toda mujer justa tiene un papel importante que desempeñar en el plan de Dios y en la edificación de Su reino. La Sociedad de Socorro las necesita, y ustedes necesitan a la Sociedad de Socorro.

Les testifico que la Sociedad de Socorro fue divinamente organizada para ayudar al sacerdocio en la obra de salvación. Sé que el Padre Celestial vive y que nos conoce y nos ama. Jesús es el Cristo, nuestro Salvador y Redentor. En el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. Sarah Granger Kimball, citado en Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, pág. 480.

  2. Véase de Spencer W. Kimball, “Vuestro papel como mujeres justas”, Liahona, enero de 1980, pág. 171.

  3. Correspondencia personal.

  4. Correspondencia personal.