2000–2009
La forma que se tenía en el pasado de enfrentar el futuro
Octubre 2009


La forma que se tenía en el pasado de enfrentar el futuro

Las lecciones del pasado… [nos preparan] para afrontar los retos del futuro.

Mi esposa y yo tuvimos el privilegio de asistir al espectáculo al aire libre titulado “Milagro Mormón”, en Manti, Utah, este verano. Una noche, antes de que comenzara el espectáculo, hablamos con los miembros del reparto. Debido al grupo tan numeroso, tuvimos que hablarles en dos sesiones. La representación tenía un reparto de más de ochocientas personas, de las cuales quinientas setenta eran menores de dieciocho años. Este año participaron cien personas más, por lo que las hermanas a cargo del vestuario tuvieron que preparar más trajes; y lo lograron. Fue inspirador ver lo bien organizadas que estaban para ocuparse de cada detalle.

El escenario de la representación es una hermosa colina al pie del Templo de Manti. La noche que vimos el espectáculo había 15.000 personas presentes. Fue emocionante ver a ese ejército de jóvenes y jovencitas captar la visión de la historia de la restauración del Evangelio al representar sus papeles con tanto entusiasmo y espíritu.

Algo que nos encanta hacer cuando vamos a Manti es asistir a una sesión en el templo. Hay un espíritu especial en esos templos más antiguos que se construyeron con el gran sacrificio de aquellos pioneros.

Participar en una sesión del Templo de Manti fue una experiencia emotiva para mí. Me trajo grandes recuerdos de cómo veía en mi mente el Templo de Logan, Utah, antes de que se remodelara y modernizara. Al ir pasando de un cuarto a otro durante la sesión oía a esos pioneros decir: “Miren lo que construimos con nuestras propias manos; no teníamos herramientas eléctricas, ni contratistas, ni subcontratistas cuando lo edificamos. No teníamos grúas sofisticadas para levantar las pesadas piedras; realizamos esta labor contando sólo con nuestra propia fuerza”.

Qué glorioso patrimonio nos han legado aquellos pioneros del condado de Sanpete.

Se ha citado a Ronald Reagan, ex presidente de los Estados Unidos, que dijo en cierta ocasión: “No quiero regresar al pasado; quiero volver a la forma que se tenía en el pasado de enfrentar el futuro”1. Su consejo aún resuena en mi interior. Hay algo valioso en repasar las lecciones del pasado para prepararnos para afrontar los retos del futuro. Qué glorioso legado de fe, valor e ingenio nos dejaron aquellos nobles pioneros mormones, sobre el cual podemos edificar. Cuanto más vivo, más profunda es mi admiración por ellos.

Aceptar el Evangelio tuvo como resultado un cambio completo en sus vidas. Dejaron todo atrás: sus casas, sus negocios, sus granjas e incluso sus amados familiares, para viajar hacia el desierto. Debe haber sido una verdadera sorpresa cuando Brigham Young anunció: “Éste es el lugar”2. Ante ellos se encontraba un extenso páramo desierto, desprovisto de colinas verdes, árboles y hermosos prados a los que la mayoría de aquellos pioneros estaban acostumbrados. Con fe firme en Dios y en sus líderes, los pioneros volvieron a ponerse a trabajar para establecer hermosas comunidades al abrigo de las montañas.

Muchos pioneros, cansados, apenas habían comenzado a disfrutar de algunas comodidades modestas de la vida cuando Brigham Young los llamó para que dejaran sus hogares y viajaran hacia el este, hacia el oeste, hacia el norte y hacia el sur a fin de colonizar la Gran Cuenca. Así fue como se establecieron las poblaciones del condado de Sanpete: Fairview, Ephraim, Manti, Moroni y Mount Pleasant.

Al regresar de mi visita al condado de Sanpete, sentí el deseo de saber más acerca de sus primeros colonos. Decidí pasar unas horas en la Biblioteca de Historia de la Iglesia y leer un poco sobre la historia de ellos.

Fue en el año 1849, sólo dos años después de llegar al valle de Lago Salado, en que Brigham Young, el gran colonizador del Oeste, llamó a un grupo de santos para que viajaran hacia el sur y comenzaran nuevamente a construir casas y poblaciones en otro páramo desierto. Poco tiempo después de haberse establecido en Sanpete, el presidente Heber C. Kimball, consejero del presidente Brigham Young, visitó a los habitantes de Manti y les prometió que en esa colina que dominaba el valle se construiría un templo con la roca de las montañas que se hallan hacia el este.

Pasaron algunos años después de la visita del presidente Kimball y los ciudadanos comenzaron a inquietarse porque no se estaba haciendo nada para construir un templo al que pudieran ir. “Es preciso tener un templo en nuestra comunidad”, dijo uno de los ciudadanos. “Hemos esperado mucho tiempo para tener esta bendición”. Otro señaló: “Si vamos a tener un templo, es mejor que nos pongamos a trabajar y lo construyamos”. Y eso fue exactamente lo que hicieron.

La piedra angular se colocó el 14 de abril de 1879, unos 30 años después de haber llegado al valle de Sanpete. Hay muchas historias que se podrían contar acerca de la diligencia de los trabajadores que dieron lo mejor de sí para la construcción de este hermoso templo. El presidente Gordon B. Hinckley dijo hace unos años, durante la rededicación del Templo de Manti: “He estado en los grandiosos edificios del mundo y en ninguno de ellos he percibido lo que siento al entrar en estas casas de Dios”3. La familia Hinckley tiene un vínculo especial con el Templo de Manti: El abuelo de la hermana Marjorie Hinckley perdió la vida por causa de una herida sufrida durante su construcción.

Para comprender más plenamente cómo el pasado puede ofrecernos una manera mejor de afrontar el futuro, me gustaría contarles un relato sobre la construcción del Templo de Manti. Luego compartiré lo que dicho relato me ha enseñado acerca de los principios verdaderos.

Unos excelentes carpinteros de Noruega que llegaron a Manti y se establecieron allí, recibieron la asignación de construir el techo del templo. Nunca habían construido un techo, pero tenían experiencia como constructores de barcos. No sabían cómo diseñar el techo, pero les vino a la mente una idea: “Simplemente, ¿por qué no construimos un barco? Puesto que un barco bien construido es muy sólido y seguro, si giramos los planos, tendremos un techo seguro”. Comenzaron los planos para construir un barco y cuando finalizaron, les dieron la vuelta y ése fue el modelo para el techo del Templo de Manti.

En este caso, utilizaron las lecciones de su experiencia pasada, los principios para construir un barco, como ayuda para solucionar el reto. Dedujeron correctamente que los mismos principios que se aplicaban a la construcción de una embarcación segura para navegar, se aplicarían también a la construcción de un techo sólido. Por ejemplo: las dos estructuras tenían que ser impermeables. La integridad básica de la estructura no se vería afectada por la posición en la que se encontrara, ya fuera hacia arriba o hacia abajo. Lo más importante era tener un conocimiento práctico de los principios básicos necesarios para construir cualquier estructura que fuese duradera.

En el Evangelio de Jesucristo hay principios y verdades eternas que durarán mucho más que los principios para construir un barco o un techo. Ustedes y yo, como miembros de la Iglesia verdadera del Señor, tenemos acceso a esos principios y verdades eternas, y una comprensión especial, sobre todo cuando prestamos atención al Espíritu que nos brinda guía individual y familiar, y cuando escuchamos la voz del profeta al declarar la voluntad de Dios a los miembros de la Iglesia. Tanto ustedes como yo sabemos lo importante que son esos principios y esas verdades eternas en la vida. No estoy seguro de que aquellos pioneros hubieran podido afrontar su futuro peligroso e incierto sin ellos; y nosotros tampoco. Son la manera única y eterna de afrontar el futuro, en especial en estos tiempos cada vez más peligrosos e inciertos en los que vivimos.

Aquellos constructores noruegos trajeron consigo aptitudes fundamentales de su oficio que se podían transferir de la construcción de barcos a la construcción de templos. ¿Qué fue lo que causó un cambio de prioridades tan dramático? Sólo hay una respuesta que explique su disposición a sacrificarlo todo para ser edificadores del reino de Dios. Se les habían enseñado, y ellos los habían aceptado, los principios y las verdades eternas del evangelio de Jesucristo. Se dieron cuenta de que su misión no consistía sólo en ayudar a construir edificios, sino en contribuir a la edificación de las demás personas compartiendo su conocimiento del Evangelio. Como leemos en la Sección 50 de Doctrina y Convenios: “…el que la predica y el que la recibe se comprenden el uno al otro, y ambos son edificados y se regocijan juntamente” (versículo 22).

Cuando recibimos la bendición especial del conocimiento del Evangelio de Jesucristo y tomamos sobre nosotros el nombre de Cristo al entrar en las aguas del bautismo, también aceptamos la obligación de compartir el Evangelio con los demás. En años recientes, para cumplir más plenamente con la responsabilidad que todos tenemos de proclamar el Evangelio, la Iglesia le ha dado vuelta al programa misional. Hace unos años, eliminamos las misiones de estaca y desplazamos el enfoque de nuestros empeños a la organización de la misión de barrio. Con la elaboración de un plan misional de barrio por cada consejo de barrio de la Iglesia, se está progresando a una velocidad cada vez mayor. Gran parte del éxito se debe a la estrecha colaboración de los misioneros de tiempo completo con los consejos de barrio, los líderes de la misión de barrio y los miembros de la Iglesia.

Hemos descubierto que la obra misional centralizada en los barrios aumenta la participación de los miembros para encontrar y enseñar a investigadores. Con frecuencia, se invita a los investigadores a recibir las lecciones misionales en las casas de los miembros. Los miembros del barrio tienen entusiasmo por compartir su preciado conocimiento del evangelio de Jesucristo cuando experimentan por sí mismos las dulces bendiciones del servicio misional y reciben recordatorios más frecuentes de parte de los líderes del barrio. Los miembros se vuelven más receptivos al meditar y orar acerca de compartir el Evangelio con amigos, vecinos y familiares que pertenecen a otra religión.

El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “Muchos de entre nosotros consideran que la obra misional es simplemente repartir folletos. Todo aquel que está familiarizado con esta obra sabe que hay una manera mejor. Esa manera es por medio de los miembros de la Iglesia. Doquiera que haya un miembro que invite a un investigador, de inmediato se activa un sistema de apoyo. El miembro da su testimonio de la veracidad de la obra; anhela contribuir a la felicidad de su amigo investigador y se regocija a medida que éste avanza en su conocimiento del Evangelio”4.

Los misioneros de tiempo completo continuarán, en gran parte, enseñando a los investigadores, pero los miembros tendrán muchas oportunidades para contestar preguntas y compartir su testimonio. Obedecemos la voz del profeta más plenamente al prepararnos para enseñar los principios básicos del Evangelio. La preparación aleja el temor y también simplifica y fortalece lo que los miembros hacen para apoyar a los misioneros de tiempo completo. Hay tres lecciones básicas que enseñan los misioneros: la Restauración, el plan de salvación y el evangelio de Jesucristo. ¿Cuán preparado se encuentra usted para testificar de la veracidad de estas lecciones? Utilice la guía misional inspirada Predicad Mi Evangelio para estudiar y prepararse a fin de cumplir con su función de apoyo a los misioneros de tiempo completo cuando enseñen las lecciones básicas del Evangelio

Es mi deseo que todos aprendamos las dos lecciones importantes de los constructores de barcos de Noruega que construyeron el techo del Templo de Manti. Primero, la lección de utilizar los principios y las verdades del pasado para ayudarnos a afrontar el futuro. Segundo, aprendemos de su deseo de compartir lo que sabían con los demás para ayudar a edificar el reino de Dios. Esta segunda lección, si la aprendemos bien, ayudará a muchos de nuestros hermanos y hermanas, hijos e hijas de Dios como nosotros, a afrontar un futuro incierto con las mismas convicciones eternas que nosotros tenemos.

El evangelio de Jesucristo es verdadero; se ha restaurado para bendecir nuestra vida en estos últimos días; abarca todas las verdades, los principios y las ordenanzas comprendidas en el gran plan de felicidad de nuestro Padre Celestial, que es un plan para que nosotros regresemos a vivir con Él en los reinos eternos del más allá. Les testifico que el evangelio de Jesucristo es Su medio divino para que afrontemos nuestro glorioso futuro; en el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. Citado en George Will, “One Man’s America”, Cato Policy Report, septiembre/octubre de 2008, pág. 11.

  2. Citado en Wilford Woodruff, “Celebration of Pioneers’ Day”, The Utah Pioneers (1880), pág. 23.

  3. Citado en “Manti Temple Rededicated”, Ensign, agosto de 1985, pág. 73.

  4. Véase Gordon B. Hinckley, “Apacienta mis ovejas”, Liahona, julio de 1999, pág. 119.