2010–2019
El día de reposo y la Santa Cena
Abril 2011


El día de reposo y la Santa Cena

Permitan que su familia esté llena de amor al honrar el día de reposo, todo el día; y sientan las bendiciones espirituales de ello toda la semana.

Mis hermanos y hermanas, esta mañana hemos venido de todo el mundo a escuchar la voz de un profeta. Testifico que la voz que acabamos de escuchar es la voz del profeta viviente de Dios en la tierra hoy en día, el presidente Thomas S. Monson. ¡Cuán bendecidos somos de tener sus enseñanzas y su ejemplo!

Este año, todos nosotros tenemos la oportunidad de estudiar las palabras de los profetas del Nuevo Testamento en la Escuela Dominical. Mientras que el Antiguo Testamento es un estudio de profetas y de un pueblo, el Nuevo Testamento se centra en la vida e influencia del único hombre que vino a la vida mortal con la doble ciudadanía del cielo y de la tierra: nuestro Salvador y Redentor, Jesucristo.

El mundo de hoy está tan saturado con doctrinas de hombres que es fácil olvidar y perder la fe en todos esos importantes relatos de la vida del Salvador y su ministerio: el Nuevo Testamento. Este sagrado volumen es el centro de la historia de las Escrituras, tal como el Salvador mismo debe ser el centro de nuestras vidas. ¡Debemos comprometernos a estudiarlo y a atesorarlo!

Hay perlas invaluables de sabiduría que podemos encontrar en nuestro estudio del Nuevo Testamento. Siempre disfruto al leer los relatos de Pablo cuando él viajaba y organizaba la Iglesia del Salvador, en especial sus enseñanzas a Timoteo. En el cuarto capítulo de los escritos de Pablo a Timoteo, leemos: “Esto manda y enseña: …sé ejemplo de los creyentes en palabra, en conducta, en amor, en espíritu, en fe y en pureza”1. No creo que para nosotros haya una manera mejor de empezar o continuar siendo ejemplos de los creyentes que nuestra observancia del día de reposo.

Comenzando con la Creación del mundo, se apartó un día de todos los demás. “Y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó”2. Aun Dios descansó de Su trabajo este día, y Él espera que Sus hijos hagan lo mismo. A los hijos de Israel Él les dio el mandamiento:

“Acuérdate del día del reposo para santificarlo.

Seis días trabajarás y harás toda tu obra,

mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios …

por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó”3.

El modelo de la observancia del día de reposo debe siempre incluir la adoración. Después de que Adán y Eva entraron en la vida mortal, se les mandó “que adorasen al Señor su Dios y que… ofreciesen las primicias de sus rebaños como ofrenda al Señor… a semejanza del sacrificio del Unigénito del Padre”4. El sacrificio de animales le recordó a la posteridad de Adán que un día el Cordero de Dios, Jesucristo, sacrificaría Su propia vida por nosotros.

A lo largo de Su vida, el Salvador habló de ese sacrificio5. En la víspera de Su crucifixión, Sus palabras se cumplieron. Reunió a Sus discípulos en el aposento alto, lejos de las distracciones del mundo e instituyó el sacramento de la Cena del Señor.

“Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y lo bendijo, y lo partió y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.

“Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos;

“porque esto es mi sangre del nuevo convenio, que por muchos es derramada para remisión de los pecados”6.

Desde ese momento en adelante, la expiación del Salvador llegó a ser el mayor y postrer sacrificio. Cuando Él se apareció en el continente americano después de Su resurrección, confirió Su sacerdocio a Sus discípulos e introdujo la Santa Cena diciendo:

“Y siempre procuraréis hacer esto… así como he partido pan y lo he bendecido y os lo he dado…

“Y será un testimonio al Padre de que siempre os acordáis de mí. Y si os acordáis siempre de mí, tendréis mi Espíritu para que esté con vosotros”7.

Es asombroso que aun en medio de los períodos de obscuridad de la Apostasía, este modelo de adoración en el día de reposo y de la Santa Cena continuara practicándose de muchas maneras.

Cuando el Evangelio fue restaurado, tres de los primeros apóstoles, Pedro, Santiago y Juan, que recibieron la Santa Cena del Salvador, se aparecieron a José Smith y a Oliver Cowdery. Bajo su dirección, se restauró la autoridad del sacerdocio necesaria para administrar la Santa Cena a los miembros de la Iglesia de Jesucristo8.

Conferida por el Salvador a Sus profetas y apóstoles, y de ellos a nosotros, esa autoridad del sacerdocio continúa sobre la tierra hoy. Los jóvenes poseedores del sacerdocio de todo el mundo se hacen merecedores de ejercer el poder del sacerdocio al guardar sinceramente los mandamientos y al vivir las normas del Evangelio. Manteniendo espiritualmente manos limpias y corazones puros, estos hombres jóvenes preparan y bendicen la Santa Cena a la manera del Señor, una manera que se definió en base a lo que Él hizo hace ya más de dos mil años.

Participar de la Santa Cena es el centro de nuestra observancia del día de reposo. En Doctrina y Convenios el Señor nos manda a todos nosotros:

“Y para que más íntegramente te conserves sin mancha del mundo, irás a la casa de oración y ofrecerás tus sacramentos en mi día santo;

“porque, en verdad, éste es un día que se te ha señalado para descansar de tus obras y rendir tus devociones al Altísimo …

“Y en este día no harás ninguna otra cosa”9.

Al considerar el modelo del día de reposo y de la Santa Cena en nuestra vida, parece que hay tres cosas que el Señor requiere de nosotros: primero, mantenernos sin mancha del mundo; segundo, ir a la casa de oración y ofrecer nuestros sacramentos; y tercero, descansar de nuestras labores.

Es glorioso ser cristiano y vivir como discípulo verdadero de Cristo. De nosotros, Él dijo: “No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo”10. Para mantenernos sin mancha del mundo, Él espera que evitemos distracciones mundanas tales como lugares de negocio o recreativos en el día de reposo.

Creo que Él también desea que nos vistamos apropiadamente. Nuestra juventud podría pensar que el antiguo dicho “ropa de domingo” está fuera de moda; aun así, sabemos que cuando el modo de vestirse el día domingo se deteriora a vestirse como todos los demás días, las actitudes y las acciones le siguen. Desde luego que no es necesario que nuestros hijos vistan ropa de domingo formal hasta el anochecer; sin embargo, mediante la ropa que los animemos a vestir y las actividades que planeemos, los ayudaremos a prepararse para la Santa Cena y para disfrutar de las bendiciones de ello a lo largo del día.

¿Qué significa ofrecer nuestros sacramentos al Señor? Reconocemos que todos nosotros cometemos errores. Cada uno de nosotros tiene necesidad de confesar nuestros pecados y errores a nuestro Padre Celestial, y a otros a quienes hayamos ofendido, y de abandonarlos. El día de reposo nos proporciona una invaluable oportunidad de ofrecer éstos, nuestros sacramentos, al Señor. Él dijo: “Recuerda que en éste, el día del Señor, ofrecerás tus ofrendas y tus sacramentos al Altísimo, confesando tus pecados a tus hermanos, y ante el Señor”11.

El élder Melvin J. Ballard ha sugerido que: “Queremos que todo Santo de los Últimos Días venga a la mesa sacramental porque es el lugar para examinar e inspeccionar nuestro yo íntimo, para saber cómo rectificar nuestro curso y corregir nuestra vida poniéndonos en armonía con las enseñanzas de la Iglesia y con nuestros hermanos y hermanas”12.

Cuando participamos dignamente de la Santa Cena, testificamos que estamos dispuestos a tomar el nombre del Salvador sobre nosotros, a guardar Sus mandamientos y recordarle siempre para poder tener Su Espíritu con nosotros. De esta manera, se renueva el convenio de nuestro bautismo. El Señor le aseguró a Sus discípulos: “…porque todas las veces que hagáis esto recordaréis esta hora en que estuve con vosotros”13.

A veces pensamos que descansar de nuestras labores es solamente dejar de hacer el trabajo por el que nos pagan y poner el aviso de “cerrado” en la puerta de nuestro negocio; pero en el mundo de hoy, las labores se refieren al trabajo diario de nuestra vida. Eso podría significar las actividades de negocios que llevamos a cabo desde el hogar, las competencias deportivas y otros afanes que nos apartan de la adoración en el día de reposo y de la oportunidad de ministrar a los demás.

“No trates con liviandad las cosas sagradas”14 reveló el Señor a los Santos de los Últimos Días como si nos recordara lo que le dijo a Sus discípulos: “El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo”15.

Hermanos y hermanas, en los últimos días el adversario tiene éxito cuando rebajamos nuestro compromiso para con el Señor, hacemos caso omiso de Sus enseñanzas en el Nuevo Testamento y en otras Escrituras, y cesamos de seguirlo. Padres, ahora es el tiempo para enseñar a nuestros hijos a ser ejemplo de los creyentes mediante la asistencia a la reunión sacramental. Cuando llegue la mañana del domingo, ayúdenlos a estar bien descansados, a vestirse apropiadamente y a estar espiritualmente preparados para participar de los emblemas de la Santa Cena y recibir la luz, la edificación y el ennoblecedor poder del Espíritu Santo. Permitan que su familia esté llena de amor al honrar el día de reposo, todo el día; y sientan las bendiciones espirituales de ello toda la semana. Inviten a sus hijos e hijas a: “[Levantarse] y [brillar]” mediante la observancia del sagrado día de reposo; que “[su] luz sea un estandarte a las naciones”16.

Al pasar los años, continúo reflexionando sobre los días de reposo de mi juventud y de mi primeros años como adulto. Aún recuerdo el primer día en que pasé la Santa Cena como diácono y los vasitos de vidrio que pasé entre los miembros de nuestro barrio. Hace algunos años, se remodeló un edificio de la Iglesia en mi pueblo natal, un compartimento en el púlpito se había cerrado y sellado. Cuando lo abrieron, había algunos de esos vasitos de vidrio que habían quedado ocultos por años. Se me dio uno de ellos como un recuerdo.

Además, me acuerdo de un baúl que llevábamos con nosotros a los Marines de los Estados Unidos. Adentro de ese baúl había una bandeja de madera y paquetes de vasitos sacramentales para que pudiéramos ser bendecidos mediante la paz y la esperanza de la Santa Cena del Señor, aun en medio del conflicto y de la desesperación de la guerra.

Al pensar en aquellos vasitos sacramentales de mi juventud, unos en el protegido valle del hogar de mi niñez y los otros a miles de millas de distancia en el Pacífico, me siento lleno de gratitud de que el Salvador del mundo haya estado dispuesto a beber de “la amarga copa”17 por mí. Y porque lo hizo, yo puedo decir como el salmista: “mi copa está rebosando”18 con las bendiciones de Su infinita y eterna Expiación.

En este día, antes del día de reposo, al comenzar esta gran conferencia, recordemos las bendiciones y oportunidades que son nuestras por asistir a la reunión sacramental cada semana en nuestros barrios y ramas. Preparémonos y comportémonos en el día de reposo de tal manera que hagamos descender las bendiciones prometidas sobre nosotros y sobre nuestra familia. Doy mi testimonio especial de que el gozo más grande que recibimos en esta vida está en seguir al Salvador. Que guardemos Sus mandamientos al guardar Su sagrado día santo; es mi oración, en el nombre de Jesucristo. Amén.