2010–2019
La importancia de un nombre
Octubre 2011


La importancia de un nombre

Adquiramos el hábito… de dejar claro que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es el nombre por el que el Señor ha ordenado que se nos conozca.

Élder Hales, en nombre de todos, le expreso nuestro profundo amor y lo agradecido que estamos de que esté aquí esta mañana.

Desde la pasada conferencia general de abril, mis pensamientos se han centrado reiteradamente en el tema de la importancia de un nombre. En los últimos meses, varios bisnietos han llegado a nuestra familia. Aunque parece que vinieran más rápido de lo que puedo contar, cada hijo constituye una adición a nuestra familia que es bien recibida. A cada uno se le ha dado un nombre especial que han elegido los padres de él o ella, un nombre para ser reconocido durante toda su vida y que los distinga de los demás. Esto es un hecho en todas las familias y también lo es entre las religiones del mundo.

El Señor Jesucristo sabía cuán importante era otorgarle claramente un nombre a Su Iglesia en estos últimos días. En la sección 115 de Doctrina y Convenios, Él mismo le da el nombre a la Iglesia: “…porque así se llamará mi iglesia en los postreros días, a saber, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días” (versículo 4).

Y el rey Benjamín enseñó a su pueblo en la época del Libro de Mormón:

“…quisiera que tomaseis sobre vosotros el nombre de Cristo, todos vosotros que habéis hecho convenio con Dios de ser obedientes hasta el fin de vuestras vidas…

“Y quisiera que también recordaseis que éste es el nombre que dije que os daría, el cual nunca sería borrado, sino por transgresión; por tanto, tened cuidado de no transgredir, para que el nombre no sea borrado de vuestros corazones” (Mosíah 5:8, 11).

Tomamos el nombre de Cristo sobre nosotros en las aguas del bautismo. Renovamos el efecto de ese bautismo cada semana al participar de la Santa Cena, manifestamos así nuestra voluntad de tomar Su nombre sobre nosotros y prometemos recordarlo siempre (véase D. y C. 20:77, 79).

¿Nos percatamos de lo bendecidos que somos por tomar sobre nosotros el nombre del Hijo Amado y Unigénito de Dios? ¿Comprendemos la trascendencia de ello? El nombre del Salvador es el único nombre debajo del cielo por el cual el hombre puede salvarse (véase 2 Nefi 31:21).

Como recordarán, el presidente Boyd K. Packer habló de la importancia del nombre de la Iglesia en la conferencia general de abril pasada. Explicó que: “Obedientes a la revelación, nos llamamos La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en lugar de la Iglesia Mormona” (“Guiados por el Santo Espíritu”, Liahona, mayo de 2011, pág. 30).

Debido a que el nombre completo de la Iglesia es tan importante, hago eco de las revelaciones de las Escrituras, de las instrucciones que dio la Primera Presidencia en las cartas de 1982 y 2001, y de las palabras de los demás apóstoles que han animado a los miembros de la Iglesia a sostener y enseñar al mundo que la Iglesia es conocida por el nombre del Señor Jesucristo. Ése es el nombre por el que el Señor nos llamará en el último día; es el nombre por el que Su Iglesia se distinguirá de todas las demás.

He pensado mucho sobre la razón por la que el Salvador le dio un nombre de once palabras a Su Iglesia restaurada. Parece largo, pero si lo consideramos una reseña descriptiva de lo que es la Iglesia, de repente se vuelve maravillosamente breve, sencillo y preciso. ¿Cómo podría una descripción ser más directa y clara, y aun así expresarse en tan pocas palabras?

Cada palabra es aclaratoria e indispensable. La palabra La indica la posición única de la Iglesia restaurada entre las religiones del mundo.

Las palabras Iglesia de Jesucristo declaran que ésta es Su Iglesia. En el Libro de Mormón, Jesús enseñó: “¿Y cómo puede ser mi iglesia salvo que lleve mi nombre? Porque si una iglesia lleva el nombre de Moisés, entonces es la iglesia de Moisés; o si se le da el nombre de algún hombre [como Mormón], entonces es la iglesia de ese hombre; pero si lleva mi nombre, entonces es mi iglesia, si es que están fundados sobre mi evangelio” (3 Nefi 27:8);

de los Santos significa que sus miembros lo siguen a Él y se esfuerzan por hacer Su voluntad, guardar Sus mandamientos y prepararse una vez más para vivir con Él y nuestro Padre Celestial en el futuro. “Santos” sencillamente se refiere a aquellos que procuran santificar su vida mediante el convenio de seguir a Cristo;

de los Últimos Días explica que es la misma Iglesia que Jesucristo estableció durante Su ministerio terrenal, pero restaurada en estos últimos días. Sabemos que hubo un desvío, o una apostasía, que requirió la Restauración de Su Iglesia verdadera y total en nuestra época.

El nombre que el Salvador ha otorgado a Su Iglesia nos indica exactamente lo que somos y lo que creemos. Creemos que Jesucristo es el Salvador y el Redentor de todo el mundo. Él expió los pecados de todos los que se arrepienten, rompió las ligaduras de la muerte y trajo la resurrección de los muertos. Seguimos a Jesucristo. Como dijo el rey Benjamín a su pueblo, así mismo reitero a todos nosotros, que “os acordaseis de conservar siempre escrito [Su] nombre en vuestros corazones” (Mosíah 5:12).

Se nos pide que seamos testigos de Él “en todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar” (Mosíah 18:9). Eso significa que tenemos que estar dispuestos a dejar que los demás sepan a quién seguimos y a la Iglesia de quién pertenecemos: La Iglesia de Jesucristo. Sin dudas, queremos hacer eso con un espíritu de amor y testimonio. Queremos seguir al Salvador declarando con sencillez y claridad, y a la vez con humildad, que somos miembros de Su Iglesia. Lo seguimos al ser Santos de los Últimos Días, discípulos de los últimos días.

Se le suelen dar apodos a las personas y a las organizaciones. Un apodo puede ser la forma abreviada de un nombre o puede derivar de un acontecimiento o de alguna característica física o de otro tipo. Aunque los apodos no tienen el mismo estatus ni significado que los nombres reales, se pueden utilizar adecuadamente.

La Iglesia del Señor, tanto en tiempos antiguos como modernos, ha tenido apodos. A los santos de la época del Nuevo Testamento se les llamó cristianos porque profesaban la creencia en Jesucristo. Ese nombre, primero utilizado en forma despectiva por sus detractores, es ahora un nombre de distinción, y nos sentimos honrados de ser llamados una Iglesia cristiana.

A nuestros miembros se les ha llamado mormones porque creemos en el Libro de Mormón: Otro Testamento de Jesucristo. Otras personas podrían tratar de utilizar la palabra mormón más ampliamente para incluir y referirse a aquellos que han abandonado la Iglesia y han formado varios grupos disidentes. El utilizarla de esta manera sólo lleva a la confusión. Agradecemos el esfuerzo que hacen los medios de comunicación por abstenerse de utilizar la palabra mormón en una forma que cause que el público en general confunda a la Iglesia con grupos polígamos u otros grupos fundamentalistas. Permítanme declarar claramente que ningún grupo polígamo, incluso los que se hacen llamar mormones fundamentalistas u otro derivado de nuestro nombre, tiene afiliación alguna con La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Aunque mormón no es el nombre completo ni correcto de la Iglesia, y aunque nos lo hayan dado originalmente nuestros detractores durante los primeros años de persecución, se ha convertido en un apodo aceptable cuando se aplica a los miembros en lugar de la institución. No tenemos que dejar de usar el nombre mormón, cuando sea adecuado, pero debemos seguir haciendo hincapié en el nombre completo y correcto de la Iglesia. En otras palabras, debemos evitar y desalentar el uso del término “Iglesia mormona”.

A lo largo de los años, al desempeñar mis asignaciones en todo el mundo, me han preguntado muchas veces si pertenezco a la Iglesia mormona. Mi respuesta ha sido: “Soy miembro de la Iglesia de Jesucristo. Debido a que creemos en el Libro de Mormón; que lleva el nombre de un antiguo profeta y líder americano, y que es otro testamento de Jesucristo; a veces nos dicen mormones”. En todo caso esa respuesta ha sido bien recibida y, de hecho, me ha brindado muchas oportunidades para explicar la Restauración de la plenitud del Evangelio en estos últimos días.

Hermanos y hermanas, piensen en la influencia que podemos ejercer si sencillamente respondemos empleando el nombre completo de la Iglesia como el Señor ha declarado que debemos hacerlo; y si no pueden usar de inmediato el nombre completo, por lo menos digan: “Pertenezco a la Iglesia de Jesucristo” y luego expliquen “de los Santos de los Últimos Días”.

Algunos se preguntarán: ¿y qué hay de los sitios en internet tales como Mormon.org y de las campañas de difusión que puso en marcha la Iglesia? Como lo he dicho, a veces es adecuado referirse a los miembros en forma colectiva como mormones. De forma práctica, los que están fuera de nuestra fe llegan a nosotros por medio de la búsqueda de ese término. Pero una vez que abren Mormon.org, se explica el nombre adecuado de la Iglesia en la página principal y aparece en cada página adicional del sitio. No es muy práctico esperar que la gente escriba el nombre completo de la Iglesia cuando nos estén buscando o al entrar en nuestro sitio web.

Si bien estos aspectos prácticos pueden continuar, no deben impedir a los miembros emplear el nombre completo de la Iglesia siempre que sea posible. Adquiramos el hábito en nuestra familia, en las actividades de la Iglesia y en nuestras interacciones diarias dejar claro que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es el nombre por el que el Señor ha ordenado que se nos conozca.

Una encuesta reciente indicó que demasiadas personas todavía no entienden correctamente que el término mormón se refiere a los miembros de nuestra Iglesia, y la mayoría de las personas todavía no están seguras si los mormones son cristianos. Incluso cuando leen acerca de la labor de nuestras Manos que Ayudan en todo el mundo en respuesta a huracanes, terremotos, inundaciones y hambrunas, no asocian nuestra ayuda humanitaria con nosotros como una organización cristiana. Seguramente sería más fácil para ellos comprender que creemos y seguimos al Salvador si nos referimos a nosotros mismos como miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. De esta manera, los que oigan el nombre mormón relacionarán esa palabra con nuestro nombre revelado y con la gente que sigue a Jesucristo.

Como la Primera Presidencia solicitó en su carta del 23 de febrero de 2001: “…el uso del nombre revelado, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días…, adquiere cada vez más importancia en la responsabilidad que tenemos de proclamar el nombre del Salvador por todo el mundo. Por consiguiente, pedimos que cuando hagamos referencia a la Iglesia utilicemos su nombre completo siempre que sea posible”.

Por allá en 1948, en la conferencia general de octubre, el presidente George Albert Smith dijo: “Hermanos y hermanas, cuando salgan de aquí, se relacionarán con varias denominaciones del mundo, pero recuerden que sólo hay una Iglesia en todo el mundo que por mandato divino lleva el nombre de Jesucristo nuestro Señor” (en Conference Report, octubre de 1948, pág. 167).

Hermanos y hermanas, que también nosotros recordemos eso al salir de la conferencia hoy. Que se escuche nuestro testimonio de Él y que el amor que tenemos por Él siempre permanezca en nuestro corazón, lo ruego humildemente en Su nombre, el Señor Jesucristo. Amén.