2010–2019
La prueba de vuestra fe
Octubre 2012


La prueba de vuestra fe

Al igual que el fuego intenso que transforma el metal en acero, si permanecemos fieles durante los fuegos de prueba de nuestra fe, somos espiritualmente refinados y fortalecidos.

Hace diez años, cuando mi esposa Kathy y yo vivíamos en São Paulo, Brasil, el presidente David Marriott presidía la Misión Brasil São Paulo Interlagos. Él, su esposa Neill, y sus hijos Will, Wesley y Trace vivían cerca de nosotros. Ellos habían dejado su hogar, su negocio y a muchos familiares a fin de responder al llamado del profeta de servir en una misión.

El presidente Marriott me llamó una tarde. A su preciada y recta hija Georgia, de 21 años, que cursaba el último año de estudios de violín en la Universidad de Indiana, la había atropellado un camión cuando regresaba en bicicleta de una reunión en la Iglesia. Los primeros informes decían que ella estaba bien, pero horas más tarde, su condición empeoró considerablemente.

La familia y los amigos empezaron a ayunar y a orar por un milagro para Georgia. Su madre viajó toda la noche en avión desde Brasil. Al llegar a Indiana al día siguiente, la esperaban otros hijos mayores que entre lágrimas le explicaron que habían estado con Georgia en el momento que había muerto.

Observé a la familia Marriott en el momento de esa experiencia y en los meses y años subsiguientes. Lloraron, oraron, hablaron de Georgia, sintieron inmenso dolor y tristeza, pero su fe no vaciló. Durante la sesión de esta mañana, hemos escuchado de una fe similar en la hermosa vida de las familias Bowen y Wilberger1.

El don de la fe es un valioso legado espiritual. “…ésta es la vida eterna”, oró Jesús, “que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”2.

Nuestra fe se centra en Dios, nuestro Padre, y en Su Hijo Jesucristo, nuestro Salvador y Redentor; y la refuerza nuestro conocimiento de que la plenitud del Evangelio se ha restaurado en la tierra, de que el Libro de Mormón es la palabra de Dios, y de que los profetas y apóstoles hoy en día poseen las llaves del sacerdocio. Atesoramos nuestra fe, nos esforzamos por fortalecerla, oramos por aumentarla, y hacemos todo lo posible por protegerla y defenderla.

El apóstol Pedro describió algo a lo que llamó una “prueba de vuestra fe”3. Él la había experimentado. Recuerden las palabras de Jesús:

“Simón… Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo;

“pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte”4.

Pedro más tarde alentó a los demás: “…no os asombréis”, dijo, “del fuego de prueba que os ha sobrevenido para poneros a prueba, como si alguna cosa extraña os aconteciese”5.

Esos fuegos de prueba tienen como fin hacernos más fuertes, pero tienen el potencial de disminuir o incluso destruir nuestra confianza en el Hijo de Dios y debilitar nuestra determinación de guardar las promesas que le hemos hecho. Muchas veces, esas pruebas están camufladas, lo que dificulta que podamos reconocerlas. Se arraigan en nuestras debilidades, nuestras vulnerabilidades, nuestras susceptibilidades o en aquellas cosas que para nosotros son importantes. Una prueba real pero manejable para una persona puede ser una prueba de fuego para otra.

¿Cómo permanecen “firmes e inamovibles”6 durante una prueba a su fe? Se concentran en las cosas específicas que edificaron su núcleo de fe: ejercitan fe en Cristo, oran, meditan en las Escrituras, se arrepienten, guardan los mandamientos y prestan servicio a los demás.

Cuando se enfrenten a una prueba a la fe, no importa lo que hagan, ¡no se alejen de la Iglesia! El distanciarse del reino de Dios durante una prueba a la fe es semejante a salir de un refugio subterráneo en el preciso momento en que se aproxima un tornado.

El apóstol Pablo dijo: “…ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos con los santos, y miembros de la familia de Dios”7. Es dentro del santuario de la Iglesia que protegemos nuestra fe. Al reunirnos con otras personas que son creyentes, oramos y recibimos respuestas a nuestras oraciones, adoramos por medio de la música, compartimos el testimonio del Salvador, nos prestamos servicio unos a otros y sentimos el Espíritu del Señor. Participamos de la Santa Cena, recibimos las bendiciones del sacerdocio y asistimos al templo. El Señor dijo: “…en sus ordenanzas se manifiesta el poder de la divinidad”8. Cuando se enfrenten con una prueba de su fe, permanezcan dentro de la protección y seguridad de la familia de Dios. Siempre hay un lugar para ustedes aquí. No hay prueba que sea tan grande que no podamos superarla juntos9.

El presidente Thomas S. Monson dijo: “Las normas morales de la sociedad han cambiado a gran velocidad. Comportamientos que antes se consideraban inapropiados e inmorales ahora… muchísimas personas los consideran aceptables”10.

Hay muchos adultos solteros en la Iglesia que han sobrepasado los primeros años de la edad adulta. Aunque su vida actual es diferente de lo que habían esperado, guardan la ley de castidad11. Puede ser la prueba de su fe, y expreso nuestro profundo respeto y admiración por esos discípulos de Cristo.

“Dios ha mandado que los sagrados poderes de la procreación han de emplearse sólo entre el hombre y la mujer legítimamente casados como esposo y esposa”12. En el Nuevo Testamento, el Salvador elevó la norma moral de Sus seguidores cuando declaró: “…cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón”13. Nos enseñó a no condenar a los demás, pero Él no tuvo miedo de hablar de manera directa. Él dijo: “…vete, y no peques más”14.

Nuestra familia tiene una amiga. Ustedes probablemente conozcan a alguien como ella, o quizás sean como ella; siempre fiel, sirve noblemente en la Iglesia, es admirada en su profesión, su familia la adora y, aunque esperaba casarse y tener hijos, es soltera. Ella dijo: “Tomé la decisión de poner mi confianza en Jesucristo. El ir al templo con frecuencia me ayuda a centrarme en lo eterno. Tengo fe en… que no se me negará ninguna bendición… si permanezco fiel a mis convenios, incluyendo la ley de castidad”15.

Otro amigo sirvió en una misión de manera extraordinaria, seguida de una rigurosa capacitación académica. Él esperaba tener una familia. La prueba de su fe: sentimientos de atracción hacia personas del mismo sexo. Recientemente me escribió: “En mi bendición patriarcal se me hace la promesa de que algún día tendré mi propia familia. Si va a ser en esta vida o en la siguiente, no lo sé… Pero lo que sí se, es que no quiero hacer nada que ponga en peligro las bendiciones que Dios ha prometido, tanto a mí como a mi futura posteridad… El vivir [la ley de castidad] es un desafío pero, ¿no vinimos a la tierra para afrontar desafíos y mostrarle a Dios nuestro amor y respeto al guardar Sus mandamientos? Soy bendecido con buena salud, el Evangelio, una familia amorosa y amigos fieles. Estoy agradecido por mis muchas bendiciones”16.

El mundo exclama en protesta: “¿Cómo puedes exigir tanto?”. El Señor responde:

“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos…

“Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”17.

Estos dos seguidores de Cristo y decenas de miles como ellos han sentido la promesa del Salvador: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo”18.

He aquí otra prueba. Siempre ha habido aquellos que desean desacreditar a la Iglesia y destruir la fe. Hoy en día usan el internet.

Alguna información sobre la Iglesia, no importa cuán convincente parezca ser, simplemente no es verdad. Recuerdo a un colega que entró a mi oficina en Florida, en 1985. Llevaba un artículo de la revista Time, titulado “Se ponen en tela de juicio las raíces del mormonismo”. Hablaba de una carta que hacía poco se había descubierto, supuestamente escrita por Martin Harris, que se oponía al relato de José Smith sobre el hallazgo de las planchas del Libro de Mormón19.

Mi colega preguntó si esa nueva información destruiría a la Iglesia Mormona. El artículo citaba a un hombre que dijo que iba a dejar la Iglesia debido a ese documento. Más tarde, otros supuestamente dejaron la Iglesia20. Estoy seguro de que fue una prueba de su fe.

Unos meses después, expertos descubrieron (y el falsificador confesó) que la carta era todo un fraude. Recuerdo que sinceramente tuve la esperanza de que aquellos que habían dejado la Iglesia a causa de ese engaño encontraran el camino de regreso.

Algunas personas ponen en duda su fe cuando encuentran una declaración que un líder de la Iglesia ha hecho hace décadas y que parece estar en desacuerdo con nuestra doctrina. Hay un importante principio que gobierna la doctrina de la Iglesia. Todos los quince miembros de la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce enseñan la doctrina; no está escondida en un oscuro párrafo de un discurso. Muchos enseñan con frecuencia principios verdaderos; nuestra doctrina no es difícil de encontrar.

Los líderes de la Iglesia son hombres honrados pero imperfectos. Recuerden las palabras de Moroni: “No me condenéis por mi imperfección, ni a mi padre… más bien, dad gracias a Dios que os ha manifestado nuestras imperfecciones, para que aprendáis a ser más sabios de lo que nosotros lo hemos sido”21.

José Smith dijo: “Nunca les dije que fuera perfecto, pero no hay error en las relevaciones”22. El milagro de la mano de Dios en la historia y el destino de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días sólo se comprende mediante el lente de la investigación espiritual. El presidente Ezra Taft Benson dijo: “A la larga, [toda persona] se enfrenta a la pared de la fe, y allí debe tomar una decisión”23. ¡No se sorprendan cuando les suceda a ustedes!

Por definición, las pruebas son difíciles; habrá angustia, confusión, noches en vela y almohadas mojadas con lágrimas; pero nuestras pruebas no tienen que ser espiritualmente fatales, no tienen que alejarnos de nuestros convenios ni de la familia de Dios.

“Recordad… que es sobre la roca de nuestro Redentor, el cual es Cristo, el Hijo de Dios, donde debéis establecer vuestro fundamento, para que cuando el diablo lance sus impetuosos vientos, sí, sus dardos en el torbellino, sí, cuando todo su granizo y furiosa tormenta os azoten, esto no tenga poder para arrastraros al abismo de miseria y angustia sin fin, a causa de la roca sobre la cual estáis edificados, que es un fundamento sobre el cual, si los hombres edifican, no caerán”24.

Al igual que el fuego intenso que transforma el metal en acero, si permanecemos fieles durante los fuegos de prueba de nuestra fe, somos espiritualmente refinados y fortalecidos.

El élder D. Todd Christofferson explicó lo que aprendió de una prueba personal: “Aunque en aquel entonces sufrí, ahora estoy agradecido de que no hubo una solución rápida a mi problema. El hecho de que me viera forzado a volverme a Dios para que me ayudara casi a diario por un prolongado periodo de varios años, me enseñó verdaderamente cómo orar para obtener respuestas a mis oraciones, y me enseñó de una manera práctica a tener fe en Dios. Llegué a conocer a mi Salvador y a mi Padre Celestial de un modo y hasta un punto que no hubiera logrado de otra forma, o que me hubiera llevado mucho más tiempo en conseguirlo… aprendí a confiar en el Señor con todo mi corazón. Aprendí a andar con Él día a día”25.

Pedro describió estas experiencias como “mucho más [preciosas] que el oro”26. Moroni agregó que el testimonio sigue a “la prueba de [nuestra] fe”27.

Comencé con el relato de la familia Marriott. La semana pasada, Katy y yo nos juntamos con ellos en la tumba de Georgia. Han pasado diez años. Los familiares y amigos hablaron del amor y de los recuerdos que tienen de ella. Había globos blancos llenos de helio para celebrar la vida de la joven. Entre lágrimas, la madre habló tiernamente del aumento de la fe y de un mayor entendimiento que ha recibido, y el padre calladamente me contó del testimonio prometido que ha recibido.

Con la fe, vienen pruebas de fe, que traen mayor fe. La seguridad reconfortante del Señor al profeta José Smith es la misma promesa que el Señor les ofrece a ustedes en la prueba de su fe: “…persevera…, no temas… porque Dios estará contigo para siempre jamás”28. De esto doy mi sagrado testimonio en el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. Véase Shayne M. Bowen, “…porque yo vivo, vosotros también viviréis”, y Ann M. Dibb, “Lo sé. Lo vivo. Me encanta.”, durante la sesión del sábado por la mañana de la Conferencia General de octubre de 2012.

  2. Juan 17:3.

  3. 1 Pedro 1:7.

  4. Lucas 22:31–32.

  5. 1 Pedro 4:12; cursiva agregada.

  6. Alma 1:25.

  7. Efesios 2:19.

  8. D. y C. 84:20.

  9. Véase Mosíah 18:8–10.

  10. Thomas S. Monson, “Permaneced en lugares santos”, Liahona, noviembre de 2011, pág. 82.

  11. Véase Ezra Taft Benson, “The Law of Chastity”, New Era, enero de 1988, págs. 4–7; “The Law of Chastity”, Discursos de la Universidad Brigham Young, 13 de octubre de 1987, 1987–88 Speeches, 1988, págs. 1–5; speeches.byu.edu; véase también Principios del Evangelio, 2009, págs. 249–257.

  12. “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, Liahona, noviembre de 2010, pág. 129.

  13. Mateo 5:28.

  14. Juan 8:11.

  15. Carta en archivo, 2012.

  16. Carta en archivo, 2012.

  17. Isaías 55:8–9.

  18. Juan 14:27.

  19. Véase Richard N. Ostling, “Challenging Mormonism’s Roots”, Time, 20 de mayo de 1985, pág. 44.

  20. Véase Gordon B. Hinckley, “Padre, aumenta nuestra fe”, Liahona, enero de 1988, pág. 51.

  21. Mormón 9:31.

  22. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 555.

  23. Ezra Taft Benson, “El Libro de Mormón es la palabra de Dios”, Liahona, agosto de 1975, pág. 42.

  24. Helamán 5:12.

  25. D. Todd Christofferson, “Reconocer la mano de Dios en nuestras bendiciones diarias”, Liahona, enero de 2012, pág. 27

  26. 1 Pedro 1:7; véase también 1 Pedro 4:13.

  27. Éter 12:6.

  28. Doctrina y Convenios 122:9; el presidente George Q. Cannon dijo: “No importa cuán difícil sea la prueba, cuán profunda la zozobra, cuán grande la aflicción, [Dios] nunca nos abandonará; nunca lo ha hecho y nunca lo hará. No puede hacerlo, ya que ése no es Su carácter. Él es un ser incambiable; es el mismo ayer, el mismo hoy, y será el mismo durante las eras eternas por venir. Hemos encontrado a ese Dios; lo hemos hecho nuestro amigo al obedecer Su evangelio; y Él estará a nuestro lado. Quizás pasemos por el horno ardiente; tal vez pasemos por aguas profundas, pero no seremos consumidos ni abrumados. Saldremos de esas pruebas y dificultades siendo mejores y más puros debido a ellas, si tan sólo confiamos en nuestro Dios y guardamos Sus mandamientos” (“Remarks”, Deseret Evening News, Mar. 7, 1891, 4); véase también Jeffrey R. Holland, “Come unto Me”, Ensign, abril de 1998, págs. 16–23).