2010–2019
Permaneced firmes en lugares santos
Abril 2013


Permaneced firmes en lugares santos

Al seguir siendo obedientes y firmes en la doctrina de nuestro Dios, permanecemos en lugares santos, pues Su doctrina es sagrada y no cambiará.

Hermanos, es un honor para mí estar con los poseedores del real sacerdocio de Dios. Estamos viviendo en los últimos días, en “tiempos peligrosos”1. Como poseedores del sacerdocio, tenemos la responsabilidad de permanecer firmes con un escudo de fe contra los dardos de fuego del adversario. Somos un modelo para el mundo que protege los derechos y las libertades que Dios nos ha otorgado. Defendemos nuestro hogar y nuestra familia.

Durante mi tercer año de secundaria, un día regresé del primer partido que jugué fuera de mi ciudad con el equipo de béisbol de la escuela. Mi padre se dio cuenta de que durante el largo viaje a casa en autobús yo había escuchado un lenguaje y visto un comportamiento que no estaban en armonía con las normas del Evangelio. Como artista profesional que era, se sentó conmigo y me dibujó un caballero, un guerrero capaz de defender castillos y reinos.

A medida que él dibujaba y leía de las Escrituras, aprendí cómo ser un fiel poseedor del sacerdocio, para proteger y defender el reino de Dios. Las palabras del apóstol Pablo fueron mi guía:

“Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.

“Estad pues firmes ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia.

“Y calzados los pies con la preparación del evangelio de paz;

“sobre todo, tomad el escudo de la fe, con el que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.

“Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios”2.

Hermanos, si somos fieles en el sacerdocio, recibiremos esa armadura como don de Dios. ¡Necesitamos esa armadura!

Jóvenes, sus padres y abuelos nunca afrontaron las tentaciones que ustedes afrontan diariamente. Ustedes están viviendo en los últimos días. Si sus padres querían problemas, tenían que salir a buscarlos. ¡Ya no es así! ¡Ahora la tentación los encuentra a ustedes! ¡Por favor recuerden eso! Satanás desea poseerlos y “el pecado está a la puerta”3. ¿Cómo resistirán sus tácticas agresivas? Pónganse toda la armadura de Dios.

Permítanme enseñarles algo de otra experiencia de mi vida:

En enero de 1982, discursé en un devocional en el campus de BYU, en Provo, Utah. Invité a los alumnos a imaginarse que la Iglesia estaba a un lado del púlpito, y que el mundo estaba a sólo unos 30 o 60 cm de distancia del otro lado. Esto representaba, cuando yo estaba en la universidad, la “cortísima distancia entre donde se encontraba el mundo y donde estaban las normas de la Iglesia”. Treinta años más tarde, de pie ante los alumnos, les expliqué: “El mundo se ha alejado muchísimo; [ya casi ni se alcanza a ver] se ha alejado tanto, pero tanto… fuera de este [edificio hasta la vuelta al mundo]… Lo que nosotros, nuestros hijos y nietos tenemos que recordar es que la Iglesia permanecerá firme, [aún sigue firme; sin embargo], el mundo seguirá en movimiento; esa brecha [se hará] cada vez más amplia… Por tanto, tengan mucho cuidado. Si juzgan sus actos y las normas de la Iglesia basándose en la posición del mundo y a dónde se dirige, verán que ustedes no están donde deberían estar”4.

En aquella época no podría haberme imaginado hasta qué punto y con cuánta rapidez se apartaría el mundo de la doctrina, los principios y los mandamientos que Dios estableció. Aun así, las normas de Cristo y de Su Iglesia no se han alterado. Como lo dijo Él: “La verdad permanece para siempre jamás”5. Cuando comprendemos y aceptamos esto, estamos preparados para afrontar la presión social, la burla e incluso la discriminación que vendrá del mundo y de algunos que se llaman a sí mismos amigos.

La mayoría de nosotros conocemos a alguien que diría: “Si quieres ser mi amigo, tendrás que aceptar mis valores”. Un amigo verdadero no nos pide que escojamos entre el Evangelio y su amistad. Utilizando las palabras de Pablo, “a éstos evita”6. Un verdadero amigo nos fortalece para que permanezcamos en el camino estrecho y angosto.

El permanecer en el camino del Evangelio de convenios, mandamientos y ordenanzas nos protege y nos prepara para hacer la obra de Dios en este mundo. Cuando obedecemos la Palabra de Sabiduría, nuestro albedrío queda protegido contra adicciones como el alcohol, las drogas y el tabaco. Estamos preparados para servir al pagar nuestro diezmo, estudiar las Escrituras, recibir el bautismo y la confirmación, vivir de tal manera para tener la compañía constante del Espíritu Santo, participar de la Santa Cena dignamente, obedecer la ley de castidad, al prepararnos y recibir el Sacerdocio de Melquisedec y concertar convenios sagrados en el templo.

En el templo nos preparamos y prometemos vivir la ley de consagración. Los jóvenes que están en condiciones de hacerlo, comienzan a vivir esta ley al procurar servir en un llamamiento misional, dando el diezmo de los primeros años de su vida al servicio de tiempo completo al Señor. Ese sacrificio los fortalece para continuar con el convenio más elevado en la vida: casarse y ser sellados en el templo, y formar una familia eterna.

A medida que avanzamos por el camino, forjamos una fortaleza espiritual en continuo progreso, la fortaleza de utilizar nuestro albedrío para actuar por nosotros mismos. Tanto los hombres jóvenes como las mujeres jóvenes ayudan a ese progreso cuando aprenden la doctrina y comparten sus testimonios por medio del nuevo curso de estudio Ven, sígueme.

Además, utilicen su albedrío para crecer personalmente. A medida que descubran sus dones y talentos, recuerden que los padres y asesores los pueden ayudar, pero ustedes deben dejar que el Espíritu los guíe. Escojan y actúen por ustedes mismos; estén motivados interiormente; hagan un plan para su vida que incluya la formación académica o vocacional. Exploren intereses y habilidades; trabajen y lleguen a ser autosuficientes; pónganse metas, superen los errores, obtengan experiencia y terminen lo que comenzaron.

A lo largo del camino, asegúrense de participar en las actividades familiares, de quórum y de clase, así como en las actividades combinadas de la Mutual. Disfruten de una diversión sana juntos. Mediante estas experiencias, llegarán a respetar y apreciar los dones espirituales de los unos y los otros, y la naturaleza eterna de los hijos e hijas de Dios que se complementan entre sí.

Ante todo, ¡tengan fe en el Salvador! ¡No teman! A medida que vivimos el Evangelio con diligencia, llegamos a fortalecernos en el Señor. Con Su fortaleza somos capaces de rechazar al anticristo que dice: “Comed, bebed y divertíos”, pues Dios “justificará la comisión de unos cuantos pecados… en esto no hay mal… porque mañana moriremos”7. En la fortaleza del Señor somos capaces de permanecer firmes ante cualquier filosofía o credo que niegue al Salvador y contradiga el gran y eterno plan de felicidad para todos los hijos de Dios.

No estamos autorizados a negociar las condiciones de ese plan eterno. Recuerden a Nehemías, a quien se le encomendó construir un muro para proteger Jerusalén. Algunos deseaban que descendiera y abandonara su posición, pero Nehemías se negó. No era intolerante con los demás, sino que se limitó a explicar: “Yo estoy ocupado en una gran obra y no puedo ir. ¿Por qué ha de cesar la obra…?”8.

A veces nos convertimos en un pararrayos y tenemos que “sufrir una descarga” por aferramos a las normas de Dios y hacer Su obra. Testifico que no tenemos que temer si estamos fundados en Su doctrina. Tal vez suframos incomprensión, críticas y hasta acusaciones falsas, pero nunca estamos solos. Nuestro Salvador fue “despreciado y rechazado de los hombres”9. ¡Es nuestro privilegio sagrado permanecer con Él!

Irónicamente, el permanecer firmes a veces significa evitar al mundo e incluso huir de él. El Salvador declaró: “Vete de mí, Satanás”10. José de Egipto huyó de las tentaciones de la esposa de Potifar11, y Lehi abandonó Jerusalén y llevó a su familia al desierto12.

Tengan la certeza de que todos los profetas que nos precedieron permanecieron firmes en su época:

Nefi llevó a cabo la singular obra del Señor a pesar de los bofetones de Satanás y las persecuciones de Lamán y Lemuel, sus hermanos13.

Abinadí testificó de Cristo haciendo frente a sospechas, desdén y una muerte certera14.

Los 2.000 jóvenes guerreros defendieron a sus familias contra aquellos que despreciaban los valores del Evangelio15.

Moroni alzó el estandarte de la libertad para preservar a las familias de su pueblo y la libertad religiosa16.

Samuel se subió a la muralla y profetizó de la venida de Cristo, aun en medio de las piedras y flechas que lo asediaban17.

El profeta José Smith restauró el evangelio del Salvador y selló su testimonio con su sangre18.

Los pioneros mormones permanecieron firmes ante la desalentadora oposición y tribulación, siguieron a un profeta en su gran travesía y en el establecimiento del Oeste.

Estos grandes siervos y santos de Dios fueron capaces de permanecer firmes porque permanecieron con el Salvador. Consideren la forma en que el Salvador permaneció firme:

Cuando era joven, Jesús se ocupó fielmente de los asuntos de Su Padre, enseñando el Evangelio a los hombres instruidos en el templo19. A lo largo de Su ministerio, llevó a cabo la obra del sacerdocio: enseñar, sanar, servir y bendecir a los demás. Cuando fue necesario, con valentía permaneció firme en contra del mal, aun hasta purificar el templo20. Siempre defendió la verdad, ya fuera con palabras o con un solemne silencio. Cuando los sacerdotes principales lo acusaron ante Caifás, Jesús, con sabiduría y valor, rehusó responder a la falsedad y guardó silencio21.

En el jardín de Getsemaní, nuestro Salvador y Redentor no se echó atrás ante el cometido de beber la amarga copa de la Expiación22. Sobre la cruz, sufrió de nuevo para cumplir la voluntad de Su Padre, hasta que al final pudo decir: “¡Consumado es!”23. Como respuesta a la obediencia perfecta del Salvador de permanecer firme, nuestro Padre Celestial declaró: “He aquí a mi Hijo Amado, en quien me complazco, en quien he glorificado mi nombre: a él oíd”24.

Mis queridos hermanos del sacerdocio, jóvenes y mayores, glorifiquemos el nombre de Dios permaneciendo firmes con nuestro Salvador Jesucristo. Comparto mi testimonio especial de que Él vive y que somos “llamados con un santo llamamiento”25 a participar en Su obra. “Por tanto, permaneced en lugares santos y no seáis movidos”26. Al seguir siendo obedientes y firmes en la doctrina de nuestro Dios, permanecemos en lugares santos, pues Su doctrina es sagrada y no cambiará en medio de los vientos sociales y políticos de nuestros días. Declaro, como lo hizo el apóstol Pablo: “Velad, estad firmes en la fe, portaos varonilmente, y sed fuertes”27. Ésta es mi ferviente oración por ustedes; en el santo nombre de Jesucristo. Amén.