2010–2019
“Ésta es mi obra y gloria”
Abril 2013


“Ésta es mi obra y mi gloria”

Dios ha dado libremente Su poder a aquellos que aceptan y honran Su sacerdocio, lo que conduce a las bendiciones prometidas de la inmortalidad y la vida eterna.

Presidente Packer, todos estaremos esperando la versión de los 98 [años] de ese maravilloso poema; qué hermosas instrucciones nos dio.

Hace unas semanas, en una noche fría y oscura de invierno, mi esposa Bárbara y yo contemplamos el cielo llenos de asombro. Los millones de estrellas lucían excepcionalmente brillantes y hermosas. Después, acudí a la Perla de Gran Precio y volví a leer con admiración lo que el Señor Dios le dijo a Moisés: “Y he creado incontables mundos, y también los he creado para mi propio fin; y por medio del Hijo, que es mi Unigénito, los he creado” (Moisés 1:33).

En la actualidad, el telescopio espacial Hubble ha confirmado la magnitud de lo que Moisés vio. Los científicos del Hubble dicen que se calcula que la galaxia de la Vía Láctea, de la cual nuestra tierra y nuestro sol son tan sólo una pequeña partícula, es sólo una de las más de 200 mil millones de galaxias similares. Para mí es difícil de comprender e imposible de percibir lo enorme y extensas que son las creaciones de Dios.

Hermanos y hermanas, el sacerdocio es el poder mediante el cual los cielos y la tierra fueron y son creados. Los que somos miembros de la Iglesia sabemos que la fuente de este poder del sacerdocio es el Dios Todopoderoso y Su Hijo Jesucristo. El sacerdocio no sólo es el poder mediante el cual los cielos y la tierra fueron creados, sino que también es el poder que el Salvador utilizó en Su ministerio terrenal para llevar a cabo milagros, para bendecir y sanar a los enfermos, para devolver la vida a los muertos y, como el Hijo Unigénito de nuestro Padre, para soportar el intenso dolor de Getsemaní y del Calvario, cumpliendo de ese modo las leyes de la justicia con misericordia, proporcionando una Expiación infinita y venciendo la muerte física por medio de la Resurrección.

Esas son las llaves de esta autoridad del sacerdocio, y el poder subsecuente es lo que Él otorgó a Pedro, Santiago y Juan y a Sus otros apóstoles para bendecir a los demás, y para atar en los cielos aquello que es atado en la tierra.

El poder del sacerdocio es un don sagrado y esencial de Dios. Es diferente de la autoridad del sacerdocio, que es la autorización para actuar en el nombre de Dios. La autorización u ordenación se confiere por la imposición de manos. El poder del sacerdocio únicamente se manifiesta cuando aquellos que lo ejercen son dignos y actúan de acuerdo con la voluntad de Dios. Tal como declaró el presidente Spencer W. Kimball: “El Señor nos ha dado a todos parte de Su autoridad, como poseedores que somos del sacerdocio, pero podemos reclamar los poderes de los cielos sólo basado en nuestra rectitud personal” (véase “Los héroes de la juventud”, Liahona, agosto de 1976, pág. 38).

Durante los gloriosos días de la Restauración y el restablecimiento de la Iglesia de Jesucristo en el mundo actual, Juan el Bautista; Pedro, Santiago y Juan; Moisés; Elías; y Elías el Profeta vinieron a la tierra y, mediante el profeta José Smith, restauraron todas las llaves y la autoridad del sacerdocio para la obra de Dios en estos últimos días.

Es por medio de esas llaves, de esa autoridad y de ese poder que la Iglesia de Jesucristo está organizada hoy día, con Cristo a la cabeza dirigiendo a Su profeta viviente, Thomas S. Monson, y con la ayuda de apóstoles debidamente llamados y ordenados.

En el grandioso plan de nuestro Padre Celestial, que incluye el sacerdocio, los hombres tienen la singular responsabilidad de administrarlo; pero ellos no son el sacerdocio. Los hombres y las mujeres desempeñan funciones diferentes pero igualmente valiosas. Así como una mujer no puede concebir un hijo sin el hombre, tampoco el hombre puede ejercer plenamente el poder del sacerdocio para establecer una familia eterna sin la mujer. En otras palabras, en la perspectiva eterna, el hombre y la mujer comparten el poder procreativo y el poder del sacerdocio. Como esposo y esposa, el hombre y la mujer se deben esforzar por seguir a nuestro Padre Celestial. Se deben centrar en las virtudes cristianas del amor, de la humildad y la paciencia al procurar las bendiciones del sacerdocio en su vida y para su familia.

Es sumamente importante que comprendamos que nuestro Padre Celestial ha proporcionado una manera para que todos Sus hijos e hijas puedan acceder a las bendiciones del sacerdocio y sean fortalecidos mediante este poder. En el plan que Dios tiene para Sus hijos procreados en espíritu es fundamental la declaración que Él ha hecho: “Porque, he aquí, ésta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39).

En la revelación dada al profeta José Smith en la sección 81 de Doctrina y Convenios, el Señor explica que el poder del sacerdocio se ha de utilizar para “[socorrer] a los débiles, [levantar] las manos caídas y [fortalecer] las rodillas debilitadas” (versículo 5).

“Y en el cumplimiento de [tales] cosas realizarás el mayor beneficio para tus semejantes, y adelantarás la gloria de aquel que es tu Señor” (D. y C. 81:4).

Al pensar en las imágenes de socorrer a los débiles, levantar las manos caídas y fortalecer las rodillas debilitadas, recuerdo a una dulce niña de siete años que le muestra a su abuelo una plantita de tomate que había cultivado desde que era una semilla como parte de un proyecto escolar de segundo grado.

Explicó que de una semillita puede nacer una planta, y que si se le da el cuidado necesario, producirá muchos tomates, los cuales a la vez tendrán muchas semillas.

Ella dijo: “Y si se plantaran todas esas semillas y nacieran más tomates, y si a su vez se plantaran todas esas semillas, en una pocas estaciones tendríamos millones de tomates”.

Y todo”, dijo asombrada, “de una sola semillita”.

Pero después agregó: “Casi maté mi planta; la dejé en un cuarto oscuro y se me olvidó regarla. Cuando me acordé de ella, estaba toda marchita y casi muerta. Lloré porque pensé en esos millones de tomates que nunca crecerían”.

Ella estaba tan entusiasmada por contarle a su abuelo sobre el “milagro” que había ocurrido.

Le explicó: “Mamá dijo que tal vez la planta no se hubiera muerto; que tal vez todo lo que necesitaba era un poco de agua y luz para que reviviera.

“Y tenía razón. Regué la planta y la coloqué en la ventana para que recibiera luz y, ¿sabes qué”, preguntó, “volvió a vivir y ¡ahora va a dar millones de tomates!”

Su pequeña planta de tomate, tan llena de potencial pero tan débil y marchita debido al descuido accidental, se fortaleció y revivió con la sencilla aplicación de agua y de luz mediante las manos tiernas y cariñosas de una niña.

Hermanos y hermanas, como hijos literales procreados en espíritu de un amoroso Padre Celestial, poseemos un potencial ilimitado y divino; pero, si no tenemos cuidado, podemos llegar a ser como la planta de tomates marchita. Podemos alejarnos de la verdadera doctrina y del evangelio de Cristo y volvernos desnutridos y marchitos espiritualmente, habiéndonos alejado de la luz divina y de las aguas vivas del eterno amor y del poder del sacerdocio del Salvador.

Aquellos que poseen el sacerdocio y que no se esfuerzan constantemente por honrarlo mediante el servicio a nuestras familias y a los demás serán como aquellos que no reciben las bendiciones inherentes al poder del sacerdocio y sin duda se marchitarán espiritualmente, habiéndose privado de los nutrientes espirituales esenciales, de la luz y del poder de Dios en sus vidas, al igual que la planta de tomates tan llena de potencial, pero descuidada y marchita.

El mismo poder del sacerdocio que creó mundos, galaxias y el universo puede y debe ser parte de nuestra vida para socorrer, fortalecer y bendecir a nuestra familia, nuestros amigos y nuestros vecinos; en otras palabras, para hacer las cosas que el Salvador haría si Él se encontrara ministrando entre nosotros hoy día.

Y el propósito fundamental de este sacerdocio es bendecirnos, santificarnos y purificarnos a fin de que podamos vivir juntos con nuestras familias en la presencia de nuestros Padres Celestiales, unidos por los sellamientos del sacerdocio, participando en la maravillosa obra de Dios y de Jesucristo de propagar por siempre Su luz y gloria.

Con este fin, hace unos meses tuve la oportunidad de participar en la producción de videos para la Capacitación Mundial de Líderes titulada Cómo fortalecer a la familia y la Iglesia por medio del sacerdocio.

Este innovador e instructivo DVD está traducido en 66 idiomas; allí se enseña cómo el poder del sacerdocio puede bendecir, vigorizar y revitalizar nuestra vida, la vida de nuestra familia y la vida de todos los miembros de la Iglesia.

Nos muestra a todos —hombres, mujeres y niños; casados, viudos o solteros; no importa cuáles sean nuestras circunstancias— cómo podemos participar de las bendiciones del sacerdocio. Hay varios segmentos de 8 a 12 minutos de duración que explican las llaves, la autoridad y cómo el poder del sacerdocio fortalece a las personas, a las familias y a la Iglesia.

Una escena especial se filmó en la pequeña vivienda pionera de mi bisabuela materna, Mary Fielding Smith, quien fue la esposa de Hyrum, el hermano mayor del profeta José Smith. Como madre sola, y mediante su fe firme en el sacerdocio, invocó ese poder y confió en él para criar y bendecir a sus hijos en el amor y la luz del Evangelio. Hoy día, su posteridad de miles de fieles líderes y miembros de la Iglesia le dan las gracias por su fe, valor y ejemplo.

Esta nueva capacitación para líderes ya está disponible en internet, en LDS.org, para que todos la vean y la utilicen (wwlt.lds.org). Se puede ver en vivo desde LDS.org o se puede descargar en la computadora, en los teléfonos inteligentes o en las tabletas.

La Primera Presidencia ha pedido “a las presidencias de estaca y a los obispados que dediquen una o más reuniones de consejo de estaca y de barrio para ver [todo] el DVD. Los consejos de estaca y de barrio deben hablar acerca de cómo poner en práctica las enseñanzas que se presentan” (Carta de la Primera Presidencia, 1º de febrero de 2013).

Su contenido inspirará y motivará a los miembros de los quórumes del sacerdocio, de la Sociedad de Socorro, la Escuela Dominical, las Mujeres Jóvenes y los Hombres Jóvenes (especialmente a los que se están preparando para servir en misiones) y en reuniones de la Primaria o reuniones combinadas del quinto domingo. Los miembros del consejo podrán entonces alentar a las personas y a los padres a utilizar esta presentación con su familia. Hermanos y hermanas, esta capacitación para líderes es para todo miembro de la Iglesia. Padres, repasen, compartan y analicen con sus hijos lo que aprendan y sientan, y permítanles ver y hacer lo mismo con ustedes, a fin de que su familia sea fortalecida mediante el sacerdocio.

Jesús dijo:

“Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (Juan 7:37).

“…mas el que bebiere del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que brote para vida eterna” (Juan 4:14).

“Yo soy la luz del mundo; el que me sigue… tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).

Si cualquiera de ustedes siente que su fe o su testimonio del plan del Padre Celestial es menos de lo que saben que debería ser, entonces vuélvanse más plenamente al Salvador. Permitan que Su luz y Su agua viva hagan por ustedes y por su familia lo que un poco de agua y luz hizo al dar nueva vida a la planta de tomates debilitada.

Ahora bien, comencé con la maravilla y el asombro de las creaciones de Dios por medio del poder del sacerdocio. Estoy aquí preguntándome, como supongo que la mayoría de ustedes lo harán, si el poder de Dios para instruirnos y bendecirnos se podrá comprender en su plenitud; es tan grandioso, majestuoso y poderoso.

José Smith dijo: “El Sacerdocio es un principio sempiterno, y existió con Dios desde la eternidad y existirá por la eternidad, sin principio de días ni fin de años” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 109).

Dios ha dado libremente Su poder a aquellos que aceptan y honran Su sacerdocio, lo que conduce a las bendiciones prometidas de la inmortalidad y la vida eterna.

Testifico que la obra de Jesucristo se lleva a cabo por medio del sacerdocio. Es el poder mediante el cual nuestro Padre Celestial y Su Amado Hijo crearon esta tierra y pusieron en marcha el gran plan de felicidad para nuestro beneficio. Que seamos prudentes y procuremos fortalecer nuestra propia vida, la vida de los integrantes de nuestra familia, y La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días por medio del poder del sacerdocio de Dios; es mi humilde ruego; en el nombre de Jesucristo. Amén.