2010–2019
Cuando se salva a una niña, se salva a generaciones
Abril 2013


Cuando se salva a una niña, se salva a generaciones

Su vida virtuosa bendecirá a sus antepasados, a sus familias ahora y a familiares aún por venir.

Es un honor para mí dirigirme a ustedes, valientes mujeres jóvenes de la Iglesia. Las vemos progresar en el sendero de aquellos que honran sus convenios, y sabemos que su vida virtuosa bendecirá a sus antepasados, a sus familias ahora y a familiares aún por venir; porque como dijo el presidente Gordon B. Hinckley, “Cuando se salva a una niña, se salva a generaciones”1.

Su sendero de convenios empezó en el momento en que fueron bautizadas y recibieron el don del Espíritu Santo; continúa cada semana en la reunión sacramental, un lugar santo donde renuevan sus convenios bautismales. Ahora es el momento de que se preparen para hacer los convenios del templo. “Las ordenanzas y los convenios sagrados disponibles en los santos templos hacen posible que… [regresemos] a la presencia de Dios y que [nuestras] familias sean unidas eternamente”2.

Permanezcan en lugares santos por sus antepasados. “Todo ser humano que viene a la tierra es el producto de generaciones de padres. Tenemos un anhelo natural de conectarnos con nuestros antepasados”3. Al participar en la historia familiar y la obra del templo, ustedes entrelazan su vida a la de sus antepasados cuando realizan por ellos las ordenanzas salvadoras.

Permanezcan en lugares santos por ustedes mismas y por su familia inmediata. Su ejemplo de rectitud será una fuente de gran gozo, sean cuales sean sus circunstancias familiares. Sus decisiones rectas las habilitarán para hacer y guardar convenios sagrados que unirán a su familia por la eternidad.

Permanezcan en lugares santos por su familia futura. Comprométanse a sellarse a su esposo en el templo, mediante el santo sacerdocio, al iniciar una unidad familiar eterna. Sus hijos serán bendecidos con la verdad cuando entrelacen el ejemplo virtuoso y testimonio inquebrantable de ustedes en la vida de ellos y les muestren el camino en el sendero de los convenios.

Vi la demostración de estos principios eternos en la reciente Competencia Internacional de Arte para Jóvenes. Megan Warner Taylor hizo una composición digital fotográfica, dando un enfoque moderno a la parábola de Cristo sobre las diez vírgenes4. Conocí a Megan y me explicó el simbolismo de la décima virgen, a quien describió como una joven de virtud y fe que estaba preparada para hacer y guardar convenios sagrados en el templo. Al igual que todas las vírgenes prudentes, la preparación personal de ésta ocurrió a medida que le añadía aceite a su lámpara, una gota a la vez, al vivir en rectitud constantemente. Me fijé en la hermosa trenza de su cabello. Megan explicó que la trenza representaba cómo la vida de esta joven virtuosa se entrelazaba con incontables generaciones. Una sección de la trenza representaba su amor y respeto entrelazado a sus antepasados; la segunda, su influencia recta entrelazada a su familia actual; y la tercera sección, su vida de preparación entrelazada con la vida de generaciones futuras.

Conocí a otra jovencita que al prepararse espiritualmente temprano ha entrelazado una vida de rectitud entre muchas generaciones.

Una bella tarde de septiembre, mi esposo y yo nos encontrábamos en el templo esperando la oportunidad de participar en las ordenanzas del templo. Chris, un amigo nuestro, entró en la sala. Fue maravilloso ver a este joven que acababa de regresar de una misión a Rusia.

Cuando la sesión estaba a punto de empezar, se sentó a mi lado una hermosa joven. Lucía radiante, sonriente y llena de luz. Deseaba conocerla, así que en voz baja me presenté. Musitó su nombre, Kate, y reconocí que el apellido era el mismo de una familia que había vivido en Michigan, donde vivió mi familia. Kate era la hija mayor, y hacía cinco semanas que había regresado de su misión a Alemania.

Durante la sesión, varias veces vino a mi mente el pensamiento: “Presenta a Kate a Chris”. Descarté la impresión, pues pensé: “¿Cuándo, dónde y cómo?”. Cuando nos preparábamos para irnos, Chris se acercó para despedirse y aproveché la oportunidad; acerqué a Kate a nosotros y dije en voz baja: “Ustedes son dos jóvenes virtuosos que necesitan conocerse”. Salí del templo satisfecha por haber hecho caso a mi impresión.

Camino a casa, mi esposo y yo hablamos sobre lo que recordábamos de los desafíos por los que había pasado la familia de Kate. Desde entonces he llegado a conocer mejor a Kate, y ella me ha ayudado a comprender las razones tras el semblante de alegría que observé en el templo aquel día.

Kate siempre ha tratado de permanecer en el sendero de sus convenios procurando lugares santos. Se crió en un hogar donde el llevar a cabo la noche de hogar, orar juntos y estudiar las Escrituras hacía de su hogar un lugar santo. Cuando era niña, aprendió acerca del templo, y la canción “Me encanta ver el templo” era una de sus preferidas para la noche de hogar5. De pequeña, vio el ejemplo de sus padres de buscar un lugar santo cuando iban al templo en una noche de fin de semana en vez de ir al cine o a cenar.

Ella amaba mucho a su padre, y él utilizó la autoridad del sacerdocio para ayudarla a hacer su primer convenio del bautismo. Después le colocaron las manos sobre la cabeza y ella recibió el Espíritu Santo. Kate dijo: “Estaba contenta de recibir el Espíritu Santo, y sabía que me ayudaría a permanecer en el sendero de la vida eterna”.

Para Kate, la vida transcurría de manera muy afortunada y feliz. A los 14 años empezó la secundaria y le encantaba seminario, otro lugar santo para aprender sobre el Evangelio. Un día, su maestro empezó a hablar sobre las pruebas de la vida y aseguró que todos las afrontaríamos. Ella se dijo a sí misma: “No quiero pruebas; no quiero oír esto”.

Tan sólo unas semanas después, su padre despertó un domingo de Pascua sumamente enfermo. Kate dijo: “Mi padre era una persona muy sana; corría en maratones. Mi madre se alarmó tanto al verlo tan enfermo que lo llevó al hospital. En menos de 36 horas tuvo un derrame cerebral que le paralizó la mayor parte del cuerpo; podía parpadear, pero el resto del cuerpo no le respondía. Recuerdo que lo vi y pensé: ‘Oh, no, me está pasando a mí; mi maestro de seminario tenía razón; estoy teniendo una prueba’”. A los pocos días, el padre de Kate falleció.

Kate prosiguió: “Fue muy difícil; uno no quiere perder al héroe de su vida. Sabía que podría considerarlo algo que me permitiría progresar o algo que demoraría mi progreso. No quería que me arruinara la vida, porque sólo tenía 14 años. Me esforcé por mantenerme lo más cerca del Señor que me fuese posible. Leía mucho las Escrituras. El capítulo 40 de Alma me aseguró que la Resurrección es real y que por medio de la expiación de Cristo podría volver a estar con mi padre. Oré mucho; escribía en mi diario siempre que podía; el hacerlo mantenía fuerte mi testimonio. Iba a la Iglesia y a las Mujeres Jóvenes cada semana; me rodeaba de buenos amigos; me mantenía cerca de parientes que me amaban, especialmente de mi mamá, que era el ancla en nuestra familia. Pedí a mi abuelo y a otros poseedores del sacerdocio bendiciones del sacerdocio”.

Esas decisiones constantes, al igual que las de la virgen prudente, añadieron aceite a la lámpara de Kate. A ella la motivaba el deseo de volver a estar con su padre; sabía que su padre estaba al tanto de las decisiones que tomaba y no quería decepcionarlo. Deseaba tener una relación eterna con él, y comprendía que el permanecer en su sendero de convenios mantendría su vida firmemente entrelazada con la de él.

Sin embargo, no fue el fin de la pruebas; cuando Kate cumplió 21 años y envió los papeles para la misión, a su madre le diagnosticaron cáncer. Kate tenía que tomar una importante decisión: ¿Debía quedarse en casa y apoyar a su madre o irse a la misión? La madre recibió una bendición del sacerdocio en la que se le prometió que sobreviviría a la enfermedad. Con la seguridad de esa bendición, Kate prosiguió con fe y continuó con sus planes para servir en una misión.

Kate dijo: “Estaba tomando un paso hacia la oscuridad, pero mientras estaba en la misión, por fin llegó la luz y recibí noticias de que la bendición de mi madre se había cumplido. Me sentía muy feliz por no haber aplazado el servir al Señor. Cuando surgen cosas difíciles, es fácil estancarse y no querer seguir adelante, pero si uno pone al Señor en primer lugar, las adversidades pueden conducir a hermosas bendiciones. Uno puede ver Su mano y presenciar milagros”. Kate pudo sentir la realidad de las palabras del presidente Thomas S. Monson: “…las oportunidades más grandes de crecimiento y desarrollo en la vida se nos presentarán en las épocas de mayor dificultad”6.

Kate tenía esa clase de fe porque entendía el Plan de Salvación. Sabía que vivimos antes, que la tierra es un tiempo de probación, y que volveremos a vivir. Tenía fe en que su madre sería bendecida, pero a raíz de la experiencia que tuvo con su padre, sabía que si su madre llegara a morir, todo estaría bien. Ella dijo: “No sólo pude soportar la muerte de mi padre, sino que se convirtió en parte de mi identidad para bien; y si mi madre se hubiese ido, habría ocurrido la misma cosa; habría servido para entrelazar mi testimonio con más firmeza”7.

Kate había estado en busca de un lugar santo la noche que la encontré en el templo. Con el deseo de entrelazar más firmemente las relaciones eternas que resultan de prestar servicio en el templo, ella siguió el modelo que sus padres habían dado de asistir al templo con regularidad.

No ocurrió mucho la noche que le presenté a Kate a Chris, pero al buscar otro lugar santo el siguiente domingo, Kate vio a Chris entre cientos de jóvenes adultos solteros en un devocional de instituto. Allí fue donde se conocieron mejor. Unas semanas más tarde, Chris la invitó a mirar la conferencia general con él. A través de su cortejo, siguieron buscando lugares que invitaban al Espíritu, y finalmente se sellaron en el templo, el lugar santo donde se conocieron. Ahora ambos se encuentran cumpliendo la sagrada responsabilidad de la paternidad, entrelazando sus testimonios del Plan de Salvación en la vida de tres niños pequeños, mostrándoles el camino en el sendero de los convenios.

“Cuando se salva a una niña, se salva a generaciones”. La decisión de Kate, cuando tenía 14 años, de permanecer en el sendero, de añadir constantemente aceite a su lámpara y de permanecer en lugares santos ha salvado y salvará a generaciones. El buscar los datos de sus antepasados y prestar servicio en el templo ha entrelazado el corazón de ella al de ellos. El participar en la historia familiar y la obra del templo de igual modo entrelazará el corazón de ustedes y brindará a sus antepasados la oportunidad de la vida eterna.

Vivir el Evangelio en sus hogares también añadirá aceite a sus lámparas y entrelazará fortaleza espiritual en sus hogares ahora y bendecirá a su familia futura de incontables maneras. Además, como dijo el élder Robert D. Hales: “Si el ejemplo que recibimos de nuestros padres no fue bueno, tenemos la responsabilidad de interrumpir ese ciclo… y [enseñar] tradiciones correctas para las generaciones futuras”8.

Decidan ahora hacer todo lo que les sea posible por llenar sus lámparas, que su firme testimonio y ejemplo se entrelace en la vida de muchas generaciones pasadas, presentes y futuras. Testifico que sus vidas virtuosas no sólo salvarán a generaciones, sino que salvarán su vida eterna, ya que es la única manera de regresar a nuestro Padre Celestial y encontrar verdadero gozo ahora y por la eternidad. En el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. Gordon B. Hinckley, “El permanecer firmes e inquebrantables”, Reunión Mundial de Capacitación de Líderes”, 10 de enero de 2004, pág. 21; véase también Gordon B. Hinckley, “Our Responsibility to Our Young Women,” Ensign, septiembre de 1988, pág. 10.

  2. “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, Liahona, noviembre de 2010, pág. 129.

  3. Russell M. Nelson, “Generaciones entrelazadas con amor”, Liahona, mayo de 2010, pág. 92.

  4. Véase Mateo 25:1–13.

  5. Véase “Me encanta ver el templo”, Canciones para los niños, pág. 99.

  6. Thomas S. Monson, “Afrontad a vuestro Goliat”, Liahona, mayo de 1987, pág. 6.

  7. Entrevista personal con la autora, 2013.

  8. Véase Robert D. Hales, “¿Cómo nos recordarán nuestros hijos?”, Liahona, enero de 1994, pág. 10.