2010–2019
Hacer el seguimiento
Abril 2014


Hacer el seguimiento

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Élder M. Russell Ballard

Todos podemos participar de manera más constante en la obra misional al reemplazar nuestro temor con verdadera fe.

En septiembre se cumplirán sesenta y cuatro años desde que regresé a casa de mi misión en Inglaterra. Tres días después de haber vuelto, asistí a un baile de inicio de cursos de la Universidad de Utah con un amigo. Él me dijo que yo tenía que conocer a una hermosa estudiante del segundo año que se llamaba Barbara Bowen; fue y la trajo, nos presentó, y empezamos a bailar.

Lamentablemente, era un baile en el que uno bailaba con la chica sólo hasta que otra persona le tocara el hombro; de ese modo esa persona lo reemplazaba y seguía bailando con ella. Barbara era una muchacha alegre y popular, de modo que bailamos menos de un minuto antes de que otro joven viniera a tocarme el hombro.

Yo no podía conformarme con eso. Había aprendido en mi misión la importancia de hacer el seguimiento, por lo que conseguí el número de teléfono de ella y la llamé al día siguiente para pedirle que saliéramos juntos; sin embargo, ella estaba demasiado ocupada con los estudios y compromisos sociales. Por suerte, la misión me enseñó a perseverar ante el desánimo y, al final, pude hacer arreglos para salir con ella, lo que condujo a que saliésemos juntos otras veces. De algún modo, en esas ocasiones pude convencerla de que yo era el único ex misionero verdadero y viviente, por lo menos para ella. Ahora, 64 años más tarde, tenemos siete hijos, muchos nietos y bisnietos que son evidencia de la importante verdad de que no importa cuán bueno sea el mensaje que uno tenga, quizás no se presente la oportunidad de darlo a conocer sin un seguimiento constante y repetitivo.

Ésta quizás sea la razón por la que he sentido la clara impresión hoy de dar seguimiento a dos de mis mensajes previos de conferencia general.

En la conferencia de octubre de 2011, rogué que recordáramos estas importantes palabras del Señor: “porque así se llamará mi iglesia en los postreros días, a saber, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los ÚltimosDías”1.

Con esas palabras, el Señor deja claro que éste no es sólo un título formal, sino también el nombre por el cual se habrá de llamar Su Iglesia. A raíz de esa clara afirmación, no debemos referirnos a la Iglesia por ningún otro nombre, como “la Iglesia Mormona” o “la Iglesia SUD”.

El término mormón se puede usar apropiadamente en algunos contextos para referirse a los miembros de la Iglesia, como en el caso de los pioneros mormones, o a instituciones como el Coro del Tabernáculo Mormón. A los miembros de la Iglesia se los conoce comúnmente como mormones, y al interactuar con personas que no sean de nuestra fe, es apropiado si nos referimos a nosotros mismos como mormones, siempre y cuando agreguemos el nombre completo de la Iglesia.

Si los miembros aprenden a usar el nombre correcto de la Iglesia en relación con la palabra mormón recalcará que somos cristianos y miembros de la Iglesia del Salvador.

Hermanos y hermanas, hagamos un seguimiento y cultivemos el hábito de siempre aclarar que pertenecemos a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

El segundo mensaje sobre el que creo que debo hacer un seguimiento lo mencioné en la última conferencia general, cuando animé a los miembros a que oraran a fin de ser guiados por lo menos a una persona a quien pudiesen invitar a aprender acerca del Evangelio restaurado antes de la Navidad. Muchos miembros de la Iglesia me han contado de algunas experiencias especiales que han resultado al pedir al Señor oportunidades misionales.

Un ex misionero, por ejemplo, oró específicamente para ser guiado a la persona a quien podría ayudar. Acudió a su mente el nombre de una antigua compañera de la universidad; la buscó en Facebook, y se enteró que ella había estado orando para encontrar propósito y significado en su vida. Él hizo un seguimiento en el preciso momento en que ella buscaba la verdad; y en diciembre, se bautizó.

Me enteré de muchas otras invitaciones similares, pero sólo unas pocas personas han hecho el seguimiento que hizo este hermano.

Creo firmemente en el principio de hacer un seguimiento. Tal como dice en la guía misional Predicad Mi Evangelio: “Invitar a hacer un compromiso sin verificar si éste se está cumpliendo es como comenzar un viaje sin terminarlo o como comprar una entrada para un concierto y no entrar en el teatro. Si la acción no se lleva a cabo, el compromiso es vago”2.

Predicad Mi Evangelio nos enseña a todos no sólo cómo invitar a hacer un compromiso, sino también cómo verificar si se está cumpliendo. El objetivo de la obra misional se define como invitar “a las personas a venir a Cristo al ayudarlas a que reciban el Evangelio restaurado mediante la fe en Jesucristo y Su expiación, el arrepentimiento, el bautismo, la recepción del don del Espíritu Santo y el perseverar hasta el fin”3.

Ciertamente el invitar es parte del proceso, pero fíjense en que la obra misional abarca mucho más que el hecho de que los miembros simplemente inviten a las personas a escuchar a los misioneros. Incluye además que los misioneros den seguimiento en cuanto a edificar la fe, la motivación para arrepentirse, la preparación para hacer convenios y el perseverar hasta el fin.

Este principio de dar seguimiento se ilustra en el libro de Hechos:

“Pedro y Juan subían juntos al templo…

“Y era traído un hombre que era cojo desde el vientre de su madre, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna a los que entraban en el templo.

“Éste, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogó que le diesen limosna.

“Y Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos.

“Entonces él estuvo atento a ellos, esperando recibir algo de ellos.

“Y Pedro dijo: No tengo plata ni oro, mas lo que tengo te doy: En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda!”.

Ésa fue una potente invitación de un siervo del Señor, ¿no es así? Pero Pedro no terminó con la invitación. En el relato de las Escrituras que sigue dice que “tomándole de la mano derecha le levantó, y al instante fueron afirmados sus pies y sus tobillos;

“y saltando, se puso de pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando y alabando a Dios”4.

En otras palabras, Pedro no simplemente invocó su autoridad del sacerdocio e invitó al hombre a levantarse y andar; él dio seguimiento a esa invitación al acercarse al hombre, tomarlo de la mano derecha, levantarlo, y después caminar con él al templo.

Tomando en cuenta el ejemplo de Pedro, permítanme sugerir que todos podemos participar de manera más constante en la obra misional al reemplazar nuestro temor con verdadera fe, invitando a alguien por lo menos una vez por trimestre —o cuatro veces cada año— para que los misioneros de tiempo completo les enseñen. Ellos están preparados para enseñar por el Espíritu con inspiración sincera y profunda del Señor. Juntos podemos dar seguimiento a esas invitaciones, tomar a los demás de la mano, levantarlos y caminar con ellos en su trayectoria espiritual.

A fin de ayudarlos en este proceso, invito a todos los miembros, no importa su actual llamamiento o nivel de actividad en la Iglesia, a obtener un ejemplar de Predicad Mi Evangelio. Está disponible a través de nuestros centros de distribución y también en línea. La versión en línea se puede leer o descargar gratuitamente. Es una guía para efectuar la obra misional, lo cual significa que es una guía para todos nosotros. Léanla, estúdienla y luego apliquen lo que aprendan a fin de comprender cómo llevar almas a Cristo mediante la invitación y el seguimiento. Como ha dicho el presidente Thomas S. Monson: “Ahora es el momento de que los miembros y los misioneros se unan y trabajen juntos, que trabajen en la viña del Señor para llevar almas a Él”5.

Jesucristo enseñó a Sus discípulos:

“A la verdad la mies es mucha, pero los obreros son pocos.

“Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”6.

El Señor ha contestado esa oración en nuestros días con el mayor número de misioneros de tiempo completo en la historia del mundo. Con esta nueva ola de obreros fieles, el Señor nos ha dado otra oportunidad de ayudarlo en esa gran cosecha de almas.

Hay maneras prácticas de que los miembros ayuden y den apoyo a nuestros misioneros excepcionales. Por ejemplo, pueden decir a los misioneros que están estudiando Predicad Mi Evangelio y pedir que les muestren lo que están aprendiendo en sus estudios. Al hacer un intercambio mutuo de ideas, ciertamente nacerá una mayor confianza entre miembros y misioneros de tiempo completo, tal como el Señor mandó:

“[Para] que todo hombre hable en el nombre de Dios el Señor, el Salvador del mundo”7.

Y, “He aquí, os envié para testificar y amonestar al pueblo, y conviene que todo hombre que ha sido amonestado, amoneste a su prójimo”8.

Hermanos y hermanas, ¿se imaginan el impacto que causaría si en las cartas y correos electrónicos que los familiares y amigos envían a sus misioneros de tiempo completo incluyeran lo que están aprendiendo de su estudio personal de Predicad Mi Evangelio? ¿Pueden imaginarse las bendiciones que recibirán las familias cuando sepan y comprendan mejor lo que sus hijos e hijas estarán estudiando y enseñando en sus misiones? ¿Tienen siquiera una idea de las extraordinarias bendiciones de la gracia expiatoria que recibiremos, tanto individual como colectivamente, de acuerdo con la promesa del Señor a todos los que testifiquen al participar en invitar almas a venir a Él, y después dar seguimiento a esas invitaciones?

El Señor dijo por medio del profeta José Smith: “…benditos sois, porque el testimonio que habéis dado se ha escrito en el cielo para que lo vean los ángeles; y ellos se regocijan a causa de vosotros, y vuestros pecados os son perdonados”9.

“…porque yo os perdonaré vuestros pecados con este mandamiento: Que os conservéis firmes… en dar testimonio a todo el mundo de las cosas que os son comunicadas”10.

Si hacemos seguimiento, el Señor no nos fallará. He visto el gozo indescriptible que acompaña a la invitación motivada por el testimonio y el seguimiento fiel que ocurre entre los miembros de la Iglesia por todo el mundo. Recientemente, cuando estuve en Argentina, alenté a los miembros a que invitaran a alguien a la Iglesia antes de esta conferencia general. Un niño de ocho años llamado Joshua puso atención e invitó a su mejor amigo y a la familia de su amigo a una reunión de puertas abiertas en su barrio de Buenos Aires. Permítanme leer una carta que acabo de recibir que explica la invitación que extendió Joshua y su fiel seguimiento:

“Cada varios minutos, [Joshua] corría a la puerta para ver si venían. Decía que estaba seguro de que [irían].

“Pasó el tiempo, y el amigo de Joshua no llegaba, pero éste no se daba por vencido. Diligentemente se asomaba por la puerta cada varios minutos. Llegó la hora de empezar a guardar todo en su lugar, cuando Joshua empezó a brincar y a exclamar: ‘¡Están aquí! ¡Están aquí!’. Me asomé y vi a toda una familia que se acercaba a la capilla; Joshua corrió para saludarlos y abrazó a su amigo. Entraron y pareció que disfrutaron mucho de la actividad; tomaron algunos folletos y pasaron tiempo conociendo a algunas nuevas amistades. Fue maravilloso ver la fe de este pequeño y saber que los niños de la Primaria también pueden ser misioneros”11.

Es mi testimonio que al trabajar juntos para buscar personas a quienes enseñar, invitar y hacer el seguimiento con confianza y fe, el Señor estará contento con nosotros y miles de los hijos de Dios encontrarán propósito y paz en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Que el Señor nos bendiga a todos en nuestros esfuerzos por apresurar la obra de salvación, ruego humildemente; en el nombre de Jesucristo. Amén.