2010–2019
“Porque ejemplo os he dado”
Abril 2014


“Porque ejemplo os he dado”

Imagen
Élder Richard G. Scott

El ejemplo más grandioso que jamás caminó sobre la tierra es nuestro Salvador Jesucristo… Él nos invita a seguir Su ejemplo perfecto.

Al meditar sobre mi deber de compartir el Evangelio, reflexioné en seres queridos cuya tierna influencia me ayudó a encontrar el sendero divino que ayudó a mi progreso espiritual. En momentos importantes de mi vida, el Padre Celestial me bendijo con alguien que se interesó lo suficiente por mí como para encaminar mis decisiones hacia la dirección correcta. Ellos obedecían las palabras del Salvador: “Porque ejemplo os he dado, para que así como yo os he hecho, vosotros también hagáis”1.

En mi niñez, mi padre no era miembro de la Iglesia y mi madre era menos activa. Vivíamos en Washington D.C. y los padres de mi madre vivían a 4.000 kilómetros, en el estado de Washington. Algunos meses después de cumplir mis ocho años, mi abuela Whittle cruzó el país para visitarnos. Ella estaba preocupada porque ni mi hermano mayor ni yo nos habíamos bautizado. No sé qué le dijo a mis padres al respecto, pero una mañana nos llevó a mi hermano y a mí al parque y nos habló de la importancia de ser bautizados y de asistir regularmente a las reuniones de la Iglesia. No recuerdo exactamente lo que nos dijo, pero sus palabras me llegaron muy profundamente y al poco tiempo, mi hermano y yo nos bautizamos.

Ella siguió apoyándonos. Recuerdo que cuando a mi hermano o a mí nos asignaban un discurso en la Iglesia, la llamábamos por teléfono para pedirle sugerencias, y a los pocos días un discurso escrito a mano nos llegaba por correo. Después de un tiempo, sus sugerencias sólo eran bosquejos que requerían más esfuerzo de nuestra parte.

La abuela usaba sólo la valentía y el respeto necesario para ayudar a mi padre a darse cuenta de la importancia que tenía el llevarnos a la Iglesia para asistir a nuestras reuniones. De todas las formas apropiadas posibles nos ayudaba a sentir la necesidad del Evangelio en nuestra vida.

Lo más importante era que sabíamos que ella nos amaba y amaba el Evangelio. ¡Ella fue un ejemplo maravilloso! ¡Cuán agradecido me siento por el testimonio que compartió conmigo cuando era pequeño! Su influencia cambió la dirección de mi vida para mi bien eterno.

Años después, cuando estaba por graduarme de la universidad, me enamoré de una hermosa joven llamada Jeanene Watkins, y pensé que ella también comenzaba a sentir algo profundo por mí. Una noche en que hablábamos del futuro, ella, con mucho tacto, introdujo a la conversación una frase que cambió mi vida para siempre. Dijo: “Cuando me case, será en el templo, con un joven fiel que haya regresado de la misión”.

Antes de ese momento yo no había pensado mucho acerca de una misión, pero esa noche, mi motivación para prestar servicio misional cambió drásticamente. Me fui a casa sin pensar en nada más. Estuve despierto toda la noche, y al día siguiente no podía concentrarme en mis estudios. Después de mucho orar, tomé la decisión de reunirme con mi obispo y comenzar a llenar la solicitud para servir en una misión.

Jeanene nunca me pidió que sirviera en una misión por ella. Me amaba lo suficiente como para compartir su convicción conmigo y darme la oportunidad de escoger la dirección de mi vida. Los dos servimos en una misión y más tarde nos sellamos en el templo. La valentía y el cometido de Jeanene hacia su fe marcaron una gran diferencia en nuestra vida juntos. Estoy seguro de que no hubiéramos sido tan felices sin su firme fe en el principio de servir al Señor primero. ¡Ella es un maravilloso ejemplo de rectitud!

Tanto mi abuela Whittle como Jeanene me amaron lo suficiente como para compartir su convicción de que las ordenanzas del Evangelio y el servicio al Padre Celestial bendecirían mi vida. Ninguna me presionó ni me hizo sentir mal acerca de cómo era yo. Ellas sencillamente me amaron y amaron al Padre Celestial. Ambas sabían que Él podía hacer más con mi vida de lo que yo podía hacer solo. Valientemente y de forma amorosa, ambas me ayudaron a encontrar el sendero de mayor felicidad.

¿Cómo podemos cada uno de nosotros ser una influencia tan importante? Debemos asegurarnos de amar sinceramente a quienes deseemos ayudar rectamente, de forma que ellos comiencen a cultivar su confianza en el amor de Dios. Para muchos en el mundo, el primer reto al aceptar el Evangelio es tener fe en el Padre Celestial, quien los ama con un amor perfecto. Es más fácil desarrollar esa fe cuando se tienen amigos o familiares que los aman de manera similar.

Al brindarles confianza en el amor que les tienes, eso puede ayudarlos a desarrollar fe en el amor de Dios. Después, mediante tu amorosa y considerada comunicación, la vida de ellos será bendecida al compartir las lecciones que hayas aprendido, las experiencias que hayas tenido y los principios que hayas seguido para encontrar soluciones a tus problemas. Demuestra interés sincero en su bienestar y después comparte tu testimonio del evangelio de Jesucristo.

Puedes ayudarlos basándote en los principios y las doctrinas. Alienta a quienes amas a buscar la forma de comprender lo que el Señor desearía de ellos. Una manera de hacerlo es haciéndoles preguntas que los hagan pensar y después concediéndoles tiempo, ya sean horas, días, meses o más, para meditar y buscar por ellos mismos las respuestas a sus oraciones. Ayúdalos a saber que las Escrituras son una fuente de conocimiento importante para recibir y darse cuenta de las respuestas. De ese modo, los ayudarás a prepararse para oportunidades y problemas futuros.

El propósito de Dios es: “Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre”2. Eso es fundamental en todo lo que hacemos. A veces estamos tan absortos en cosas que encontramos fascinantes, o tan consumidos por las responsabilidades mundanas, que nos olvidamos de los propósitos de Dios. Al enfocar siempre tu vida en los principios más básicos, obtendrás una comprensión de lo que debes hacer, y producirás más frutos para el Señor y más felicidad para ti.

Cuando centres tu vida en los principios básicos del Plan de Salvación, te concentrarás mejor en compartir lo que sabes porque entiendes la importancia eterna de las ordenanzas del Evangelio. Compartirás lo que sabes de forma que tus amigos se sientan alentados a desear ser espiritualmente fortalecidos. Ayudarás a tus seres queridos a comprometerse a obedecer todos los mandamientos [de Dios] y a tomar sobre sí el nombre de Jesucristo.

Recuerda que la conversión de las personas es sólo una parte de la obra. Trata siempre de fortalecer a las familias. Enseña con la visión de la importancia de que las familias se sellen en el templo. Con algunas familias puede tomar años, ese fue el caso de mis padres. Años después de bautizarme, mi padre se bautizó, y luego mi familia se selló en el templo. Mi padre sirvió como sellador en el templo y mi madre sirvió a su lado. Cuando tienes esa visión de las ordenanzas selladoras del templo, ayudarás a edificar el reino de Dios sobre la tierra.

Recuerda que el amarlos es el cimiento de poder para influir a quienes deseas ayudar. La influencia de mi abuela Whittle y de mi esposa Jeanene no hubiera tenido significado si yo no hubiera sabido que ellas me amaban y deseaban lo mejor para mí.

Además de amarlos, confía en ellos. En algunos casos podrá parecer difícil confiar en ellos, pero debes buscar la forma de hacerlo. Los hijos del Padre Celestial pueden hacer cosas asombrosas cuando sienten que se confía en ellos. Cada hijo de Dios en la vida terrenal escogió el plan del Salvador. Confía en que, al tener la oportunidad, volverán a hacerlo.

Comparte principios que ayuden a quienes amas a seguir adelante en el camino a la vida eterna. Recuerda que todos progresamos línea por línea. Tú has seguido ese modelo para llegar a comprender el Evangelio. Enseña el Evangelio en forma sencilla.

Tu testimonio personal de la expiación de Jesucristo es una herramienta poderosa. Otros recursos son la oración, el Libro de Mormón y las demás Escrituras, así como tu cometido a las ordenanzas del sacerdocio. Todo ello facilitará la inspiración del Espíritu, en la cual es tan importante que tú confíes.

Para ser eficaz y hacerlo como Cristo lo hizo3, concéntrate en este principio básico del Evangelio: La Expiación de Jesucristo hace posible que lleguemos a ser más semejantes a nuestro Padre Celestial a fin de que podamos vivir juntos eternamente como unidades familiares.

No hay doctrina más fundamental para nuestra obra que la expiación de Jesucristo. En toda oportunidad apropiada, testifica del Salvador y del poder de Su sacrificio expiatorio. Usa Escrituras que enseñen de Él y de por qué es el modelo perfecto para todos4. Deberás estudiar diligentemente. No te preocupes tanto por las cosas triviales para que no pierdas la oportunidad de aprender la doctrina y las enseñanzas del Señor. Con un cimiento doctrinal personal sólido, puedes ser un poderoso recurso para compartir la verdad con aquellos que lo necesiten desesperadamente.

Servimos mejor a nuestro Padre Celestial al ser una influencia buena para los demás y para servirlos5. El ejemplo más grandioso que jamás caminó sobre la tierra es nuestro Salvador Jesucristo. Su ministerio terrenal estuvo colmando de enseñanza, servicio y amor. Se sentó con gente que era considerada indigna de Su compañía; amó a cada uno de ellos; percibió sus necesidades y les enseñó Su evangelio. Él nos invita a seguir Su ejemplo perfecto.

Sé que Su evangelio es el camino a la paz y la felicidad en esta vida. Ruego que recordemos hacer lo que Él hizo y compartamos nuestro amor, confianza y conocimiento de la verdad con los demás que todavía no han aceptado la luz brillante del Evangelio. En el nombre de Jesucristo. Amén.