2010–2019
Cómo recibir un testimonio de luz y verdad
Octubre 2014


Cómo recibir un testimonio de luz y verdad

Su testimonio personal de luz y verdad no sólo los bendecirá a ustedes y a su posteridad aquí en la vida terrenal, sino que también los acompañará por toda la eternidad.

Como piloto de aerolíneas, volé muchas horas a través de continentes y océanos durante la oscuridad de la noche. Al mirar el cielo nocturno desde la ventana de mi cabina, en especial la Vía Láctea, a menudo me maravillaba de la inmensidad y la profundidad de las creaciones de Dios, lo que en las Escrituras se describe como “incontables mundos”1.

Hace menos de un siglo que la mayoría de los astrónomos suponían que nuestra galaxia, la Vía Láctea, era la única galaxia en el universo2. Ellos suponían que todo lo que había más allá de nuestra galaxia era un inmenso vacío, un hueco infinito —vacío, frío y carente de estrellas, de luz y de vida.

Cuando los telescopios se volvieron más sofisticados —entre ellos los telescopios que se podían lanzar al espacio— los astrónomos comenzaron a comprender una verdad espectacular, casi incomprensible: el universo es mucho más increíblemente grande de lo que cualquiera había creído antes, y los cielos están llenos de innumerables galaxias inmensamente lejos de nosotros, y cada una de ellas contiene cientos de billones de estrellas3.

En un corto período, nuestro entendimiento del universo cambió para siempre.

Hoy en día podemos ver algunas de esas galaxias lejanas4.

Sabemos que están ahí.

Han estado allí por mucho tiempo.

Pero antes de que la humanidad tuviera instrumentos lo suficientemente poderosos para acumular luz celestial y hacer posible el ver estas galaxias, no creíamos que tal cosa era posible.

La inmensidad del universo no cambió de repente, sino nuestra habilidad para ver y entender esta verdad cambió radicalmente; y con esa luz mayor, se introdujo a la humanidad a panoramas gloriosos que nunca antes nos habíamos imaginado.

Es difícil para nosotros creer lo que no podemos ver

Supongamos que pudiesen viajar en el tiempo y mantener una conversación con personas que vivieron hace mil o incluso cien años. Imagínense tratando de describirles algunas de las tecnologías modernas que ustedes y yo consideramos normales hoy. Por ejemplo, ¿qué pensarían esas personas de nosotros si les contáramos historias de aviones Jumbo, hornos de microondas, dispositivos manuales que contienen vastas bibliotecas digitales y videos de nuestros nietos que instantáneamente compartimos con millones de personas en todo el mundo?

Algunas personas quizás nos creerían; la mayoría nos ridiculizaría, se opondrían o incluso quizás buscarían hacernos callar o hacernos daño. Algunas podrían intentar aplicar la lógica, el razonamiento y los hechos como los conocen para demostrar que estamos equivocados, que somos insensatos o incluso peligrosos. Podrían condenarnos por intentar confundir a los demás.

Pero por supuesto, estas personas estarían completamente equivocadas. Podrían tener buenas intenciones y ser sinceras; quizás tengan la absoluta certeza de que su opinión es correcta; pero simplemente no podrían ver con claridad porque no han recibido todavía la luz de verdad más completa.

La promesa de luz

Parece ser un rasgo humano el suponer que estamos en lo correcto incluso cuando estamos equivocados. Y, si ése es el caso, ¿qué esperanza hay para nosotros? ¿Estamos destinados a naufragar sin rumbo en un océano de información contradictoria, varados en una balsa que tan débilmente hemos construido con nuestras propias tendencias?

¿Es posible encontrar la verdad?

El propósito de mis palabras es proclamar el mensaje de gozo que Dios mismo —Jehová de los ejércitos, que conoce toda la verdad— ha dado a Sus hijos la promesa de que pueden conocer la verdad por sí mismos.

Por favor, consideren la importancia de esta promesa:

El Dios Sempiterno y Omnipotente, el Creador de este vasto universo, hablará a quienes se acerquen a Él con un corazón sincero y verdadera intención.

Él les hablará a ellos en sueños, visiones, pensamientos y sentimientos.

Él hablará de una manera que es inconfundible y que trasciende la experiencia humana. Él les dará guía divina y respuestas para su vida personal.

Por supuesto, habrá quienes se burlen y digan que tal cosa es imposible, que si hubiera un Dios, Él tendría mejores cosas que hacer que escuchar y responder la oración de una persona.

Pero yo les digo lo siguiente: Dios se interesa por ustedes. Él escuchará y responderá sus preguntas personales. Las respuestas a sus oraciones vendrán a la manera de Él y en Su propio tiempo y, por lo tanto, necesitan aprender a escuchar Su voz. Dios desea que encuentren el camino de regreso a Él; y el Salvador es el camino5. Dios quiere que ustedes aprendan acerca de Su Hijo Jesucristo, y que sientan la paz y el gozo profundos que vienen de seguir el camino del discipulado divino.

Mis queridos amigos, hay un experimento bastante sencillo, con una garantía de Dios, que se encuentra en un antiguo pasaje de Escrituras disponible a cada hombre, mujer y niño que desee ponerla a prueba:

Primero: Deben buscar la palabra de Dios. Eso significa leer las Escrituras y estudiar las palabras de los profetas antiguos como de los modernos con respecto al evangelio restaurado de Jesucristo, no con la intención de dudar o criticar, sino con un deseo sincero de descubrir la verdad. Mediten sobre las cosas que sientan y preparen sus mentes para recibir la verdad6; “aunque no sea más que un deseo de creer, dejad que este deseo obre en vosotros… hasta… que deis cabida a una porción de [las palabras de Dios]”7.

Segundo: Deben considerar, meditar y esforzarse valientemente por creer8, y estar agradecidos por lo misericordioso que ha sido el Señor con Sus hijos desde los tiempos de Adán hasta nuestros días al proporcionarnos profetas, videntes y reveladores que dirigen Su Iglesia y nos ayudan a encontrar el camino de regreso a Él.

Tercero: Deben pedir al Padre Celestial, en el nombre de Su Hijo Jesucristo, que les manifieste la verdad de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Pidan con un corazón sincero y con verdadera intención, teniendo fe en Cristo9.

También hay un cuarto paso, que el Salvador mismo nos indicó: “El que quiera hacer la voluntad de [Dios] conocerá si la doctrina es de Dios o si yo hablo por mí mismo”10. En otras palabras, cuando traten de comprobar la verdad de principios del Evangelio, primero deben vivirlos. Pongan a prueba en su propia vida la doctrina del Evangelio y las enseñanzas de la Iglesia. Háganlo con verdadera intención y fe perdurable en Dios.

Si hacen estas cosas, tienen la promesa de Dios —que está obligado por Su palabra11— de que Él les manifestará la verdad por el poder del Espíritu Santo. Él les otorgará mayor luz que les permitirá ver a través de la oscuridad y ser testigos de panoramas inimaginablemente gloriosos e incomprensibles a la vista humana.

Algunos pueden decir que los pasos son muy difíciles o que no valen la pena el esfuerzo; pero yo diría que este testimonio personal del Evangelio y de la Iglesia es más importante que cualquier cosa que puedan obtener en esta vida; no sólo los bendecirá y guiará durante su vida terrenal, sino que también tendrá un impacto en su vida por toda la eternidad.

Las cosas del Espíritu sólo se pueden entender mediante el Espíritu

Los científicos tuvieron dificultad para entender la amplitud del universo hasta que los instrumentos se volvieron lo suficientemente sofisticados como para recoger más luz a fin de que ellos pudieran entender una verdad más completa.

El apóstol Pablo enseñó un principio paralelo con respecto al conocimiento espiritual. “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios”, escribió a los corintios, “porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”12.

En otras palabras, si quieren reconocer una verdad espiritual, deben usar los instrumentos correctos. No pueden llegar a un entendimiento de una verdad espiritual con instrumentos que no la pueden detectar.

El Salvador nos ha dicho en nuestros días: “Lo que es de Dios es luz; y el que recibe luz y persevera en Dios, recibe más luz, y esa luz se hace más y más resplandeciente hasta el día perfecto”13.

Cuanto más volcamos nuestro corazón y mente hacia Dios, más luz celestial se destila sobre nuestra alma; y cada vez que voluntaria y sinceramente procuramos esa luz, indicamos a Dios nuestra disposición para recibir más luz. Gradualmente, las cosas que antes parecían confusas, oscuras y lejanas se vuelven claras, brillantes y conocidas para nosotros.

De la misma manera, si nos privamos de la luz del Evangelio, nuestra propia luz comienza a atenuarse —no en un día ni en una semana, sino gradualmente, a través del tiempo— hasta que miramos hacia atrás y no podemos entender por qué alguna vez creímos que el Evangelio era verdadero. Es posible que nuestro conocimiento previo parezca insensato porque lo que alguna vez era tan claro, nuevamente se volvió borroso, confuso y lejano.

Es por eso que Pablo insistía tanto en que el mensaje del Evangelio es locura para quienes están pereciendo, “pero [para quienes] se salvan… es poder de Dios”14.

No hay una prueba decisiva

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es un lugar para personas con toda clase de testimonios. Hay algunos miembros de la Iglesia cuyo testimonio es seguro y arde fuertemente dentro de ellos. Otros aún están esforzándose por saber por sí mismos. La Iglesia es un hogar para que vengan todos, sin importar la profundidad ni la estatura de nuestro testimonio. En las puertas de nuestros centros de reuniones no hay carteles que digan: “Su testimonio debe ser así de fuerte para poder entrar”.

La Iglesia no es sólo para personas perfectas sino que es para que todos “vengan a Cristo y sean perfectos en él”15. La Iglesia es para personas como ustedes y yo. La Iglesia es un lugar de bienvenida y de instrucción, no un lugar de separación ni de crítica. Es un lugar donde tendemos la mano para alentar, elevar y sostenernos el uno al otro al seguir nuestra búsqueda personal de la verdad divina.

Al final, todos somos peregrinos buscando la luz de Dios al viajar por el sendero del discipulado. No condenamos a los demás por la cantidad de luz que puedan tener o no tener; más bien, nutrimos e incentivamos toda luz hasta que sea clara, brillante y verdadera.

Una promesa para todos

Reconozcamos que la mayoría de las veces el obtener un testimonio no es una tarea que toma un minuto, una hora o un día. No es algo que se logra una vez y ya está. El proceso de reunir luz espiritual es una búsqueda de toda la vida.

Su testimonio del Hijo de Dios viviente y Su Iglesia restaurada, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, puede que no llegue tan pronto como lo desean, pero les prometo esto: si hacen su parte, llegará.

Y será glorioso.

Les expreso mi testimonio personal de que la verdad espiritual llenará su corazón y traerá luz a su espíritu; les revelará inteligencia pura acompañada de un gozo maravilloso y una paz celestial. He experimentado esto por mí mismo por el poder del Espíritu Santo.

Como se promete en las Escrituras antiguas, la innegable presencia del Espíritu de Dios hará que canten la canción del amor que redime16, que eleven sus ojos al cielo en alabanzas al Hijo del Dios Altísimo, su Refugio, su Esperanza, su Protector, su Padre. El Salvador prometió que si buscan, encontrarán17.

Testifico que esto es verdad. Si buscan la verdad de Dios, aquella que ahora puede parecer tenue, borrosa y distante, gradualmente se revelará y aclarará, y llegará a ser algo preciado para ustedes mediante la luz de la gracia de Dios; y se les revelarán panoramas espirituales gloriosos, inimaginables al ojo humano.

Es mi testimonio que esta luz espiritual está al alcance de cada hijo de Dios. Iluminará su mente, traerá sanación a su corazón y gozo a sus días. Mis queridos amigos, por favor no demoren el momento de procurar y fortalecer su testimonio personal de la obra divina de Dios, aun la obra de luz y verdad.

Su testimonio personal de luz y verdad no sólo los bendecirá a ustedes y a su posteridad aquí en la vida terrenal, sino que también los acompañará por toda la eternidad, entre los mundos sin fin. De esto testifico y les dejo mi bendición, en el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. Moisés 1:33.

  2. Véase Marcia Bartusiak, The Day We Found the Universe, 2009, XII. Siempre me sorprende que podemos estar tan seguros de nuestras conclusiones. A veces nuestra seguridad es tan grande que suponemos que conocemos toda la verdad que existe. Por ejemplo: “Simon Newcomb, el decano de la astronomía estadounidense de finales del siglo XIX, comentó en la dedicación de un observatorio en 1887 que ‘en lo que concierne a la astronomía… parece que rápidamente nos acercamos a los límites de nuestro conocimiento… El resultado es que la labor que realmente ocupa la atención del astrónomo no es tanto el descubrir cosas nuevas, sino el trabajar en aquellas que ya se conocen” (Bartusiak, pág. XV).

  3. Es interesante considerar Moisés 1:33, 35 bajo la luz de este descubrimiento “reciente”. El libro de Moisés en La Perla de Gran Precio fue revelado al profeta José Smith en junio de 1830, casi un siglo antes de que Edwin Hubble anunciara su descubrimiento de galaxias lejanas.

  4. Véase, por ejemplo, Hubble Heritage Image Gallery en heritage.stsci.edu/gallery/gallery.html.

  5. Véase Juan 14:6.

  6. Véase 3 Nefi 17:3.

  7. Alma 32:27.

  8. Véase Doctrina y Convenios 67:3.

  9. Véase Moroni 10:3–5.

  10. Juan 7:17; véanse también Salmos 25:14; Juan 3:21.

  11. Véase Doctrina y Convenios 82:10.

  12. 1 Corintios 2:14.

  13. Doctrina y Convenios 50:24.

  14. 1 Corintios 1:18.

  15. Moroni 10:32; véase también Doctrina y Convenios 20:59.

  16. Véase Alma 5:26.

  17. Véase Doctrina y Convenios 88:63.