2010–2019
Elijamos creer
Abril 2015


Elijamos creer

El Salvador provee Su Evangelio como una luz para guiar a quienes elijan creerle y seguirlo.

El pasado enero, Sailor Gutzler, una niña de siete años, viajaba con su familia desde Florida a Illinois en un avión privado. El padre de Sailor estaba en los controles. Poco después de anochecer el avión tuvo problemas mecánicos y se estrelló en medio de la oscura noche en las colinas de Kentucky donde quedó boca arriba sobre un terreno escarpado. Todos, menos Sailor, murieron en el accidente. Ella se había roto la muñeca, tenía cortes y rasguños y perdió sus zapatos. La temperatura era de tres grados centígrados —era una noche fría y lluviosa en Kentucky— y Sailor solamente llevaba puesto pantalones cortos, una blusa y una media (calceta).

Llamó a su madre y a su padre, pero nadie respondió. Haciendo acopio de valor empezó a caminar descalza por el campo en busca de ayuda; cruzó arroyos y zanjas, y desafió zarzas espinosas. Desde la cima de una pequeña colina Sailor vio una luz en la distancia, como a un kilómetro y medio, y después de andar a tientas en la oscuridad y entre la vegetación, finalmente llegó al hogar de un hombre bondadoso que no conocía y quien la socorrió. Sailor estaba a salvo. Pronto la llevarían a un hospital y recibiría ayuda para recuperarse1.

Sailor sobrevivió porque vio una luz a la distancia y luchó por llegar a ella a pesar de lo abrupto del terreno, la crudeza de la tragedia que afrontaba y las heridas que recibió. Es difícil imaginar cómo pudo hacer lo que hizo esa noche. Lo que sí sabemos es que reconoció en la luz de aquella casa a la distancia una oportunidad para ser rescatada. Había esperanza. Obtuvo valor en el hecho de que, sin importar qué tan mala fuera la situación, podría encontrar su salvación en esa luz.

Pocos de nosotros pasaremos por una experiencia tan desgarradora como la de Sailor; pero todos nosotros, en un momento u otro, tendremos que atravesar nuestro propio yermo espiritual y emprender nuestras difíciles jornadas emocionales. En esos momentos, sin importar cuán oscuros o desesperanzados puedan parecer, si la buscamos, habrá siempre una luz espiritual alumbrando, dándonos la esperanza del rescate y del alivio. Esa luz emana del Salvador, quien es la Luz del mundo, para toda la humanidad.

El percibir la luz espiritual es diferente a ver la luz física. Reconocer la luz espiritual del Salvador empieza con nuestra disposición para creer. Dios requiere, inicialmente, que al menos deseemos creer. “Si despertáis y aviváis vuestras facultades… y ejercitáis un poco de fe”, enseña el profeta Alma, “sí, aunque no sea más que un deseo de creer, dejad que este deseo obre en vosotros, sí, hasta creer de tal modo que deis cabida a una porción de [las] palabras [del Salvador]”2.

El llamado de Alma a que deseemos creer y dejar que “[tengan] cabida” en nuestro corazón las palabras del Salvador, nos recuerda que el creer y tener fe exige que seamos nosotros quienes elijamos y actuemos. Debemos “[despertar] y [avivar] nuestras facultades”. Pedimos antes de que se nos dé; buscamos antes de hallar; tocamos antes de que se nos abra; entonces se nos da esta promesa: “Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá”3.

No existe una súplica más vehemente que la que hace el Salvador mismo durante Su ministerio terrenal, cuando se dirige a Sus incrédulos oyentes:

“Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis.

“Pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre”4.

Cada día, todos nosotros enfrentamos una prueba; es la prueba de nuestra vida: ¿escogeremos creerle a Él y permitir que la luz de Su evangelio crezca dentro de nosotros, o nos negaremos a creer e insistiremos en caminar en la oscuridad? El Salvador provee Su Evangelio como una luz para guiar a quienes elijan creerle y seguirlo.

Después del accidente, Sailor tuvo que elegir. Pudo haber elegido quedarse junto al avión en la oscuridad, sola y con temor; pero tenía una noche larga por delante e iba a hacerse aún más fría. Escogió otro camino: trepó la colina y allí vio una luz en el horizonte.

Gradualmente, a medida que se abría camino en la noche hacia la luz, ésta se hacía más brillante. Aun así, debe haber habido momentos en que no la veía. Tal vez desapareció de su vista cuando se encontraba en algún barranco, o detrás de árboles y arbustos; pero ella siguió adelante. Cada vez que veía la luz, Sailor tenía constancia de que estaba en el camino correcto. Todavía no sabía con precisión lo que la luz era, pero siguió caminando hacia ella basándose en lo que sabía, confiando y esperando que la vería de nuevo si seguía caminando en esa dirección. El hacerlo, fue lo que salvó su vida.

Nuestra vida también es así. Tal vez haya momentos en que nos sintamos heridos, estemos cansados o nuestra vida parezca oscura y fría. Quizás haya momentos en que no veamos ninguna luz en el horizonte y queramos darnos por vencidos. Si estamos dispuestos a creer, si deseamos creer, si elegimos creer, entonces las enseñanzas y el ejemplo del Salvador nos mostrarán el camino hacia adelante.

Elijamos creer

Así como Sailor tuvo que creer que encontraría seguridad en esa luz distante, también nosotros debemos elegir abrir nuestro corazón a la realidad divina del Salvador, a Su luz eterna y a Su misericordia sanadora. Los profetas a través de las épocas nos han animado, e incluso implorado, que creamos en Cristo. Sus exhortaciones reflejan un hecho fundamental: Dios no nos obliga a creer. En vez de ello, nos invita a creer al enviar profetas y apóstoles vivientes para que nos enseñen, al proporcionarnos Escrituras y al señalarnos el camino por medio de Su Espíritu. Nosotros somos quienes debemos elegir aceptar esas invitaciones espirituales, elegir ver con los ojos internos la luz espiritual mediante la cual Él nos llama. La decisión de creer es la elección más importante que haremos; afecta todas nuestras demás decisiones.

Dios no nos obliga a creer más de lo que nos obliga a guardar los mandamientos, a pesar de Su perfecto deseo de bendecirnos. Aun así, Su llamado a que creamos en Él —a ejercer esa partícula de fe y a dar lugar a Sus palabras— permanece vigente. Como el Salvador dijo: “Testifico que el Padre manda a todos los hombres, en todo lugar, que se arrepientan y crean en mí”5.

El creer, el testimonio y la fe no son principios pasivos; no suceden porque sí. El creer es algo que elegimos —tenemos esperanza, obramos y nos sacrificamos por ello. No llegaremos a creer en el Salvador y Su evangelio por accidente, al igual que no oramos ni pagamos el diezmo por casualidad. Elegimos activamente creer, del mismo modo que elegimos guardar otros mandamientos.

Pongamos la creencia en acción

Sailor no podía saber, al principio, si lo que estaba haciendo al avanzar por la maleza daría resultado. Estaba perdida y herida; estaba oscuro y hacía frío; pero dejó atrás el lugar del accidente y se aventuró con la esperanza de ser rescatada, arrastrándose y abriéndose paso en el camino hasta que vio la luz a lo lejos. Una vez que la vio, hizo lo mejor que pudo por acercarse a ella, recordando lo que había visto.

De la misma manera nosotros debemos tener la esperanza de que encontraremos la luz espiritual al aceptar creer en lugar de elegir dudar. Nuestras acciones son la evidencia de nuestra creencia y llegan a ser la esencia de nuestra fe. Elegimos creer cuando oramos y cuando leemos las Escrituras. Elegimos creer cuando ayunamos, cuando guardamos el día de reposo y cuando adoramos en el templo. Elegimos creer cuando nos bautizamos y cuando participamos de la Santa Cena. Elegimos creer cuando nos arrepentimos y procuramos el perdón y el amor sanador divinos.

No nos demos por vencidos nunca

A veces, el progreso espiritual parece lento o intermitente. En ocasiones podemos sentir que hemos perdido terreno, que hemos cometido errores o que nuestros esfuerzos por hallar al Salvador no dan resultado. Si se sienten así, por favor, no se den por vencidos, nunca. Sigan creyendo en Él, en Su evangelio y en Su Iglesia. Actúen en armonía con esa creencia. En los momentos en que la luz de su fe disminuya, dejen que la esperanza en el amor y la gracia del Salvador, que se encuentra en Su evangelio y en Su Iglesia, supere la duda. Les aseguro que Él está pronto para recibirlos. Con el tiempo verán que hicieron la mejor elección que pudieron haber hecho. Su valiente decisión de creer en Él los bendecirá grandemente y para siempre.

Las bendiciones de creer

He sentido el misericordioso amor del Salvador en mi vida. Lo he buscado en mis momentos de oscuridad y Él me ha tendido una mano con Su luz sanadora. Una de las grandes alegrías de mi vida ha sido viajar con mi esposa Kathy para reunirme con miembros de la Iglesia en muchas partes del mundo. Esos encuentros maravillosos me han enseñado acerca del amor que Dios tiene por Sus hijos; me han mostrado el potencial ilimitado de ser felices que bendice a los que eligen seguir las enseñanzas del Señor Jesucristo. He aprendido que creer en Él y en Su poder redentor es el verdadero camino para lograr “paz en este mundo y la vida eterna en el mundo venidero”6.

Testifico que Jesucristo es la fuente de luz y esperanza para todos nosotros. Ruego que todos elijamos creer en Él. En el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. Véase Lindsey Bever, “How 7-Year-Old Sailor Gutzler Survived a Plane Crash”, Washington Post, 5 de enero de 2015, washingtonpost.com; “Girl Who Survived Plane Crash Hoped Family ‘Was Just Sleeping’”, 4 de enero de 2015, myfox8.com; “Kentucky Plane Crash: Four Killed, Little Girl Survives”, 4 de enero de 2015, news.com.au; “Young Girl, Sole Survivor of Kentucky Plane Crash”, Associated Press, 3 de enero de 2015, jems.com.

  2. Alma 32:27; cursiva agregada.

  3. 3 Nefi 14:8; véase también versículo 7.

  4. Juan 10:37–38.

  5. 3 Nefi 11:32.

  6. Doctrina y Convenios 59:23.