2010–2019
¡Funciona de maravilla!
Octubre 2015


¡Funciona de maravilla!

Ruego que nos enfoquemos en “la sencillez que es en Cristo” y que permitamos que Su gracia nos eleve y nos transporte.

Mis amados hermanos y hermanas, queridos amigos, es un gozo estar con ustedes este día. Nos entristece ver tres asientos vacíos aquí en el estrado. Extrañamos al presidente Packer, al élder Perry y al élder Scott. Los amamos y oramos por el bienestar de sus familias.

Durante este fin de semana de conferencia tendremos el privilegio de sostener a tres hermanos que han sido llamados por el Señor para tomar su lugar en el Cuórum de los Doce Apóstoles.

Nuestras oraciones a favor de ellos los fortalecerán al llevar el sagrado manto del apostolado.

¿Funciona el Evangelio para ustedes?

No hace mucho tiempo leí una cita que me hizo pensar. Decía: “Dígale a un hombre que hay tres trillones de estrellas en el universo y le creerá. Dígale que la pintura de la pared está fresca, y tocará la pared para estar seguro”.

¿No somos todos así? Después de una intervención médica reciente, mis muy eficientes médicos me dijeron lo que debía hacer para sanar bien. Pero, primero tuve que volver a descubrir algo de mí mismo que debí haber sabido desde hace tiempo: como paciente, no soy muy paciente.

Debido a ello, decidí acelerar el proceso de curación haciendo mi propia investigación en internet. Supongo que deseaba descubrir alguna verdad que los doctores no sabían o trataron de ocultarme.

Me tomó un tiempo percatarme de lo irónico de mis acciones. Por supuesto, investigar por nuestra cuenta no es una mala idea; pero estaba ignorando una verdad en la que podía confiar, y en cambio me encontré envuelto en las a veces disparatadas declaraciones populares de internet.

A veces, la verdad puede parecer demasiado clara, demasiado trivial y demasiado sencilla para apreciar su valor por completo. Así que, hacemos a un lado lo que hemos experimentado y que sabemos que es verdad, en busca de información más misteriosa o complicada. Con suerte, aprenderemos que cuando perseguimos sombras, perseguimos asuntos de poca esencia y valor.

Cuando se trata de la verdad espiritual, ¿cómo podemos saber que estamos en el camino correcto?

Una manera es haciéndonos las preguntas correctas; el tipo de preguntas que nos ayudan a meditar sobre nuestro progreso y evaluar cómo nos está yendo. Preguntas como:

“¿Tiene significado mi vida?”

“¿Creo en Dios?”

“¿Creo que Dios me conoce y me ama?”

“¿Creo que Dios escucha y responde mis oraciones?”

“¿Soy feliz de verdad?”

“¿Me están llevando mis esfuerzos a las metas espirituales y valores más elevados en la vida?”

Preguntas profundas en cuanto al propósito de la vida han llevado a muchas personas y familias por todo el mundo en busca de la verdad. Con frecuencia, esa búsqueda los ha llevado a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y al Evangelio restaurado.

Me pregunto si nosotros, como miembros, también nos beneficiaríamos al preguntarnos de vez en cuando: “¿Lo que experimento en la Iglesia funciona para mí? ¿Me está acercando a Cristo? ¿Nos bendice a mí y a mi familia con paz y gozo como se promete en el Evangelio?”.

Alma hizo preguntas similares a los miembros de la Iglesia en Zarahemla cuando dijo: “¿Habéis experimentado este gran cambio en vuestros corazones?… [y] ¿Podéis sentir esto ahora?”1. El pensar en esto nos puede ayudar a volver a centrarnos en el divino Plan de Salvación y realinear nuestros esfuerzos diarios con él.

Muchos miembros responderán con entusiasmo que su experiencia como miembros de la Iglesia funciona excepcionalmente bien para ellos. Testificarán que ya sea en tiempos de pobreza o prosperidad, sean las cosas agradables o dolorosas, encuentran gran significado, paz y gozo debido a su compromiso hacia el Señor y su servicio dedicado en la Iglesia. Todos los días encuentro a miembros de la Iglesia que tienen un gozo radiante y que demuestran en palabra y en hechos que su vida es enormemente enriquecida por el evangelio restaurado de Jesucristo.

Pero también reconozco que hay algunos que tienen una experiencia menos enriquecedora, que sienten que el ser miembros de la Iglesia en ocasiones no es lo que habían esperado.

Eso me entristece, porque sé personalmente de qué manera el Evangelio puede fortalecernos y renovar el espíritu, la forma en que puede llenar nuestro corazón con esperanza y nuestra mente con luz. Sé por mí mismo de qué manera los frutos del evangelio de Jesucristo pueden transformar vidas de lo común y corriente, y deprimente, a algo extraordinario y sublime.

Pero, ¿por qué parece funcionar mejor para algunos que para otros? ¿Cuál es la diferencia entre aquellos cuya experiencia en la Iglesia llena sus almas con el amor que redime2 y aquellos que sienten que algo les falta?

Al meditar en estas preguntas, vinieron a mi mente muchos pensamientos. Hoy quisiera compartir dos.

Simplifiquen

Primero: ¿estamos haciendo que nuestro discipulado sea demasiado complicado?

Este hermoso Evangelio es tan sencillo que un niño lo puede comprender, y a la vez es tan profundo y complejo que tomará una vida —incluso una eternidad— de estudio y descubrimiento para comprenderlo cabalmente.

En ocasiones, tomamos el hermoso lirio de la verdad de Dios y lo adornamos con capas de buenas ideas, programas y expectativas de los hombres. Cada una, en sí misma, puede ser de ayuda y apropiada para determinado tiempo y circunstancia, pero cuando se ponen una sobre la otra, pueden crear una montaña de sedimento que se vuelve tan gruesa y pesada que corremos el riesgo de perder de vista la hermosa flor que alguna vez amamos tanto.

Por lo tanto, como líderes debemos proteger la Iglesia y el Evangelio en su pureza y sencillez, y evitar poner una gran carga innecesaria sobre nuestros miembros.

Y todos nosotros, como miembros de la Iglesia, necesitamos hacer un esfuerzo consciente para dedicar nuestra energía y tiempo a las cosas que de verdad importan, mientras elevamos a nuestros semejantes y edificamos el Reino de Dios.

Una hermana, maestra de la Sociedad de Socorro, era reconocida por preparar clases impecables. Cierta vez decidió crear un hermoso acolchado que serviría como telón de fondo para el tema de su lección. Pero la vida intervino; había niños que recoger del colegio, una vecina que necesitaba ayuda para mudarse, un esposo con fiebre y una amiga que se sentía sola. El día de la lección llegó y no había terminado el acolchado. Finalmente, la noche antes de su clase, no durmió mucho para poder terminarlo.

Al siguiente día estaba exhausta y apenas pudo organizar sus pensamientos, pero valientemente se puso de pie y dio la clase.

El acolchado era impresionante: las puntadas eran perfectas, los colores eran vibrantes y el diseño era intrincado. Y al centro del mismo había una sola palabra que triunfantemente hacía eco al tema de la lección: “Simplifiquen”.

Hermanos y hermanas, vivir el Evangelio no tiene que ser complicado.

En realidad es sencillo. Se podría describir así:

  • Escuchar la palabra de Dios con verdadera intención nos lleva a creer en Dios y a confiar en Sus promesas3.

  • Cuanto más confiemos en Dios, más lleno estará nuestro corazón de amor por Él y por los demás.

  • Debido a nuestro amor por Dios, deseamos seguirlo a Él y actuar en armonía con Su palabra.

  • Porque amamos a Dios, queremos servirle; queremos bendecir la vida de los demás y ayudar a los pobres y los necesitados.

  • Cuanto más caminemos por el camino del discipulado, mayor deseo tendremos de aprender la palabra de Dios.

Y así continúa, cada paso llevándonos al siguiente y llenándonos con una fe, esperanza y caridad que crecen incesantemente.

Es hermosamente sencillo y funciona de maravilla.

Hermanos y hermanas, si alguna vez piensan que el Evangelio no funciona tan bien para ustedes, los invito a que den un paso atrás, observen su vida desde un plano más alto y simplifiquen su enfoque hacia el discipulado. Enfóquense en las doctrinas, principios y aplicaciones básicos del Evangelio. Les prometo que Dios los guiará y bendecirá en su camino hacia una vida plena; y el Evangelio definitivamente funcionará mejor para ustedes.

Empiecen donde se encuentran

Mi segunda sugerencia es: empiecen donde se encuentran.

En ocasiones nos sentimos desanimados porque no somos “más” de algo: más espirituales, respetados, inteligentes, sanos, ricos, amistosos o capaces. Naturalmente que no tiene nada de malo querer ser mejores; Dios nos creó para crecer y progresar, pero recuerden, nuestras debilidades pueden ayudarnos a ser humildes y volvernos a Cristo, quien hará que “las cosas débiles sean fuertes”4. Por otro lado, Satanás usa nuestras debilidades hasta desanimarnos al punto de no querer ni intentarlo.

Aprendí en mi vida que no necesitamos ser “más” de nada para llegar a ser la persona que Dios desea que seamos.

Dios los aceptará como son en este preciso momento y empezará a ayudarlos. Todo lo que necesitan es tener un corazón dispuesto, un deseo de creer y confiar en el Señor.

Gedeón se consideró un pobre campesino, el menor en la casa de su padre; pero Dios lo vio como un hombre de gran valor5.

Cuando Samuel escogió a Saúl para ser rey, Saúl trató de convencerlo de que no lo hiciera. Saúl era de la tribu más pequeña de la casa de Israel. ¿Cómo podía ser rey?6; pero Dios lo vio como “joven y apuesto”7.

Aun el gran profeta Moisés se sintió tan abrumado y desanimado en cierto momento que deseó dejar todo y morir8. Pero Dios no desistió.

Mis queridos hermanos y hermanas, si nos vemos a nosotros mismos solo con los ojos mortales, tal vez no nos veamos lo suficientemente buenos. Pero nuestro Padre Celestial nos ve como en realidad somos y como quienes podemos llegar a ser. Nos ve como Sus hijos e hijas, como seres de luz eterna con potencial infinito y un destino divino9.

El sacrificio del Salvador hizo posible que todos regresemos con Dios. “Y basta [Su] gracia a todos los hombres que se humillen ante [Dios]”10. Su gracia es el poder habilitador que permite acceder a los reinos de salvación de Dios. Debido a Su gracia todos podremos resucitar y ser salvos en un reino de gloria.

Aun el reino de gloria más bajo, el reino telestial, “sobrepuja a toda comprensión”11, y numerosas personas heredarán esta salvación12.

Pero la gracia del Salvador puede hacer mucho más por nosotros. Como miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, aspiramos a algo mucho más grande: es la exaltación en el reino celestial; es la vida eterna en la presencia de nuestro Padre Celestial; es el mayor don de Dios13. En el reino celestial recibimos “de su plenitud y de su gloria”14. Ciertamente todo lo que el Padre tiene nos será dado15.

La exaltación es nuestra meta; el discipulado, nuestro recorrido.

Al ejercer un poco de fe y empezar su camino como un pacífico seguidor de nuestro Señor Jesucristo, su corazón cambiará16; todo su cuerpo se llenará de luz17.

Dios los ayudará a llegar a ser algo mayor de lo que ustedes creyeron posible; y descubrirán que el evangelio de Jesucristo en verdad funciona en su vida. Funciona.

¡Funciona!

Hermanos y hermanas, queridos amigos, ruego que nos enfoquemos en “la sencillez que es en Cristo”18, y que permitamos que Su gracia nos eleve y nos transporte, durante nuestro recorrido, desde donde ahora nos encontramos hasta nuestro destino glorioso en la presencia de nuestro Padre.

Al hacerlo, y alguien nos pregunte: “¿Cómo funciona para usted ser miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días?”, podremos decir con orgullo, en humildad y con mucho gozo: ¡“Funciona de maravilla! ¡Gracias por preguntar! ¿Le gustaría saber más?”.

Esta es mi esperanza, mi oración, mi testimonio y mi bendición; en el nombre de Jesucristo. Amén.