2010–2019
Oposición en todas las cosas
Abril 2016


Oposición en todas las cosas

La oposición nos permite progresar hacia lo que nuestro Padre Celestial desea que lleguemos a ser.

El Plan de Salvación del Padre es fundamental en el evangelio de Jesucristo para el progreso eterno de Sus hijos. Este plan, que se ha explicado en la revelación moderna, nos ayuda a comprender muchas cosas que afrontamos en la vida mortal. Mi mensaje se centra en la función esencial de la oposición en este plan.

I.

El propósito de la vida mortal para los hijos de Dios es ofrecerles las experiencias necesarias “para progresar hacia la perfección y finalmente lograr su destino divino como herederos de la vida eterna”1. Tal como el presidente Monson nos enseñó tan poderosamente esta mañana, nosotros progresamos al hacer elecciones, por medio de las cuales somos probados para demostrar que guardaremos los mandamientos de Dios (véase Abraham 3:25). Con el fin de ser probados, debemos disponer del albedrío para elegir entre varias alternativas. Para proporcionar alternativas sobre las cuales podamos ejercer nuestro albedrío, debemos tener oposición.

El resto del plan también es esencial. Cuando tomamos decisiones incorrectas —como inevitablemente lo haremos— el pecado nos mancha y debemos limpiarnos para avanzar hacia nuestro destino eterno. El plan del Padre proporciona la manera de hacerlo, la manera de satisfacer las eternas exigencias de la justicia: un Salvador paga el precio para redimirnos de nuestros pecados. Ese Salvador es el Señor Jesucristo, el Unigénito de Dios el Padre Eterno, cuyo sacrificio expiatorio —cuyo sufrimiento— paga el precio de nuestros pecados si nos arrepentimos de ellos.

Una de las mejores explicaciones de la función planificada que cumple la oposición se encuentra en el Libro de Mormón, en las enseñanzas de Lehi a su hijo Jacob.

“Porque es preciso que haya una oposición en todas las cosas. Pues de otro modo… no se podría llevar a efecto la rectitud ni la iniquidad, ni tampoco la santidad ni la miseria, ni el bien ni el mal” (2 Nefi 2:11; véase también el versículo 15).

En consecuencia, Lehi continuó diciendo: “… el Señor Dios le concedió al hombre que obrara por sí mismo. De modo que el hombre no podía actuar por sí a menos que lo atrajera lo uno o lo otro” (versículo 16). De manera similar, el Señor declara en la revelación moderna: “Y es menester que el diablo tiente a los hijos de los hombres, de otra manera estos no podrían ser sus propios agentes” (D. y C. 29:39).

La oposición fue necesaria en el Jardín de Edén. Si Adán y Eva no hubieran tomado la decisión que dio paso a la vida mortal, Lehi enseñó: “… habrían permanecido en un estado de inocencia… sin hacer lo bueno, porque no conocían el pecado” (2 Nefi 2:23).

Desde el principio, el albedrío y la oposición fueron esenciales en el plan del Padre y en la rebelión de Satanás contra ese plan. En el concilio de los cielos, como el Señor le reveló a Moisés, Satanás “pretendió destruir el albedrío del hombre” (Moisés 4:3). Esa destrucción era la consecuencia natural de las condiciones de la propuesta de Satanás. Se presentó ante el Padre y dijo: “Heme aquí, envíame a mí. Seré tu hijo y redimiré a todo el género humano, de modo que no se perderá ni una sola alma, y de seguro lo haré; dame, pues, tu honra” (Moisés 4:1).

De ese modo, Satanás propuso llevar a cabo el plan del Padre de una manera que impediría el cumplimiento del propósito del Padre y le otorgaría a Satanás Su gloria.

La propuesta de Satanás habría garantizado una igualdad perfecta: “[Redimiría] a todo el género humano”, de modo que no se perdería ni una sola alma. Nadie dispondría de albedrío ni de libertad de elección, por lo cual no se requeriría ninguna oposición. No existiría ninguna prueba, ningún fracaso ni ningún éxito. No habría ningún progreso para lograr el propósito que el Padre deseaba para Sus hijos. Las Escrituras registran que la oposición de Satanás trajo como resultado una “batalla en el cielo” (Apocalipsis 12:7), en la cual todos los hijos de Dios salvo un tercio de ellos obtuvieron el derecho de experimentar la vida mortal al elegir el plan del Padre y rechazar la rebelión de Satanás.

El propósito de Satanás era atribuirse el honor y el poder del Padre (véanse Isaías 14:12–15; Moisés 4:1, 3). “Pues”, dijo el Padre, “por motivo de que Satanás se rebeló contra mí… hice que fuese echado abajo” (Moisés 4:3) con todos los espíritus que habían ejercido su albedrío para seguirlo (véanse Judas 1:6; Apocalipsis 12:8–9; D. y C. 29:36–37). Arrojados como espíritus desprovistos de cuerpo en la esfera terrenal, Satanás y sus seguidores tientan y procuran engañar y cautivar a los hijos de Dios (véase Moisés 4:4). Así es como el maligno, quien se opuso al plan del Padre y procuró destruirlo, en realidad lo facilitó, ya que la oposición es lo que hace posible escoger, la oportunidad de escoger lo correcto es lo que conduce al progreso, que es el propósito del plan del Padre.

II.

Resulta significativo destacar que la tentación de pecar no es la única clase de oposición en la vida mortal. El padre Lehi enseñó que si la Caída no hubiera tenido lugar, Adán y Eva “habrían permanecido en un estado de inocencia, sin sentir gozo, porque no conocían la miseria” (2 Nefi 2:23). Sin la experiencia de la oposición en la vida mortal, “todas las cosas necesariamente serían un solo conjunto”, en el cual no habría felicidad ni desdicha (versículo 11). Por lo tanto, el padre Lehi prosiguió, después de que Dios hubo creado todas las cosas “para realizar sus eternos designios en cuanto al objeto del hombre… era menester una oposición; sí, el fruto prohibido en oposición al árbol de la vida, siendo dulce el uno y amargo el otro” (versículo 15)2. Su enseñanza sobre esta parte del Plan de Salvación concluye con estas palabras:

“He aquí, todas las cosas han sido hechas según la sabiduría de aquel que todo lo sabe.

“Adán cayó para que los hombres existiesen; y existen los hombres para que tengan gozo” (versículos 24–25).

La oposición en las difíciles circunstancias que afrontamos en la vida mortal también forma parte del plan que impulsa nuestro progreso en la vida mortal.

III.

Todos nosotros experimentamos situaciones de oposición que nos ponen a prueba. Algunas de esas pruebas son tentaciones para que pequemos. Algunas son desafíos de la vida mortal no relacionados con el pecado personal. Algunas son inmensas y otras son menores. Algunas son continuas y otras no son más que episodios. Ninguno de nosotros está exento. La oposición nos permite progresar hacia lo que nuestro Padre Celestial desea que lleguemos a ser.

Después de que José Smith terminara de traducir el Libro de Mormón, todavía le faltaba encontrar quien lo publicara. Eso no era fácil; la complejidad de este extenso manuscrito y el costo de impresión y encuadernación de miles de ejemplares eran intimidantes. José se dirigió en primer lugar a E. B. Grandin, quien tenía una imprenta en Palmyra, pero él lo rechazó. Entonces recurrió a otra imprenta en Palmyra, la cual tampoco aceptó. Se desplazó a Rochester, a 40 kilómetros de distancia, y se puso en contacto con el editor más prominente de la parte oeste del estado de Nueva York, quien también lo rechazó. Otro editor de Rochester estaba dispuesto, pero las circunstancias hicieron que esa alternativa fuera inaceptable.

Habían pasado semanas y José seguramente estaba desconcertado por la oposición que afrontaba para cumplir su mandato divino. El Señor no lo hizo fácil, pero sí lo hizo posible. La quinta tentativa de José, una segunda petición al editor Grandin de Palmyra, fue la definitiva3.

Años después, José estuvo encarcelado en penosas circunstancias en la cárcel de Liberty durante muchos meses. Cuando oró para pedir consuelo, el Señor le dijo: “… todas estas cosas te servirán de experiencia, y serán para tu bien” (D. y C. 122:7).

Todos conocemos otros tipos de oposición de la vida mortal que no los causan nuestros pecados personales, como la enfermedad, la discapacidad y la muerte. El presidente Thomas S. Monson explicó:

“Algunas de ustedes han clamado en su sufrimiento, preguntándose por qué nuestro Padre Celestial permite que pasen por aquellas pruebas que estén afrontando…

“No obstante, nuestra vida mortal, nunca se concibió para que fuera fácil ni continuamente agradable. Nuestro Padre Celestial… sabe que aprendemos, progresamos y nos refinamos mediante desafíos difíciles, pesares desgarradores y decisiones complicadas. Cada uno de nosotros experimentamos días oscuros cuando nuestros seres queridos fallecen, momentos dolorosos cuando perdemos la salud, sentimientos de desamparo cuando aquellos a quienes amamos parecen habernos abandonado. Esas y otras tribulaciones nos plantean la verdadera prueba de nuestra capacidad para perseverar”4.

Nuestros esfuerzos por mejorar la manera en que observamos el día de reposo representan un ejemplo de oposición menos angustioso. Tenemos el mandamiento del Señor de honrar el día de reposo. Algunas de nuestras elecciones pueden quebrantar ese mandamiento, sin embargo otras elecciones sobre cómo pasar el tiempo en el día de reposo son simplemente una cuestión de si haremos algo que es solo bueno o algo que es mejor o excelente5.

Para ilustrar la oposición que ocasiona la tentación, el Libro de Mormón describe tres métodos que el diablo utilizará en los últimos días. En primer lugar, “enfurecerá los corazones de los hijos de los hombres, y los agitará a la ira contra lo que es bueno” (2 Nefi 28:20). En segundo lugar, “los pacificará y los adormecerá [a los miembros] con seguridad carnal”, diciendo: “… Sion prospera, todo va bien” (versículo 21). En tercer lugar, nos dirá: “… no hay infierno; y… Yo no soy el diablo, porque no lo hay” (versículo 22), y por lo tanto no existe ni el bien ni el mal. Por motivo de esta oposición, se nos advierte que no seamos “[reposados] en Sion” (versículo 24).

Parece que la Iglesia en su divina misión y nosotros en nuestra vida personal afrontamos actualmente una oposición creciente. Quizás a medida que la Iglesia aumenta su fortaleza y nosotros como miembros aumentamos nuestra fe y obediencia, Satanás incrementa la fuerza de su oposición para que sigamos teniendo “oposición en todas las cosas”.

Parte de esta oposición procede incluso de miembros de la Iglesia. Algunos que emplean el razonamiento o la sabiduría personal para resistirse a la guía profética se designan a sí mismos con una etiqueta que han tomado prestada de entidades constituidas por votación: “la oposición leal”. A pesar de lo apropiado que pueda ser esto para una democracia, no existe justificación alguna para este concepto en el gobierno del Reino de Dios, donde se honran las preguntas pero no la oposición (véase Mateo 26:24).

Como ejemplo adicional, hay muchas cosas en la historia de nuestra Iglesia en los primeros tiempos, como lo que José Smith hizo o no hizo en cada circunstancia, que algunos utilizan como base para ejercer oposición. A todos les digo, ejerzan fe y pongan su confianza en la enseñanza del Salvador de que los conoceremos “por sus frutos” (Mateo 7:16). La Iglesia está haciendo grandes esfuerzos por ser transparente con los registros que tenemos, pero después de todo lo que podemos publicar, nuestros miembros se quedan a veces con algunas preguntas básicas que no pueden resolverse por el estudio. Esa es la versión de la “oposición en todas las cosas” de la historia de la Iglesia. Algunas cosas solo se pueden aprender por la fe (véase D. y C. 88:118). Nuestro mayor sostén debe ser la fe en el testimonio que hemos recibido del Espíritu Santo.

Dios rara vez infringe el albedrío de alguno de Sus hijos interviniendo contra unos para aliviar a otros. Lo que sí hace es aligerar las cargas de nuestras aflicciones y fortalecernos para que podamos soportarlas, como lo hizo en beneficio del pueblo de Alma en la tierra de Helam (véase Mosíah 24:13–15). No impide todas las catástrofes, pero sí contesta nuestras oraciones, como lo hizo con el ciclón de inusitada potencia que amenazó con impedir la dedicación del templo en Fiji6, o Él mitiga los efectos como lo hizo con el ataque terrorista que cobró muchas vidas en el aeropuerto de Bruselas, pero solo hirió a nuestros cuatro misioneros.

En medio de toda oposición en la vida mortal, Dios nos ha asegurado que “consagrará [nuestras] aflicciones para [nuestro] provecho” (2 Nefi 2:2). También se nos ha enseñado a comprender nuestras experiencias mortales y Sus mandamientos en el marco de Su gran Plan de Salvación, el cual nos indica el propósito de la vida y nos da la certeza de la realidad de un Salvador, en cuyo nombre testifico de la veracidad de estas cosas. En el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, Liahona, noviembre de 2010, pág. 129.

  2. De manera similar, la revelación moderna enseña que si nunca tuviésemos lo amargo, no podríamos conocer lo dulce (véase Doctrina y Convenios 29:39).

  3. Véase Michael Hubbard MacKay y Gerrit J. Dirkmaat, From Darkness unto Light: Joseph Smith’s Translation and Publication of the Book of Mormon, 2015, págs. 163–179.

  4. Thomas S. Monson, “Joy in the Journey” (Conferencia de BYU para Mujeres, 2 de mayo de 2008), womensconference.ce.byu.edu. Un breve ensayo sobre el espíritu deportivo y la democracia de John S. Tanner, actual rector de BYU–Hawái, contiene la siguiente perspectiva sobre una cuestión con la que todos estamos familiarizados: “El saber perder con una buena actitud no es solo un deber de un buen ciudadano; es un imperativo religioso. Dios dispuso la vida mortal para que hubiera una ‘oposición en todas las cosas’ (2 Nefi 2:11). Los reveses y las derrotas forman parte de Su plan para que logremos la perfección… La derrota desempeña una función integral en nuestra ‘lucha por la perfección’” (Notes from an Amateur, 2011, pág. 57).

  5. Véase de Dallin H. Oaks, “Bueno, Mejor, Excelente”, Liahona, noviembre de 2007, págs. 104–108.

  6. Véase de Sarah Jane Weaver, “Rededication Goes Forward”, Church News, 28 de febrero de 2016, págs. 3–4.