2010–2019
Principios y promesas
Octubre de 2016


Principios y promesas

Cuidemos de nuestro cuerpo y de nuestra mente al guardar los principios que están en la Palabra de Sabiduría, un plan dado por los cielos.

Esta noche, hermanos, ruego la guía de nuestro Padre Celestial al compartir mi mensaje con ustedes.

En 1833, el Señor reveló al profeta José Smith un plan para una vida saludable. Ese plan se encuentra en la sección 89 de Doctrina y Convenios y se conoce como la Palabra de Sabiduría. Da indicaciones específicas en cuanto a los alimentos que comemos, y prohíbe el uso de substancias que son perjudiciales para nuestro cuerpo.

A los que son obedientes a los mandamientos del Señor y que fielmente obedecen la Palabra de Sabiduría, se les prometen bendiciones especiales, entre ellas buena salud y fortaleza física1.

Recientemente leí un relato verídico de una dramática manifestación en cuanto a estas promesas. Un fiel miembro de la Iglesia, John A. Larsen, sirvió durante la Segunda Guerra Mundial en el servicio de guardacostas de los Estados Unidos, en el barco USS Cambria. Durante una batalla en las Filipinas, se avisó que se aproximaba un escuadrón de bombarderos y aviones de combate kamikazes o suicidas. Se dieron órdenes para una inmediata evacuación. Ya que el USS Cambria se había ido, John y tres de sus compañeros recogieron sus cosas y rápidamente fueron a la playa, esperando que alguien los llevara a uno de los barcos que partían. Por fortuna, una barcaza los recogió y rápidamente se dirigió al último barco que dejaba la bahía. Los hombres de ese barco, en el esfuerzo de evacuar el lugar lo más rápido posible, estaban ocupados en la cubierta y solo tuvieron tiempo de arrojarles sogas a los cuatro hombres, con la esperanza de que subieran hasta la cubierta.

John, con un pesado radio a sus espaldas, se encontró colgado al final de una soga de 12 metros, al costado del barco que se dirigía a mar abierto. Empezó a subir por sí mismo, mano sobre mano, sabiendo que si no se agarraba ciertamente perecería. Después de ascender solo un tercio del tramo, sus brazos le ardían de dolor. Se había debilitado tanto que pensó que no se podría sostener más.

Con sus fuerzas agotadas, al pensar fatídicamente en su destino, en silencio John oró a Dios, diciéndole que él siempre había obedecido la Palabra de Sabiduría y que había vivido una vida recta, y que ahora desesperadamente necesitaba las bendiciones prometidas.

Posteriormente, John relató que al finalizar su oración había sentido un gran aumento de fuerza. Empezó a subir otra vez y rápidamente escaló por la soga. Cuando llegó a la cubierta, su respiración era normal, sin muestras de cansancio. Las bendiciones de más salud y vigor, prometidas en la Palabra de Sabiduría, le habían sido dadas. Le dio gracias a su Padre Celestial en ese momento, y por el resto de su vida, por la respuesta a su desesperada oración de ayuda2.

Hermanos, que cuidemos de nuestro cuerpo y de nuestra mente al guardar los principios que están en la Palabra de Sabiduría, un plan dado por los cielos. Con todo mi corazón y mi alma, testifico de las gloriosas bendiciones que nos aguardan si lo hacemos. Que así sea, lo ruego en el nombre de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. Amén.

Notas

  1. Véase Doctrina y Convenios 89:18–21.

  2. Véase John A. Larsen, en las compilaciones de Robert C. Freeman y de Dennis A. Wright, , Saints at War: Experiences of Latter-day Saints in World War II (2001), págs.350–351; usado con permiso.