2002
Mantengámonos erguidos
Enero de 2002


Mantengámonos erguidos

“Jesucristo es nuestro ejemplo perfecto de alguien que siempre se ha mantenido erguido. Él es quien personifica la integridad, la fortaleza y la valentía”.

Con frecuencia, un hombre sabio ofrecía este simple consejo: “David, mantente erguido”. Mi padre no esperaba que yo agregara centímetros a mi estatura ni que me pusiera de puntillas, sino más bien quería decir que yo tenía que ser valiente en mi decisión, sin comprometer principios, sin vulnerar valores espirituales y sin echarme atrás ante la responsabilidad. Cuando he seguido su consejo, la vida ha sido buena. Cuando he fallado y no me he mantenido erguido, la vida ha sido generalmente desagradable. Hace poco pregunté a dos de mis nietos menores qué significaría para ellos si nuestro Padre Celestial les pidiera que se mantuvieran erguidos. Noté que sin querer uno de ellos se puso en punta de pie para verse más alto, y pronto contestaron al unísono: “Que Él quiere que hagamos lo que es correcto”.

De la gran angustia y confusión del 11 de septiembre han emergido muchos ejemplos de hombres, mujeres y países que se mantienen erguidos. Enemigos y amigos se han unido ante un enemigo común. Hechos poco conocidos de valentía se han hecho naturales. La respuesta humanitaria parece no conocer fronteras. Hombres y mujeres, sin importar raza o credo han hecho esfuerzos por ayudar a las víctimas y sus familiares. Se han ofrecido incontables oraciones. Las fuerzas del bien se han mantenido erguidas en contra de las fuerzas del terror y de la violencia sin sentido.

Se ha dicho que el que se sienta sobre una cerca, finalmente se ha de bajar de un lado o del otro. Si estamos sentados sobre la cerca de la vida, ahora es el momento de lograr la valentía para mantenernos erguidos en el lado de la rectitud y evitar las cadenas del pecado.

La vida, el ministerio y las enseñanzas de nuestro Salvador Jesucristo nos proporcionan un modelo con el cual realizar una introspección. Jesucristo es nuestro ejemplo perfecto de alguien que siempre se ha mantenido erguido. Él es quien personifica la integridad, la fortaleza y la valentía. Me gustaría usar tres ejemplos del ministerio del Salvador.

Primero, después de Su bautismo, Jesús sintió la inspiración de alejarse y estar en comunión con Su Padre. Decidió no comer por 40 días para que Su cuerpo mortal se sujetara a Su divino espíritu. En ese débil estado, fue visitado por el tentador que le sugirió en repetidas ocasiones que usara Su gran poder para ejecutar proezas extraordinarias. Ante el pedido del tentador de que convirtiera las piedras en pan para aliviar Su hambre, el Salvador se mantuvo erguido al replicar: “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4). Ante la sugerencia de que se lanzara desde un lugar alto para ser salvado por las manos de los ángeles, triunfantemente declaró: “No tentarás al Señor tu Dios” (Mateo 4:7). Ante la proposición de que el Salvador se postrara para adorar al diablo a cambio de riqueza y esplendor de gloria mundana, valientemente replicó: “Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás” (Mateo 4:10).

Las formas insidiosas del tentador continúan y no han mermado. El deseo de poseer “cosas” ha atraído a algunos a alejarse de sus principios. La falta de distinción entre las necesidades y los deseos ha enturbiado la mente de los hombres. Las familias están sedientas del afecto, el, reconocimiento y el liderazgo de los padres. Muchos recurren al uso de métodos poco éticos, inmorales y, en ocasiones, ilegales para adquirir más y más bienes materiales.

Si se encuentran atrapados en la búsqueda de bienes materiales, ahora es el momento de valientemente mantenerse erguidos. Si adoran más lo que puede comprar el dinero que lo que valoran el amor de Dios, ahora es el momento de mantenerse erguidos. Si han sido bendecidos con abundancia más allá de lo que necesitan, ahora es el momento de mantenerse erguidos y compartir con los que tienen necesidades que no se ven satisfechas.

El segundo ejemplo: En una ocasión, el Salvador llamó a Sus seguidores y dijo: “Oíd, y entended: No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre” (Mateo 15:10–11).

Mucha gente toma el nombre de Dios en vano como parte de su lenguaje cotidiano. Entre nuestra gente joven, los términos vulgares y groseros parecen acudir con facilidad al describir sus sentimientos. Mis jóvenes amigos, ahora es el momento de mantenerse erguidos y eliminar esas palabras de su vocabulario. Ustedes saben las palabras a las que me refiero. Lamentablemente, las escuchan una y otra vez en sus escuelas, en la música y en los deportes. ¿Se necesitará valentía para mantenerse erguidos? Por supuesto que sí. ¿Pueden reunir el valor suficiente? Por supuesto que pueden. Procuren fortaleza de nuestro Padre Celestial para sobreponerse. El Salvador dijo: “Ora siempre, y derramaré mi Espíritu sobre ti, y grande será tu bendición” (D. y C. 19:38). Se ha dicho: “Se logra la mayor altura cuando se está de rodillas” (“Standing Tall”, New Era, octubre. 2001, pág. 19). La blasfemia y la grosería no exaltan, sino que envilecen. Mi esposa y yo hemos asistido a cientos de eventos deportivos de jóvenes. Muchas veces escuchamos blasfemias expresadas por los directores técnicos y por otros adultos que deberían ser modelos para los jóvenes. Los adultos deberían mantenerse erguidos y eliminar el lenguaje grosero y profano.

Ustedes han escuchado la frase “Tus acciones hablan tan fuerte que no puedo escuchar tus palabras”. Nuestras acciones realmente dicen mucho sobre nosotros. Debemos mantenernos erguidos al seguir los consejos de los profetas sobre vestirnos en forma modesta. “Entra la ropa inmodesta se cuentan los ‘shorts’ y las faldas sumamente cortos, ropa ajustadas [entallada al cuerpo], camisas o blusas que no cubren el estómago y otras prendas atrevidas” (Para la fortaleza de la juventud, 09/01). La ropa que es modesta, pulcra y limpia edifica. La ropa inmodesta, degrada. Si existiera alguna duda, pregúntense a ustedes mismos: “¿Me sentiría cómodo o cómoda con mi apariencia si me encontrara en la presencia del Señor?” (Para la fortaleza de la juventud, 09/01). Madres, ustedes pueden ser nuestros ejemplos y nuestra conciencia en este importante asunto; pero recuerden, la gente joven puede detectar la hipocresía tan fácilmente como puede oler el rico aroma de un pan recién horneado. Padres, aconsejen a sus hijos e hijas a mantenerse erguidos ante la inmodestia.

Tercero, ustedes recordarán que en respuesta a una pregunta sobre quién es nuestro prójimo, hecha por un intérprete de la ley, el Salvador relata que cierto hombre que viajaba desde Jerusalén a Jericó cayó en manos de ladrones que le golpearon, le robaron y dejaron por muerto. El primero en pasar por su camino fue un sacerdote que miró para otro lado y pasó de largo. Asimismo, el siguiente que descubrió la situación se detuvo a mirar, pero se alejó sin prestar ayuda. El tercero, un samaritano, curó sus heridas e hizo arreglos para que lo cuidaran. Luego Jesús preguntó cuál de ellos era el prójimo. El intérprete de la ley dijo que el que había mostrado misericordia. En respuesta, el Salvador dijo: “Ve, y haz tú lo mismo” (véase Lucas 10:37; véanse los versículos 30–37).

Cuando nos acercamos a nuestros vecinos, ¿somos conscientes no sólo de sus necesidades sino también de sus sentimientos? ¿Es nuestro vecindario selectivo y confinado sólo a los de nuestra fe, o se incluye a todos sin importar religión, color u otra diferencia que se perciba? El Salvador no tuvo reservas en cuanto a la definición de prójimo. A veces nuestro idioma especial en la Iglesia puede ser malinterpretado y parecer insensible o incluso condescendiente a nuestros vecinos. Como lo sugirió el élder Ballard ayer, yo también me siento incómodo con el término no miembro. Cuando nos referimos a otras personas como no miembros, ellos podrían preguntarse si se les considera que no son miembros de la comunidad, de la ciudad o incluso de la raza humana. Somos rápidos para decir que mantenemos una relación de aceptación e inclusión con nuestro prójimo, pero para algunos, a menudo suena sólo como mera tolerancia. El amor al prójimo viene sólo después de amarnos a nosotros mismos y a Dios. Mantengámonos erguidos al extender amor y respeto inequívocos a nuestro prójimo.

Un querido amigo de la familia falleció hace pocos años. Él y su esposa disfrutaban salir juntos en caminatas por las montañas. Una tarde de otoño caminaron varios kilómetros desde una empinada montaña hasta una hermosa caída de agua. Mientras descendían, varios excursionistas que subían hicieron la pregunta, “¿Vale la pena?”. La respuesta de nuestros amigos era siempre afirmativa. Más tarde observaron que el esfuerzo valía la pena sólo si uno disfruta el aire fresco, la belleza alpina, el ejercicio y una compañía afectuosa.

Al sentir la intensa presión de la gente que nos rodea y la necesidad de ser aceptados, algunos se pueden preguntar: “¿Vale la pena el esfuerzo de mantenerse erguidos?”. A esa respuesta yo contesto: “Si la vida eterna es importante para ustedes y desean experimentar el gozo real en esta vida, entonces, el mantenerse erguidos merece la determinación y se requiere el incansable esfuerzo diario”.

Que todos podamos mantenernos erguidos en el lado de la rectitud, ruego en el sagrado nombre de nuestro Señor y Maestro, Jesucristo. Amén.