2002
El equipo de remo
marzo de 2002


El equipo de remo

“¿Y qué pasa con nuestro equipo de remo? ¿Ya no existe?”, dijo apasionadamente el alumno de último curso mientras extendía esa pregunta, obviamente retórica, a los estudiantes de primer año. “¡Imposible! ¡Es una tradición!”.

Yo era uno de esos alumnos nuevos de la facultad de medicina de la Universidad de São Paulo, universidad que había cobrado fama por sus victorias en las competiciones de remo. Los miembros del equipo habían pedido a nuestro profesor unos minutos para reclutar candidatos, pues íbamos a reemplazar a los que se habían graduado.

Como resultado de la arenga, unos treinta decidimos probar suerte, aunque ninguno tenía experiencia en remo. Todos estábamos en pésima condición física, como nos recordaba constantemente nuestro entrenador, que había estado en el ejército y no hacía esfuerzo alguno por esconder su enfado por nuestra mala forma. También sabía muchos chistes sobre la ironía del pobre tono muscular de los estudiantes de medicina.

Los entrenamientos eran agotadores. Comenzaban a las 5 de la mañana, seis días por semana. Teníamos que poner el despertador a las 4:15 para poder tomar el autobús que nos llevaría al lugar, aunque los menos disciplinados no tardaron mucho en dejar de asistir a esos tempranos entrenamientos. Los que sí íbamos descubrimos que el entrenador dedicaba toda su atención a los veteranos del equipo, mientras que a los nuevos nos mandaba correr alrededor del campus.

El campus de la Universidad de São Paulo abarca una gran zona, por lo que corríamos cerca de 10 kilómetros, distancia que requería gran esfuerzo para hombres en nuestro estado físico. Al acabar, estábamos exhaustos y el entrenador nos ordenaba ir a las duchas sin ningún comentario más.

La rutina se extendió por varias semanas, aunque con el tiempo algunos alumnos ingeniosos descubrieron que podían acortar la caminata tomando un atajo. En vez de recorrer todo el perímetro del campus, se metían por el bosque, y claro, se creían muy listos porque llegaban antes a las duchas. Hasta le dieron un nombre al atajo: el retorno fácil.

Tiempo después, el entrenador anunció que estaba listo para dar a conocer los nombres de los que se unirían al equipo oficial. Para sorpresa de ellos, no seleccionó a ninguno de los que tomaban el retorno fácil. Todavía no sé cómo se enteró.

Nuestra vida es como una carrera, la cual en ocasiones puede ser difícil, pero tenemos un Entrenador que nos conoce bien y que nos ha prometido: “El que sea fiel y persevere, vencerá al mundo” (D. y C. 63:47). Es posible que parezca que algunas personas se beneficien al quebrantar las reglas, pero en realidad, ningún esfuerzo que se haga para guardar los mandamientos quedará sin recompensa.

Siempre me siento agradecido cuando pienso en el equipo de remo. Aún conservo la medalla de oro que recibimos por nuestras victorias. Pero lo más importante es que todavía tengo la determinación que adquirí en aquella época de jamás tomar el retorno fácil.

Humberto Eiti Kawai es miembro del Barrio Vila Mariana, Estaca Ipiranga, São Paulo, Brasil.