2002
Tonga: Tierra de creyentes
abril de 2002


Tonga: Tierra de creyentes

El Evangelio de Jesucristo se ha hecho fuerte en Tonga, donde la devoción a Dios, el amor por la familia y la fe ya forman de por sí parte de la cultura.

Atardece un sábado en la isla de Vava‘u. Samisoni y Meleane Uasila‘a, que han criado a 20 hijos aparte de sus propios 12, se preparan para el día de reposo. El sol que se pone brilla a través de las recién lavadas camisas blancas que cuelgan del tendedero y se refleja en el verde follaje que rodea la casa. Uno de los hijos barre los escalones mientras otros limpian el patio. Dentro, la hermana Uasila‘a y sus hijas preparan la comida del domingo. Cada una envuelve la carne mezclada con leche de coco con una hoja de taro, y a su vez con una hoja de banana (plátano) para cocinarla lentamente durante la noche en un horno al aire libre hecho con piedras calientes recubiertas de hojas de banana. El hermano Uasila‘a, patriarca de estaca y director de la Escuela Secundaria de Saineha, y algunos de sus hijos trabajan en su campo de taro. Echan las hierbas y los escombros en un fuego ardiente. La luz amarilla del sol del poniente se cuela por entre el humo ascendente, marcando la silueta de uno de los jóvenes que cuida de la lumbre.

Escenas semejantes se repiten cada semana en decenas de miles de hogares tonganos, pues en Tonga la santificación del día de reposo se exige por ley. El cristianismo comenzó a enraizar allí en agosto de 1831, con el bautismo, a manos de misioneros de la Iglesia de John Wesley, de Taufa‘ahau, que más tarde se convertiría en el rey George Tupou I. La tradición dice que él sometió las islas de Tonga a Dios tomando un puñado de tierra y elevándolo hacia el cielo con una oración. En la actualidad, los tonganos reverencian el día de reposo de buen grado. Ese día, casi todas las tiendas y los negocios están cerrados; no se ven ni taxis ni autobuses. Todo está tranquilo.

El élder Pita Hopoate, Setenta Autoridad de Área, dice: “El rey Taufa‘ahau Tupou IV hace hincapié en santificar el día de reposo, así que los tonganos vamos el domingo a la Iglesia, luego regresamos a casa y participamos de la mejor comida de la semana”.

Los paralelismos entre la cultura tongana y el Evangelio no se limitan a la observancia del día de reposo. “Para nosotros la familia es lo primero”, dice el élder Hopoate. “Tenemos la costumbre de decir familia y no parientes a nuestra madre, padre, hijos, abuelos, tíos, tías, primos, primas, sobrinos y sobrinas. La Iglesia ensalza a la familia, y éste es uno de los motivos por los que la Iglesia está creciendo”.

Y La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días está creciendo en este lugar. De los 106.000 habitantes de Tonga, más de 46.000 son Santos de los Últimos Días —poco más del 40 por ciento—, el porcentaje más elevado de Santos de los Últimos Días en cualquier país del mundo.

Para muchos esta estadística no es una sorpresa. “Cuando los tonganos se convierten en Santos de los Últimos Días, el Evangelio no hace sino refinar sus buenos valores”, dice Helen Latu, una maestra de la Escuela Secundaria Liahona. “Se asemeja a una dosis doble del Evangelio”.

Mele Taumoepeau, la directora de la Escuela Secundaria Liahona, concuerda. “Vivimos principalmente pendientes de la fe”, dice. “Nuestra sociedad se edifica en una creencia en Dios”.

‘Alofanga y ‘ana Moli

La vida de ‘Alofanga (‘Alo) Moli se ha visto refinada a causa del Evangelio. Cuando era joven y vivía en Vava‘u, no pudo asistir a la escuela con regularidad debido a fuertes dolores de cabeza y a hemorragias nasales. Aunque no era miembro de la Iglesia, se enamoró de ‘Ana, quien sí lo era. ‘Alo se bautizó en diciembre de 1957 y poco después fue llamado a servir como misionero de servicio, colaborando en la construcción de centros de reuniones. Pero los problemas de salud todavía le perseguían y un día en que se encontraba enfermo, recibió una bendición del sacerdocio en la que se le prometió que si servía al Señor, esos achaques no regresarían jamás. Y la bendición se ha cumplido.

El conocimiento y la comprensión de ‘Alo creció al magnificar sus llamamientos en la Iglesia. En 1960 se casó con ‘Ana, y en 1962 sirvieron juntos en una misión de dos años. El hermano Moli fue llamado como presidente de rama en cada lugar en el que ellos sirvieron.

Tras la misión, los Moli y sus dos hijitas se mudaron a la isla de ‘Eua, para ser granjeros con el hermano de ‘Ana. ‘Alo sirvió como consejero del presidente de distrito. “Nuestra misión nos preparó para los llamamientos que recibimos”, dice. “Posteriormente serví como presidente de rama por 11 años, y el resto de nuestros 14 hijos nacieron aquí”.

Esta capacitación en el Evangelio se transmitió a su vida personal. “Después del azote del huracán Isaac en 1982, la cosecha estaba arruinada y necesitaba trabajo”, dice el hermano Moli. “Recibí la inesperada oportunidad de dirigir una tienda durante tres años, y mi experiencia como presidente de rama me ayudó a saber qué hacer. Nadie creía que pudiera hacerlo porque no había ido a la escuela, pero el Espíritu Santo me había instruido”.

Ahora, ‘Alo sirve como sellador del templo y ‘Ana como obrera. “Aunque sólo he sido un granjero de una pequeña isla del Pacífico”, dice ‘Alo, “testifico de la veracidad del Evangelio y de la realidad de Jesucristo”.

“Quiero servir”

Los primeros misioneros Santos de los Últimos Días llegaron a Nuku‘alofa, la capital, en 1891, y dieron comienzo al Distrito tongano de la Misión Samoana. La primera misión tongana se creó en 1916, pero en 1922 una ley prohibió la obtención de visados para casi todos los estadounidenses. Así que para hacer frente a ese obstáculo, el presidente de misión llamó a tonganos para que sirvieran como misioneros en su propio país; dos décadas después, Tonga tenía preparado un gran cuerpo de fieles líderes del Sacerdocio de Melquisedec, así que en 1940, cuando los extranjeros abandonaron Tonga a causa de la Segunda Guerra Mundial, ya existía un fuerte liderazgo local. El 7 de junio de 1946, llegó un importante instrumento misional, cuando el Libro de Mormón se publicó en tongano. En 1954 los santos de Tonga comenzaron a recibir la revista de la Iglesia en su propia lengua.

Hoy día, el servir en una misión es una tradición ya establecida entre los jóvenes tonganos. El presidente Kelikupa Kivalu supervisa la Misión Tonga Nuku‘alofa, uno de los programas misionales locales de más éxito en la Iglesia. El presidente Kivalu explica: “La misión tiene un promedio de 160 misioneros en cualquier momento, y es extraño que todos no sean tonganos. Suelen conocerse unos a otros, así como a la gente a la que enseñan. Conocen la cultura y la lengua; los miembros también los conocen y les dan de comer y los alojan”.

La primera estaca de Tonga se creó en septiembre de 1968, cuando el número de miembros superaba los 10.000 y la misión tenía 10 distritos y 50 ramas.

Entre los primeros líderes locales se hallaba Tonga Paletu‘a. La risa todavía le viene con facilidad a este hombre de 78 años, que fue el primer tongano en servir en cada uno de los siguientes llamamientos: presidente de misión, Representante Regional, presidente de templo y patriarca. Él y su esposa, Lu‘isa Hehea Kona‘i, al igual que muchos matrimonios tonganos, han proporcionado un liderazgo fuerte. Libros de recuerdos y cientos de fotografías de décadas de servicio llenan un extremo de la sala de su hogar. El otro extremo está sin adornos y sereno, pues es donde el hermano Paletu‘a da las bendiciones patriarcales, siguiendo con su vida de servicio devoto.

Sione Tu‘alua Latu

El noventa y nueve por ciento de los alumnos de la Escuela Secundaria Liahona son miembros de la Iglesia. Sione Tu‘alau Latu, que asistió en la década de 1950, no lo era. Al igual que muchos alumnos que no son de nuestra fe pero que asisten a dicha escuela, Sione adquirió un testimonio y se bautizó. Él recuerda: “Procedía de una familia pobre con nueve hijos. Vivíamos en una isla pequeña. Mi padre falleció antes de que yo naciera y yo quería hacer algo para ayudar, así que opté por ir al colegio universitario de la Iglesia [ahora Universidad Brigham Young—Hawai], pero sabiendo que tendría que pasar un difícil examen del gobierno, tuve miedo. Me habían enseñado que si uno ayuna y ora, el Señor le da la respuesta; así que empecé a buscar un lugar donde orar en privado, y en el camino de casa a la escuela pasé por un campo de taro con sus largas y anchas hojas, y pensé: Si José Smith puede orar en una arboleda y recibir respuesta a sus oraciones, entonces yo puedo orar aquí y recibir una respuesta a las mías. Comencé a ayunar y regresé al lugar de los taros. Me aseguré de que no hubiera nadie a mi alrededor y entonces me arrodillé entre las hojas del taro. Oré por lo que pareció ser mucho tiempo; me sentía muy cerca de mi Padre Celestial y cuando me levanté, tenía la camisa húmeda por las lágrimas”.

Sione Latu pasó el examen y obtuvo una beca. “Sabía que me pasaban estas cosas en respuesta a mi oración bajo la planta de taro”, recuerda. “Me arrodillé y di gracias al Señor, y le prometí que volvería y ayudaría a mi familia y a mi país”.

El hermano Latu sí regresó y ha servido a su gente por largo tiempo como líder de la Iglesia y sabio hombre de negocios. Está bien preparado para su llamamiento como director de asuntos públicos de la Iglesia, desde donde ve el creciente y positivo efecto que los Santos de los Últimos Días están teniendo sobre la nación de Tonga.

Por ejemplo, un líder comunitario, que integraba un grupo de personas seleccionadas para hablar en un programa de televisión sobre la juventud tongana, dijo que admiraba a los misioneros de la Iglesia porque, en un momento crítico de sus vidas, estos jóvenes dedican el tiempo al estudio de las Escrituras y a aprender el sendero de Jesucristo.

La Familia Primero

“Aquí los hijos respetan a sus padres”, dice Lani Hopoate. “Es nuestra cultura, nuestra tradición. Siempre tratamos de comportarnos bien. La presión familiar existe, pero es una presión buena. Vives en un pueblo y todos te conocen; cuidamos unos de otros, y hasta tenemos un acompañante cuando salimos en citas”.

Suliasi Vea Kaufusi, director de asuntos temporales, concuerda con ella. “Los tonganos tendemos a pensar en nuestra familia antes que en nosotros mismos. Cuando mi padre falleció mientras yo asistía a la universidad de la Iglesia, regresé a casa para ayudar a mi madre a proveer para mis 12 hermanos y hermanas. Es algo típico de aquí. En ocasiones los hijos mayores abandonan Tonga para conseguir mejores trabajos y luego envían parte de sus ingresos a la familia. De hecho, ésa es una fuente importante de ingresos para muchas familias; pero aun cuando los tonganos se marchen, todavía sienten un fuerte lazo de unión con Tonga gracias a la importancia que dan a la familia y a la comunidad. Mis propios hermanos y hermanas viven en Tonga, Nueva Zelanda y los Estados Unidos, pero todos estamos unidos”.

Por supuesto que hay ocasiones en las que una familia sufre a causa del divorcio, pero el tener un gran número de parientes y un barrio amoroso ayuda a las familias a salir adelante. Las enseñanzas del Evangelio les ayudan a permanecer fieles. Una hermana, cuyo marido la abandonó a ella y a sus siete hijos hace seis años, dice: “Aunque mi esposo no era Santo de los Últimos Días, los niños y yo siempre celebrábamos la noche de hogar, teníamos nuestras oraciones familiares, estudiábamos las Escrituras e incluso las memorizábamos. Después de que él se marchó, encontré trabajo en una panadería y mis hijos mayores también encontraron empleo. También la familia y los miembros del barrio nos ayudaron”. En esta familia, tres hijos y una hija han servido como misioneros y se han casado en el templo. Los hijos menores todavía viven en casa. “El sacerdocio de mis hijos y nuestros testimonios del Evangelio han sostenido a la familia”, dice esta hermana.

Templo de Nuku‘alofa, Tonga

El fulguroso blanco del Templo de Nuku‘alofa, Tonga, es uno de los edificios más destacados del país. Dedicado por el presidente Gordon B. Hinckley el 9 de agosto de 1983, el templo abre seis días a la semana y el último viernes de cada mes permanece abierto toda la noche, lleno de atareados miembros que efectúan las ordenanzas del templo por sus antepasados.

Dado que la familia siempre ha sido tan importante en este lugar, los tonganos tienen un gran interés en sus antepasados. Muchas tumbas están decoradas no sólo con flores, sino con un acolchado apoyado en un armazón de madera. El acolchado permanece ahí hasta que la naturaleza lo deteriora; esos acolchados son un reflejo del amor y el respeto que los tonganos tienen por sus familiares fallecidos.

En el pasado los tonganos registraban la información sobre sus antepasados en largos rollos de tejido de tapa (una papel grueso hecho de corteza majada). Muchas familias conocen su historia familiar que se remonta cientos de años. En tiempos más recientes, muchos miembros de la Iglesia han pasado su información a papel o la han ingresado en la computadora como preparación para efectuar las ordenanzas del templo.

Todos se benefician del templo. “El tener un templo aquí da a todos los habitantes de Tonga un sentimiento especial”, dice Sione Fineanganofo, el presidente del templo.

Las Bendiciones de Creer

En Tonga abundan los testimonios sobre el poder del sacerdocio como un medio para proporcionar consuelo o para sanar a los que estén afligidos. Cuando Sione Siaki, de 44 años y vecino de Tongatapu, enfermó con fiebres y dolores, muchos temieron que muriera. El hospital de Tonga estaba repleto, pero una enfermera llevó las medicinas a su casa. Durante más de un mes padeció día tras día. “Esperaba morir”, dice el hermano Siaki. “Entonces la presidenta de la Sociedad de Socorro sugirió que el barrio ayunase; habló con el obispo y en dos ocasiones nuestro barrio de 300 miembros ayunó por mí. Antes de los ayunos, no podía moverme; pero dos semanas después del segundo ayuno, pude sentarme y con el tiempo fui mejorando. Ahora soy obrero del templo y cuando estoy allí, me viene directamente a la mente que quizás ése es el motivo por el que me salvé”.

Mele, hija de ‘Ahongalu y ‘Ana Fulivai, de Vava‘u, también se curó. Hace nueve años, Mele cayó enferma de una enfermedad desconocida. Desde marzo hasta diciembre estuvo postrada en un hospital con fiebre, convulsiones y alucinaciones. Su madre permanecía con ella durante el día, y por la noche, su padre, que trabajaba todo el día, iba al hospital y se sentaba al lado de su cama. Mele se tranquilizaba al tomar a su padre de la mano durante toda la noche, recibiendo consuelo de saber que él tenía el sacerdocio.

Mele se ha ido recuperando con el tiempo, con sólo algunos problemas muy de vez en cuando. “Hemos aprendido a confiar en el Señor”, dice ‘Ana. “Él nos ha bendecido de formas inesperadas”.

Mele Taumoepeau dice: “Aprecio la paz que reina aquí, la seguridad. Lo que no tenemos en cuestiones económicas se ve más que compensado por el amor que compartimos y la fe que prevalece. Quizás no tengamos todas las cosas materiales, pero seguro que sí somos bendecidos con las cosas del espíritu”.

El Establecimiento del Convenio

Es lunes por la noche en Vava‘u; está oscuro, pero una cálida luz brilla desde las ventanas de muchos hogares. En el aire viajan los acordes de “Soy un hijo de Dios” procedentes de las muchas noches de hogar que se están celebrando. En el hogar de Tukia y Linda Havea, se mezclan las risas de los niños con la letra y la música de las canciones de la Primaria.

“La música es el idioma con el que unimos a nuestros hijos y les enseñamos los principios del Evangelio”, dice Linda. “Ellos cantan y a veces desconocen el significado, pero todo ello permanece con ellos y con el tiempo terminarán por entenderlo”.

Al otro lado de la ciudad, la familia Uasila‘a también tiene su noche de hogar y, como de costumbre, se les han unido varios amigos de sus hijos conforme cantan los himnos y luego hablan sobre a qué vecinos y amigos van a invitar a recibir las charlas misionales.

En hogar tras hogar, hay personas creyentes, tanto Santos de los Últimos Días como de otras confesiones. Todos disfrutan de la promesa que se encuentra en Levítico: “Guardad mis días de reposo… yo daré vuestra lluvia en su tiempo, y la tierra rendirá sus productos, y el árbol del campo dará su fruto… y comeréis vuestro pan hasta saciaros, y habitaréis seguros en vuestra tierra.Y yo daré paz en la tierra… Porque yo me volveré a vosotros, y os haré crecer, y os multiplicaré, y afirmaré mi pacto con vosotros” (Levítico 26:2, 4–6, 9).

Estas bendiciones prometidas se derraman de forma abundante sobre la gente y la tierra de Tonga.