2002
Amigos en Vava’u
junio de 2002


Amigos en Vava’u

Ifoni Tapueluelu se encontraba un poco solo. Era el único varón en una familia de hermanas, las cuales estaban creciendo y tenían otras amistades e intereses. Él necesitaba un amigo.

Un día, Ifoni, que tenía en aquel entonces aproximadamente 13 años, nadaba cerca del puente en la hermosa isla de Vava‘u, perteneciente a un grupo de islas situadas al norte de la nación de Tonga. Había otros niños que nadaban allí también, pero Ifoni se fijó en uno de ellos, Peter, que estaba solo y parecía tan triste como él. Ifoni vio a Peter y pensó: No tiene amigos, pero necesita uno, igual que yo. Pronto se hicieron inseparables, excepto cuando Ifoni iba a las reuniones de la Iglesia.

La isla de Vava‘u tiene tres estacas y docenas de barrios y ramas. Ifoni es uno de los muchos miembros de Tonga que ha crecido en la Iglesia. Se bautizó a los ocho años de edad y como diácono asistía fielmente a las reuniones del barrio, cumplía con sus deberes y participaba en las actividades.

A su nuevo amigo, Peter McLean, le habían ocurrido algunas cosas muy duras: su padre había muerto al perderse en el mar mientras pescaba y tanto él como sus hermanas, Lilika y Lei, y su madre, Hainite, se quedaron solos. Peter admite que pasó por dificultades. Su tía lo convenció para que asistiera a la escuela secundaria Saineha, la escuela patrocinada por la Iglesia, pero se sentía fuera de lugar y con frecuencia no iba a clase. El director y los maestros fueron pacientes y siguieron animándole a que volviera. Fue entonces que conoció a Ifoni y su vida empezó a cambiar.

A medida que la amistad de Peter y Ifoni se hacía más fuerte, era natural que Ifoni lo invitara a hacer todo lo que él hacía: ir a la Mutual, participar en seminario y asistir a las reuniones dominicales. Al principio Peter no sabía nada de la Iglesia, pero contaba con un buen amigo que estaba dispuesto a enseñarle.

Ifoni tenía un fuerte testimonio, el cual se fortalecía gracias a ciertas experiencias milagrosas que ocurrieron durante su infancia. A los ocho años de edad, mientras jugaba a las peleas con espada con un machete real y muy afilado, se hizo un corte en un ojo. El médico dijo que no volvería a ver con ese ojo, pero su padre y su obispo le dieron una bendición del sacerdocio en la que pidieron que, si era la voluntad del Señor, el ojo se curara. Tres meses más tarde, recuperó la vista en ese ojo, aunque todavía conserva una cicatriz. También estuvo a punto de electrocutarse cuando la electricidad llegó por primera vez al pueblo donde vivía su familia. Una vez más, recibió una bendición del sacerdocio y su vida fue preservada. Hoy día, como adolescente, no tiene duda alguna del poder del sacerdocio. “Cuando recibí el Sacerdocio Aarónico”, dice Ifoni, “mi madre me instó a ser fiel al poder del Señor; es muy importante mantenerse limpio y ser digno del Sacerdocio Aarónico”.

Ifoni sabía que Peter necesitaba esas mismas bendiciones en su vida.

A Peter le gustaba ir a las actividades de la Mutual, pero no siempre quería ir a la Iglesia los domingos. “Cada domingo, Ifoni se quedaba fuera de la casa y me esperaba”, dice Pedro. “Jamás se dio por vencido”.

Entonces, el testimonio de Peter comenzó a crecer; seminario también fue una gran ayuda. “Un día, la maestra explicó cómo resistir a Satanás y superar las pruebas de cada día”, dice Peter. “En Doctrina y Convenios 10:5 se habla de orar con fervor para resistir la tentación; siempre tengo ese pasaje en mente”.

Ahora, como jovencitos de 17 años de edad, Ifoni y Peter esperan el momento en que sirvan en una misión. Serán misioneros excelentes. Ellos ven oportunidades donde otros ven dificultades. Por ejemplo, más de la mitad de los 15.000 habitantes de Vava‘u son miembros de la Iglesia, señala Peter; y a continuación pregunta: “¿No creen que es posible ayudar a la otra mitad a unirse a la Iglesia?”. De inmediato parecen surgir impedimentos para una conversión tan extensa, pero una mirada al rostro de Ifoni y el de Peter aleja todas las dudas. Ellos tienen fe y con una fe como esa, cualquier cosa es posible.

Mientras se preparan para servir en una misión, su obispo los ha llamado a ambos a ser secretarios auxiliares del Barrio Neiafu 4, Estaca Neiafu Oeste, Vava‘u, Tonga. Ese llamamiento les pide dedicar quince horas a la semana para ir al centro de reuniones y actualizar los registros y encargarse del cuidado de los jardines.

Peter e Ifoni ven el Evangelio como una gran fuerza en su vida y en la vida de los habitantes de Vava‘u; y anhelan la llegada del día en el que, vestidos con ropas misionales, dediquen el tiempo a la predicación del Evangelio.

Peter explica que un pasaje que aprendió en seminario se ha convertido en su propia oración:

“Te rogamos, Padre Santo, que tus siervos salgan de esta casa armados con tu poder, y que tu nombre esté sobre ellos, y los rodee tu gloria, y tus ángeles los guarden;

“y que de este sitio lleven nuevas sumamente grandes y gloriosas, en verdad, hasta los cabos de la tierra, a fin de que sepan que ésta es tu obra y que has extendido tu mano para cumplir lo que has hablado por boca de los profetas tocante a los últimos días” (D. y C. 109:22–23).

No es de extrañar que el pasaje favorito de Ifoni trate sobre el ayudar a los demás. Se encuentra en Doctrina y Convenios 81:5–6, donde el Señor dice que seamos fieles y “[levantemos] las manos caídas y [fortalezcamos] las rodillas debilitadas”.

Eso es exactamente lo que hizo Ifoni cuando vio a alguien que necesitaba un amigo. Su amistad cambió el curso de la vida de Peter. ¿Y el resultado? Dos amigos, más fuertes en el Evangelio de lo que lo habrían sido por separado.