2002
La elección que dio inicio a la mortalidad
agosto de 2002


La elección que dio inicio a la mortalidad

La Caída fue un glorioso requisito para abrirnos los portales hacia la vida eterna.

Estoy verdaderamente asombrado por el gran amor y valor que mi maravillosa compañera ha mostrado durante el nacimiento de nuestros hijos. Siento gran admiración porque el dolor y el malestar que acompañaron su nacimiento se haya olvidado al poco tiempo, dando paso a la dicha y a la felicidad de tener un bebé en nuestro hogar. He reflexionado en cuánto sabrían Adán y Eva de esas cosas al tomar la decisión de participar del fruto prohibido, decisión que dio comienzo a lo que se tiende a llamar el segundo acto de la “gran obra en tres actos”1 que conocemos como el gran plan de felicidad. Dios el Padre, Jehová, Adán, Eva y Lucifer fueron los actores; el jardín de Edén fue el escenario de este interludio entre el acto primero, la vida preterrenal y el acto segundo, la vida terrenal.

Preparación del Escenario

El acto primero incluyó un concilio donde Lucifer prometió lo imposible, “[redimir] a todo el género humano”, y exigió la “honra” del Padre (véase Moisés 4:1). Jesucristo era el “Amado y… Escogido [por el Padre] desde el principio”, y prometió cumplir con el plan del Padre (véase Moisés 4:2). Nosotros ejercimos nuestro albedrío y escogimos seguir al Salvador; entonces hubo una “gran batalla en el cielo” (véase Apocalipsis 12:7–9) y Lucifer “fue expulsado con todos aquellos que lo apoyaron”2.

Dios el Padre fue el organizador y el personaje principal de ese interludio, y por medio de Su Hijo creó la tierra y el jardín de Edén.

Adán fue el primer hombre, el Miguel premortal (véase D. y C. 27:11), “el que ayudó a crear la tierra, un personaje glorioso y magnífico; Eva era su igual, una colaboradora completa y total”3. A Adán y a Eva se les puso en un jardín; Adán fue formado “del polvo de la tierra” y Eva de su costado, y fueron esposo y esposa (véase Moisés 3:7, 21–24).

El Padre les mandó multiplicarse y henchir la tierra y no comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, mas añadió: “…No obstante, podrás escoger según tu voluntad, porque te es concedido; pero recuerda que yo lo prohíbo, porque el día en que de él comieres, de cierto morirás” (Moisés 3:17). Así se preparó el escenario para el ejercicio del albedrío y la posibilidad de la mortalidad.

Elecciones y Consecuencias

Lucifer también era desde el principio. “…pretendió destruir el albedrío del hombre… y llegó a ser… el padre de todas las mentiras” (Moisés 4:3–4), y entró al jardín para engañar a nuestros primeros padres. Primero habló con Adán, pero él no cedió. A continuación intentó “engañar a Eva” (Moisés 4:6) y le preguntó: “…¿Conque Dios ha dicho: No comeréis de todo árbol del jardín?” (Moisés 4:7). El poner en tela de juicio el recuerdo que alguien pueda tener de un hecho pasado puede crear duda, pero Eva se mantuvo firme y la primera estratagema de Lucifer fracasó.

“…De cierto no moriréis”, protestó Lucifer, contradiciendo directamente la palabra del Señor (véase Moisés 4:10; véase también D. y C. 29:41–42); “pues Dios sabe que el día en que de él comiereis se abrirán vuestros ojos, y seréis como dioses, conociendo el bien y el mal” (Moisés 4:11). Lucifer dijo, en parte, la verdad pero la mezcló con una mentira. Si Eva participara del fruto, sus ojos sí se abrirían y empezaría a discernir el bien del mal; pero la noción de que al tomar del fruto, de inmediato Eva sería semejante a los dioses fue un engaño astuto. El propósito de la vida se puede cumplir únicamente cuando disponemos de tiempo suficiente para prepararnos para regresar a Dios y aprendemos a discernir el bien del mal por medio de nuestras propias experiencias (véase Alma 12:22–26; D. y C. 29:39).

A petición de Lucifer, Eva comenzó a darse cuenta de que el fruto prohibido era bueno como alimento, o delicioso y agradable a la vista. Lucifer “sabe cómo llamar la atención y hacer surgir el deseo de sus clientes”4. Eva entonces escogió participar del fruto prohibido y tras ello animó a Adán a hacer lo mismo (véase Moisés 4:12). Adán llegó a la conclusión de que el mandamiento de Dios de permanecer con su esposa (véase Moisés 4:18) era más importante que el abstenerse del fruto, y viéndose obligado a tomar una decisión, “Adán cayó para que los hombres existiesen” (2 Nefi 2:25).

Las decisiones de Adán y Eva, al igual que las nuestras, no estaban exentas de consecuencias. El poder de Lucifer de “[herir] el calcañar” de Jesucristo, la simiente de la mujer, sería breve, pues el Salvador tendría poder para “[herirle la] cabeza” (véase Moisés 4:21)5. Así como la luz disipa las tinieblas, el Salvador vencerá a Lucifer, y mediante Su poder, también nosotros podremos vencer. A Eva, el Señor multiplicaría “en gran manera [sus] dolores en [sus] preñeces. Con dolor [daría] a luz los hijos” (Moisés 4:22). “Por decreto divino”, ella sería madre y su “responsabilidad primordial [sería] criar a los hijos”6. Para Adán, la tierra sería “maldita… por [su] causa”. Le produciría “Espinas también, y cardos” y… “Con el sudor de [su] rostro [comería] el pan” (véase Moisés 4:23–25). “Por designio divino, el padre… tiene la responsabilidad de [proteger a la familia] y de proveerle las cosas necesarias de la vida… El padre y la madre, como iguales, están obligados a ayudarse mutuamente”7. Adán y Eva quedaron excluidos del más hermoso de los jardines, y la mortalidad, o sea, el acto segundo, comenzó. No obstante, se les enseñó el plan de Dios y se les dieron mandamientos; no partieron sin protección ni promesas, pues Dios les facilitó “túnicas de pieles” (véase Moisés 4:27) para cubrir su desnudez. Estas túnicas representan la protección, tanto física como espiritual, de la que podemos disfrutar al seguir las enseñanzas de nuestro Padre.

Cuando Adán y Eva fueron expulsados del jardín y se hallaron fuera de la presencia de Dios, estaban deseosos de volver; utilizaron su albedrío para invocar el nombre del Señor, para adorar al Señor su Dios mediante la ofrenda de sacrificios y para bendecir Su nombre (véase Moisés 5:4–5, 12).

La Caída y La Expiación

Tres de los acontecimientos más importantes de la historia de la humanidad son la Creación, la Caída y la Expiación. “La esencia misma [del] plan [de salvación] es la expiación de Jesucristo”, dijo el élder Russell M. Nelson, del Quórum de los Doce Apóstoles. “Es preciso que comprendamos el significado de la Expiación; sin embargo, antes de que podamos entenderlo, debemos comprender la caída de Adán”8. Los Santos de los Últimos Días creemos que la elección de Adán y Eva de participar del fruto prohibido fue, en última instancia, algo bueno, un acto necesario para nuestro crecimiento.

El presidente Joseph Fielding Smith (1876–1972) enseñó: “Cuando se puso a Adán y Eva en el jardín de Edén, no tenían que morir, pudiendo haber estado allí hasta el día de hoy y haber continuado así por tiempo indefinido. Por ese entonces no existía la muerte, mas habría sido una terrible calamidad el que se hubieran refrenado de participar del fruto de ese árbol porque habrían permanecido en el jardín de Edén y nosotros no estaríamos aquí; nadie estaría aquí, a excepción de Adán y Eva; así que ambos participaron del fruto”9.

Se han hecho muchas preguntas: ¿Cuánto entendimiento tenían realmente Adán y Eva sobre las consecuencias de comer del fruto prohibido? ¿Por qué el mensaje de Satanás fue tentador para Eva pero no para Adán? ¿No había otra manera? Estas preguntas resultan desconcertantes porque sabemos muy poco de los pensamientos y sentimientos que Adán y Eva tenían en el jardín, así que no debemos preocuparnos por lo que las Escrituras y los profetas vivientes han decidido no explicar. Lo importante es saber que se cumplió el propósito del Señor: Adán y Eva cumplieron con el primer mandamiento de multiplicarse y henchir la tierra. Sus cuerpos sufrieron un cambio y la mortalidad, la paternidad y finalmente la muerte vinieron sobre ellos, con lo cual también se hicieron posibles las relaciones familiares eternas. La Caída fue “un glorioso requisito para abrirnos los portales hacia la vida eterna”10. Como resultado, hemos sido bendecidos con la oportunidad de venir a esta tierra.

“Por medio de la Caída también obtuvimos otras bendiciones”, ha dicho el élder Nelson. “Ésta puso en vigencia dos dones de Dios que están estrechamente relacionados y que son casi tan preciados como la vida misma: el albedrío y la responsabilidad. Nos volvimos ‘libres para escoger la libertad y la vida eterna… o escoger la cautividad y la muerte’ (2 Nefi 2:27). Y la libertad de escoger no se puede ejercer sin la responsabilidad de las decisiones que se tomen [véase D. y C. 101:78; 134:1]”11.

Un Padre Celestial que nos ama y confía en nosotros nos ha puesto aquí. Él desea que empleemos nuestro albedrío para crecer y progresar en este laboratorio que llamamos la Tierra.

La Caída y el Gozo

Mientras mi esposa y yo hemos contemplado el crecimiento y el desarrollo de nuestros hijos, nos hemos maravillado con muchas de sus decisiones. Nos ha sorprendido el amor y el valor de nuestras hijas y nueras al haber dado a luz a unos preciosos espíritus que han descendido de la presencia de nuestro Padre Celestial. En cada alumbramiento, he recordado que sin la Caída no experimentaríamos el nacimiento, el dolor, el pesar, la enfermedad, la salud, la dicha, el amor y la muerte; o en otras palabras, jamás podríamos hallar la felicidad eterna. Y sin el gran sacrificio de la expiación de nuestro Salvador, jamás seríamos capaces de vencer la muerte ni de tener el privilegio de arrepentirnos para la remisión de nuestros pecados. Jesucristo hace posible que regresemos al Padre y hallemos exaltación con nuestras familias. Él es nuestro Salvador, nuestro amigo, nuestro Padre Espiritual mediante la Expiación, nuestro Redentor de la Caída, nuestra vida misma y nuestra luz, y el Hijo viviente de nuestro Padre Celestial.

El lograr un entendimiento de la elección que dio inicio a la mortalidad es crucial para entender el glorioso plan del Padre. Aquellos de nosotros que hemos escogido seguir al Salvador en el acto primero seremos enormemente bendecidos si deseamos hacer lo correcto y empleamos con sabiduría el albedrío que se nos ha concedido en el acto segundo.

El élder Jess L. Christensen fue relevado en octubre de 2001 como Setenta Autoridad de Área del Área Utah Norte.

Notas

  1. Véase Boyd K. Packer, The Play and the Plan, Charla Fogonera del Sistema Educativo de la Iglesia para jóvenes adultos en edad universitaria, 7 de mayo de 1995, pág. 2.

  2. Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 443.

  3. Richard G. Scott, “El gozo de vivir el gran plan de felicidad”, Liahona, enero de 1997, pág. 83.

  4. James E. Talmage, “A Greeting to the Missionaries”, Improvement Era, diciembre de 1913, pág. 173.

  5. Véase James E. Talmage, Jesús el Cristo, pág. 44.

  6. “La familia: Una proclamación para el mundo”, Liahona, octubre de 1998, pág. 24.

  7. Liahona, octubre de 1998, pág. 24.

  8. “La constancia en medio del cambio”, Liahona, enero de 1994, pág. 39.

  9. En Conference Report, abril de 1967, pág. 122.

  10. “‘El gran plan de salvación’”, Liahona, enero de 1994, pág. 85.

  11. Liahona, enero de 1994, pág. 39.