2002
Preguntas y respuestas
octubre de 2002


Preguntas y respuestas

La mayor parte del tiempo estoy triste. ¿Qué puedo hacer para sentirme más feliz?

Las respuestas tienen por objeto servir de ayuda y exponer un punto de vista y no deben considerarse como pronunciamientos de doctrina de la Iglesia.

La Respuesta de Liahona

El profeta Lehi enseñó: “…es preciso que haya una oposición en todas las cosas” (2 Nefi 2:11). Para que las creaciones de Dios cumplan con su propósito, debe haber extremos opuestos: salud y enfermedad, bien y mal, luz y tinieblas, felicidad y desdicha. La tristeza, por tanto, es parte necesaria de nuestra experiencia terrenal.

Sin embargo, sí debe preocuparte que estés triste con frecuencia o que te sientas deprimido durante largos períodos de tiempo. Si constantemente tienes esos sentimientos, habla de inmediato con tus padres o con un líder de la Iglesia. Busca la ayuda del Señor mediante la oración y las bendiciones del sacerdocio; Su ayuda siempre está a tu alcance.

Si persiste tu tristeza, tus padres o los líderes de la Iglesia pueden animarte a recibir ayuda de un profesional de confianza, como un médico o un asesor, para determinar si estás padeciendo algún desorden físico o emocional. Los consejos, la medicación y otras ayudas médicas tal vez solucionen en parte tu problema.

También puede serte de ayuda recordar que Satanás es el que desea que estemos tristes. Lehi enseñó que, como Lucifer “había caído del cielo, y llegado a ser miserable para siempre, procuró igualmente la miseria de todo el género humano” (2 Nefi 2:18). Satanás y sus seguidores nos tientan para que pequemos, pues el pecado lleva a la desdicha. Son también ellos los que nos sugieren pensamientos de duda y desánimo, nos tientan para que dudemos de nosotros mismos, de nuestro testimonio y de nuestro potencial como hijos de Dios.

Si tu tristeza es resultado del pecado, puedes ejercer la fe en Jesucristo y arrepentirte. Puede que el proceso no sea sencillo, pero no hay mayor gozo que saber que tus pecados han quedado solucionados por medio del arrepentimiento. Tu obispo o tu presidente de rama pueden ayudarte. Si tu pesar procede del desánimo o de la duda, puedes buscar la compañía del Espíritu Santo para fortalecer tu fe en el Salvador. En cualquier caso, la oración y las bendiciones del sacerdocio te pueden ser de utilidad.

En ocasiones, la tristeza deriva de circunstancias externas. Los seres queridos pueden morir; las amistades pueden volverse en tu contra; la gente puede resultar insensible; tú puedes resultar herido o padecer enfermedades. Las experiencias que nos ayudan a crecer no siempre son agradables; a veces sólo tienes que perseverar y consolarte con la promesa del Señor en cuanto a que no te permitirá padecer más de lo que puedas soportar (véase Alma 13:28).

Todos pasaremos por experiencias difíciles en la vida, pero podemos soportarlas con la ayuda del Señor. “…existen los hombres para que tengan gozo”, dijo Lehi (2 Nefi 2:25). El Señor desea que seamos felices, y aunque no podamos serlo a cada momento ahora, si guardamos Sus mandamientos y perseveramos hasta el fin, tenemos la promesa de que algún día seremos eternamente felices en Su presencia.

Para obtener más información en inglés, visita www.ldsfamilyservices. org.

Las Respuestas de los Lectores

Cuando estoy triste, pienso en el sacrificio del Salvador y me sobreviene el pensamiento cálido: “Lo hizo por mí”. El Señor desea que seamos felices, que sintamos gozo y que disfrutemos de Sus bendiciones.

Verónica Toledo Lazanas, 19, Barrio Pasig 1, Estaca Pasig, Filipinas

Para sentirte mejor y para hacer el bien a los que te rodean, desarrolla más amor por Dios y por tus semejantes. Humíllate y date el tiempo para servir a los demás.

Obioma Madumere, 17, Rama Old Umuahia, Estaca Umuahia, Nigeria

El Señor nos ha mostrado el camino que conduce a la felicidad: vivir el Evangelio. Al hacerlo, invitamos al Espíritu de Dios a que nos acompañe en la vida, y así no habrá más hueco en nuestro corazón para los malos sentimientos.

Virginie Teihotaata, 23, Barrio Uturoa, Estaca Raromatai, Tahití

Si quieres ser feliz, haz cosas buenas por los demás. Llévales la luz del Evangelio.

Yelena Gritsenko, 16, Rama Vladivostok 2, Distrito Vladivostok, Rusia

Un día me sentía tan triste que me creía incapaz de seguir adelante. Abrí las Escrituras y cuando dejé de leer, sentí paz. Sabía que mi Padre Celestial estaba conmigo y me consolaría.

Guadalupe Celeste Moo Dzul, 19, Rama Calkini, Distrito Calkini, México

Para vencer mis sentimientos de tristeza, oro y leo las Escrituras y la revista Liahona (en indonesio). Las Escrituras fortalecen mi fe y la revista Liahona me ayuda a saber que Dios me ama.

Susana Widya Yuliyanti, 21, Rama Banjarsari, Distrito Surakarta, Indonesia

Para librarme de los malos sentimientos leo mi bendición patriarcal y medito en ella, asisto al templo e intento sentir el Espíritu de ese santo lugar, y busco recibir fortaleza del poder eterno del gran sacrificio del Salvador: la Expiación.

Humberto Martins de Araújo Jr., 22, Barrio Caetes 1, Estaca Paulista, Olinda Brasil

Creo que el estudio de las Escrituras y la oración son las mejores ayudas para solventar los problemas.

Élder Atelea Moeata Jr., 20, Misión Tonga Nuku’alofa

La tristeza no nace de la nada, ni viene de repente ni por casualidad. Hace poco me sentía triste y no podía encontrar el motivo. Al orar me di cuenta de que el Espíritu Santo estaba intentando advertirme de que no estaba escogiendo lo correcto, así que decidí cambiar mi estado espiritual. Empecé a fijarme metas, a orar más a menudo y a estudiar el Libro de Mormón.

Juliana Lazzarotti dos Neves Oliveira, 17, Rama Santa Clara, Distrito Coimbra, Portugal

Cuando no soy feliz, tomo parte en una actividad de la rama, leo la revista Liahona (en samoano) o las Escrituras. También evito estar ocioso. Cuando uno no utiliza el tiempo libre con sabiduría, permite al adversario que le tiente.

Tofoi A. Malaeti’a, 16, Rama Fagasa, Estaca Pago Pago, Samoa

“La jornada hacia la felicidad”

“Las muchas horas que he dedicado a escuchar las tribulaciones de hombres y mujeres me han convencido de que tanto la felicidad como la infelicidad son fruto de nuestros propios actos…

“…No hay nadie que sea feliz las 24 horas del día, siete días a la semana. En vez de pensar en términos de días, quizás debamos dividir la felicidad en trozos pequeños y aprender a reconocer sus elementos, para atesorarlos mientras duren…

“…La jornada hacia la felicidad… se hace sobre los peldaños del desinterés, la sabiduría, la satisfacción y la fe. Los enemigos del progreso y de la satisfacción son cosas tales como el dudar de uno mismo, una imagen pobre de uno mismo, la autoconmiseración, la amargura y la desesperación” —Presidente James E. Faust, Segundo Consejero de la Primera Presidencia (“Nuestra búsqueda de la felicidad”, Liahona, octubre de 2000, págs. 2–7).