2002
Bendigamos a nuestras familias por medio de los convenios
Noviembre de 2002


Bendigamos a nuestras familias por medio de los convenios

Si guardamos nuestros convenios, las promesas que recibiremos serán grandiosas.

Hermanas, qué maravilloso es estar con ustedes en esta ocasión. Ustedes son mujeres tan buenas; son hijas de Dios fieles y rectas que se esfuerzan por hacer todo lo posible por guardar los convenios que han hecho con nuestro Padre Celestial.

Espero que todas hayan tenido la oportunidad de ver el póster que escogimos para representar nuestro tema: “Heme aquí, envíame”. La pintura titulada “La llegada de los pioneros” la realizó la hermana Minerva Teichert, madre, esposa y distinguida artista. Nos encanta esa pintura; nos gusta contemplar el rostro de la mujer mientras camina junto a su familia; y lo que nos gusta en especial es su bolsa. A pesar de que nunca sabremos lo que hay en esa bolsa, me recuerda otras bolsas que veo en la Iglesia. ¡Yo las he llevado, y me imagino que ustedes también! En la mía he llevado, según la ocasión, las Escrituras, materiales para enseñar una lección, biberones, libros para niños, papel y crayolas.

Hermanas, de la misma forma en que llevamos nuestras bolsas a la Iglesia, es también necesario que, en sentido figurado, a dondequiera que vayamos llevemos otra bolsa —y en ella llevemos nuestro tesoro de convenios— porque somos mujeres del convenio. Quisiera hablarles sobre el modo en el que nuestros convenios fortalecen a las familias rectas.

Es importante que nos demos cuenta de que no hay una forma específica en que se pueda describir a una familia recta. Algunas de ellas tienen padre y madre, pero en ocasiones, a causa de la muerte o el divorcio, sólo queda uno de los padres. Algunas familias rectas tienen muchos hijos y otras, por el momento, no tienen ninguno. La mayoría de los miembros son solteros parte de su vida, pero el élder Marvin J. Ashton enseñó que “Dios y uno forman una familia”1. En algunas familias rectas, sólo el padre trabaja fuera de casa y, otras veces, ambos padres deben trabajar. Por tanto, a pesar de ser diferentes, lo que las familias rectas tienen en común son los convenios que guardan sagrados.

Pienso primeramente en los convenios que se relacionan con las leyes del Evangelio: por ejemplo, el diezmo, la asistencia a la Iglesia y la Palabra de Sabiduría. Hermanas, no es necesario que les diga que si guardamos esos convenios nuestras familias serán bendecidas. Eso no quiere decir que nunca sufriremos, pero sabemos que al final recibiremos una recompensa por guardar nuestras promesas.

Otros convenios nos comprometen a tener una conducta moral: tanto de nuestra ética hacia los demás como de las normas de conducta relacionadas con nuestro cuerpo. Tenemos que enseñar a nuestros hijos comportamientos correctos: honradez, respeto, integridad, bondad de palabra y obra. Enviamos a nuestros hijos a un mundo en el que esos comportamientos están en decadencia, pero debemos enseñarles por medio de la palabra y, lo que es más importante, mediante el ejemplo, los actos de decencia y de bondad.

¿Y qué acerca de la norma de conducta relacionada con nuestro cuerpo? Hermanas, debemos ser ejemplos para nuestros hijos de lo que esperamos acerca de la forma de vestir, del aspecto y la castidad. Hace dos años, el presidente Hinckley estuvo en esta reunión y nos aconsejó: “Enseñen a sus hijos desde muy temprana edad, y nunca dejen de hacerlo”2. La norma para todas nosotras es clara, pero lo que sí sabemos es que las vías del mundo muchas veces se convierten en nuestras vías y en las de nuestros hijos.

Una vez escuché a una madre decir que con todas las malas influencias que afrontaban sus hijas ella tuvo que elegir qué batallas pelear, de modo que decidió no luchar en contra de su forma de vestir. Pero vale la pena luchar la batalla en favor de la modestia, ya que muchas veces afecta temas morales más serios. Eso no quiere decir que pretendamos que nuestras hijas e hijos se cubran desde el cuello hasta los tobillos, pero sí quiere decir que debemos ayudarlos a que vistan de modo que demuestre que son hijos de Dios. Hermanas, ustedes son madres prudentes e increíbles; no necesitan un manual que les indique qué es aceptable en el vestir. Escuchen al Espíritu y ustedes y sus hijos sabrán qué es lo correcto.

También debemos asegurarnos de que nuestros hijos comprendan lo que el Señor espera acerca del comportamiento sexual. La norma relacionada con la castidad no ha cambiado: los hijos deben saber lo que es apropiado. Sin embargo, muchas veces vemos a nuestros hijos justificar comportamientos que ellos saben son incorrectos e imitar esos comportamientos del mundo. Debemos dejar a un lado la vergüenza y el bochorno a fin de hablar francamente con nuestros adolescentes. Es necesario que sepan de manera específica, y no en forma general, los comportamientos que son aceptables para un hombre y una mujer fuera de los lazos del matrimonio. Si nosotros no les enseñamos las normas, entonces el mundo lo hará, con resultados desastrosos.

Lo mismo se puede decir de la amenaza más nueva: la tecnología. Tristemente, los mejores filtros no aseguran que cosas profanas entren en nuestros hogares. Aunque Internet es maravilloso, debemos estar alerta en cuanto a ese medio y otras influencias en nuestros hogares. La pornografía se expande cada vez más y se está filtrando en la vida de los santos, haciendo que sus corazones se alejen de las normas de Dios.

El convenio más importante relacionado con las familias es el convenio del matrimonio eterno. Sabemos que “el matrimonio entre el hombre y la mujer es ordenado por Dios y que la familia es la parte central del plan del Creador para el destino eterno de Sus hijos”3. Nuestra familia es nuestra responsabilidad más grande, así como también nuestra mayor bendición.

El tema de esta conferencia es: “Heme aquí, envíame”. Esas palabras son una promesa al Señor y una expresión de nuestra disposición para servir. Si guardamos nuestros convenios, las promesas que recibiremos serán grandiosas. El presidente Boyd K. Packer ha escrito:

“No es raro que algunos padres responsables pierdan a uno de sus hijos, por un tiempo, a causa de influencias que están fuera de su control. Se angustian por los hijos e hijas rebeldes; sufren y se preguntan por qué no pueden hacer nada cuando se esforzaron tanto para hacer lo que debían. Tengo la firme convicción de que esas influencias inicuas algún día serán abolidas…

“Es imposible recalcar demasiado el valor del matrimonio en el templo, los lazos de unión de la ordenanza selladora y las normas requeridas de dignidad. Cuando los padres guardan los convenios que han hecho en el altar del templo, sus hijos estarán sellados a ellos para siempre”4.

Hermanas, esa promesa me da gran esperanza. Andemos por el camino con confianza, con nuestras maravillosas bolsas firmemente sujetas bajo el brazo, pero saquemos de ellas las cosas innecesarias. El peso de más sólo logrará demorarnos. Despojémonos de los remordimientos de acciones pasadas, y echemos “sobre Jehová [nuestra] carga”5. Yo debo hacerlo junto con ustedes. Hagamos a diario lo mejor que podamos, y permitamos que el Señor haga el resto por nosotras. Ésa es una de las promesas que Él nos ha hecho.

Por último, quisiera contarles acerca de una mujer que nunca he conocido, pero a quien amo profundamente porque ella fue fiel a sus convenios. Mi tatarabuela, Charlotte Gailey Clark, fue una de las últimas 295 personas que recibieron sus convenios en el Templo de Nauvoo, antes de comenzar el gran éxodo hacia el Oeste. El templo había sido cerrado ya que a los santos se les estaba obligando a partir; pero no todos los que eran dignos habían tenido la oportunidad de recibir sus investiduras. Mi tatarabuela y su esposo llevarían a su familia al Oeste y ella quería efectuar sus convenios antes de comenzar el viaje. En estos últimos meses he pensado mucho en ella, y algún día quiero decirle: “Abuela, gracias por haber guardado tus convenios. Es una gran bendición ser tu tataranieta. Tu fidelidad me ha bendecido a mí y a mi familia, y seguirá bendiciéndonos a todos a través de las generaciones”. Hermanas, algún día nuestros hijos y nietos podrán decir eso a nosotras, y de nosotras. Un día nos agradecerán el haber conservado esa “bolsa” de convenios y haberlos utilizado para bendecir a nuestra familia.

Que nuestro Padre Celestial nos bendiga para que guardemos nuestros convenios y de esa forma nuestras familias sean fortalecidas y bendecidas, debido a nuestras vidas rectas, en el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. Elder Marvin J. Ashton, “Be a Quality Person,” charla fogonera para los miembros solteros, 30 de agosto de 1992.

  2. Presidente Gordon B. Hinckley, “Madre, tu más grande desafío”, Liahona, enero de 2001, pág. 114.

  3. “La familia: Una proclamación para el mundo”, Liahona, octubre de 1998, pág. 24.

  4. “Nuestro ambiente moral”, Liahona, julio de 1992, pág. 75.

  5. Salmos 55:22.