2003
Un mantel muy especial
febrero de 2003


Un mantel muy especial

En 1995 regresaba de mi último viaje por la vasta Misión Argentina Córdoba, habiendo servido como consejero del presidente de misión durante ocho inolvidables años. Me aguardaba un nuevo llamamiento como presidente de la Rama Villa Allende, posición que había desempeñado otras dos veces en distintas unidades. Como siempre, me sentía agradecido por la oportunidad de servir. Mi nuevo llamamiento me hacía pensar en el crecimiento de la Iglesia en mi parte de Argentina; una experiencia en concreto me hizo sentir aún más agradecimiento por mi legado del Evangelio.

La rama original de Córdoba se había dividido cuarenta años atrás. A consecuencia de tal división, se creó una rama nueva al oeste de la ciudad (en la actualidad el Barrio Villa Belgrano), que fue la base de muchas otras unidades creadas en años sucesivos.

Cada vez que se organizaba una rama nueva, el Barrio Villa Belgrano, a modo de tronco generoso de un árbol robusto, facilitaba a los tiernos brotes parte de su liderazgo y de sus miembros, y también donaba cuantos materiales podía: un púlpito, sillas, mesas, bandejas sacramentales, etc. Una vez equipada la nueva rama, esos materiales sobrantes eran donados a otras unidades. De esa forma, se desperdigaban los muebles y otros artículos, dándoseles buen uso.

Actualmente, la pequeña rama de Villa Allende es un barrio con un hermoso centro de reuniones y un joven y excelente obispo, pero en 1995, cuando yo comencé a servir como presidente de rama, nos reuníamos en una casa vieja y grande, la cual alquilábamos. Un domingo, mientras estábamos reunidos en esa vieja casa, uno de mis consejeros y yo estábamos bendiciendo la Santa Cena. Habían pasado años desde la última vez que había oficiado en esa sagrada ordenanza ya que por lo general nuestros poseedores del Sacerdocio Aarónico disfrutaban de tal privilegio.

Al principio no había prestado atención especial al mantel blanco que cubría las bandejas sacramentales, pero al ponernos de pie para partir el pan, las palabras Santa Cena hermosamente bordadas en relieve hicieron que mi corazón se acelerara y los ojos se me llenaran de lágrimas.

De forma sencilla, mi Padre Celestial me recordaba las muchas bendiciones que había recibido durante mis sesenta años como miembro de Su Iglesia verdadera. Aquellas letras bordadas eran inconfundibles. Cuarenta años atrás, mi madre, que junto con mi padre habían sido pioneros en nuestra ciudad, había tomado un trozo de tela de su ajuar y me había pedido que escribiera en el medio las palabras Santa Cena , para luego bordar delicadamente las letras y donar a la rama su primer mantel.

Durante los años de progreso continuo, cambios, mudanzas y nuevas unidades, a veces me había preguntado qué habría sido del mantel. ¿Se habría quemado en el incendio del centro de reuniones de Villa Belgrano de 1979?

Pero aquí se hallaba, a salvo, frente a mí. Me hizo recordar muchas experiencias así como tener un sentimiento de inmensa gratitud. Después de tantas divisiones de unidades y de cientos de lavados y planchados y de haber recibido el cuidado de manos amorosas, aún prestaba un gran servicio, muy lejos de la rama en la que había empezado pero aún en la Iglesia después de más de cuarenta años.

En aquel tiempo lejano en que primeramente se confeccionó el mantel yo era muy joven y estaba sirviendo por primera vez como presidente de rama. Muchas cosas cambiaron y hubo mucho progreso en los años posteriores, pero también muchas otras habían seguido igual. Yo recordaba y atesoraba tanto las cosas que cambian como las que no lo hacen mientras renovaba mi relación con aquel mantel tan especial.

Juan Aldo Leone es miembro del Barrio Villa Allende, Estaca Sierras, Córdoba, Argentina.