2003
El sendero
marzo de 2003


Ven y escucha la voz de un profeta

El sendero

Una frase de la encantadora obra musical “El rey y yo” nos brinda aliento… El rey de Siam estaba en su lecho de muerte; le acompañan Ana, la institutriz inglesa, cuyo hijo le pregunta: “¿Fue tan bueno… como podría haberlo sido?”.

Ana responde con nostalgia: “No creo que ningún hombre jamás haya sido tan buen rey como podría haberlo sido, pero éste [en verdad] lo intentó”1.

El profeta José declaró: “La felicidad es el objeto y propósito de nuestra existencia; y también será el fin de ella, si seguimos el camino que nos conduce a la felicidad; y este camino es virtud, justicia, fidelidad, santidad y obediencia a todos los mandamientos de Dios”.2

Andemos por estos senderos… Para hacerlo, sigamos el sermón más corto del mundo. Se encuentra en una señal de tránsito común que dice: “Siga derecho”.

Este consejo lo descubrió y lo siguió Joe, a quien le habían pedido levantarse a las seis de la mañana para llevar a un niño discapacitado a un hospital que quedaba a ochenta kilómetros de distancia. No deseaba hacerlo, pero no sabía cómo negarse. Una mujer llevó al niño hasta el auto y lo sentó a un lado del asiento del conductor, expresando las gracias a través de las lágrimas. Joe le dijo que todo saldría bien y se marchó rápidamente.

Al poco rato, el niño preguntó tímidamente: “Usted es Dios, ¿verdad?”.

“Me temo que no, pequeño”, contestó Joe.

“Pensé que sería Dios”, dijo el niño. “Oí a mamá orar a un lado de mi cama y pedirle a Dios que me ayudara a llegar al hospital para poder mejorarme y jugar con los otros niños. ¿Trabaja usted para Dios?”

“A veces”, dijo Joe, “pero no con regularidad. Creo que de ahora en adelante voy a trabajar más para Él”.

…¿Lo harán ustedes? ¿Lo haré yo? ¿Lo haremos todos? Ruego humilde y fervientemente que así sea.

Adaptado de un discurso pronunciado en la Conferencia General de abril de 1999.

Note

  1. Richard Rogers y Oscar Hammerstein II (Williamson Music, Inc., 1951).

  2. Enseñanzas del Profeta José Smith , pág. 312.