2003
Dandy
abril de 2003


Clásicos del Evangelio

Dandy

Aquel caballo era muy listo, a veces demasiado listo para su propio bien.

Disfruté mucho entrenando a un potro de raza. Tenía buen temperamento, ojos alertas y bien redondeados, estaba bien proporcionado, en fin, era un animal excelente. Cuando se le montaba, era todo lo que se podía esperar de un caballo: dócil, obediente y cooperativo. Mi perro Scotty y él eran buenos compañeros. Me gustaba la forma en que se acercaba a algo que le daba miedo; él confiaba en que si hacía lo que yo le decía, no iba a resultar herido.

Pero a mi caballo, Dandy, no le gustaba que le pusieran límites; no le agradaba estar amarrado y mordisqueaba la cuerda hasta liberarse. No se escapaba; sólo quería estar libre. Creyendo que los demás caballos sentían lo mismo, él solía desatarles las cuerdas. Él odiaba estar confinado en los pastos y si podía encontrar un lugar en el vallado donde hubiese un alambre liso sin púas, lo piafaba con cuidado con ambos cascos hasta que le era posible saltar por encima hacia la libertad. En más de una ocasión, mis vecinos fueron más que amables al llevarlo de regreso al cercado. Incluso aprendió a empujar la puerta hasta que se abría. Aunque a veces causaba daños irritantes que en ocasiones resultaban caros, yo admiraba su inteligencia y su ingenio.

Mas su curiosidad y el deseo de explorar el vecindario hicieron que él y yo nos metiéramos en problemas. En una ocasión, estando en la carretera, lo atropelló un automóvil, causando grandes desperfectos al auto, heridas al caballo y daños leves, aunque no graves, al conductor.

Una vez repuesto, pero aún impelido por el deseo de andar libre, el animal inspeccionó el vallado de todo el pasto. Descubrió que incluso las puertas estaban cerradas con alambre, así que por algún tiempo creímos tener a Dandy seguro en el pastizal.

Sin embargo, un día alguien salió sin poner el alambre en la puerta y Dandy, al darse cuenta de ello, la abrió, se llevó a otro caballo consigo y juntos visitaron el campo del vecino. Fueron hasta una casa vieja que se usaba de almacén. La curiosidad de Dandy le llevó a empujar la puerta. Había un saco de grano, ¡menudo descubrimiento! Sí, pero también ¡menuda tragedia! ¡El grano era cebo envenenado para roedores! En cuestión de minutos, Dandy y el otro caballo padecían convulsiones espasmódicas y al rato ambos estaban muertos.

¡Cuánto se parecen muchos de ustedes, jóvenes, a Dandy! No son malos; no tienen intención de hacer mal alguno, pero son impulsivos, están llenos de vitalidad, de curiosidad y ansían hacer algo. También a ustedes les molesta que se les ate, mas si se les deja ir sin rumbo, muy frecuentemente se encuentran en el entorno de la tentación y demasiado a menudo caen en las trampas del mal.

Adaptado de un discurso pronunciado en la conferencia general de octubre de 1968.

Desearía poder decir a todo jovencito [y jovencita] de esta Iglesia que, si desean tener éxito, ser felices y conservar la fortaleza intelectual, física y espiritual, deben resistir la tentación de satisfacer sus apetitos y sus pasiones.

Presidente David O. McKay, en Conference Report, abril de 1945, pág. 123.