2003
Una maestra se preocupó
septiembre de 2003


Una maestra se preocupó

Basado en una historia real

“Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen” (Juan 10:14).

Mandy* era amiga mía en el barrio en el que me crié. Fuimos juntas a la Primaria. Ella no tenía hermanos ni hermanas y vivía con su madre, que raras veces iba a la Iglesia.

En aquellos días, la Primaria se llevaba a cabo la tarde de un día entre semana. En una ocasión en la que estábamos esperando que empezara la Primaria, algunas niñas de la clase dijeron cosas que hirieron los sentimientos de Mandy, que empezó a llorar y se fue a casa.

Más tarde, cuando la maestra empezó a pasar lista, se detuvo en el nombre de Mandy y preguntó si alguien sabía dónde estaba. Todo el salón quedó en silencio. Un par de niñas empezaron a moverse nerviosas en sus asientos y no pasó mucho tiempo hasta que la maestra se enteró de lo sucedido.

La maestra hizo a un lado la lección que había preparado y nos enseñó otra que nunca he olvidado. Se puso de pie y nos dijo que íbamos a ir todas a casa de Mandy a disculparnos y a tratar de arreglar nuestra amistad.

Caminamos en silencio las dos o tres cuadras que nos separaban de la casa de Mandy. Al principio nos sentimos incómodas cuando ella apareció en la puerta con los ojos rojos y llorosos, pero nos disculpamos y se aceptaron las disculpas; así renovamos nuestra amistad y en un abrir y cerrar de ojos todas llorábamos de gozo.

Ese día Mandy volvió a la Primaria; siguió asistiendo semanalmente y permaneció fiel toda su juventud. Al crecer se casó en el templo con un ex misionero y actualmente ella y su esposo están criando una bonita familia. Todos permanecen activos en la Iglesia y dedicados a ella.

Me siento agradecida por la maestra de la Primaria que se preocupó lo bastante como para enseñarnos sobre el amor y el arrepentimiento al llevarnos en busca de la oveja perdida. Por medio de su ejemplo, llegué a saber lo mucho que importábamos, tanto Mandy como cada una de nosotras, no sólo a aquella maestra, sino también a nuestro Padre Celestial y a Jesucristo. Jamás he olvidado aquella lección.

*El nombre ha sido cambiado.