2003
Una cama para Nils
diciembre de 2003


Una cama para Nils

Basado en un hecho real

“Y cualquiera que haya dejado casas… o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna” (Mateo 19:29).

Nils oyó un ruidito, luego un crujido y finalmente un gran estruendo. Toda la familia se levantó para descubrir a los dos misioneros enterrados bajo una pila de mantas y tablones de lo que había sido la cama de Nils. Su cama había sido demasiado pequeña para aquellos dos hombres fornidos que se hallaban en Suecia predicando el Evangelio.

Llegaron poco después de la cena y se habían quedado hasta tan tarde que la mamá del niño había insistido en que se quedaran a pasar la noche, permitiéndoles dormir en la cama de Nils mientras él dormía en el suelo.

Muy triste, Nils observaba su cama rota. Su madre le susurró: “No te preocupes; papá te hará una nueva”.

Pero su padre parecía no tener tiempo. Trabajaba por el día y conversaba con los misioneros por las noches. Decía que el Libro de Mormón explicaba todo lo que no había entendido en la Biblia.

Al poco tiempo, mamá, papá, Peter, Botilla y Bengt se bautizaron en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Nils y su hermanita tendrían que esperar hasta que cumplieran los ocho años. Aunque eran felices, todas las demás personas del pueblo parecían estar enojadas con ellos, en especial la abuela y el abuelo. La familia de Nils decidió ir a Estados Unidos, donde podrían estar con otros miembros de la Iglesia.

“Te gustarán los Estados Unidos, Nils”, dijo su madre, “y cuando lleguemos, te compraremos una cama nueva”.

El barco que iba a Estados Unidos estaba lleno de miembros de la Iglesia suecos y daneses. Nils durmió en lo alto de dos enormes barriles de agua y tenía miedo de caerse con el movimiento del barco. Casi no podía esperar ver tierra y dormir en una cama que permaneciera firme.

Pero la primera cama de Nils en Estados Unidos no permaneció firme. Después de desembarcar, se subieron a un tren y Nils se quedó dormido con el traqueteo de las ruedas. Se bajaron en un lugar llamado Council Bluffs, donde pusieron todo su equipaje en unos carromatos tirados por bueyes. Nils había pensado que en el barco iba demasiada gente, ¡pero esto era aún peor!

“No hay sitio para colchones ni almohadas”, exclamó el hombre al mando. “¡Suban sólo sus ropas y cobijas!”

“Ni almohada, ni colchón, ni cama”, suspiró Nils.

Su familia compartió el carromato con una viuda y una pareja de recién casados. Cada noche Nils y su familia dormían en el suelo, y día tras día, anduvieron por el polvoriento camino hasta llegar a Salt Lake City. Una vez allí, compartieron una casa con otra familia.

La primera casa en el valle que fue propiedad de la familia consistía en un pequeño cuarto excavado en un cerro con suelo de tierra. Dormían sobre las cobijas, las que enrollaban durante el día. Cuánto anhelaban tener un hogar más permanente.

Finalmente, papá encontró algunas tierras donde poder vivir, y una vez más empacaron sus pertenencias en un carromato y se dirigieron a Huntsville, Utah. El valle era verde y lleno de hierba, y las colinas estaban repletas de árboles. Su segunda casa fue una sencilla cabaña con un techo de ramas por donde se filtraba el agua de la lluvia y con colchones hechos de hojas de mazorcas de maíz colocados en el suelo.

¡Por fin, el día de Navidad, se trasladaron a una verdadera casa de troncos con suelo de madera, tejas de madera de pino y camas de verdad! Cuatro años y medio después de partir de Suecia, Nils se metió bajo el cobertor de su nueva cama. Crujía un poco cuando se movía, recordándole la noche en que se rompió su vieja cama. ¡Cuántos cambios! Nils sonrió. Tal vez algún día, cuando sea mayor, también podré ser misionero en Suecia. De ser así, tendré cuidado con las camas pequeñas.

Años más tarde, Nils P. Lofgren volvió a Suecia como misionero.