2004
Más Bienaventurado Es Dar
enero de 2004


Ven Y Escucha la Voz de Un Profeta

Más Bienaventurado Es Dar

Expreso gratitud por una maestra de la Escuela Dominical [llamada] Lucy Gertsch; era hermosa, tenía una voz suave y nos demostraba su interés. Hacía que las Escrituras cobraran vida para nosotros.

Comenzamos a planear una fiesta gigantesca y a ahorrar centavos para hacerla; la hermana Gertsch llevaba un registro exacto de nuestro progreso. Ya que éramos jovencitos de excelente apetito, mentalmente convertíamos el total monetario en pasteles, galletitas y helado. Iba a ser una ocasión gloriosa, la fiesta más grande de todas.

Ninguno de nuestro grupo olvidará la mañana gris de aquel domingo de enero en la que nuestra querida maestra nos anunció la muerte de la madre de uno de nuestros compañeros. Cada uno de nosotros pensó en lo que significaba su propia madre y todos sentimos pesar por Billy Devenport y la gran pérdida que había sufrido.

Aquel día, la lección se basó en el capítulo 20, versículo 35, del libro de Hechos: “…se debe… recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir”. Lucy Gertsch nos preguntó: “¿Qué les parece si siguiéramos esta enseñanza del Señor? ¿Qué piensan respecto a tomar los fondos que tienen para la fiesta y darlos a los Devenport como una expresión de nuestro afecto por ellos?”. La decisión fue unánime; contamos cuidadosamente el dinero y lo colocamos en un sobre.

Siempre recordaré a nuestro pequeño grupo caminar las tres cuadras que nos separaban de la casa de Billy, entrar en la casa y saludarlos a él, a sus hermanos y a su padre. La ausencia de la madre dejaba un gran vacío. Siempre recordaré con emoción los ojos llenos de lágrimas de todos cuando el sobre que contenía nuestro atesorado fondo para la fiesta pasó de las delicadas manos de la maestra a la necesitada mano del padre de familia. Hicimos contentos el camino de regreso a la capilla; nuestro corazón iba más liviano que nunca, nuestro gozo era más completo y nuestra comprensión más profunda. Aquel sencillo acto de bondad nos ligó como si fuéramos uno. Por experiencia propia, supimos ese día que ciertamente es más bienaventurado dar que recibir.

Adaptado de un discurso de la conferencia general de abril de 1992.