2004
Sintamos el amor del Señor a través del ejercicio de la caridad
junio de 2004


Mensaje de las maestras visitantes

Sintamos el amor del Señor a través del ejercicio de la caridad

Por medio de la oración, seleccione y lea de este mensaje los pasajes de las Escrituras y las enseñanzas que satisfagan las necesidades de las hermanas a las que visite. Comparta sus experiencias y su testimonio e invite a las hermanas a las que enseñe a hacer lo mismo.

Moroni 7:47: “…la caridad es el amor puro de Cristo, y permanece para siempre; y a quien la posea en el postrer día, le irá bien” (Moroni 7:47).

Élder Gene R. Cook, de los Setenta: “Parte del don de la caridad es poder reconocer la mano del Señor y sentir Su amor en todo lo que nos rodea… Reflexionen conmigo en cuanto a los siguientes dones majestuosos: la gloria de toda la creación, la tierra, los cielos; los sentimientos de amor y gozo que experimentan; Sus respuestas de misericordia y perdón, y las innumerables contestaciones a las oraciones; el don de los seres queridos; y, finalmente, el don más grande de todos: el don que el Padre nos dio en Su Hijo Expiador, el Perfecto en caridad, sí, el Dios de amor” (“La caridad: amor perfecto y eterno”, Liahona , julio de 2002, pág. 92).

Élder Marvin J. Ashton (1915– 1994), del Quórum de los Doce Apóstoles: “La caridad verdadera no es algo que se da, es algo que se adquiere y que llega a formar parte de nuestro ser; y cuando la virtud de la caridad se graba en nuestro corazón, nunca más volvemos a ser los mismos…

“Quizás adquiramos la mayor caridad al ser amables los unos con los otros, al no juzgar ni adjudicar categorías a los demás, al limitar nuestras malas opiniones de otras personas o permanecer en silencio. La caridad es aceptar las diferencias, debilidades y faltas de los demás; es tener paciencia con alguien que nos haya fallado; es resistir el impulso de sentirnos ofendidos cuando alguien no hace las cosas de la manera en que nos hubiera gustado. La caridad es rehusar aprovecharnos de las debilidades de otros y estar dispuestos a perdonar a alguien que nos haya herido. La caridad es esperar lo mejor de los demás” (“La lengua puede ser una espada aguda”, Liahona , julio de 1992, pág. 21).

Anne C. Pingree, segunda consejera de la presidencia general de la Sociedad de Socorro: “Al intentar hacer frente todos los días con paciencia y amor a bebés irritables, a adolescentes que presentan retos, a condiscípulos difíciles, a cónyuges menos activos o a padres mayores de edad o discapacitados, podemos preguntarnos: ‘¿Es importante lo que estoy haciendo? ¿Surte algún efecto positivo?’. Queridas hermanas, ¡lo que ustedes hacen con sus familias es muy importante ! Es sumamente importante. Todos los días, todas aprendemos en el hogar una y otra vez que la caridad, el amor puro del Salvador, nunca falla. Muchas hermanas de la Sociedad de Socorro realizan un gran servicio a sus familias” (“Caridad: Una familia y un hogar a la vez”, Liahona , noviembre de 2002, pág. 109).

Élder Bruce C. Hafen, de los Setenta: “[La caridad] no se desarrolla en su totalidad por medio de nuestro propio poder, no obstante que nuestra fidelidad sea uno de los requisitos necesarios para recibirla. Antes bien, la caridad se ‘ ha otorgado a todos los que son discípulos verdaderos’ de Cristo (Moroni 7:48; cursiva agregada)… El propósito del dote de la caridad no es simplemente hacer que los seguidores de Cristo desempeñen actos de caridad hacia los demás, pese a lo bueno que eso sería. El objetivo primordial es transformar a Sus seguidores para que lleguen a ser como Él” (“Gloria en lugar de ceniza”, Liahona , abril de 1997, pág. 46).

  • • ¿Cómo puede cultivar aún más la caridad que la motivará a amar a los demás tal como los ama el Salvador?

  • • ¿Qué puede hacer para vencer los pensamientos y los sentimientos poco caritativos?