2004
Trabajemos para Jesús
junio de 2004


Entre amigos

Trabajemos para Jesús

“…en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:40).

Me crié en Herriman, Utah, un pueblecito con un solo barrio. Cada vez que entrábamos en la capilla, veíamos unos cuadros grandes de los profetas de Dios de los últimos días. Memorizamos quiénes eran del mismo modo que memorizábamos los Artículos de Fe. Ese tipo de cosas pequeñas contribuyó enormemente a lo que llegamos a ser y a lo que sentíamos al crecer.

Cuando yo tenía 10 años, mi madre contrajo una infección en las paredes del corazón. Éramos cinco hermanos y sabíamos que mamá estaba muy enferma. Vivíamos bastante lejos del hospital y en aquel entonces a los niños no se nos permitía ir al hospital y visitar a los pacientes. Cuando fuimos a visitar a nuestra madre, nos quedamos afuera para que ella pudiera vernos por la ventana.

Al volver a casa, nuestro padre nos reunió en su cuarto; todos nos arrodillamos alrededor de la cama y oramos por mamá. Después de un mes en el hospital, mamá mejoró. Tengo un testimonio de que nuestro Padre Celestial escucha y contesta nuestras oraciones.

El verano después de que mamá regresó a casa fue maravilloso. ¡La Primaria era maravillosa!; íbamos a la Primaria entre semana por la mañana. Una semana hicimos muñecas con medias y luego les confeccionamos unos vestiditos de cuero; les dejamos un fleco en la parte inferior e incluimos una puntillita con adorno de cuentas. Luego les hicimos trenzas y les bordamos el rostro. Les hicimos unas camitas con cartón y estambre.

La Primaria marcó el inicio de mi testimonio; allí aprendí el Evangelio y a sentir el Espíritu por medio de la buena música. Recuerdo a las líderes que nos enseñaron las canciones con tanta energía. ¡Qué divertido era cantar! No recuerdo que nadie me dijera lo que estaba sintiendo, pero era el Espíritu. Ése es el tipo de poder que tiene la buena música.

Durante mi último año de Primaria, nuestra maestra fue una maravillosa señora mayor, Marth Christensen. Ella nos ayudó a aprender los Artículos de Fe y hasta el día de hoy me acuerdo de ellos debido a lo que aprendí en la Primaria. Íbamos con frecuencia a la casa de la hermana Christensen; estar allí era siempre divertido. Nos enseñó a cocinar y hacíamos galletas y caramelos. A veces llevábamos las golosinas a alguien que, por alguna razón, no podía salir de casa. El ejemplo de nuestros maravillosos maestros me enseñó a servir.

Los testimonios empiezan por algo pequeño, pero crecen según progresamos. Creo que nací con un corazón dispuesto para creer y me siento agradecida por ello. Sin embargo, muchas de las cosas que fortalecieron mis creencias fueron aquellas que sucedieron en la Primaria. Qué época tan dichosa.

También aprendí a servir en mi familia. Crecí viendo a mis padres y a mis abuelos prestar servicio y cuidar a otras personas con amor. Es importante que los hijos sirvan al lado de sus padres. Cuando uno de los padres hace algo por otra persona, los niños pueden echarle una mano con los paquetes o ayudar de muchas otras formas. Cuando ayudas a tus padres, aprendes a prestar servicio como familia. Nuestro testimonio del Salvador crece al servir a los demás.

Mi esposo Jim y yo servimos en una misión en Inglaterra. Un día, cuando llamamos a casa y hablamos con nuestra familia, James, nuestro nieto de tres años, me preguntó: “Abuela, ¿trabajas para Jesús?”. Fue magnífico poder decirle: “Sí, trabajamos para Jesús”. Cuando servimos en la Iglesia, estamos trabajando para el Salvador. Lo amo y estaré feliz de servirle dondequiera que me encuentre.