2004
Un prenoviazgo agradable
octubre de 2004


Un prenoviazgo agradable

Deseo compartir con ustedes algunas perspectivas del Evangelio sobre la amistad, el noviazgo y la relación física.

En primer lugar, la amistad es un principio del Evangelio; es necesario para nuestro bienestar emocional y espiritual. En segundo lugar, la amistad es el cimiento sobre el que deben edificarse el noviazgo y el matrimonio y sobre el que éstos pueden florecer. Y en tercer lugar, el mantener una relación física antes del matrimonio puede impedir la creación de una amistad fuertemente cimentada, si bien tras el matrimonio puede fomentar dicha amistad.

La amistad

¿Cuán importante es la amistad para ustedes? ¿De qué modo bendice su vida? ¿Han sentido alguna vez que no tienen amigos? Es triste sentirse solo y sin amigos. La amistad es necesaria para nuestro bienestar; no sólo es algo bonito, sino que es necesaria. Todos la anhelamos; es una necesidad universal.

Una hermana miembro de la mesa general de las Mujeres Jóvenes me ayudó a entender esto tras unos viajes personales que realizó el verano pasado. Durante esos viajes conversó con jovencitas de Idaho, Brasil, Mongolia y Rusia, y en cada uno de esos lugares les hizo preguntas sobre su vida y recopiló las respuestas. Aquí les presento las preguntas que formuló y la respuesta más frecuente que recibió a cada una.

Pregunta: ¿Qué les hace felices? Respuesta: Las amigas.

¿Cuáles son sus mayores preocupaciones? Las amigas.

¿Qué les gusta hacer en su tiempo libre? Estar con amigas.

¿En qué piensan la mayor parte del tiempo? En las amigas.

¿Por qué las jóvenes no van a la Mutual? Porque no tienen amigas.

¿Por qué hay jovencitas menos activas? Por la presión de las amigas.

¿No es sorprendente? Las amistades tienen una enorme importancia para las jóvenes de todo el mundo; y creo que los jóvenes darían respuestas semejantes, así como muchos adultos. Todos necesitamos amigos.

Los profetas han enseñado que la amistad es una parte integral de la observancia de los convenios que hemos concertado. Consideren el ejemplo del pueblo de Alma en las aguas de Mormón. Allí manifestaron su deseo de entrar en el redil de Dios y Alma les preguntó si estaban dispuestos a tomar las cargas los unos de los otros, a llorar con los que lloran y a consolar a los que necesitan de consuelo. Es decir, les preguntó si estaban dispuestos a hacer convenio de actuar como amigos. Ellos batieron sus manos de gozo por concertar semejante convenio, teniendo entrelazados sus corazones con unidad y amor. Éste es un gran ejemplo de amistad que se encuentra en las Escrituras. (Véase Mosíah 18.)

Vemos en Jesucristo el ejemplo supremo de amistad; la palabra “amigo” fue el mayor de los cumplidos que hizo a Sus discípulos. Él dijo:

“Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.

“Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.

“Vosotros sois mis amigos…

“…no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” (Juan 15:12–15).

Si la amistad es así de importante en las enseñanzas de nuestros profetas y de nuestro Salvador, ¿no debiéramos esforzarnos por ser grandes amigos que observamos nuestros convenios? Ser tal clase de amigo es ser como Cristo, y tener amistades así es algo celestial. Como Santos de los Últimos Días, sabemos que la exaltación comprende el privilegio de pasar la eternidad donde están nuestro verdadero Amigo, el Salvador, y otras personas que han llegado a ser como Él. Las Escrituras nos brindan esta gloriosa promesa: “Y la misma sociabilidad que existe entre nosotros aquí, existirá entre nosotros allá; pero la acompañará una gloria eterna” (D. y C. 130:2).

El noviazgo

Ahora pasaré al segundo tipo de relación: el noviazgo. La amistad debe desempeñar un papel clave en el noviazgo y el matrimonio. Considero que la amistad es el cimiento de la pirámide que es el noviazgo. Una pequeña historia servirá para ilustrar este punto.

Es la historia de Isaac y Rebecca. No es el relato bíblico, sino uno de Rebecca, nuestra hija, e Isaac, su pretendiente. Nuestra Rebecca no fue persuadida a casarse con su Isaac tan fácilmente como la del Antiguo Testamento, ni estaba tan dispuesta a dejar su estilo de vida y a su familia para formar parte de la vida de otra persona.

Nuestra Becky tenía 21 años y se había comprometido a hacer las prácticas de fin de carrera, durante el verano, en Mozambique, África, a través de la Universidad Brigham Young. No estaba segura de si debía servir en una misión, pero por lo menos ya había comenzado con los papeles al concertar sendas citas con su dentista y su médico. También sopesaba la idea de presentar su solicitud para ingresar en el programa de estudios que le llevaría a obtener una maestría en su especialidad. En resumen, Rebecca intentaba decidir qué hacer con la siguiente fase de su vida. Todos nos preguntábamos cuál de las tres emes ganaría: Mozambique, la misión o la maestría.

Mientras tanto, Isaac se presentó en pos de una cuarta eme: matrimonio. En pocos meses iba a partir hacia la facultad de medicina y no quería irse sin Becky. Luego nos diría que también él tenía sus propias tres emes que esperaba que nuestra hija fuera a aceptar: matrimonio, facultad de medicina y, con el tiempo, maternidad. “Si no aceptaba”, dijo, “sabía que yo iba a ser la cuarta eme: miserable”.

Becky era una mujer del siglo veintiuno, con el mundo y sus llamativas oportunidades a su alcance, y le costó hacer a un lado algunos de sus sueños. Lo que finalmente la convenció fue la bondad intrínseca de Isaac y la amabilidad y bondad que tenía para con ella. También hizo algunas cosas románticas, como enviarle hermosos ramos de flores, salir a divertirse juntos, etc.

Pero esas cosas no hubiesen bastado por sí solas para convencerla; lo que sí lo hizo fue el ver cómo él continuamente ponía los sentimientos y las necesidades de ella por encima de los de él. Era muy atento con ella, haciendo cosas que un amigo haría por el otro. Por ejemplo, cuando se dio cuenta de que la pulsera metálica del reloj de ella era demasiado grande para su muñeca, quitó un par de extensiones hasta que le quedó perfecta. En otra ocasión, mi hija encontró su automóvil limpio y reluciente por dentro y por fuera porque él lo había lavado, algo que ella no le había pedido. En otra ocasión, ella encontró una lista que Isaac había confeccionado sobre formas para mejorar; muchas de sus metas se orientaban al servicio. Esos actos amables prometían una amistad duradera y demostraban cualidades de carácter que durarían aún después de que la belleza física, con el tiempo, se marchitara.

Becky se dio cuenta de que él tenía cualidades que perdurarían a través de los buenos y los malos momentos, las mismas cualidades que ella buscaría en un buen amigo. Así que se casó con Isaac y ahora reflexiona en lo acertada que estuvo respecto a que los puntos fuertes de su marido constituirían una gran aportación a su relación. Ella cree que se ha casado con su mejor amigo; así es como debe ser el matrimonio.

Por tanto, la amistad debe constituir el fundamento de un amor romántico, ese amor que conduce al noviazgo y el matrimonio. De igual modo, tanto la amistad como el amor romántico pueden convertirse en lo que Dios desea que sean sólo si se basan en la caridad, “el amor puro de Cristo” (Moroni 7:47). Tal como aprendemos en Moroni y 1 Corintios, la caridad es paciente, longánime, amable, libre de toda envidia y generosa. La caridad conduce a las parejas a regocijarse en la verdad, a creer, a tener esperanza y a perseverar. Las parejas cuyo amor se basa en la caridad desean lo mejor para su cónyuge. Su amor rebosa del amor puro de Cristo. Ésas son las cualidades que debemos buscar en el noviazgo y en el matrimonio. (Véase 1 Corintios 13:4–7; Moroni 7:45.)

Una de las formas de cultivar una relación firme y amorosa es la comunicación sincera. La comunicación es el medio por el que nace y perdura una buena relación. Mis hijos solteros me preguntan constantemente cómo es que las personas terminan casándose; les parece un gran misterio. Soy consciente de que la historia de cómo se enamoró cada persona es diferente, pero suele haber por lo menos un elemento en común en la mayoría: la espontaneidad de la conversación. Muchas parejas dicen cosas como: “Simplemente hablamos y hablamos; cuando conversábamos, perdía la noción del tiempo; charlar resultaba muy cómodo; teníamos el mismo sentido del humor; nos encantaba hablar de nuestro valores e intereses comunes”.

Así fue la primera vez que salí con el que luego sería mi esposo. Toda la tarde estuvimos rodeados de personas, pero yo tuve la impresión de que sólo estábamos nosotros dos. John y yo hablamos sin parar.

He oído decir que “el amor es una larga conversación”. Lo creo. De hecho, a veces les digo a nuestros hijos en broma que si alguna vez me quedo sin nada más que decir a su padre, nuestro matrimonio habrá terminado. No hay ningún peligro al decir eso, pues nos encanta hablar el uno con el otro acerca de todo.

Esta comunicación que es tan divertida en la amistad también es esencial conforme se va conociendo a fondo el fuero interno de la otra persona. Una relación jamás llegará hasta el noviazgo si no puede traspasar el umbral superficial de las generalidades.

A veces buscamos la felicidad en lugares exóticos y el romance en lo místico, en el dinero o en el atractivo. A veces sólo buscamos las apariencias. En vez de eso, debemos buscar amistades que personifiquen un carácter cristiano. Al salir con personas del sexo opuesto, busquen amistades que cuenten con una entereza duradera y que les brinden un firme cimiento para el matrimonio. Una vez que establezcan una base sólida y virtuosa en su relación, existe un lugar para la intimidad física: el matrimonio.

La relación física

La relación física entre un hombre y una mujer puede ser maravillosa y buena y una hermosa bendición. Sin embargo, si la parte física del romance se produce a edad muy temprana o demasiado rápido en una relación, puede llegar a ser el factor dominante entre los dos, convirtiéndose en “la cola que menea el perro”. Las emociones físicas son poderosas y emocionantes, y es así como debieran ser; pero es precisamente por eso que deben circunscribirse a ciertos límites hasta después del matrimonio, momento en el que se desarrollan otras partes fundamentales de la relación.

Hemos enseñado a nuestros hijos ciertos principios con la esperanza de que les hayan servido de protección. Intentamos crear frases memorables que pudieran recordar fácilmente en los momentos de peligro y al tomar decisiones. Permítanme compartir cuatro principios que les protegerán, siempre y cuando los recuerden y se ciñan a ellos.

  1. 1. Eviten los peligros de la oscuridad. Permanezcan en lugares bien iluminados, en sentido literal y figurado. Es prudente dejar las luces encendidas en la entrada de la casa, en la sala, en el baile. Hay seguridad en evitar aquellos lugares en los que se siente oscuridad de espíritu.

  2. 2. Cuídense del riesgo de la horizontalidad. No se recuesten con ninguna persona con la que salgan; simplemente no lo hagan, ni para ver una película, leer un libro o descansar en un día de campo.

  3. 3. Recuerden los peligros de estar a solas. Busquen sitios públicos para estar a solas. Aprendan a tener conversaciones íntimas en presencia de otras personas. El estar juntos donde se les pueda interrumpir con facilidad proporciona gran seguridad.

  4. 4. La modestia es imperativa. Todo lo relacionado con la apariencia, el vocabulario y la conducta debe denotar que ustedes son, literalmente, hijos e hijas del Padre Celestial. Si verdaderamente comprendemos la importancia que tiene el cuerpo en el plan de nuestro Padre Celestial, mostramos más respeto por él. Al actuar y vestirse con modestia, los demás les tratarán con respeto.

Se protegerán a ustedes mismos si deciden estar con otras personas que también se esfuercen por tomar buenas decisiones. La persona con la que deseen compartir el resto de su vida sólo querrá lo mejor para ustedes. En Para la fortaleza de la juventud dice lo siguiente: “Elige amistades que tengan los mismos valores que tú a fin de que puedan fortalecerse y animarse mutuamente a vivir normas elevadas. Un verdadero amigo o una verdadera amiga te animará a comportarte de la mejor manera posible” (2001, pág. 12).

El Señor dispuso que fuésemos uno en todos los aspectos. La relación física en el matrimonio puede ayudar a consolidar nuestra unión espiritual. Estamos hechos el uno para el otro.

Nuestro modelo se halla en la primera historia de amor. El Señor dijo que no era bueno que Adán estuviera solo, por lo que creó a Eva para ser “ayuda idónea para él” (Génesis 2:18). El significado de ese pasaje es que Eva fue creada para ser ayuda “idónea” para Adán. Idónea significa ideal o adecuada. Así que Eva fue ayuda “adecuada, digna o ideal para él” (Génesis 2:18, [Nota b al pie de la versión de la Biblia en inglés]). Después de eso, se enseñó a Adán que ambos debían unirse el uno al otro y “[ser] una sola carne” (Génesis 2:24). Aquí tenemos todos los elementos: primero ser idóneos el uno para el otro, y luego añadir la relación física después del matrimonio.

Sé lo que es tener ese tipo de amigo. Mi esposo, John, fue amable, considerado y romántico durante nuestro noviazgo. Después, incluso mientras estudiaba a tiempo completo, trabajaba jornada completa y teníamos tres hijos menores de cuatro años, siguió siendo amable, considerado y romántico conmigo. Ha demostrado esas cualidades al ayudarme con mis atareadas responsabilidades. Él bañaba a los niños cada noche, limpiaba el piso de la cocina y fue mi ventana al mundo, al mantenerme al día de lo que sucedía. Él proveyó para nosotros, me alentaba en mi papel de madre, apoyaba a los niños al asistir a obras de teatro, conciertos, eventos deportivos y en las redacciones que tenían que escribir. Me facilitó momentos de respiro a modo de paseos, salidas de fin de semana, visitas al templo o al llevarme consigo de vez en cuando durante sus viajes. Cuando llego cansada a casa por la noche, él me prepara pan tostado con queso y otras delicias para que yo no tenga que cocinar. Él es mi musa y el editor de mis escritos y mis discursos. Ora por mí y me da bendiciones del sacerdocio. Él es ayuda idónea para mí en todos los aspectos.

Espero que cada uno de nosotros halle tal gozo en su vida mediante las relaciones que establezcamos con nuestras amistades, nuestra familia y nuestro Dios. Debemos recordar que la verdadera amistad se edifica sobre virtudes cristianas, constituyendo así un firme cimiento sobre el que edificar el noviazgo. Por último, con mucho cuidado, la relación física intensificará esa santa amistad en el matrimonio. Testifico que estos principios son verdaderos. Ruego que hallemos gozo en la santa sociabilidad que el Señor nos ha brindado.

Adaptado de un discurso pronunciado en la Universidad Brigham Young—Idaho el 18 de noviembre de 2003.