2005
El élder David A. Bednar: Avanzando en la fuerza del Señor
marzo de 2005


El élder David A. Bednar: Avanzando en la fuerza del Señor

Durante su primera conferencia de prensa como miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, el élder David Allan Bednar enseñó doctrina de las Escrituras y compartió su testimonio personal del Salvador. Sus palabras reflejaron la fuente de su apacible audacia en la obra del Señor y su notable capacidad para dirigir a las personas. Dijo que mediante la gracia del Señor, por medio de la fe en la Expiación de Jesucristo y el arrepentimiento de nuestros pecados podemos recibir fortaleza y ayuda para hacer buenas obras más allá de nuestra propia capacidad. El élder Bednar prometió: “En la fuerza del Señor podemos hacer, soportar y vencer todas las cosas”1.

Su fe en el poder que emana de la Expiación le ha inspirado la confianza de que recibirá fuerza más allá de su capacidad natural para hacer todo aquello que el Señor le mande. Su fe le ha permitido extender esa confianza a todo al que enseña y guía. Debido a esa fe en lo que tanto él como los demás pueden hacer, uno se contagia de optimismo y energía en su presencia.

Vida familiar

Los tres hijos del élder Bednar, ahora ya crecidos y estudiantes universitarios, describen la influencia de su padre. Su hijo Michael dice: “Parece como si la fe hubiera erradicado el temor en mi padre. Siempre es muy optimista. No importa si algo va mal, siempre dice: ‘Las cosas saldrán bien’. Cuando pasé momentos difíciles en la misión me dijo que trabajara duro y que entonces tendría éxito. También me dijo que cuando llegara el éxito recordara que Dios me lo dio y que yo no lo merecía”.

Eric, otro de sus hijos, describe el ejemplo de su padre: “Siempre ha acudido a la fuente verdadera: las palabras de los profetas y las Escrituras. Es audaz, pero escucha. Hace preguntas inspiradas y luego presta atención a tu respuesta; entonces te hace otra pregunta inspirada. En cierta ocasión, cuando tenía yo 14 años, me estaba haciendo algo parecido a una entrevista para la recomendación para el templo, y me preguntó si sostenía al presidente Ezra Taft Benson. Le dije que sí. Entonces, tras una pausa, me preguntó: ‘¿Qué has leído últimamente de lo que el presidente Benson ha dicho?’”. Las lecciones aprendidas gracias a aquéllas y a otras preguntas siguen enseñando a Eric y a sus hermanos.

Jeffrey, el menor de los tres hijos, dice: “Desde que era pequeño, papá me ha enseñado a ponerme metas y a ejercer la fe”. Y agrega: “Deseo que todos sepan que es un hombre sencillo que puede hacer cosas extraordinarias gracias a la fuerza del Señor. Es un testigo viviente del poder de la Expiación”2.

La hermana Bednar dice de su esposo: “Aquellos que le conocen bien dirían que es duro pero de buen corazón. Es competente y caritativo. Es motivado y exigente a la vez. Es fiel e intrépido. Tiene una gran capacidad para dirigir y la sabiduría para seguir”.

Al igual que sus hijos, el élder Bednar recibió la profunda influencia de su temprana vida familiar. Nació el 15 de junio de 1952 en Oakland, California. Su madre, Lavina Whitney Bednar, descendía de pioneros fieles a la Iglesia. El élder Bednar la describe a ella y a su fe con una palabra: “Firme”. Su padre, Anthony George Bednar, fue un diestro fabricante de herramientas y troqueladoras. No era miembro de la Iglesia, aunque era constante para asistir a las reuniones con su hijo, ayudarle en sus labores eclesiásticas y apoyarlo cuando llegó la hora de que David sirviera como misionero.

Durante su juventud, y aun estando en la misión, el élder Bednar solía preguntarle a su padre: “Papá, ¿cuándo te vas a bautizar?”. La respuesta siempre era: “Seré miembro de esta Iglesia cuando sepa qué es lo que debo hacer”. Años más tarde, una vez que el élder Bednar concluyó la misión, se casó y estuvo viviendo lejos del hogar de sus padres, su padre le telefoneó un miércoles para preguntarle: “¿Qué haces este sábado? ¿Puedes venir (a California) para bautizarme?”. El élder Bednar bautizó, confirmó y ordenó a su padre al sacerdocio. Él dice, refiriéndose a aquella llamada y a la pregunta de su padre: “Sinceramente, creo que nací para este motivo. No para enseñarle, sino para ayudarle a aprender sobre el Evangelio restaurado”3.

David Bednar sirvió su misión en Alemania. En menos de un año fue llamado como ayudante del presidente de misión. Después de su servicio misional regresó a la Universidad Brigham Young donde conoció a Susan Kae Robinson, que se crió en el pueblecito de Afton, Wyoming. Ella desciende de una familia de miembros fieles de la Iglesia y líderes en su comunidad. Su padre fue presidente de un banco y sirvió como obispo. David y Susan se casaron en el Templo de Salt Lake en 1975.

El élder Bednar dijo de su esposa durante el discurso que pronunció en la conferencia general: “Mi esposa Susan es una mujer virtuosa y una madre recta. Rápidamente notarán ustedes que la pureza y la bondad se hacen evidentes en su rostro. La amo y aprecio más de lo que se puede expresar con palabras”4.

Maestro y líder

La hermana Bednar terminó sus estudios en BYU en 1974, y el élder Bednar se graduó en 1976 con una licenciatura y en 1977 con una maestría, ambas cursadas en BYU. Recibió el doctorado de la Universidad Purdue en 1980 y formó parte del cuerpo docente de la facultad de ciencias empresariales de la Universidad de Arkansas en Fayetteville. En 1982, a la edad de 30 años, fue llamado como consejero de una presidencia de estaca. También sirvió como obispo; presidente de la Estaca Fort Smith, Arkansas; presidente de la Estaca Rogers, Arkansas; Representante Regional y posteriormente como Setenta Autoridad de Área.

Brindó gran parte de su servicio mientras él y Susan criaban a sus tres hijos pequeños y él realizaba una notable contribución laboral a la Universidad de Arkansas. Doyle Z. Williams, decano de la Facultad de Administración de Empresas de dicha Universidad, describe las aportaciones del élder Bednar no en términos de los cargos o los honores recibidos —que fueron muchos— sino desde el punto de vista de la influencia personal: “David Bednar formaba parte de nuestro equipo de líderes. Contribuyó a agudizar nuestra visión. Siempre irradiaba entusiasmo por los alumnos y le apasionaba ayudar a su prójimo. Aportaba razón y caridad a todas nuestras conversaciones. Inspiraba a sus colegas y alumnos mediante su ejemplo; siempre se le tuvo en gran estima”.

El decano Williams, que no es miembro de la Iglesia, contempló ese poder para influir en los demás que también observó Jerry Abram, consejero del Presidente Bednar en una estaca de vastos límites geográficos. Así describe sus impresiones el hermano Abram: “Viajábamos juntos un promedio de 3.200 kilómetros al mes, así que llegué a conocerle bien. Llamó a mi esposa como presidenta de la Sociedad de Socorro de la estaca y apartó a mi hija cuando partió para Inglaterra como misionera, y habló en el funeral de la hermana gemela de ésta con gran poder y compasión. Nuestra hija tenía 17 años cuando ella y dos amigas fallecieron en un trágico accidente automovilístico. El funeral fue muy conmovedor, pero el élder Bednar contribuyó a que pudiésemos soportarlo; estuvo al lado de nuestra familia durante aquellos momentos difíciles. Después del funeral escribí en mi diario que él era el hombre más espiritual y caritativo que había conocido”.

El hermano Abram prosigue: “La fuerte presencia de los Santos de los Últimos Días en esta parte de Arkansas es, sin duda alguna, el resultado directo de los esfuerzos y el liderazgo del élder Bednar. Él se caracterizaba por invitar a todos los miembros de la estaca a llevar las Escrituras a cada reunión. Si se percataba de que no las llevábamos, nos amonestaba para que mejorásemos”.

Su propia dependencia de las Escrituras y sus enseñanzas sobre la importancia de éstas fueron patentes durante su servicio en el sacerdocio. El élder Bednar recuerda: “Durante mi preparación para la misión fuimos a la sala de asambleas solemnes del Templo de Salt Lake City. El presidente Harold B. Lee estaba allí para responder las preguntas de cerca de 300 misioneros; estuvo allí con su traje blanco y sus Escrituras blancas. Contestó cada pregunta empleando las Escrituras, o bien decía: ‘No, lo sé’. Allí estaba yo, sentado y pensando que jamás llegaría a conocer las Escrituras como él, pero mi objetivo se concretó en emplearlas para enseñar tal y como lo hacía el presidente Harold B. Lee. Ese deseo es la génesis de todo mi estudio de las Escrituras”.

Desde sus puestos de liderazgo ha tratado de alentar ese deseo en otras personas. Recuerda una ocasión en 1987, mientras era obispo en Fayetteville, Arkansas. “Un día fui a la Primaria”, dice. “Me habían invitado. Decidí ponerme unos tirantes rojos que tenía intención de emplear para ilustrar una lección. Cuando llegué al aula de la Primaria, me quité la chaqueta y dije: ‘Niños, el obispo tiene estos tirantes rojos. ¿En qué se parecen las Escrituras a mis tirantes rojos? Un pequeño levantó la mano y dijo: ‘Las Escrituras sostienen nuestra fe en Jesús del mismo modo que sus tirantes le sostienen los pantalones’. ‘Así es’, le dije. Desde entonces los niños del barrio llevaron tirantes rojos y las niñas diademas rojas para el cabello.

“Mi padre fabricaba herramientas y troqueladoras, y nunca se le veía sin sus herramientas. A mi entender, las Escrituras son las herramientas de los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y siempre debemos llevarlas con nosotros a las reuniones. Cuando fui llamado presidente de estaca comenzamos a sostener en alto las Escrituras para recordarnos que, si las usamos, sostendrán nuestra fe”.

Años después de que el élder Bednar se fue de Arkansas, un hombre acudió a una entrevista del sacerdocio en una estaca rural de Idaho. Llevaba consigo un juego de Escrituras algo gastadas. Se percató de que la Autoridad General que realizaba la entrevista sentía curiosidad por las Escrituras que sostenía con tanto cuidado. Sonrió, levantó las Escrituras y dijo: “De joven serví en el ejército en Arkansas. Estuve en la estaca del presidente Bednar. Me siento mejor cuando tengo mis Escrituras conmigo”.

Presidente de una universidad durante un tiempo de cambio

En 1997, David A. Bednar fue nombrado presidente del Colegio Universitario Ricks en Rexburg, Idaho. En ese tiempo era el colegio universitario privado más grande del país, con 8.500 alumnos. Durante su primera reunión con el cuerpo docente y el personal laboral, dijo: “Nunca he sido director de un colegio universitario, desconozco el procedimiento. Pero sé algo respecto a enseñar y espero que al menos esto sirva para dar un primer paso”5.

Empezó a enseñar y a liderar la institución, y jamás se detuvo. Cada cuatrimestre impartía una asignatura de religión. Él y su esposa invitaban a los alumnos a asistir a noches de hogar donde eran instruidos de las Escrituras y a través de preguntas inspiradas. En los años que estuvieron en Rexburg, cerca de 35.000 alumnos fueron bendecidos con aquellas tardes en compañía de los Bednar.

En junio de 2000 se notificó al presidente Bednar la decisión de transformar el Colegio Universitario Ricks en una institución educativa que impartiera cursos de cuatro años y que se llamaría Universidad Brigham Young—Idaho. El Colegio Universitario Ricks se convirtió oficialmente en BYU—Idaho el 10 de agosto de 2001. En el verano de 2004, apenas tres años después, la universidad pudo anunciar que había recibido acreditación académica. Este importante logro se alcanzó a pesar de la falta de advertencia en el cambio de estado de la misma.

El presidente Bednar no sólo encabezó el proceso para efectuar los cambios necesarios que permitieran conceder licenciaturas de cuatro años, sino que el colegio se convirtió en una universidad diseñada para ser un experimento educativo único en su clase. Su objetivo es convertirse en un centro de educación innovadora a la par que contribuye a edificar la fe en el Evangelio de Jesucristo.

El tradicional año escolar, que comenzaba en otoño y concluía en primavera, también fue modificado. Ahora un alumno puede ser admitido en cualquier semestre del año a fin de tener el campus lleno durante todo el año, con lo que podrían asistir más alumnos. El nuevo programa permitiría a los alumnos realizar sus prácticas fuera del campus en cualquier momento y no sólo durante las vacaciones de verano.

Ya no habría categorías académicas para el profesorado, lo cual concentraría el enfoque en enseñar a los alumnos más que en la posición o el prestigio de los docentes. Dejaría de haber competiciones atléticas con otros colegios universitarios, que serían reemplazadas con un programa de actividades que permitiría a todo el que lo desease participar y competir en eventos sociales, de liderazgo, artísticos y deportivos.

Era necesario crear un nuevo programa de estudios, aumentar la plantilla de maestros y diseñar y construir el espacio para un centro con más capacidad. El presidente Bednar decidió solicitar la colaboración del mayor número posible de docentes y del personal laboral. Tendrían que participar en la realización de cambios que en ocasiones requerirían ajustes importantes y difíciles en sus vidas.

El presidente Bednar describió la experiencia del siguiente modo: “Pocas cosas hay que me hayan conducido a arrodillarme con tanto fervor y tanta frecuencia como el anuncio del presidente Hinckley respecto a que el Colegio Universitario Ricks se convertiría en la Universidad Brigham Young—Idaho.

“La tarde previa al anuncio, un colega me preguntó: ‘Presidente, ¿está asustado?’. Según lo que recuerdo, le contesté: ‘Si tuviéramos que realizar esta transición dependiendo exclusivamente de nuestra experiencia y juicio, estaría aterrorizado. Pero contaremos con ayuda del cielo porque sabemos quién está al mando y no estamos solos. Así que no, no estoy asustado’ ”.

El presidente Bednar prosiguió: “He llegado a saber que la visión del presidente Hinckley respecto al futuro de BYU—Idaho en realidad no tiene que ver con el carácter de colegio de carreras de dos o de cuatro años; no tiene nada que ver los ámbitos académico o deportivo y tampoco es una cuestión del cambio de nombre. Este anuncio es una cuestión de fe: fe en el futuro. Dados los cambios efectuados en esta institución en un periodo de tiempo relativamente breve, testifico que ha habido milagros, se han recibido revelaciones, se han abierto puertas y hemos sido enormemente bendecidos como personas y como institución. Verdaderamente, éstos son días inolvidables”.

Robert Wilkes trabajó estrechamente con el presidente Bednar como vicepresidente de actividades estudiantiles. Actualmente es presidente en funciones de BYU—Idaho y describe cómo el presidente Bednar hizo frente al cambio: “Requirió valor. Él afrontó una fuerte oposición por parte de algunos, pero cambió algunos corazones y tuvo paciencia con los que tenían dificultades para dejar atrás el pasado.

“Casi al instante estableció la visión de la transición. Jamás vaciló. La gente sabía que era completamente fiel al profeta y al consejo de administración. Pero también sabían que plantearía las cuestiones al consejo con energía y dedicación cuando fuera pertinente. Resultaba difícil que los demás se desviaran cuando era evidente que él mismo estaba firmemente alineado.

“Dejó bien claro que esperaba que los demás aceptaran el cambio. Logró un gran apoyo al enseñar que los grandes cambios se producen ‘línea por línea, precepto por precepto’6. Reconoció el poder de los alumnos. De hecho, parte de la visión implicaba que los alumnos se convirtieran en alumnos que enseñaran. Logró tal grado de implicación del alumnado que en muchos casos ellos mismos convirtieron a los docentes y a los empleados a determinados elementos de la transición a BYU—Idaho.

“Fue presto en reconocer el mérito de los demás tanto en público como en privado. Siempre relacionó la transición con el gran beneficio que reportaría a la Iglesia al mostrar cómo BYU—Idaho sería una herramienta para el servicio en el reino. Entendía y enseñaba que los cambios permitirían a algunos alumnos recibir una educación que nunca habrían recibido de otro modo. Parecía considerar cada experiencia como una oportunidad para obtener reflexión espiritual”.

El élder Bednar es notorio por su disposición para incluir a todos y confiar en que cada uno tendrá oportunidades valiosas. Betty Oldham, su secretaria, fue testigo de ello. Ella dice del presidente Bednar: “Jamás tiene miedo de que otros tomen el mando. Si bien es cierto que aporta supervisión y enfoque claros, también deja que se destaquen aquellos que tienen responsabilidad directa.

“Capta la perspectiva general, pero no intenta controlarlo todo hasta el más mínimo detalle. Nos ha enseñado que debemos obrar como agentes en vez de que se actúe sobre nosotros y nos ha dado oportunidades de ejercer ese albedrío. Con él todos tienen voz y pueden expresar sus ideas y opiniones, aunque éstas sean totalmente opuestas a las de la corriente general. A nadie se le hace sentir incómodo por lo que pueda haber dicho. El concepto de aconsejarse en consejos ha adquirido una nueva dimensión en todo el campus. Él siempre me ha hecho sentir que mi opinión es de valor”.

Con semejante liderazgo, una familia ha permanecido unida y la Iglesia se ha asentado en Arkansas. Un colegio universitario se ha convertido en una universidad y la gente que estudia y que trabaja allí ha alcanzado nuevas alturas.

La gran capacidad que el élder Bednar tiene para elevar al prójimo, junto con su valor para hacer todo lo que el Señor requiera de él, proceden de su testimonio de Jesucristo. Ha pagado el precio de la oración, el estudio de las Escrituras y las pruebas personales para poder ser un testigo especial del Salvador. No necesitará cambiar hábitos ni costumbres para aceptar el llamado al apostolado. Su vida manifiesta la veracidad de sus palabras a la conclusión de su primer discurso de la conferencia general: “A donde me manden el Señor y los líderes de Su Iglesia iré. Haré lo que quieran que haga. Enseñaré lo que quieran que enseñe, y me esmeraré por llegar a ser lo que deba llegar a ser. En la fuerza del Señor y mediante Su gracia, sé que ustedes y yo podemos tener la bendición de lograr todas las cosas”7.

Notas

  1. “En la fuerza del Señor”, Liahona, noviembre de 2004, pág. 77.

  2. Citado por Zach Gibson en “Elder Bednar’s Son Shares Thoughts, Memories” [“El hijo del élder Bednar comparte pensamientos y recuerdos”], Daily Universe, 26 de octubre de 2004, pág. 6.

  3. Véase Steve Moser, “I’m a Teacher Who Is Now a College President” [“Soy un maestro que ahora es presidente de un colegio universitario”], Summit, 1997, págs. 9–10.

  4. Liahona, noviembre de 2004, pág. 78.

  5. Citado en Summit, 1997, pág. 9.

  6. Véase 2 Nefi 28:30.

  7. Liahona, noviembre de 2004, pág. 78.