2005
Raíces fuertes en las ramas pequeñas
abril de 2005


Raíces fuertes en las ramas pequeñas

Camina por los bosques y percibe el silencio. Observa los rayos de sol filtrándose por entre las copas de los árboles. Siente la apacible maravilla de las creaciones de nuestro Padre Celestial y maravíllate por cómo los árboles se mantienen erguidos, firmes y fuertes.

José Smith fue a una arboleda semejante a ésta cuando se arrodilló para orar y salió con una nueva luz para el mundo. Él necesitaba un lugar donde estar a solas, un lugar tranquilo para pensar y recibir respuestas a sus preguntas.

José Smith recibió la Primera Visión en Nueva York, en el noreste de los Estados Unidos, pero estos bosques se hallan en Croacia y en Eslovenia. Jóvenes de ambos sexos acuden aquí para realizar sus conferencias de la juventud. Tal como lo hizo el profeta José Smith, estos jóvenes oran en busca de respuestas y las hallan en el Evangelio de Jesucristo.

Croacia y Eslovenia son países situados al este de Italia y formaron parte de la extinta Yugoslavia hasta 1991. Los misioneros de la Iglesia llegaron por primera vez a esta parte del mundo en los primeros años de la década de 1990 y desde entonces se han organizado tres ramas en Eslovenia y siete en Croacia. La Iglesia aún no es lo bastante grande como para construir sus propios centros de reuniones, pero la obra avanza. La mayoría de los miembros más recientes son jóvenes que se reúnen siempre que pueden para hallar la fortaleza que emana del compartir sus testimonios.

Solos

En estas ramas pequeñas, ser miembro de la Iglesia puede ser algo solitario. Cuando Kristina Mestrov asiste a las reuniones en Split, Croacia, a veces no hay nadie más allí que ella, su madre y los misioneros, aunque se está esforzando por cambiar este panorama. “Sigo tratando de ser la mejor misionera que hay en mí”, dice.

Muchos jóvenes son los únicos miembros de la Iglesia en sus familias. Petra Karaklajic, de Zagreb, Croacia, anhela la llegada del día cuando su familia comprenda sus creencias. “Para algunos de mis familiares, ir a las reuniones dominicales y tener ciertas creencias constituye un problema”, dice. Pero entonces Petra explica su fórmula para sobrevivir: “Descubrir quién eres y a dónde tienes que ir. Si se lo permites, el Evangelio cambiará tu vida para bien. Tan sólo da lo mejor de ti mismo y sigue a Jesucristo. Eres un hijo amado del Dios viviente”.

Tina Dobravc se unió a la Iglesia hace poco en Celje, Eslovenia, y ha visto cambios positivos en su vida desde su conversión, aunque también ha tenido dificultades para vivir el Evangelio sin el apoyo de su familia. “En casa no es fácil bendecir los alimentos u orar a solas”, dice, “pero debo recordar que merecerá la pena. Sé que algún día mi familia será feliz y encontrará el Evangelio”. Tina sirve como líder de actividades de su rama.

Muchos jóvenes son los únicos miembros de su círculo de amistades; de hecho, muchos tuvieron que dejar amigos atrás cuando decidieron abrazar el Evangelio. Una conversa reciente, Lucijia Krajnik, de Ljubljana, Eslovenia, dice: “Desde que me uní a la Iglesia, he tenido que alejarme de mis antiguos amigos porque eran una mala compañía. Lo mejor que puedo hacer es aislarme de ellos y seguir en contacto con los miembros y con los misioneros”.

Juntos

Así como los árboles del bosque se fortalecen unos a otros, los jóvenes reciben fuerza al estar juntos. Una conferencia de la juventud realizada hace poco, la primera a la que asistieron muchos de ellos, contó con la asistencia de 47 jóvenes. No siempre se entendían entre sí porque hablaban inglés, croata o esloveno, pero compartían el idioma común que es el Evangelio.

A Petra Karaklajic la fortalecen las conferencias de la juventud y otras actividades con personas que comparten sus creencias. “Cuando estamos juntos, somos más fuertes”, dice. “Me siento muy bendecida por tener hermanos y hermanas en la Iglesia”.

Lucija Krajnik sabe que necesita a sus amigos en el Evangelio. “¿Dónde estaría si no tuviera la Iglesia?”, pregunta. “Me siento agradecida por ser miembro de la Iglesia y por tener amigos a mi lado”.

Los jóvenes saben que si dan a conocer el Evangelio a otras personas, la Iglesia seguirá creciendo, así que suelen invitar a otras personas a unirse a ellos para ayudarles a ver la luz del Evangelio.

Simon Stevanovic, de Celje, Eslovenia, cree firmemente que precisa compartir el Evangelio con su familia y sus amigos: “Debemos animar a nuestros padres y amigos para que la Iglesia crezca. Tenemos muchos amigos; hay que compartir el Evangelio”. Simon está ayudando a su padre a saber más del Evangelio y espera algún día poder servir en una misión de tiempo completo.

Ava Zupancic, de Ljubljana, Eslovenia, entiende que ayudar a la gente a bautizarse no es más que un comienzo. “Me duele mucho ver a la gente que se bautiza y que luego, pasado un tiempo, no vuelve”, dice. “Pasa con demasiada frecuencia. ¡Hay que ayudar a los nuevos miembros!”.

Permanezcan fuertes

En estos bosques, aun teniendo raíces fuertes y árboles a tu alrededor que te protegen, a veces caen las tormentas y se presentan los retos, pero estos jóvenes saben que merece la pena combatir las tormentas.

“Para ser campeón”, dice Davor Majc, de Kranj, Eslovenia, “hay que levantarse sin importarte cuántas veces te caigas mientras intentas alcanzar tu meta. Los que te aguardan al final te están animando”.

Ivona Frcek, de Zagreb, Croacia, testifica que “todas las cosas malas pasarán. Tan sólo hay que ser fuerte y aferrarse a la verdad”.

Los jóvenes de Croacia y Eslovenia seguirán obteniendo fuerza los unos de los otros y ayudando a los demás a hallar las respuestas a las importantes preguntas de la vida. Esperan ser como los árboles de sus bosques: altos, firmes, tenaces y fuertes.

Phillip y Ani Maxfield contribuyeron a la realización de este artículo. Ambos sirvieron en la Misión Croacia Zagreb y pertenecen al Barrio Issaquah 5, Estaca Bellevue, Washington.

“Pedimos a todos los miembros de la Iglesia que tiendan una mano de ayuda a los nuevos conversos, que los rodeen con sus brazos y los hagan sentirse en casa. Bendíganlos con su amistad. Anímenlos con su fe. Vean que ninguno se pierda”.

Presidente Gordon B. Hinckley, “El estado de la Iglesia”, Liahona, mayo de 2003, pág. 4.