2005
599 bautismos
agosto de 2005


599 bautismos

Cuando tenía 18 años, fui el primer miembro de mi familia en encontrar el Evangelio restaurado y, después de bautizarme, comencé a comprender la ayuda que éste podía brindar a mi familia.

Como resultado de esos sentimientos, empecé a trabajar en mi historia familiar, y el amor que sentía por mis antepasados crecía mientras trabajaba y ejercía la fe para encontrarlos. Mi deseo de hallarlos era tan fuerte que en diversas ocasiones viajé al lugar de origen de mis antepasados. Cada viaje me reportaba nuevas experiencias y mi corazón se volvió al de mis familiares ya fallecidos (véase Malaquías 4:5–6).

Tiempo después fui llamado a servir como consultor de historia familiar de mi barrio. Mi corazón se engrandeció al grado de que llegué a amar a los antepasados de cada miembro del barrio. Mientras realizaba investigaciones en parroquias, archivos y bibliotecas, entendí el propósito de la redención de los muertos.

Cuando finalmente tuve el disco de computadora con mi historia familiar en las manos, me di cuenta de que aún restaba por hacer la labor más importante: tenía que ir al templo y facilitar a mis familiares allende el velo las ordenanzas que les permitirían ser salvos y unirse a nuestras generaciones por la eternidad.

Pude ir al templo mientras servía como misionero en Cochabamba, Bolivia. Empecé a predicar el Evangelio en octubre de 2000 y a los pocos meses mi compañero y yo fuimos al templo con los jóvenes del barrio donde servíamos. Me llevé el disco y pude aportar 599 nombres para la obra de las ordenanzas.

Mientras yo actuaba como testigo, mi compañero bautizaba a los jóvenes a favor de mis antepasados. ¡Qué gran gozo sentí! El Espíritu estaba conmigo, testificándome de la veracidad de lo que estábamos haciendo. Además, podía percibir la felicidad y la gratitud de mis antepasados.

Pero aún quedaban otras ordenanzas que efectuar. Dado que había tantos nombres, los entregué al templo, si bien me reservé el de mis bisabuelos y sus hijos. A finales de ese mismo mes, mi compañero y yo, con la ayuda de otros misioneros, efectuamos la obra por ellos.

Me siento agradecido a mi Padre Celestial por que, aunque me hallaba lejos de mi país y tal vez pensaba que bautizaría únicamente a personas vivas, también pude participar en la obra de redención de los muertos.

Aún sigo tratando de llevar más almas a Cristo y de animar a los demás a buscar el nombre y los datos de sus antepasados. Amo esta obra; sé que es verdadera y que Jesucristo vive y nos ama.

Wilson Arley Ocampo es miembro del Barrio Envigado, Estaca Belén, Medellín, Colombia.