2005
Nos regocijamos en su curación
septiembre de 2005


Nos regocijamos en su curación

El 2 de junio de 2002, mi nietecita, Susan Melina, de sólo siete meses de edad, enfermó y sus padres la llevaron al hospital. Los médicos le diagnosticaron una infección del riñón, pero además contrajo una grave infección bacteriana que se extendió por todo su organismo, dañándole el corazón, el hígado, el bazo, los riñones, los pulmones y los sistemas nervioso y digestivo. Estaba tan enferma que ingresó en cuidados intensivos.

Los médicos aconsejaron a los padres que se prepararan porque la pequeña podría fallecer en cualquier momento. Estuvo en cuidados intensivos durante 26 días, tiempo en el que recibió antibióticos y muchas transfusiones. Mientras tanto, nosotros, su familia, ayunamos con frecuencia y pedimos un milagro a Dios: que sanara por completo, si era Su voluntad. Dos hermanos, ambos poseedores del sacerdocio, la ungieron y la bendijeron.

Cuando Susan Melina llevaba dos semanas ingresada en el hospital, su madre también cayó enferma y tuvieron que practicarle una operación urgente de apendicitis. Fue una dura prueba para toda la familia.

Después de 20 días de haber ingresado en el hospital, Susan Melina seguía sin mejorar, pero debido a la generosidad de una persona a la que no conocíamos, sus padres pudieron llevarla a un hospital privado donde podría recibir mejor atención.

Un sábado al mediodía, recibí una llamada telefónica de mi hija, Susan Carolina. Yo me hallaba en el Templo de la Ciudad de Guatemala, Guatemala, donde trabajaba de conserje. Mi hija me dijo que la condición de la bebé había empeorado y que la infección se había alojado en uno de los ventrículos del corazón de la pequeña. Según los médicos, resultaba muy difícil ayudarla a causa de su malnutrición. De hecho, estaba tan enferma que hasta tomarla en brazos resultaba peligroso, pues podría ocasionarle una hemorragia interna. Al enterarme de su situación, comencé a orar de inmediato a mi Padre Celestial y volví a ayunar.

Al día siguiente, domingo, mi hija me llamó y me dijo que la bacteria había desaparecido por completo. Los médicos le darían el alta a Susan Melina el lunes porque ya estaba fuera de peligro.

Al regocijarnos en este gran milagro, nos dimos cuenta de que cada oración de fe no recibe una respuesta tan rápida como nosotros deseamos, pero me siento infinitamente agradecida a mi Padre Celestial, pues no albergo duda alguna de que Él vive y escucha nuestras oraciones.

Magdalena Peñate de Guerra es miembro del Barrio Villa Canales, Estaca Villa Hermosa, Ciudad de Guatemala, Guatemala.