2005
Paja para el pesebre
diciembre de 2005


Paja para el pesebre

A medida que el entendimiento de nuestros hijos empezó a ir más allá de las paredes protectoras de nuestro hogar, la Navidad se volvió una celebración más mundana. A medida que crecían el anhelo y el ánimo, el nacimiento de nuestro Salvador parecía cada vez más alejado de nuestro corazón y de nuestra mente. Mi esposo Bob y yo tratamos de incorporar nuevamente a nuestra celebración el verdadero espíritu de la Navidad de modo que resultara significativo para toda la familia. Un año establecimos un modelo de tradiciones que nos ha permitido disfrutar de unas Navidades significativas durante años.

Para la noche de hogar de la primera semana de diciembre seleccionamos una lección que se centraba en brindar servicio como una manera de celebrar la época de la Navidad. Armamos un pesebre de cartón y proporcionamos un recipiente con paja. Cada vez que alguien de la familia realizaba un acto de servicio, colocábamos una pieza de paja en el pesebre. Los niños buscaban emocionados actos significativos de amabilidad con los cuales pudieran conseguir paja para el pesebre del niño Jesús, y ese año llenamos el pesebre en tres ocasiones.

Bob encontró casualmente una vieja linterna en la exhibición de decoraciones navideñas de una tienda y la compró. Se convirtió en la inspiración del broche de oro de nuestra celebración religiosa. Después de la cena y de la fiesta familiar de Nochebuena, los niños se pusieron su pijama y no reunimos en la habitación más grande del piso de arriba, lejos del nacimiento que estaba en la sala. Apagamos todas las luces de la casa y les explicamos a los niños que iríamos en peregrinación para ver al recién nacido Rey de reyes. A fin de prepararnos para el viaje, cantamos villancicos tradicionales y luego entramos en la sala, cantando “Venid, adoremos”. Bob iba delante, sosteniendo la linterna con su llama titilante, a fin de iluminar el camino.

Al llegar al pequeño establo, nos sentamos en silencio y cantamos algunos villancicos más; luego le entregamos el pesebre a Jesús. Estaba lleno de paja, lo que representaba nuestros regalos de amor que habíamos dado durante el mes. Todo el que deseó hacerlo, expresó su amor por el Salvador. El Espíritu del Señor estuvo en nuestro hogar y en nuestro corazón aquella noche. Los niños se fueron a acostar tranquilos y en silencio, aún ansiosos por que llegara la mañana, pero también sintiendo amor y agradecimiento por el niño Jesús, cuyo nacimiento estábamos celebrando.

Cada año, al vernos nuevamente envueltos en el ritmo frenético de los preparativos de Navidad, conservamos un sentimiento de paz, porque sabemos que el comercialismo se verá aplacado, hasta cierto grado, con unos momentos de verdadera adoración. Aun en el ansiado instante de la mañana de Navidad, los niños anhelan también el momento especial que pasamos cada Nochebuena con el Rey recién nacido.

Sue Jones es miembro del Barrio Bountiful 31, Estaca Bountiful, Utah.