2006
Permanezcan en el sendero de la rectitud
enero de 2006


Ven y escucha la voz de un profeta

Permanezcan en el sendero de la rectitud

Mis queridos amigos jóvenes, ustedes son la fortaleza del presente, la esperanza del futuro. Ustedes son el producto de todas las generaciones que les han precedido, la promesa de todas las que vendrán después.

Deben saber, como se les ha dicho, que no están solos en el mundo. Hay cientos de miles de ustedes; viven en muchos países y hablan diferentes idiomas, y cada uno lleva algo divino en su interior.

No hay nadie que los supere. Su Padre Eterno es el gran Maestro del universo. Él gobierna sobre todas las cosas, pero también escuchará sus oraciones y les prestará atención cuando le hablen. Él contestará sus oraciones y no los dejará solos.

En mis momentos de quietud, pienso en el futuro con todas sus maravillosas posibilidades y todas sus terribles tentaciones, y me pregunto qué les pasará a ustedes en los próximos diez años. ¿Dónde estarán? ¿Qué estarán haciendo? Eso dependerá de las decisiones que tomen, algunas de las cuales tal vez parezcan no tener importancia en el momento, pero que tendrán enormes consecuencias.

Ustedes tienen el potencial de llegar a ser cualquier cosa que se propongan; tienen una mente, un cuerpo y un espíritu, y con esos tres elementos trabajando juntos, podrán recorrer el sendero que lleva al éxito y a la felicidad. Pero eso requerirá esfuerzo, sacrificio y fe. Se espera que hagan grandes esfuerzos y que utilicen sus mejores talentos para labrarse el futuro más maravilloso que son capaces de alcanzar. En ocasiones, seguramente tendrán serias decepciones, pero durante el trayecto habrá quienes les brinden una mano de ayuda, que les alentará y les dará la fortaleza para seguir adelante.

Al transitar por el sendero de la vida, cuídense de las amistades, ya que pueden ayudarlos o destruirlos. Sean generosos al ayudar a los menos afortunados y a aquellos que sufren. Mantengan amistades que sean como ustedes, que les alienten, que les apoyen, que vivan como ustedes desean vivir, que disfruten de la misma clase de diversiones y que se opongan a la maldad a la cual ustedes están resueltos a resistir.

Nunca piensen que van a lograrlo solos; necesitan la ayuda del Señor. Nunca duden de arrodillarse en algún lugar a solas y hablar con Él. ¡Qué maravillosa y extraordinaria es la oración! Piensen en ello. En verdad podemos hablar con nuestro Padre Celestial. Él nos escuchará y contestará, pero debemos prestar atención a esa respuesta. Nada es demasiado grave ni nada es de tan poca importancia para compartirlo con Él, quien ha dicho: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). Y continúa diciendo: “porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (versículo 30).

La fe en el Señor Jesucristo debe ser un faro de luz ante ustedes, una estrella polar en su firmamento.

Tomado de un discurso de la reunión general de las Mujeres Jóvenes de abril de 2004.