2006
La respuesta en un segundo
enero de 2006


La respuesta en un segundo

Al finalizar un periodo de clases de mi escuela de Lagos, Nigeria, estaba segura de que recibiría buenas calificaciones porque había estudiado mucho. Pero el profesor de Economía me llamó a la sala de profesores y me dijo que mi calificación estaba por debajo del promedio. No lo podía creer y le contesté: “No puede ser”.

Él me mostró donde había registrado mis calificaciones y vi que me había anotado una equivocada; entonces le expliqué que era incorrecta. Él Me dijo que la única manera de probarle que estaba en un error sería llevarle mi examen corregido para las nueve de la mañana siguiente.

Al día siguiente, después de terminar mis quehaceres, me puse a buscar la hoja del examen. Primero, revisé el libro donde sabía que la había puesto, pero no la encontré. Luego empecé a buscarla en todos los demás libros, pero aún así no la pude encontrar. A continuación, busqué en mi ropero, en el que guardaba mis textos escolares y mi ropa; tampoco estaba allí. Volví al librero y revisé de nuevo. A las ocho, sabía que si al cabo de una hora no le mostraba la hoja del examen al profesor, él no me prestaría más atención. Se me llenaron los ojos de lágrimas mientras me preguntaba dónde podría estar. Por un momento, perdí la esperanza de encontrarla.

Entonces me vino el pensamiento de que debía orar. Inmediatamente cerré los ojos y me arrodillé frente al librero. Mientras oraba, me invadió una gran seguridad de que la hoja no se había perdido; cuando abrí los ojos, para mi gran asombro vi encima del librero el libro en el que la había puesto, y dentro de él estaba la hoja que había andado buscando. En ese momento se desvaneció mi pesar y los ojos se me llenaron de lágrimas de gozo.

En la escuela pensé en lo mucho que me ama mi Padre Celestial y en lo agradecida que estaba de que hubiera respondido tan pronto a mi oración; al invocar al Señor, había encontrado en un segundo lo que había buscado en vano durante una hora.

Ese día, una sencilla oración me hizo reconocer que mi Padre Celestial me ama y que escucha mi voz cuando acudo a Él. Aprendí que para Dios todo es posible (véase Lucas 18:27). Él quiere que nosotros, Sus hijos, invoquemos Su nombre en cualquier momento de necesidad y Él dará respuesta a nuestras oraciones.

Ngozi F. Okoro es miembro de la Rama Ibadan 1, del Distrito Ibadan, Nigeria.