2006
El plano del Maestro
enero de 2006


Mensaje de la Primera Presidencia

El plano del Maestro

Cuando Jesús ministró entre los hombres, hace mucho tiempo y en un lugar muy lejano, a menudo les hablaba en parábolas, un lenguaje que la gente podía comprender mejor. Con frecuencia, se refería a la construcción de casas en relación con la vida de quienes le escuchaban. ¿No se le conocía acaso como “el hijo del carpintero”?1 Él declaró: “…toda… casa dividida contra sí misma, no permanecerá”2. Tiempo después advirtió, diciendo: “He aquí, mi casa es una casa de orden, dice Dios el Señor, y no de confusión”3.

En una revelación que se recibió mediante el profeta José Smith en Kirtland, Ohio, el 27 de diciembre de 1832, el Maestro aconsejó esto: “Organizaos; preparad todo lo que fuere necesario; y estableced una casa, sí, una casa de oración, una casa de ayuno, una casa de fe, una casa de instrucción, una casa de gloria, una casa de orden, una casa de Dios”4.

¿Dónde podría alguno de nosotros encontrar un plano más apropiado para construir, de manera prudente y adecuada, una casa en la que pudiera vivir por toda la eternidad?

En un sentido muy real, somos constructores de casas eternas; somos aprendices del oficio, no profesionales con mucha experiencia, y necesitamos ayuda divina si queremos construir con éxito. Estas palabras de instrucción que nos brinda el apóstol Pablo nos dan la seguridad que nos hace falta: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?”5

Si recordamos que cada uno de nosotros es literalmente un hijo o una hija espiritual de Dios, no nos será difícil acercarnos a nuestro Padre Celestial por medio de la oración. Él conoce el valor de esta materia prima a la que llamamos vida. “Recordad que el valor de las almas es grande a la vista de Dios”6. Esa afirmación da propósito a nuestra vida.

Hay un Maestro que guiará nuestros pasos con que sólo pongamos nuestra fe en Él: es el Señor Jesucristo. Él nos extiende esta invitación:

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.

“Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;

“porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”7.

Se dijo que Jesús “crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres”8. ¿Tenemos nosotros la determinación de hacer lo mismo? Una línea de las Santas Escrituras contiene un tributo a nuestro Señor y Salvador, de quien dice: “…anduvo haciendo bienes”9.

Ejemplos de los creyentes

En una epístola a su amado Timoteo, Pablo indicó una manera por la que podemos mejorar (delete comma) y, al mismo tiempo, ayudar a otras personas a que piensen y se pregunten: “…¿Y cómo podré, [encontrar el camino] si alguno no me enseñare?”10

La respuesta que dio Pablo a Timoteo presenta a cada uno de nosotros una inspirada responsabilidad: “…sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza”11.

Examinemos esa solemne instrucción que, en un sentido muy real, se nos da a nosotros.

Primero, ser un ejemplo en palabra. “…tiendan vuestras palabras a edificaros unos a otros”, dijo el Señor12.

¿Nos acordamos del consejo de un conocido himno de la Escuela Dominical?:

Nuestros tiernos acentos se recordarán;

darán a las almas solaz.

Oh, hablemos con tiernos acentos

palabras de gozo y paz13.

Consideremos lo que dijo Mary Boyson Wall, que en 1913 se casó con Don Harvey Wall en el Templo de Salt Lake. Poco antes de fallecer él a los 103 años, precediendo a la muerte de ella, celebraron su aniversario de ochenta y un años de casados. En un artículo que salió en el semanario Church News, ella atribuyó su longevidad y la duración de su matrimonio al hecho de hablarse con bondad. Ella dijo: “Creo que eso contribuyó, porque tratábamos de ayudarnos mutuamente y de no hablarnos de mala manera”14.

Segundo, ser un ejemplo en conversación. En la conferencia general de octubre de 1987, el presidente Gordon B. Hinckley declaró: “El lenguaje soez deshonra al que lo emplea. Si alguno tiene ese hábito, ¿cómo ha de eliminarlo? Se comienza por tomar la decisión de cambiar. La próxima vez que se sientan tentados a emplear palabras que saben que son malas, simplemente deténganse. Manténganse en silencio o digan de otra manera lo que quieran decir”15.

François de la Rochefacauld observó lo siguiente: “Una de las razones por las cuales hay tan pocas personas que parecen sensibles y agradables en la conversación es que casi todos piensan en lo que ellos mismos quieren decir en lugar de responder sencillamente a lo que se les dice”16.

Tercero, ser un ejemplo en amor. Esta hermosa verdad procede de Corintios: “El amor nunca deja de ser”17.

Qué satisfactorio es ver la rápida reacción de la Iglesia ante las catástrofes naturales de diversos lugares. Muchas veces, hemos sido los primeros en llegar a la escena del desastre y los que hemos ofrecido la mayor ayuda. Hay también otras organizaciones que responden con similar generosidad.

¿Qué es la caridad? Moroni, al escribir unas palabras sobre su padre, Mormón, dijo: “…la caridad es el amor puro de Cristo, y permanece para siempre”18.

Una de las personas que ejemplificó la caridad fue el presidente George Albert Smith (1870–1951). Inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, la Iglesia inició una campaña para recolectar ropa de abrigo a fin de enviarla a los santos que sufrían en Europa. El presidente Harold B. Lee (1899–1973), que era entonces miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, y el élder Marion G. Romney (1897–1988), que era Ayudante de los Doce, llevaron al presidente Smith a la Manzana de Bienestar de Salt Lake City para que viera los resultados; se quedaron muy impresionados ante la forma generosa en que habían respondido los miembros de la Iglesia. Los hermanos se fijaron en que mientras el presidente Smith observaba a los trabajadores que empaquetaban la enorme cantidad de ropa y zapatos donados, le corrían lágrimas por las mejillas; después de unos momentos, quitándose el sobretodo nuevo que llevaba puesto, les dijo: “Por favor, envíen esto también”.

Los hermanos le dijeron: “No, Presidente, no lo mande; hace mucho frío aquí y le hace falta el abrigo”.

Pero el presidente Smith se negó a aceptarlo, por lo que su abrigo, junto con todos los demás, fue enviado a Europa, donde las noches eran largas y oscuras y la ropa y la comida muy escasas. Entonces llegaron los cargamentos y hubo expresiones de gozo y de agradecimiento, tanto vocales como en secretas oraciones.

Cuarto, ser un ejemplo en espíritu. El salmista escribió: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”19.

Cuando tenía diecisiete años, me alisté en la Marina de los Estados Unidos y pasé por el entrenamiento básico en San Diego, California. Durante las primeras tres semanas, parecía que la Marina estaba tratando de matarnos en lugar de entrenarnos en la forma de mantenernos con vida.

Siempre recordaré el primer domingo que pasé en San Diego. El suboficial principal nos dijo: “Hoy todo el mundo va a la iglesia”. Después nos pusimos en formación en el campo de maniobras. El oficial gritó: “Todos los católicos se reunirán en el Campo Decatur. ¡Listos! ¡Marchen! ¡Y no regresen hasta las tres de la tarde!”. Un grupo numeroso se puso en marcha, y él entonces dijo: “Todos los judíos se reunirán en el Campo Henry. ¡Listos! ¡Marchen! ¡Y no regresen hasta las tres de la tarde!”. Otro grupo más pequeño se puso en marcha; él volvió a decir: “Todos los demás, que son protestantes, vayan a reunirse en el teatro del Campo Farragut. ¡Listos! ¡Marchen! ¡Y no regresen hasta las tres de la tarde!”.

En ese momento me asaltó el pensamiento: “Monson, tú no eres católico, no eres judío ni eres protestante”. Y decidí quedarme parado allí. Me pareció que a mi lado pasaban marchando cientos de hombres. Entonces escuché las palabras más agradables que el oficial llegó a decir en mi presencia: “Y ustedes, ¿qué se consideran?”. Había hablado en plural, “ustedes”. Por primera vez me di cuenta de que había alguien más de pie detrás de mí en aquel campo de maniobras. Al unísono, contestamos todos: “¡Somos mormones!”. Él se rascó la cabeza con una expresión de perplejidad en la cara, y nos dijo: “Bueno, vayan a buscar algún lugar donde reunirse. ¡Y no vuelvan hasta las tres de la tarde!”. Nos fuimos marchando, y casi se podía medir el compás del himno que habíamos aprendido en la Primaria:

Somos los soldados que combaten error.

¡Qué dicha es! ¡Qué dicha es!

Nos espera la corona del vencedor;

la recibiremos al ganar.

[Himnos, Nº 162.]

Quinto, ser un ejemplo en la fe. El presidente Stephen L Richards (1879–1959), Primer Consejero de la Primera Presidencia, dijo, al hablar de la fe: “El hecho de que el hombre reconozca un poder más alto que el suyo de ninguna manera lo rebaja. Si con su fe atribuye la beneficencia y un propósito elevado a ese Poder que es superior a sí mismo, puede vislumbrar para la raza humana un destino más alto y atributos más nobles, y verse estimulado y alentado en su lucha por la existencia… Debe procurarlo con fe, con oración y con la esperanza de que lo obtendrá. Ningún esfuerzo que sea así de sincero y devoto quedará sin ser correspondido; ésa es la constitución misma de la filosofía de la fe”20. El favor divino se manifestará a los que lo busquen con humildad.

Minnie Louise Haskins explicó ese principio en esta bella prosa poética:

Y pedí al hombre que guardaba la puerta del año:

“¡Dame una luz para andar por el camino a lo desconocido!”

Él respondió:

“Entra en la tiniebla y pon tu mano en la mano de Dios.

Será para ti mejor que una luz y más seguro que un sendero conocido”21.

Y finalmente, ser un ejemplo de pureza. “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo?

“El limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni jurado con engaño.

“Él recibirá bendición de Jehová, y justicia del Dios de salvación”22.

Tal como dijo el presidente David O. McKay (1873–1970): “La seguridad de nuestra nación depende de la pureza y la fortaleza del hogar, y agradezco a Dios las enseñanzas de… la Iglesia con respecto a la organización y al fortalecimiento del hogar, y el concepto que han comunicado los padres bondadosos de que el hogar debe ser el lugar más sagrado del mundo. Nuestros miembros son edificadores de hogares, y dondequiera que estén, se les enseña, desde la infancia hasta la vejez, que el hogar debe mantenerse puro y a salvo de los males del mundo”23.

La gratitud de nuestro Padre

Hace muchos años asistí a una conferencia de estaca en Star Valley, Wyoming, en la que se reorganizó la presidencia. El presidente de estaca al que se relevó, E. Francis Winters, había prestado fiel servicio durante veintitrés años. Aunque se trataba de una persona de naturaleza y situación modestas, había sido un continuo pilar de fortaleza para toda la gente del valle. El día de la conferencia de la estaca, el edificio estaba atestado de asistentes; cada uno de ellos parecía dar con el corazón un silencioso “gracias” a aquel noble líder que con tanta abnegación había dedicado su vida para el beneficio de los demás.

Al ponerme de pie para hablar, me sentí inspirado a hacer algo que nunca había hecho ni he vuelto a hacer desde entonces: mencioné cuánto tiempo había presidido la estaca Francis Winters; después pedí que todos los que habían sido bendecidos o confirmados por él se pusieran de pie y permanecieran así; a continuación, pedí que hicieran lo mismo todos los que él hubiera ordenado o apartado, o que hubieran recibido de él consejo o bendiciones. El resultado fue impresionante; todos los presentes se pusieron de pie y hubo muchas lágrimas que expresaron mejor que las palabras la gratitud que sentían aquellos corazones emocionados. Me di vuelta a mirar al presidente y a la hermana Winters, y les dije: “Hoy somos testigos de la inspiración del Espíritu. Esta enorme congregación no sólo refleja los sentimientos personales sino también la gratitud de Dios por una vida dedicada al servicio”. Ninguna de las personas que estaban presentes aquel día olvidará lo que sintió cuando vimos manifestarse el lenguaje del Espíritu del Señor.

Allí, en Francis Winters, había un “ejemplo de los creyentes en palabra, conversación, amor, espíritu, fe y pureza”24.

Firmes creced en la fe que guardamos;

por la verdad y justicia luchamos.

A Dios honrad, por Él luchad,

y por Su causa siempre velad25.

Con humildad, ruego que cada uno de nosotros pueda lograrlo.

Ideas para los maestros orientadores

Una vez que se prepare por medio de la oración, enseñe este mensaje empleando un método que fomente la participación de las personas a las que enseñe. A continuación hay algunos ejemplos:

  1. Analice con los miembros de la familia el proceso de construir una casa. Lean en voz alta el cuarto párrafo y anímelos a relatar ejemplos de la ayuda divina que ellos hayan recibido por ser “constructores de casas eternas”.

  2. Prepare bloques de madera o plástico, vasitos u otro material, para armar una pequeña “casa”, en los que haya escrito las seis cualidades que se mencionan en 1 Timoteo 4:12. Al colocar cada bloque en su lugar, lea lo que el presidente Monson dijo sobre esa cualidad. Anime a los integrantes de la familia a mencionar por qué es importante cada una de las piezas. Pídales que piensen en alguien que haya sido para ellos un “ejemplo de los creyentes”.

  3. Relate lo que se cuenta de E. Francis Winters en el artículo y exprese su testimonio de las bendiciones que se reciben al seguir el plano del Maestro.

Notas

  1. Mateo 13:55.

  2. Mateo 12:25.

  3. D. y C. 132:8.

  4. D. y C. 88:119.

  5. 1 Corintios 3:16.

  6. D. y C. 18:10.

  7. Mateo 11:28–30.

  8. Lucas 2:52.

  9. Hechos 10:38.

  10. Hechos 8:31.

  11. 1 Timoteo 4:12.

  12. D. y C. 136:24.

  13. Joseph L. Townsend, “Oh, hablemos con tiernos acentos”, Himnos, Nº 151.

  14. Citado en “Lives of Kindness, Service”, Church News, 21 de septiembre de 1996, pág. 10.

  15. “No tomarás el nombre de Dios en vano”, Liahona, enero de 1988, pág. 47.

  16. Maxims, 1959, pág. 54.

  17. 1 Corintios 13:8.

  18. Moroni 7:47.

  19. Salmos 51:10.

  20. En “Conference Report”, oct. de 1937, págs. 35, 38.

  21. De “The Gate of the Year”, James Dalton Morrison, ed., Masterpieces of Religious Verse, 1948, pág. 92.

  22. Salmos 24:3–5.

  23. En “Conference Report”, abril de 1909, pág. 66.

  24. 1 Timoteo 4:12.

  25. Evan Stephens, “Firmes creced en la fe”, Himnos, Nº 166.