2006
Los jóvenes adultos y el templo
febrero de 2006


Los jóvenes adultos y el templo

Mi tema es el templo. Me gustaría ayudarles a profundizar bastante en su doctrina, explorar las alturas de su gloria y captar su significado eterno.

Los templos no son algo nuevo. “Él siempre ha mandado a su pueblo edificar templos, santuarios sagrados en los cuales los miembros dignos de la Iglesia efectúan las ordenanzas y ceremonias sagradas del evangelio (Guía para el Estudio de las Escrituras, pág. 199). El Antiguo Testamento está repleto de alusiones a las ordenanzas, los convenios e incluso la ropa del templo (véase por ejemplo Éxodo 28–29; Levítico 8).

El templo bíblico más conocido se construyó en Jerusalén en los días de Salomón. El Señor aceptó esa santa casa en persona (véase 2 Crónicas 7:12); fue parcialmente destruido en el año 600 a. de J.C.

Casi cien años más tarde, fue restaurado por Zorobabel. Ese edificio sufrió daños en un incendio en el año 37 a. de J.C; Herodes posteriormente agrandó y niveló el terreno del templo y comenzó a reconstruir el segundo templo (véase Guía para el Estudio de las Escrituras, “Templo, Casa del Señor”, págs. 199–200).

Fue éste el templo que conoció Jesús, quien estuvo allí de niño mientras Su consternada madre no podía encontrarlo (véase Lucas 2:43–49).

Durante la primera purificación del templo, Jesús lo llamó “la casa de mi Padre” (Juan 2:16; véanse los versículos 13–16). Durante la segunda purificación lo llamó “mi casa” (Mateo 21:13; Marcos 11:17). Sabiendo que el templo sería profanado aún más, Jesús lo llamó “vuestra casa [que] os es dejada desierta” (Lucas 13:35), una profecía cumplida con su destrucción en el año 70 d. de J.C.

Hace varios años, la hermana Nelson y yo nos encontrábamos en Jerusalén, donde fuimos guiados por las recientes excavaciones de un túnel ubicado a la izquierda del actual Muro Occidental del antiguo templo. En aquel túnel vimos a rabinos judíos que oraban para que llegara el día en que se construyera el tercer templo en Jerusalén.

Por el Libro de Mormón sabemos que Nefi edificó un templo “según el modelo del templo de Salomón”, excepto que menos ornamentado (2 Nefi 5:16).

“Desde Adán hasta la época de Jesús, las ordenanzas se realizaron en los templos sólo por los vivos. Una vez que Jesús abrió el camino para la predicación del Evangelio en el mundo de los espíritus… la obra por los muertos, así como por los vivos, se ha llevado a cabo en los templos” (Bible Dictionary, “Temple”, pág. 781).

Hijos del convenio

Al leer de los templos, también aprendemos sobre los convenios que Dios ha concertado con Sus fieles seguidores: Sus “hijos del convenio” (3 Nefi 20:26; véase el versículo 25; Hechos 3:25). Hace unos 4.000 años, Dios hizo convenio con Abraham de que todas las naciones de la tierra serían bendecidas por conducto de su descendencia (véase Génesis 17:7; 22:18; Abraham 2:9–11). Dicho convenio se confirmó con Isaac (véase Génesis 26:1–4, 24) y nuevamente con Jacob (véase Génesis 28; 35:9–13; 48:3–4). La influencia de ese convenio constituye una parte integral del Antiguo Testamento, del Nuevo Testamento y del Libro de Mormón (véase, por ejemplo, la portada del Libro de Mormón). Dicho convenio ha sido divinamente renovado en esta dispensación como parte de la Restauración de todas las cosas (véase D. y C. 124:58).

Los profetas han sabido desde hace mucho tiempo que el convenio abrahámico se cumpliría únicamente “en los postreros días” (1 Nefi 15:18). ¡En nuestra época! (Véase D. y C. 110:12–16.) ¡Nosotros somos el pueblo del convenio! ¿Qué significa eso en realidad? Aprendamos juntos de algunos pasajes seleccionados de las Escrituras.

En Mosíah 5:7 leemos: “Ahora pues, a causa del convenio que habéis hecho, seréis llamados progenie de Cristo, hijos e hijas de él, porque he aquí, hoy él os ha engendrado espiritualmente; pues decís que vuestros corazones han cambiado por medio de la fe en su nombre; por tanto, habéis nacido de él y habéis llegado a ser sus hijos y sus hijas”.

En 3 Nefi 20:25, Jesús está hablando: “Y he aquí, vosotros sois los hijos de los profetas; y sois de la casa de Israel; y sois del convenio que el Padre concertó con vuestros padres, diciendo a Abraham: Y en tu posteridad serán benditas todas las familias de la tierra”.

En nuestros santos templos recibimos literalmente aquellas bendiciones que se han prometido al linaje de Abraham, Isaac y Jacob.

La restauración de los templos y la autoridad para sellar

Se dio gran prioridad a la obra del templo durante la Restauración. La primera revelación de un ángel ministrante tenía que ver con esta doctrina. Registrada en la segunda sección de Doctrina y Convenios, es un eco del cuarto capítulo de Malaquías. Moroni predijo la venida de Elías, quien haría volver el corazón de los padres hacia los hijos y el corazón de los hijos hacia sus padres (véase Malaquías 4:5–6; D. y C. 2:1–2).

Elías en verdad vino, el 3 de abril de 1836, un domingo de Resurrección, al comienzo de la Pascua judía. Vino al Templo de Kirtland para conferir las llaves de la autoridad para sellar, tal y como había profetizado el ángel Moroni (véase D. y C. 110:14–16).

En el templo se administran ordenanzas mediante las cuales se manifiesta el poder de Dios (véase D. y C. 84:20). Sin esas ordenanzas y la autoridad del sacerdocio, “el poder de la divinidad no se manifiesta a los hombres en la carne” (D. y C. 84:21).

La inscripción que llevan los templos modernos dice: “Santidad al Señor” (véase Éxodo 28:36; 39:30). Esas palabras describen el edificio, sí, pero también las ordenanzas y los convenios del templo, así como a las personas que adoran en su interior.

Templos de la Restauración

El Templo de Kirtland fue un templo preparatorio, y actualmente se yergue como un monumento a la fe de la gente que lo construyó. Tiempo después, cuando los santos llegaron a Illinois, el Señor volvió a pedir a Su pueblo que edificara un templo. ¿Por qué?

En Doctrina y Convenios 124:29–30 leemos:

“Porque no hay una pila bautismal sobre la tierra en la que mis santos puedan ser bautizados por los que han muerto,

“porque esta ordenanza pertenece a mi casa”.

El versículo 32 contiene esta severa advertencia: “…si no habéis hecho estas cosas… seréis rechazados como iglesia, junto con vuestros muertos, dice el Señor vuestro Dios”.

El versículo 40 dice: “…edifíquese esta casa a mi nombre, para que en ella pueda yo revelar mis ordenanzas a mi pueblo”.

El encabezamiento de la sección 128 indica que ésta se recibió como una epístola. ¿Por qué el Profeta escribió una carta a los santos en vez de dirigirse a ellos personalmente? Fue porque vivía recluido; los iracundos populachos le iban a la zaga. Ni siquiera podía ir a casa, sino que vivía aislado en el hogar de su amigo Edward Hunter. Lean estas magníficas palabras, escritas bajo el tejado de la casa de Edward Hunter:

“…reanudo el tema del bautismo por los muertos, porque es lo que parece ocupar mi mente e introducirse con más fuerza en mis sentimientos, desde que me persiguen mis enemigos…

“…éstos son principios referentes a los muertos y a los vivos que no se pueden desatender, en lo que atañe a nuestra salvación. Porque su salvación es necesaria y esencial para la nuestra, como dice Pablo tocante a los padres: que ellos sin nosotros no pueden ser perfeccionados, ni tampoco podemos nosotros ser perfeccionados sin nuestros muertos…

“…la tierra será herida con una maldición, a menos que entre los padres y los hijos exista un eslabón conexivo de alguna clase… [El] bautismo por los muertos… es menester [para] que una unión entera, completa y perfecta, así como un encadenamiento de dispensaciones, llaves, poderes y glorias se realicen… [Las] cosas que jamás se han revelado desde la fundación del mundo, antes fueron escondidas de los sabios y entendidos, serán reveladas… en ésta, la dispensación del cumplimiento de los tiempos” (versículos 1, 15, 18).

Los santos obedecieron y construyeron el Templo de Nauvoo. Cerca de 6.000 santos recibieron sus investiduras y sellamientos antes de tener que irse y perder su templo. Ahora se eleva nuevamente, reconstruido en toda su majestuosidad, como un templo muy concurrido.

Unos 30 años después del éxodo de Nauvoo, se terminó el Templo de St. George, Utah. Fue el primer templo en el que se realizaron ordenanzas vicarias por los muertos de forma organizada.

Durante la dedicación de la planta baja del Templo de St. George, Utah, el 1° de enero de 1877, el mismo año en el que murió el presidente Brigham Young, éste dijo:

“¿Qué suponen ustedes que nuestros antepasados nos dirían si pudieran hablar desde los muertos? ¿No dirían quizás, ‘Hemos yacido aquí en esta prisión por miles de años, esperando que llegue esta dispensación’…? ¿Qué nos dirían al oído? Pues, si tuvieran el poder para hacerlo, resonarían en nuestros oídos como truenos del cielo queriendo saber si entendemos la importancia de la obra a la que estamos dedicados. Todos los ángeles del cielo están contemplando a este pequeño puñado de personas, estimulándolas a efectuar la salvación de la familia humana… Cuando pienso en ello, quisiera que las lenguas de siete truenos despertasen a la gente”1.

La revelación continua

En 1894, el presidente Wilford Woodruff (1807–1898) instruyó a los miembros de la Iglesia: “Queremos que desde ahora los Santos de los Últimos Días investiguen su genealogía hasta donde puedan llegar y se sellen a sus padres y madres. Que sellen los hijos a sus padres y sigan esta cadena tan lejos como sea posible… Ésta es la voluntad del Señor para con Su pueblo”2.

El objetivo de la obra de la historia familiar es obtener los nombres y los datos de nuestros antepasados para efectuar las ordenanzas del templo en beneficio suyo.

La sección 138 de Doctrina y Convenios es la joya suprema del notable ministerio del presidente Joseph F. Smith (1838–1918). Se recibió un mes antes de que falleciera el presidente Smith. En esa circunstancia única, aún estaba en el mundo, pero podía ver el mundo venidero. Tiene fecha de octubre de 1918.

Comenzaré con el versículo 11: “…vi las huestes de los muertos, pequeños así como grandes.

“Y se hallaba reunida en un lugar una compañía innumerable de los espíritus de los justos, que habían sido fieles en el testimonio de Jesús mientras vivieron en la carne…

“Se hallaban reunidos esperando el advenimiento del Hijo de Dios al mundo de los espíritus para declarar su redención de las ligaduras de la muerte…

“Mientras esta innumerable multitud esperaba y conversaba, regocijándose en la hora de su liberación de las cadenas de la muerte, apareció el Hijo de Dios y declaró libertad a los cautivos…

“y allí les predicó el evangelio sempiterno, la doctrina de la resurrección y la redención del género humano de la caída, y de los pecados individuales, con la condición de que se arrepintieran” (versículos 11–12, 16, 18–19).

Y dice el versículo 51: “A éstos el Señor instruyó, y les dio poder para levantarse, después que él resucitara de los muertos, y entrar en el reino de su Padre, y ser coronados allí con inmortalidad y vida eterna”.

¡Los templos hacen posible esa coronación! ¡Cuán agradecidos estamos por ese conocimiento!

Permítanme desviarme un momento para relatarles una graciosa experiencia que tuvimos hace años. La hermana Nelson y yo tuvimos el privilegio de llevar al presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) y a su esposa a una actividad. Nos acompañó nuestro hijo de cinco años. Le pedí que le hablara al presidente Kimball del cuadro que tenía en la pared de su cuarto; él respondió obedientemente: “Es el templo”.

El presidente Kimball, con su visión mundial, preguntó: “¿Qué templo?”.

Nuestro pequeño se quedó perplejo, dado lo limitado de su perspectiva. Reflexionó un instante y contestó: “Pues, el del matrimonio en el templo, claro”. El presidente Kimball respondió con una amplia sonrisa.

El presidente Howard W. Hunter (1907–1995) dijo en 1994, el año antes de su muerte: “Pido a los miembros de la Iglesia que reconozcan al templo del Señor como el símbolo más grande de su participación como miembros de la Iglesia y el lugar supremo donde realizan sus convenios más sagrados… Desearía que todo miembro adulto fuera digno de obtener una recomendación para entrar en el templo y que tuviera esa recomendación vigente, aunque por el momento no pueda ir porque vive lejos de un templo o le sea imposible asistir muy seguido”3.

El presidente Gordon B. Hinckley ha reafirmado esa esperanza. Él también ha extendido la obra del templo y de historia familiar de manera exponencial. En mayo de 1999 lanzó el servicio de Internet FamilySearch™, que actualmente recibe, como promedio, más de 50.000 visitantes diarios. A través del Pedigree Resource File [Archivo de recursos de linaje], parte de ese proyecto, estamos recibiendo más de un millón de nombres al mes, todos con sus vínculos genealógicos. El número de nombres en la base de datos ya sobrepasa los mil millones.

¿Cuántos templos tenía la Iglesia cuando en 1981 se llamó al presidente Hinckley a servir en la Primera Presidencia? Diecinueve. ¡Ahora tenemos 122! Hay más en la fase de construcción y se han anunciado planes para construir otros.

La preparación personal para el templo

A todos los jóvenes adultos les recalco que el templo puede bendecirles, incluso antes de que entren en él. Al mantener un nivel de conducta moral lo suficientemente elevado para ser dignos de obtener una recomendación para el templo, hallarán paz interior y fortaleza espiritual. Ahora es el momento de limpiar su vida de todo aquello que desagrade al Señor. Ahora es cuando deben eliminar los sentimientos de envidia o enemistad y buscar el perdón por cualquier ofensa.

Hace unos años, la Primera Presidencia envió una carta a los líderes del sacerdocio sobre el momento más adecuado para que los miembros reciban su recomendación para el templo. Dice así:

“A los miembros solteros que estén en los últimos años de la adolescencia o a principios de los veinte años de edad que no hayan recibido el llamamiento misional o que no estén comprometidos para casarse en el templo no se les debe recomendar para el templo para que reciban su propia investidura. No obstante, ellos pueden recibir la Recomendación de uso limitado para efectuar bautismos por los muertos. El deseo de presenciar el matrimonio en el templo de hermanos o hermanas, o de amigos, no es una razón suficiente para que un joven adulto sea investido” (12 de noviembre de 2002; véase también la carta de la Primera Presidencia, 21 de junio de 2005).

Por favor fíjense en que esta instrucción se aplica a los solteros “que estén en los últimos años de la adolescencia o a principios de los veinte años de edad”. Esperamos que en unos años más, estas personas estén casadas o establecidas de manera segura y que le den prioridad a la adoración en el templo durante el resto de su vida.

Antes de que entren en el templo por primera vez, les será provechoso tomar parte en un seminario de preparación para el templo. También les será útil leer un folleto que les entregará su obispo o presidente de rama: Cómo prepararse para entrar en el Santo Templo4. Estos recursos les ayudarán a entender la magnificencia de las ordenanzas y los convenios del templo.

Planeen ahora casarse en el templo y procedan en su cortejo teniéndolo presente. Cuando se arrodillen con su compañero en el altar de un santo templo, lo harán como iguales; llegan a ser una unidad familiar eterna. Cualquier cosa que pueda corroer la espiritualidad, el amor y el sentido del verdadero compañerismo es contraria a la voluntad del Señor. La fidelidad a estos sagrados convenios y ordenanzas les proporcionará bendiciones eternas tanto a ustedes como a las generaciones venideras.

Una hora de urgencia y oportunidades

La urgencia de la obra vicaria del templo se recalcó en una carta de la Primera Presidencia fechada el 11 de marzo de 2003. Dirigida a todos los miembros de la Iglesia, decía que “millones de nuestros antepasados han vivido en la tierra sin recibir el beneficio de las ordenanzas del templo…

“Todas las ordenanzas que se realizan en la Casa del Señor llegan a ser expresiones de nuestra creencia en la doctrina fundamental y básica de la inmortalidad del alma humana”5.

Mis amados hermanos y hermanas, el Maestro previó nuestro día: “…este es el pacto que haré con la casa de Israel… dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo” (Jeremías 31:33).

Puesto que somos Su pueblo, podemos heredar “tronos, reinos, principados, potestades y dominios… exaltación y gloria en todas las cosas” (D. y C. 132:19). Éste es nuestro legado, nuestra oportunidad; esto se lo testifico.

De un discurso pronunciado el 4 de mayo de 2003 en Salt Lake City, Utah, para una transmisión vía satélite del Sistema Educativo de la Iglesia.

Notas

  1. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Brigham Young, 1997, págs. 325, 313; véase también D. y C. 138:47–50.

  2. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Wilford Woodruff, pág. 180.

  3. Citado en James E. Faust, “Presidente Howard W. Hunter: El rastro del águila”, Liahona, septiembre de 1994, pág. 4.

  4. Este folleto también es el manual que usan los alumnos durante el seminario de preparación para el templo (artículo N° 36793 002).

  5. Véase “Carta de la Primera Presidencia”, Liahona, marzo de 2004, pág. 47.