2006
Ven a aprender y a divertirte
Junio de 2006


Ven a aprender y a divertirte

En el Altiplano, las altas llanuras de los Andes en la frontera de Bolivia y del Perú, yace el lago Titicaca. A 3.800 metros sobre el nivel del mar, es el lago que está a mayor altura en el mundo en el que pueden navegar barcos grandes. Es también la cuna legendaria de una de las civilizaciones más antiguas de América, los Incas. La leyenda cuenta que el sol envió a los fundadores de la civilización Inca a que bajaran a la tierra en la isla del Titicaca.

El agua del lago se mantiene a una temperatura casi constante de 11º C, que es muy fría para nadar y definitivamente fría para un bautismo. Pero fue en el lago Titicaca donde Roberto Carlos Condori Pachuri, de 16 años de edad, se bautizó el año pasado. En ocasiones, el pueblo no cuenta con suficiente agua para llenar la pila bautismal del centro de reuniones de El Alto, Bolivia, por lo que acuden al lago. Roberto Carlos recuerda bien su bautismo, pero no por el agua, sino por el espíritu de calidez que sintió cuando llegó a ser miembro de la Iglesia.

Roberto Carlos conoció la Iglesia por medio de su amigo José Luis Mamani Kari, de 15 años de edad. “Asistí a seminario”, dice Roberto Carlos. “Era la primera vez que entraba en el edificio de una iglesia y tenía un poco de temor”. Pero rápidamente se dio cuenta de que era bienvenido; de hecho, 15 de los aproximadamente 30 jóvenes que asisten a seminario semanalmente no son miembros de la Iglesia. Los jóvenes de la Rama Batallas, Distrito Titicaca, Bolivia, asisten a seminario los jueves por la tarde y estudian en casa durante la semana.

“Invito a mis amigas a que vengan y aprendan algo”, dice Ángela Daniela Sanjines Flores, de 16 años de edad, “y después nos divertimos”. ¿Por qué asisten? “La verdad es que algunos van a jugar y a divertirse; otros quieren aprender y otros asisten porque sus amigos los invitan”.

Roberto Carlos deseaba asistir a seminario por todas esas razones. “Me gustaron las cosas que estaba aprendiendo y tengo muchos amigos aquí”, dice. “Jugamos al fútbol o al vóleibol después de las clases”. Al asistir a seminario y al reunirse con los élderes, aprendió sobre los profetas de la antigüedad, sobre el Profeta viviente de la actualidad y sobre la visita de Cristo a América. Roberto Carlos se unió a la Iglesia al aprender las verdades del Evangelio.

El presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) tenía un lema para recordarnos nuestros deberes como miembros misioneros: “¡Hazlo!”. Prometió que si testificamos sobre la Restauración, seremos bendecidos. José Luis sabe que eso es cierto.

“Me sentí bien”, dice José Luis, al ver a Roberto Carlos aceptar el Evangelio. “Deseaba compartir mi testimonio, así que lo hice”.

Valor en Cochabamba

En Cochabamba, unos 260 kilómetros al sudeste de El Alto, los jóvenes asisten a seminario matutino.

Fuera de las actividades de la Iglesia, estos adolescentes sienten a menudo la presión de sus compañeros de rebajar sus normas. “Es difícil ser miembro de la Iglesia aquí porque estoy rodeado de muchas personas que quieren que yo haga cosas malas”, dice Cristhian Pérez, de 19 años de edad, del Barrio La Chimba, Estaca Cobija, Cochabamba, Bolivia. “Por eso creo que nuestros amigos son una de las cosas más importantes”. Aunque muchos de esos hombres jóvenes y de esas mujeres jóvenes sean los únicos miembros de la Iglesia de su escuela o aun de su familia, siempre pueden contar con el apoyo que se dan unos a otros. Cristhian continúa diciendo: “La manera de ayudarnos unos a otros en la Iglesia es al asistir juntos a seminario y al llevar a cabo actividades juntos”.

“Somos como una familia y nos cuidamos unos a otros”, coincide Miriam Eugenia Copa Fernández, de 19 años de edad, del Barrio Alalay, Estaca Jaihuayco, Cochabamba, Bolivia. “Es una buena forma de comenzar el día, porque me hace feliz durante todo el día”.

El apoyo espiritual que estos jóvenes se ofrecen el uno al otro a medida que aprenden y crecen juntos les brinda fortaleza.

“Seminario me ha servido para vencer mis debilidades y tentaciones, y me ha ayudado a tomar mejores decisiones”, dice Nefía Flores, de 18 años de edad, del Barrio América, Estaca Cobija, Cochabamba, Bolivia. A medida que los hombres y las mujeres jóvenes edifican testimonios más fuertes, se convierten en mejores ejemplos para sus amigos.

“Los cuatro años que he pasado en seminario han sido una gran ayuda para mí porque cada lección y cada consejo me ha ayudado a enfrentar un desafío en particular”, dice Luis Carlos Gonzáles Jaimes, de 19 años de edad, del Barrio La Chimba, quien se está preparando para cumplir una misión.

Puesto que hay un templo en Cochabamba, muchos de los jóvenes de la región van allí a menudo para hallar fortaleza. “El tener un templo aquí en Cochabamba nos hace muy felices. Tenemos la oportunidad de asistir cada semana”, dice Harold Reinaldo Salazar, de 18 años de edad, del Barrio Petrolero, Estaca Jaihuayco, Cochabamba, Bolivia. “El efectuar bautismos allí es una experiencia inolvidable”.

Debido a que en los actos de sus amigos ven la fortaleza de su testimonio, como cuando asisten al templo, estos jóvenes saben que pueden recurrir unos a otros en busca de poder espiritual.

“Les respeto mucho”, dice Miriam de sus amigos. “Son fuertes espiritualmente y están preparados para enfrentar todos los desafíos que se les presenten. Les tengo confianza; poseen un fuerte testimonio de la Iglesia, son valientes, son divertidos”.

Un desayuno con los amigos

En la parte este de la ciudad, aproximadamente 20 jóvenes del Barrio Colcapirhua, Estaca Los Álamos, Cochabamba, Bolivia, se reúnen diariamente a las 5:30 a.m. para tomar un desayuno sencillo antes de comenzar seminario a las 6:00.

“Me levanto temprano porque sé que si voy a seminario me ayudará a tener el Espíritu conmigo y a estar más cerca de Dios todo el día”, dice Jenny Linares, de 18 años de edad.

Por lo general, el desayuno incluye pan dulce y mate, una bebida de hierbas, o api, una bebida preparada con maíz blanco y morado en polvo. Pero los jóvenes van a seminario más por el alimento espiritual que por la comida.

“Es divertido ir a seminario”, dice Luly Bravo, de 14 años de edad. “Los jóvenes iluminan tu día por la mañana. Asistimos para aprender más sobre nuestro Padre Celestial y sobre Su Hijo”.

“Lo cierto es que los cuatro años de seminario me han hecho pensar mucho en cuanto a una misión”, dice Diego Díaz, de 18 años de edad. “Por eso me graduaré de seminario, para cumplir una misión”.

Coincide con ello Franz Condori, de 20 años de edad, del Barrio Arocagua, Estaca Universidad, Cochabamba, Bolivia. Se bautizó hace cuatro años y piensa cumplir una misión pronto. “Cuando llegué a ser miembro de esta Iglesia, ya me había puesto la meta de cumplir una misión, y los cuatro años de seminario me han ayudado mucho”, dice. “Sé que las Escrituras que siempre leemos y estudiamos me ayudarán a responder a las preguntas que puedan hacerme cuando sea misionero”.

Firmes en Santa Cruz

Santa Cruz está ubicada a unos 290 kilómetros al este de Cochabamba. A esa distancia, el clima cambia y hace mucho más calor allí, pero las cosas más importantes no cambian. Asistir a seminario cada mañana ejerce una influencia positiva en la manera en que viven los jóvenes de Santa Cruz. “Necesitamos seguir adelante y poner en práctica los principios que se nos han enseñado en las clases de seminario”, dice Adán Quintela Aparicio, de 18 años de edad, del Barrio Estación, Estaca Cañoto, Santa Cruz, Bolivia. “Es un gran privilegio tener el programa de seminario en la Iglesia, donde podemos aprender tantas cosas que nos ayudarán para el resto de nuestra vida”.

Al enfrentarse por todos lados con las tentaciones y la presión de no mantener sus normas, la juventud de Bolivia ha encontrado protección y apoyo en las verdades del Evangelio.

“Seminario ha sido como un escudo para mí”, dice María D. Justiniano, de 18 años de edad, de la Rama Carmen, Estaca El Bajío, Santa Cruz, Bolivia. “Ha sido un escudo porque me protege día a día en la escuela. Por ejemplo: los maestros nos presentan las teorías de la evolución y cosas como ésas, y en seminario nos han preparado bien. Tenemos la capacidad de pensar por nosotros mismos y de sentir en nuestro corazón que Dios ciertamente fue el Creador de este mundo”.

En lo que todos estos jóvenes de Bolivia coinciden —desde la gran altitud del Altiplano hasta el calor de Santa Cruz— es en que al reunirse juntos, crecen más firmes en el Evangelio y tienen una mayor capacidad para resistir las tentaciones del mundo. “Cuando se trata de una sola vara, es fácil romperla”, explica Franz Condori. “Pero cuando se trata de muchas varas unidas, no pueden romperse. Cuando hay unidad en un grupo, es difícil que alguien o algo logre destruirnos. Nos ayudamos unos a otros”.