2006
La caída de Adán y Eva
Junio de 2006


La plenitud del Evangelio

La caída de Adán y Eva

Una serie de artículos que analizan doctrinas exclusivas de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

La mayoría de las iglesias cristianas enseñan que la Caída fue una tragedia, que si Adán y Eva no hubieran participado del fruto prohibido, ellos y toda su posteridad podrían estar viviendo en la actualidad en el Jardín de Edén disfrutando de una dicha inmortal. Sin embargo, la verdad revelada a los profetas de los últimos días nos enseña que la Caída no fue una tragedia; sin ella, Adán y Eva no hubieran tenido posteridad. Por tanto, la Caída fue un paso necesario del plan del Padre Celestial, destinado a llevar a cabo la felicidad eterna de Sus hijos.

Ni muerte, ni posteridad, ni progreso

“…si Adán no hubiese transgredido”, enseñó Lehi a su hijo Jacob, “no habría caído, sino que habría permanecido en el jardín de Edén…

“Y no hubieran tenido hijos; por consiguiente, habrían permanecido en un estado de inocencia, sin sentir gozo, porque no conocían la miseria; sin hacer lo bueno, porque no conocían el pecado.

“Pero he aquí, todas las cosas han sido hechas según la sabiduría de aquel que todo lo sabe.

“Adán cayó para que los hombres existiesen; y existen los hombres para que tengan gozo” (2 Nefi 2:22–25).

Una vez que Adán y Eva participaron del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, les fueron abiertos los ojos, y Eva expresó su complacencia por la oportunidad que les proporcionó su transgresión: “…De no haber sido por nuestra transgresión, nunca habríamos tenido posteridad, ni hubiéramos conocido jamás el bien y el mal, ni el gozo de nuestra redención, ni la vida eterna que Dios concede a todos los que son obedientes” (Moisés 5:11).

El participar del fruto dio pie a la vida terrenal, con sus muchas oportunidades de escoger entre el bien y el mal, y permitió que Adán y Eva tuvieran hijos. De este modo, la Caída abrió la puerta a los hijos del Padre Celestial para que vinieran al mundo, obtuvieran un cuerpo físico y participaran en “el gran plan de felicidad” (Alma 42:8). “…así que esta vida llegó a ser un estado de probación”, un tiempo para aprender y crecer, para arrepentirnos y vencer debilidades, “un tiempo de preparación para presentarse ante Dios” (Alma 12:24).

Una transgresión, no un pecado

El presidente Joseph Fielding Smith (1876–1972) dijo: “Cuando me refiero a la parte que le correspondió a Eva en la Caída, nunca la califico de pecado, ni tampoco acuso de pecado a Adán… Ésta fue una transgresión de la ley, pero no un pecado… porque era algo que Adán y Eva tenían que hacer”1.

Con respecto a esa distinción, el élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, observó: “Este contraste que se indica entre un pecado y una transgresión nos recuerda las claras palabras del segundo Artículo de Fe: ‘Creemos que los hombres serán castigados por sus propios pecados, y no por la transgresión de Adán’ (cursiva agregada). También se asemeja a una distinción que se hace en la ley y que nos es bien conocida: Algunos actos, como el asesinato, son delitos porque son en sí de naturaleza mala; otros, como manejar un vehículo sin licencia de conducir, son delitos sólo por estar prohibidos por la ley. De acuerdo con esas distinciones, el hecho que dio como resultado la Caída no fue un pecado — o sea, algo de naturaleza mala— sino una transgresión, algo que era malo por estar prohibido. Estas palabras no siempre se emplean para denotar algo diferente, pero esta diferencia parecería propia si la aplicamos a las circunstancias de la Caída”2.

Aunque Adán y Eva no habían pecado, debido a su transgresión tuvieron que hacer frente a ciertas consecuencias, dos de las cuales eran la muerte espiritual y la muerte física. La muerte física les sobrevendría al final de su vida terrenal, mientras que la muerte espiritual tuvo lugar cuando se les desechó del Jardín de Edén, cuando fueron separados de la presencia de Dios (véase Alma 42:9).

El pecado original

El resultado de la transgresión de nuestros primeros padres, según explicó el presidente Smith, “fue la expulsión de la presencia de Dios y el advenimiento al mundo de… la muerte física. La mayoría… [de los cristianos] sostiene que todo niño que llega a este mundo nace con la mancha del ‘pecado original’, o participa en la transgresión de Adán en su nacimiento. El segundo Artículo de Fe contradice esta errónea y descabellada doctrina”3. Todos los descendientes de Adán y Eva heredan ciertos efectos de la Caída, pero gracias a la expiación de Jesucristo sólo somos responsables de nuestros propios pecados. Los niños que mueren antes de la edad de responsabilidad “viven en Cristo” (Moroni 8:12) y no necesitan el arrepentimiento ni el bautismo (véase Moroni 8:8–11).

Los mandamientos en el Jardín

El Señor les dio mandamientos a Adán y a Eva en el Jardín de Edén, dos de los cuales eran el de fructificar y multiplicarse (véase Génesis 1:28) y el de no tomar del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal (véase Génesis 2:17). Esos dos mandamientos tenían por objeto colocar a Adán y a Eva en una situación en la que debían tomar una decisión. El presidente Smith enseñó: “El Señor le dijo a Adán que si deseaba permanecer tal como estaba en el Jardín, entonces no debía tomar del fruto, pero que si deseaba tomarlo y experimentar la muerte, tenía la libertad de hacerlo”4. Frente a ese dilema, Adán y Eva escogieron la muerte —tanto física como espiritual— la cual abrió la puerta para que ellos y su posteridad obtuvieran conocimiento y experiencia y participaran en el plan de felicidad del Padre que conduce a la vida eterna.

Notas

  1. Doctrina de Salvación, tomo 1, pág. 109.

  2. “El gran plan de salvación”, Liahona, enero de 1994, págs. 85–86.

  3. Answers to Gospel Questions, comp. Joseph Fielding Smith, hijo, 5 tomos, 1957–1966, tomo I, pág. 82.

  4. Answers to Gospel Questions, tomo IV, pág. 81.