2006
Camboya—una tierra con perspectivas de paz
Julio de 2006


Camboya—una tierra con perspectivas de paz

En 1994, Camboya abrió la puerta a los misioneros proselitistas, quienes en la actualidad disfrutan del apoyo entusiasta de más de 6.000 miembros.

Desde 1994, cuando el gobierno camboyano otorgó reconocimiento oficial a la Iglesia, las historias de fe, de valor y de conversión han llegado a formar parte del legado de los pioneros de esta nación. A diario se cambian vidas a medida que los santos y los misioneros trabajan codo con codo en esta tierra tropical de Asia.

En 1994, el élder Donald Dobson y su esposa Scharlene fueron trasladados de sus labores en la India para convertirse en los primeros misioneros asignados a Camboya. El 27 de marzo de ese año, se convocó en un hotel la primera reunión de la Iglesia en el país, con una asistencia total de seis miembros y nueve investigadores. El 9 de mayo de 1994, la hermana Pahl Mao se convirtió en el primer miembro bautizado en Camboya. Dos años después, en mayo de 1996, el presidente Gordon B. Hinckley visitó el país y lo dedicó para la predicación del Evangelio mientras se encontraba sobre una colina con vistas al río Mekong. ¡La obra había dado comienzo oficialmente!

Se tiende una mano: la ayuda humanitaria

En 1993, Larry R. White servía como presidente de la Misión Tailandia Bangkok cuando le llegaron informes favorables acerca de la evolución religiosa en Camboya. En compañía del élder John K. Carmack, de los Setenta, y el hermano Vichit Ith, un miembro que vivía en Bangkok, viajó a Camboya para plantear a los representantes gubernamentales la posibilidad de dar comienzo a la obra misional y a proyectos de ayuda humanitaria. Se aceptó la solicitud de emprender proyectos de ayuda humanitaria.

Desde ese momento, muchos misioneros de ayuda humanitaria han servido aquí. Recientemente, el élder Robert Scholes y su esposa, la hermana Virginia Scholes, prestaron servicio como directores nacionales de “Latter-day Saint Charities” [organización caritativa de los Santos de los Últimos Días], una organización humanitaria patrocinada por la Iglesia que suele colaborar con organizaciones gubernamentales locales o municipales para aportar ayuda a los necesitados de los países del mundo entero. Son conscientes de que el poder del servicio caritativo puede romper barreras, salvar abismos políticos y aportar credibilidad a la imagen de la Iglesia.

Cuando el élder y la hermana Scholes se enteraron de que más de 500 ciudadanos camboyanos inocentes quedan mutilados, heridos o pierden la vida cada año a causa de minas terrestres ocultas, decidieron poner manos a la obra para ayudar a las víctimas. Se asociaron con Wheelchair Foundation [fundación de sillas de ruedas] y la Cruz Roja camboyana para participar en un proyecto que denominaron “Combinación triple”, con el fin de facilitar a muchas víctimas de estas minas —y a otras personas con discapacidades— sillas de ruedas nuevas.

La historia familiar: un valor común

Teniendo en cuenta su tradición de culto a los antepasados, no es de extrañar que los camboyanos se sientan intrigados por la obra genealógica de la Iglesia. El élder Michael Frame y su esposa, la hermana Donna Frame, un matrimonio misionero, organizaron e impartieron seminarios de historia familiar en Phnom Penh, la capital de Camboya. Durante los últimos años, cientos de hombres y mujeres han asistido a esos seminarios patrocinados por la organización “Latter-day Saint Charities”, y en los que los misioneros de ayuda humanitaria imparten la instrucción.

“Hay muchos camboyanos supervivientes a la época de Pol Pot, en la que se destruyeron tantos registros”, dice la hermana Frame. “Deseamos ayudar a las familias a escribir su historia para que sus hijos y nietos la lean. Queremos enseñarles lo fácil que es preparar un cuadro genealógico”.

Las personas que tienen interés en la materia se han congregado de muchas partes de Phnom Penh para asistir a las clases de historia familiar y, como recompensa, han recibido información en cuanto a la manera de registrar la historia familiar, de entrevistar a sus padres y abuelos, y de recopilar datos importantes e interesantes acerca de sus antepasados. Tras haber presenciado muchos años de turbulencias políticas, es natural que muchas personas demuestren interés por preservar su información familiar actual para las generaciones futuras.

El proselitismo en Camboya

Gracias a la obra de los misioneros de ayuda humanitaria y de los élderes y las hermanas a cargo del proselitismo, miles de camboyanos han aceptado el Evangelio.

En un día de preparación en la Misión Camboya Phnom Penh, el élder Trent Nielson, de Mesa, Arizona, observaba mientras los otros misioneros comenzaban un partido de fútbol. El terreno de juego estaba adyacente a una escuela y la actividad de los misioneros atrajo a algunos jóvenes del lugar, quienes preguntaron al élder Nielson por qué había tantos americanos jugando al fútbol en su país. Él les explicó que eran misioneros, maestros del Evangelio de Jesucristo. Los jóvenes querían saber cuánto se les pagaba. Cuando supieron que ellos mismos se costeaban sus gastos, se sorprendieron. ¿Por qué haría alguien una cosa semejante?

La curiosidad de los jóvenes no tardó en conducirlos a hacer preguntas más profundas sobre temas espirituales, y se quedaron fascinados por el mensaje del misionero. Al poco rato, el élder Nelson se encontraba enseñando la restauración del Evangelio a 10 jóvenes sobre el pasto de una cancha de fútbol.

El miembro del grupo que al principio se mostró más hostil, al final fue el que demostró más interés. Él y los demás pidieron un ejemplar del Libro de Mormón, pero el élder Nielson se dio cuenta de que no tenía suficientes para todos esos jóvenes inquisitivos, así que se apresuró a buscar otros ejemplares en las mochilas de los misioneros que estaban jugando. Antes de que el grupo se marchara, el élder Nielson les explicó cómo podrían conseguir más información acerca de la Iglesia.

Las hermanas misioneras y los miembros oriundos del lugar

La llegada de las primeras hermanas misioneras se celebró en Phnom Penh como una señal de la tremenda expansión de la obra en aquella región. Las hermanas Megan Jones, Kirsten Downing y Rachel Pace llegaron a la capital el 21 de agosto de 2003. El primer día, estas hermanas se encontraban haciendo proselitismo en el mercado central, el mercado al aire libre más concurrido de la ciudad. Se sentían algo nerviosas, pero sus compañeras —las primeras hermanas misioneras originarias de Camboya, las hermanas Sokhom Suon, Molis Soun y Sodalys Sean— se encontraban a gusto en ese entorno familiar.

El conocer el lugar es sólo una muestra que indica lo valiosos que son para la misión los misioneros oriundos de la región. Además, parece que les ilusiona la oportunidad de servir en su país natal y llevan un espíritu de entusiasmo dondequiera que vayan.

“Quiero decirles a todos los miembros de la Iglesia que me gustó muchísimo mi misión”, afirma el miembro camboyano Eng Bun Huoch, que se bautizó el 25 de octubre de 1998 y salió a prestar servicio misional en Phnom Penh dos años más tarde. “Servir en una misión no es fácil, pero vale la pena. No tengo palabras para describir lo importante y beneficioso que ha resultado para mí. Mis dos años como misionero me han permitido adquirir técnicas de liderazgo y aptitudes de enseñanza, y me han mostrado cómo ser un mejor amigo, hijo y miembro”.

Después de regresar a su hogar el 17 de julio de 2002, el élder Huoch logró encontrar un trabajo que mejoró su calidad de vida. Su testimonio se había fortalecido y se sentía más preparado para afrontar los retos de la vida.

“Doy gracias al Señor por haber traído el Evangelio a Camboya mientras todavía tenía edad para servir en una misión”, dice. “Hubiera sido muy triste perder la ocasión de participar en esta maravillosa obra”.

Gracias a los misioneros —ya sean hermanas o élderes, nativos o extranjeros—, la obra está avanzando todos los días.

Bendecidos por el poder del sacerdocio

El poder del sacerdocio es una influencia sustentadora en la vida de los nuevos miembros camboyanos a medida que maduran en el Evangelio. Muchos de ellos, como Sam Nang, han experimentado milagros médicos que siguen fortaleciendo su fe.

Una mañana a primera hora, Sam se dirigía al trabajo en moto cuando un enorme camión la atropelló, tirándola violentamente sobre el asfalto. Nadie quiso moverla antes de que se la pudiera identificar, y en su estado de semiinconsciencia, no fue capaz de responder a las preguntas que le hacía la gente que la rodeaba. Permaneció en el suelo sin que se la atendiera durante casi dos horas.

En el hospital, un médico le examinó las lesiones y dijo que los huesos de la pierna derecha le habían quedado “hechos polvo”. Tenía como plan inmediato amputarle la pierna por encima de la rodilla o, como mucho, intentar recomponer los huesos sujetándolos con clavos. La familia de Sam se encontraba muy preocupada y llamaron al presidente de rama, Un Son, y al élder LaVon Day y a la hermana Marianne Day, un matrimonio misionero. Esos líderes le dijeron al médico que no hiciera nada hasta que llegaran.

Al llegar al hospital, el presidente Son y el élder Day le dieron una bendición. A pesar de sus protestas anteriores, el médico aceptó retrasar brevemente la operación mientras analizaba los últimos resultados de las radiografías y vio algo que casi no podía creer: ¡la pierna no mostraba ninguna fractura ni señal de traumatismo! El único daño real era un músculo desgarrado y un corte grande, el cual cerró aplicándole puntos de sutura. El médico parecía no encontrar ninguna explicación a ese cambio radical en el estado de Sam.

Con alguna otra intervención quirúrgica, además de transplantes de piel, Sam podrá volver a tener pleno uso de la pierna.

Camboya: hacia una vida en paz

Camboya es un país pequeño, pero su gente cuenta con un gran espíritu. A medida que los misioneros y los santos camboyanos se esfuerzan por impulsar la paz en esa región anteriormente afligida por la guerra, preparan el camino para que las generaciones futuras prosperen en el Evangelio.

Trabajen con fe

“La Iglesia ha crecido por todo el mundo hasta el punto en que el número de miembros de fuera de Norteamérica excede al de los de ésta. Hemos llegado a ser una gran familia internacional, repartidos en 160 naciones…

“…nuestra esperanza [concerniente al futuro] es grande y nuestra fe es firme.

“Ahora repito lo que dije hace diez años: ‘Tenemos que erguirnos un poco más… elevar la mirada y ensanchar la mente para lograr una mayor comprensión y un mayor entendimiento de la gran misión milenaria de ésta, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de Los Últimos Días’ ”.

Presidente Gordon B. Hinckley, “Discurso de apertura”, Liahona, mayo de 2005, págs. 5–6.